jueves, 1 de noviembre de 2018

EL MÓVIL PUEDE PROVOCAR CÁNCER...PERO A NADIE LE IMPORTA UN CARAJO


Nuevo estudio científico: la radiación de los teléfonos móviles puede provocar cáncer

CC0 / Pixabay
Los biólogos estadounidenses han presentado nuevas evidencias potenciales de que las ondas de radio utilizadas en el funcionamiento de los teléfonos celulares 2G y 3G pueden provocar cáncer de corazón, hígado y algunos otros órganos, informa el Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental de EEUU.
"Las exposiciones utilizadas en los estudios no pueden compararse directamente con la exposición que experimentan los humanos al usar un teléfono celular", subrayó John Bucher, científico principal del Programa Nacional de Toxicología (NTP, por sus siglas en inglés), citado por el diario científico EurekAlert.
Uso de los teléfonos móbiles (imagen referencial)"En nuestros estudios, las ratas y los ratones recibieron radiación de radiofrecuencia en todo el cuerpo. Por el contrario, las personas en su mayoría aplican el teléfono a un punto específico de su cabeza. Además, los niveles de exposición y la duración de nuestros estudios fueron mayores que los que suele experimentar la gente", añadió.
Hace dos años, los participantes del NTP publicaron un artículo sobre los primeros resultados de los experimentos sobre los efectos de la radiación de los teléfonos móviles en el organismo de las ratas. Los resultados preliminares de estos experimentos, publicados por los medios de comunicación, fueron impactantes. Resultó que la radiación simulada del teléfono móvil producía tumores malignos: gliomas en el cerebro y neurilemomas (shwannomas) en el corazón.
Entonces, docenas de científicos criticaron el estudio y su presentación en los medios. Algunos calificaron estas declaraciones como exageradas y deliberadamente aterradoras, mientras que otros encontraron muchos problemas metodológicos en las publicaciones del NTP.
Bucher y su equipo realizaron una nueva serie de experimentos en los que participaron doscientos ratones y ratas de laboratorio, inicialmente susceptibles al desarrollo de cáncer. Vivían en una jaula especial que imitaba el funcionamiento de las antenas de los teléfonos móviles, y algunas de ellas comenzaron a exponerse a las ondas de radio todavía en el útero, mientras que otros, a una edad madura.
Los científicos han dividido estos roedores en varios grupos, cada uno de los cuales recibió una dosis diferente de radiación, comenzando con el máximo permitido para teléfonos móviles y terminando con los niveles que superaban unas 3 o 4 veces esta cifra. Algunos ratones y ratas vivieron en esas condiciones durante aproximadamente un mes, y otros, durante unos dos años.
Según los investigadores, la exposición de los animales a las ondas de radio con una frecuencia de 900 y 1.900 megahercios "mostró claramente que estas formas de radiación, codificadas en un formato móvil, son cancerígenas". Los científicos observaron la aparición de una cantidad significativamente mayor de tumores en el cuerpo —especialmente en el corazón, el cerebro y el hígado— de estos ratones y ratas que en el grupo de control.
Por otro lado, todas las incoherencias criticadas por otros científicos siguen presentes: por alguna razón, los animales vivían más tiempo expuestos a las ondas de radio que en condiciones normales, y el número de tumores no cambiaba mucho al aumentar la dosis de radiación. Esto se notó especialmente en el estudio de la radiación 3G.
Todo esto nos hace esperar que la comunidad científica reciba con escepticismo  las nuevas publicaciones del NTP al igual que las de hace dos años. Los participantes del programa tienen previsto realizar otra serie de experimentos para determinar cómo cambia la velocidad de acumulación de mutaciones en el ADN de roedores y con qué frecuencia aparecen otros rastros de cáncer.

ULTIMA ENTREGA


Los traumas psicológicos del parto violento y la débil protección de la Justicia a las mujeres

La psicóloga Jesica Rodríguez Czaplicki advierte de que algunas parturientas sufren estrés postraumático tras dar a luz, que requiere intervención psicoterapéutica. La abogada Francisca Fernández Guillén, especializada en salud de la mujer, cree que los jueces no protegen a las afectadas por violencia obstétrica, aunque les aconseja buscar ayuda médica y legal.



La actriz Iria Pinheiro, en la obra 'Anatomía dunha serea', donde relata las secuelas sufridas en el parto. / PAULA PEZ
Las secuelas de un “parto violento”, tal y como lo definen las defensoras de los derechos sexuales y reproductivos, trascienden el cuerpo. “A veces, las consecuencias físicas se solventan con ayuda de matronas y fisioterapeutas, pero cuando una mujer han sufrido un trauma grave necesita la ayuda de una psicóloga”, explica Jesica Rodríguez Czaplicki, presidenta de la Asociación Española de Psicología Perinatal, quien estima que un porcentaje “considerable” de las parturientas desarrollan trastornos de estrés postraumático tras dar a luz.
Casos aislados en función del volumen de nacimientos, pero que, según ella, deben ser tenidos en cuenta porque requieren intervención psicoterapéutica. “Ahora bien, no todas reaccionan igual, porque mientras algunas sufren tocofobia [miedo irracional al embarazo y al parto] o no desean tener más hijos para evitar una situación similar, otras padecen efectos a largo plazo”, añade.
“En el Reino Unido y otros países anglófonos, la cifra oscila entre el 1,5% y el 6%", concreta la psicóloga, basándose en la investigación Trastorno por estrés postraumático debido al parto: las consecuencias, realizada por Cheryl Tatano Beck, profesora de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Connecticut. "En España es complicado estimar los datos de prevalencia, pues no se ha estudiado en profundidad”, asegura. “Ahora bien, el trauma en el parto no se tiene por qué producir únicamente debido a la intervención en sí. De hecho, en algunos muy intervenidos y medicalizados —pues se alejaban de la fisiología y los procedimientos eran absolutamente necesarios—, la mujer no ha tenido sensación de sentirse vejada, ni de que hubiese un riesgo para su vida y la del bebé”.

Sin embargo, en otras ocasiones, pese a la ausencia de peligros, “han tenido una sensación de vulnerabilidad, o se han sentido desinformadas y hasta fuera de control”, razona Rodríguez, formada en el campo perinatal y en lactancia materna. “No obstante, a la larga pueden darse las secuelas propias de un trauma. Reviven el momento y la situación, tienen miedo, les cuesta relacionarse con el bebé y sienten hasta extrañeza hacia él, pues no acaban de verlo como suyo y les cuesta vincularse a su propio hijo. Y eso, claro, genera un trauma mayor, que no tiene por qué producirse en los meses siguientes, sino que puede llegar más tarde y durar años”.
Otras veces, las situaciones traumáticas comienzan a vivirse “nada más dar a luz y pueden influir hasta en la lactancia”, añade. El estado de ánimo es “muy lábil y fluctuante: va de la tensión a la tristeza”, subraya la psicóloga y madre de dos niñas. La casuística es amplia: hay quien no se perturba y quien experimenta enfado, no sólo con el sistema sanitario, sino también con sus acompañantes y hasta con ellas mismas, porque consideran que no han sido capaces de frenarlo, aclara la también psicopedagoga. “Mujeres que, de algún modo, sienten que no han dado a luz a sus hijos o que se los han quitado. Yo no no lo he parido, me lo han parido, piensan. Me han robado mi parto”.
Rodríguez Czaplicki deja claro que “es imprescindible tener en cuenta las percepciones subjetivas, es decir, las vivencias propias de cada mujer”. Por eso, pone otros ejemplos en los que, en nacimientos con riesgo que implican una mayor intervención, “la atención al parto ha sido óptima y la mujer se ha sentido protegida”. Y, para reforzar su argumento, cita a Cheryl Tatano Beck: “El trauma del parto reside en la mirada de quien lo percibe, lo que implica que trauma es lo que a cada mujer le resulta traumático durante su experiencia de parto”.
¿Qué puede hacer, pues, una mujer afectada? “Insistir en buscar ayuda y no conformarse con respuestas que minimicen sus consecuencias. Debe buscar ayuda profesional antes de que pase un año del parto, primero médica y después legal”, aconseja Francisca Fernández Guillén, abogada feminista especializada en salud de la mujer. El intervalo no es una cuestión baladí, aunque a una víctima de violencia obstétrica —concepto esgrimido por las activistas, pero rechazado por los profesionales de la sanidad— el calendario se le puede hacer cuesta arriba. “A veces, tardan un poco en reaccionar, debido a la invisibilización a la que estamos sometidas”, explica la psicóloga.
La psicóloga Jesica Rodríguez Czaplicki y la abogada Francisca Fernández Guillén. / XIANA S.R.
“Les resulta complicado decir que están mal porque al principio no son conscientes, porque tienen lagunas o simplemente porque les cuesta dar el paso. Es fundamental basarse en la evidencia y tratar de que la mujer se integre y, sobre todo, de que se desculpabilice”, añade la psicóloga perinatal. Sin embargo, el tiempo apremia: “Tarda darse en cuenta de las consecuencias porque en la consulta médica le quitan importancia y, entonces, se pasa el plazo de reclamación”, advierte Fernández Guillén. “Cuando eres consciente, es tarde o ya has perdido la posibilidad de probarlo. En todo caso, una abogada siempre buscará la mejor vía para defenderla ante los tribunales”.
La actriz Iria Pinheiro se planteó demandar a la sanidad pública, pero pronto percibió que se estaba adentrando en un camino pedregoso, debido a la dificultad de probar las secuelas supuestamente causadas por una episiotomía que le provocó incontinencia urinaria y dispareunia. Pese a que su matrona y su fisioterapeuta se las detectaron, los profesionales sanitarios no reconocieron que el daño sufrido había sido provocado por una, a juicio de la artista, mala práctica, por lo que solicitó su expediente infructuosamente.

Sin embargo,
 Juan Luis Delgado, miembro de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), sostiene que la sanidad pública cubre las lesiones causadas por una episiotomía, “aunque sean mínimas”. El presidente de la sección de Medicina Perinatal también defiende que el parto cada vez se está humanizando más y cita como ejemplo de los “avances” la modificación de la ley de derechos y deberes de los usuarios de la sanidad pública emprendida por la Asamblea Regional de Murcia. Los cambios fomentarán el contacto piel con piel —que pretende evitar que se separe al bebé de la madre tras el parto— y garantizarán el derecho de los recién nacidos a su identidad sanitaria tras el primer berreo.Apenas le remitieron un escueto parte médico que reflejaba “debilidad en el suelo pélvico con cistocele e incontinencia urinaria de esfuerzo”, dolor persistente en el periné y coitalgia. La recomendación: realizar ejercicios de Kegel y acudir al fisioterapeuta. “Y si me mandaron a ginecología, fue porque se lo pedí de rodillas. Sin embargo, no me dejaron volver al fisioterapeuta de la seguridad social porque decían que está saturado”, afirma Pinheiro.
Pinheiro, pese a las secuelas supuestamente causadas por la episiotomía, desistió de presentar una demanda tras consultarlo con su abogado. “Si reclamase ante la Justicia, no me valdría su testimonio ni el de mi matrona, sino el de un médico que ejerciese de perito”, añade la actriz, quien prefirió denunciarlo públicamente sobre un escenario. Así nació la obra de teatro documental Anatomía dunha serea, que se ha estrenado recientemente en Galicia y cuya compañía, Chévere, pretende llevar próximamente a varias ciudades españolas.

La abogada, especializada en salud de la mujer, asegura que “en general los ginecólogos no piden el consentimiento de la embarazada para llevar a cabo ciertas prácticas invasivas”, aunque el problema no se acaba ahí, según ella. “Luego, durante el proceso, los jueces tampoco solicitan que se presente ese documento, cuando en otros procesos asistenciales —en los que los protagonistas son hombres— sí que lo exigen. Hay mil formas para que, en la práctica, las mujeres sean excluidas de la ley, como aducir que no era necesario haber pedido su consentimiento”.
“La ley formalmente es igual para hombres y mujeres, pero no en la práctica. O sea, no es un problema legal, sino de aplicación de la norma”, cree la letrada Fernández Guillén. “La mayoría de las sentencias dictadas por algunos jueces, con honrosas excepciones, nos excluyen de la protección que la ley brinda a toda la sociedad. La violencia obstétrica no se reconoce y se reconduce a un caso de práctica clínica”.
Foto de archivo de un hospital materno infantil. / EFE
La actriz afectada cree que no sólo omiten su aprobación, sino que tampoco son consultadas, ni se respeta sus decisiones.“Te ningunean. Es un tratamiento infantil hacia la mujer: Fuiste madre, el niño está bien. ¿Qué esperabas? Ahora pagarás. Hay una gran falta de respeto hacia nosotras, que nos sentimos desinformadas y abandonadas”.
¿Se escudan los médicos en que las secuelas no son debidas a sus prácticas? “Las consecuencias se desconocen porque no interesa”, explica la abogada. “Los beneficios que le atribuían a la episiotomía en realidad no existen, pero siguen sin reconocer sus efectos negativos. Cuando se producen, le quitan importancia: no los consideran algo excepcional o los atribuyen a los efectos del propio parto”.
El presidente de la sección de Medicina Perinatal de SEGO deja claro, sin embargo, que se practican “las estrictamente necesarias” e insiste en que la tendencia actual es “no forzar ni hacer maniobras intempestivas” para acelerar el nacimiento. Juan Luis Delgado recuerda que “a veces es un factor predisponente para el desgarro perineal”, por lo que se lleva a cabo cuando resulta realmente imprescindible y haya, por ejemplo, “una barrera para que el niño salga con normalidad”.

“No cabe duda alguna de que el cambio debe partir de los profesionales”, sostiene
 Elena Gil, portavoz de la asociación El Parto es Nuestro. “Hay matronas que nos entienden, pero sus plantillas son irrisorias. Por ello, las administraciones deben garantizar la atención adecuada y, para ello, son necesarios más recursos”.Fernández Guillén afirma que los protocolos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Ministerio de Sanidad no son aplicados. “Cuando hay una tijera por medio, no podemos considerarlo un parto natural, pero eso los médicos no lo quieren ver”. La clave, según ella, es abolir la “discriminación” contra la mujer.

“Porque, insisto, en España tenemos unos convenios y unos protocolos extraordinarios, mas no se ponen en práctica”. La letrada feminista ahonda de esa manera en el “sesgo masculino” de la medicina y de la Justicia, como han denunciado las activistas. O sea, la violencia obstétrica como un tentáculo más de un “sistema patriarcal que somete a la mujer”.
El cambio de modelo, según ella, es la única arma que tiene una mujer para defenderse ante la violencia obstétrica. Pese a que ha habido progresos —como sostiene Gil, si bien para otras defensoras de los derechos sexuales y reproductivos resultan insuficientes—, por ahora sólo queda la rehabilitación física y la terapia psicológica. Aunque, como sentencia Rodríguez Czaplicki, “las cicatrices del cuerpo se curan antes que las cicatrices del alma”.

LA HUMANIDAD ES ME TOO

SiemprTrabajo de Enfermería en Quirófano I | Formatiume han dicho que la enfermería es una profesión muy humana por tratar con personas y tiene que ser algo vocacional. Es cierto, debemos saber cómo tratar a cada paciente con el mayor respeto y delicadeza posible, porque aunque no queramos estamos invadiendo su intimidad. A nadie le gusta o le apetece estar ingresado en un hospital.
Me he lanzado a escribir mi experiencia porque las enfermeras somos también personas y queremos que nos traten bien y, al menos, con respeto.
Siendo alumna de prácticas un paciente sólo hablaba en inglés. Pedía continuamente hablar conmigo. Al principio pensaba que debido a la barrera idiomática. Pero luego me di cuenta de que era un paciente de los que no te respeta. En un momento, además de querer estar completamente desnudo y sólo tapado con las sábanas, comenzó a tocarse por debajo de ellas mientras le ponía la medicación. Me costó reaccionar. No me acuerdo de lo que fui capaz de decirle, pero bastantes emociones y situaciones complicadas vive un enfermero como para tener además en la cabeza situaciones así. Lamentablemente también ocurren con los propios compañeros. Lo siento, no me vale una excusa del tipo "son muchas horas, tendré que tomarlo con humor". Es verdad que son muchas horas, pero eso no te da la libertad para tratarme como te parezca.
Os animo a que miréis lo que se ha escrito con #METOONURSE. Esto solo puede cambiar si cada uno pone de su parte. Sólo pensar si os gustaría que vuestra enfermera os tratara así, y os hiciera comentarios obscenos cuando te realiza una cura o pasa consulta. Cuida a tu enfermera igual que ella te cuida a ti.
Esperanza 
Ya desde Bachillerato, cuando se supone que tienes que elegir tu futuro, tuve que escuchar de compañeros comentarios como "yo te veo de enfermera…" o "uf, sí, sí, enfermera…". Mientras, me miraban con gesto pícaro o se reían entre ellos pensando en la fantasía pornográfica que a día de hoy sigue arrastrándose en nuestra profesión. Aún se les viene a muchos a la cabeza cuando en un ámbito lúdico-festivo respondo a la pregunta "¿a qué te dedicas?".
Pero esa visión de enfermería no se mantiene únicamente con gente ajena a la profesión y del lugar de trabajo.
Durante mi segundo año de prácticas yo tenía 20 años y el enfermero con el que me instaron a aprender unos 40. Un día, estábamos los dos solos escribiendo evolutivos en el ordenador. Él me puso su mano en mi pierna e iba subiendo la otra por mi muslo. Cuando conseguí reaccionar dejando a un lado la intimidación, me levanté y salí. Me agarró por los hombros y me metió las manos por debajo de la ropa. Yo le aparté y le dije que no. Eso fue lo máximo que me atreví a hacer. No hablé con ningún otro profesional para que me cambiara de enfermero por miedo. Al final del módulo de prácticas, ese enfermero se negó a evaluarme. No dio ningún motivo pero yo sabía que callaba un "como no has cedido, no hay nota".
Otra vez, ya trabajando, había un hombre muy enfermo con muy poca voz. Cuando fui a ver qué quería me acerqué bastante a la cama para que no tuviese que forzar. Me dijo que le dolía el final de la espalda. Al atenderle me tocó el culo mientras seguía diciendo con cara pícara "justo aquí". La auxiliar y yo nos quedamos de piedra. Ahí estábamos, yo con la mano de ese señor en mi culo, su mujer intentando mantener la cabeza gacha y la auxiliar viendo todo el panorama. Ninguna acertó a pararle los pies. Luego solo pensaba en que tenía que haber llamado al médico (un tipo fuerte y con mucho carácter) e invitar al paciente a que le indicase dónde le dolía del mismo modo que me lo había explicado a mí, a ver si se atrevía.
Son tres situaciones distintas en las que tanto mi rol como el del resto cambia, pero la definición es la misma: machismo. Desgraciadamente, podría contar muchas más. Muchas de nosotras nos sentimos culpables o impotentes porque no sabemos cómo reaccionar. Nos comemos la cabeza, nos sentimos mal, y nos cuesta entender que no somos nosotras las que tenemos que aprender a reaccionar, sino que son ellos (los agresores, los machistas, los abusones) los que tienen que aprender a cómo comportarse. Con las enfermeras, con las mujeres, con las personas.
Miriam