jueves, 6 de diciembre de 2018

El cadáver de una joven desvela la primera pandemia conocida

Un estudio encuentra el caso de peste más antiguo y asocia esta enfermedad con el colapso de las primeras ciudades de Europa



pandemia
Restos mortales de la joven de 20 años en la que se encontró la bacteria de la peste. UNIVERSIDAD DE GOTEMBURGO

Un equipo de genetistas ha encontrado el primer caso conocido de peste en el cadáver de una campesina de unos 20 años que fue enterrada hace unos 5.000 en Suecia. La cepa de la bacteria Yersinia pestis hallada en el ADN extraído de sus dientes presenta las mismas variantes genéticas que en la actualidad hacen mortal la peste pulmonar si no es tratada a tiempo. Otro cadáver de un agricultor veinteañero en la misma tumba de Frälsegården, al sur del país, también tiene rastros del patógeno. Los autores del hallazgo creen que están ante los indicios de la primera gran pandemia de la humanidad.
Hace unos 5.000 años, Europa vivía una etapa oscura de la que se sabe muy poco. Hacía siglos que unos inmigrantes asiáticos habían traído los cultivos y la ganadería al continente. Por aquella época ya habían florecido las primeras ciudades con hasta 20.000 habitantes, donde convivían personas y ganado en un espacio reducido y con poca higiene. Por razones desconocidas, en esa época hubo un brusco descenso de la población de entre un 30% y un 60%, similar al que ocurrió en la Edad Media con la peste negra. Algunas de las ciudades fueron quemadas y abandonadas. Fue el final de la Edad de Piedra.


Cadáver de un enterramiento de la cultura yamnaya pintado de ocre rojo.
Cadáver de un enterramiento de la cultura yamnaya pintado de ocre rojo. 


La cepa de peste que mató a la muchacha sueca apareció hace unos 5.700 años, según su análisis genético, lo que la convierte en la más cercana al ancestro de todas las variantes de peste que han surgido desde entonces. Genetistas de Suecia, Dinamarca y Francia han analizado el genoma de más de mil cadáveres de esta época y la posterior Edad del Bronce. Los resultados muestran que “en un período muy corto de tiempo, 600 años aproximadamente, muchas cepas de peste se expandieron a lo largo de toda Eurasia, desde el sureste de la estepa rusa hasta Suecia”, explica Nicolás Rascován, biólogo de la Universidad de Aix-Marsella y primer autor de un estudio publicado hoy en Cell sobre estos hallazgos. “También mostramos que no existieron grandes migraciones humanas que puedan explicar esta dispersión, dado que no vemos mestizaje entre las diferentes poblaciones infectadas. Justo en la época en la que vemos expandirse la peste surgieron grandes innovaciones tecnológicas como el transporte rodado y la tracción animal, los medios ideales para esparcir el patógeno a grandes distancias. Es la primera vez en la historia de la humanidad que se dieron simultáneamente las condiciones adecuadas para la emergencia de enfermedades y a la vez su esparcimiento a grandes distancias y por eso pensamos que probablemente esta fue la primera gran pandemia”, explica este investigador argentino.
El estudio señala que el ancestro común de todas las Y. pestis modernas debió aparecer en algún lugar en Europa del este. El equipo propone como hipótesis que su origen pudo estar en en seno de la enigmática cultura de Cucuteni, que floreció en las actuales Moldavia, Rumanía y Ucrania hace unos 5.700 años y cuyos grandes asentamientos fueron pasto del fuego intencionado. El objetivo del equipo es intentar encontrar ADN en uno de estos yacimientos arrasados para confirmar su idea.
Después de la crisis del Neolítico, hace unos 4.700 años, llegó una nueva oleada de inmigrantes: los yamnaya, una estirpe de pastores nómadas de las estepas de Eurasia a los que algunos expertos culpan de invadir Europa a sangre y fuego y reemplazar casi por completo a los varones locales. Se ha considerado la posibilidad de que los yamnaya, que también introdujeron las lenguas indoeuropeas, trajesen consigo la peste. Pero el nuevo trabajo muestra que la enfermedad llevaba en Europa cientos de años. “Creemos que lo que estas gentes se encontraron fue una Europa con ciudades fantasmas y una población diezmada por la peste y otras causas”, explica Simon Rasmussen, genetista de la Universidad de Copenhague y coautor del estudio. “Los yamnaya tenían un estilo de vida completamente diferente, no construyeron grandes asentamientos, con lo que posiblemente fueron menos vulnerables a la enfermedad de los campesinos”, resalta el investigador.
Carles Lalueza-Fox, genetista del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, estudia la marca genética de los yamnaya y de la peste en poblaciones de la península Ibérica. “Era una época de crisis, violencia y asentamientos abandonados que hasta ahora se habían achacado a otras causas, como la aridificación de los cultivos, pero esta nueva explicación parece más plausible”, opina. El experto destaca que gracias al análisis de ADN antiguo hallado en las tumbas que había sido descartado pero estaba accesible en bases de datos públicas, los autores de este estudio han conseguido destapar una “pandemia de la que hasta ahora no había ningún registro histórico”.

La bacteria de la peste comenzó siendo un microbio inofensivo, destacan los autores del estudio. Las pestes del Neolítico y la Edad del Bronce eran probablemente menos virulentas que las que produjeron las peores pandemias, como la de Justiniano en en siglo VI —40 millones de muertos— o la peste negra medieval que aniquiló a la mitad de los habitantes de las grandes ciudades europeas, pues no tenían el gen que le permite transmitirse por pulgas que a su vez cabalgan en ratas y otras mutaciones que incrementaron mucho su agresividad. Es lo mismo que después sucedería con la viruela, la malaria, el ébola y el zika, y lo que podría pasar con la próxima gran pandemia de este siglo
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Por qué no es buena idea prohibir los ensayos con CRISPR en embriones humanos


El anuncio del chino He Jiankui, que dice haber editado el ADN de los embriones de dos gemelas, no ha dado lugar a una moratoria. Más bien al contrario. En la cumbre sobre edición del genoma en Hong Kong, los expertos reclaman un camino “responsable y riguroso” hacia este tipo de ensayos. Si se obstaculizan más, se podría empujar a otros como He a salirse de los sistemas de regulación.

<p>Los expertos admiten que el uso de CRISPR podría permitir a padres con mutaciones causantes de enfermedades tener hijos sanos genéticamente emparentados, y que podría ser aceptable en el futuro en ciertos casos. / Adobe Stock</p>
Los expertos admiten que el uso de CRISPR podría permitir a padres con mutaciones causantes de enfermedades tener hijos sanos genéticamente emparentados, y que podría ser aceptable en el futuro en ciertos casos. / Adobe Stock
Han pasado varios días después de que Jiankui He presentara en el congreso de Hong Kong el trabajo que supuestamente ha dado lugar a las primeras niñas de la historia fruto de embriones modificados genéticamente. Y aún hoy, el investigador del Instituto Crick británico Robin Lovell-Badge sigue tratando de poner al día su correo electrónico, inútilmente: “Los nuevos mensajes llegan más rápido de lo que tardo en responder los anteriores”, reconoce.
Se comprende. La tormenta ética desatada por He se ha vivido como un debate global febril que aún no ha concluido. Superada la fase de estupefacción, repulsa y condena, los científicos tratan de procesar la escasa información aportada por He en el congreso, y modulan –o lo intentan– mensajes excesivos que llegan al público sobre las posibilidades y riesgos de la edición genética. Hay, sobre todo, una pregunta: ¿Ahora qué?
Muchos condenan a He, pero no porque estén en contra de la edición para evitar enfermedades genéticas, sino porque se ha saltado las normas
“Muchos científicos han condenado lo que ha hecho Jiankui He”, explica Lovell-Badge, “pero no porque estén en contra de la edición de la línea germinal humana para curar o evitar enfermedades genéticas, sino porque se ha saltado las normas de la práctica clínica, y porque no ha hecho consultas profundas a otros científicos relevantes, a expertos en la clínica y en ética, a reguladores, antes de implantar los embriones para obtener embarazos”.
Es más, el gen que ha escogido editar He para hacer a las dos niñas inmunes al VIH no se relaciona con una necesidad médica huérfana, “y lo que es peor, las gemelas [objeto de la modificación] podrían estar más expuestas a otras enfermedades, como el virus West Nile y tal vez la gripe”, continúa.

¿Éticamente aceptable? En el futuro, quizá

Ante ese panorama, ¿por qué al cierre del congreso de Hong Kong los 14 miembros del comité organizador –Lovell Badge entre ellos– no llamaron a una moratoria de cualquier ensayo que afecte a la línea germinal, como solicitaron, entre otros, Feng Zhang, del Broad Institute del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), uno de los creadores de CRISPR?
Al contrario, tras calificar de “irresponsable” y “profundamente inquietante” el proceder de He, los expertos mencionan las ventajas de la edición de embriones, admitiendo que “podría permitir a padres con mutaciones causantes de enfermedades tener hijos sanos genéticamente emparentados”, y que “podría ser aceptable en el futuro” en ciertos casos y siempre que se cumplan criterios estrictos de seguridad y transparencia, entre otros.
Sucede, explica Lovell-Badge, que “existe la preocupación de que los institutos de investigación, las agencias financiadoras y los reguladores endurezcan los requisitos para investigar en métodos de edición lo bastante seguros y eficientes como para ser usados en la clínica. Y esto sería un error, porque podría forzar a otros como He a salirse de los sistemas normales de regulación”.
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He durante el congreso mundial de edición del genoma humano en Hong Kong.

Dudas sobre las gemelas

El investigador del Centro Nacional de Biotecnología Lluís Montoliu, convertido en fuente española por excelencia en todo lo referente a CRISPR, abunda: “El genio ya está fuera de la botella y no hay marcha atrás. Somos conscientes de que no podemos evitar que haya por ahí otros como He”.
Montoliu –que responde desde un congreso en Portugal en el que “todos estamos hablando de esto aunque veníamos para otra cosa” –, aboga por definir unas pocas normas claras, a modo de líneas rojas, relativas a la edición de la línea germinal humana, y que adquieran un rango similar a la declaración de derechos humanos.
Hacen falta normas claras sobre edición genética que adquieran un rango similar a la declaración de derechos humanos, opina Montoliú
He está siendo investigado por las autoridades chinas y no ha trascendido aún si su trabajo se considera un delito en su país. Desde el punto de vista ético sus colegas ya le han condenado, sobre todo por poner en peligro la salud de dos niñas que en teoría deberán estar permanentemente controladas. Nadie sabe el efecto que tendrán las supuestas modificaciones de sus genomas, porque parecen ser no solo las primeras personas que las tienen, sino también los primeros animales.
Es lo que ha explicado al mundo vía Twitter Sean Ryder, de la University of Massachusetts Medical School en Worcester (EE UU), tras analizar qué cuentan realmente las diapositivas mostradas por He en el congreso.
He pretendía inactivar el CCR5, el gen que emplea el VIH para infectar la célula, de manera que las niñas fueran inmunes al virus; pero las mutaciones logradas en el gen en cuestión son diferentes de las que en la naturaleza se han demostrado efectivas: es imposible saber si funcionarán. “Hasta donde sé, ninguna ha sido estudiada en modelos animales. Moralmente inconcebible”, escribe Ryder. La propia elección del gen diana que se ha querido modificar, CCR5, ha sido muy criticada.

Qué podríamos editar para vivir mejor

En un escenario ideal –con una técnica ya bajo control pleno, segura, con un buen sistema de supervisión–, ¿por dónde empezar? ¿Qué interesaría modificar primero?
El premio Nobel David Baltimore, miembro del comité organizador, ha apuntado a enfermedades graves causadas por mutaciones en un único gen, como el Huntington o la enfermedad Tay Sachs. Hoy se puede recurrir al diagnóstico preimplantacional para prevenir miles de enfermedades causadas por un único defecto genético –creando embriones mediante fecundación in vitro e implantando solo los sanos–, pero no si padre y madre tienen la enfermedad.
Para Lovell-Badge, la edición de embriones en estos casos llegará “y probablemente será segura, pero es imposible decir cuándo. Los métodos de edición del genoma avanzan tan rápido que es absurdo hacer predicciones”.
Sí podrá ser útil para evitar dolencias graves causadas por mutaciones en un único gen, como el Huntington
Será decisivo también el grado de conocimiento sobre los posibles genes diana de las primeras aplicaciones clínicas: “Sabemos lo bastante sobre los genes implicados en la anemia de células falciformes o la beta talasemia, o sobre la fibrosis quística, pero no sobre CCR5, ApoE4 o muchos otros genes en los que el vínculo con la enfermedad es menos directo, y en los que los genes tienen funciones en múltiples sistemas”. 
ApoE4 es uno de los genes asociados con el riesgo de padecer alzhéimer. Pero no determina la enfermedad. Aun así, la semana pasada la revista MIT Technology Review –que fue de las primeras en alertar del trabajo de He– recogía declaraciones de un investigador de la Universidad de Harvard que estaría tratando de modificar ese gen en espermatozoides, con vistas a crear, en un futuro, bebés sin la enfermedad.
“He oído todo tipo de informaciones ridículas esta semana, pero esta de usar CRISPR para prevenir el alzhéimer es especial”, escribía al respecto en Twitter el genetista Gaetan Burgio, de la Universidad Nacional Australiana.
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Embriones editados con CRISPR para evitar la miocardiopatía hipertrófica en un polémico experimento realizado en 2017 por científicos de EEUU, China y Corea del Sur. / OHSU

¿Bebés de diseño? No sabemos lo bastante

Y si el uso de CRISPR en embriones para prevenir alzhéimer despierta escepticismo, mucho más en el caso del cáncer. Como explica a Sinc Ewan Birney, director del Instituto Europeo de Bioinformática, en Reino Unido,  “las enfermedades poligénicas son mucho más complicadas”. No es planteable prevenirlas editando el genoma de embriones.
No tiene sentido hablar de CRISPR para mejorar la inteligencia o los rasgos físicos
Javier Benítez, director del Programa de Genética Humana del CNIO, está de acuerdo: “En cáncer de mama, por ejemplo, se conocen más de 300 genes implicados, y las combinaciones entre ellos de 30, 70, 100, van a marcar un mayor o menor riesgo. Por otro lado nunca llegaremos a conocer el número de genes que confieren susceptibilidad al cáncer de mama (ahora son 300 pero quizá dentro de 5 años hablamos de 500)”.
CRISPR se emplea en la investigación del cáncer, pero no para prevenirlo en embriones sino para tratar la enfermedad cuando ya ha aparecido, como explica a Sinc Sandra Rodríguez, jefa de la Unidad de Citogenética Molecular del CNIO: “Se han desarrollado ensayos preclínicos en modelos celulares y animales para el tratamiento de leucemias, cáncer de pulmón, hígado o páncreas, pero no sabemos cuándo estarán disponibles estos sofisticados métodos en la clínica”.
En un nivel técnicamente inalcanzable están los rasgos de personalidad e incluso los estéticos: “Con la mayoría de los rasgos físicos, como la altura y la inteligencia, sabemos que hay muchos cientos, si no miles, de genes implicados”, señala Lovell-Badge.
“Cada uno contribuye muy poco, así que sería difícil mejorar esos rasgos. Además muchos de estos genes tienen múltiples funciones, alterarlos puede tener efectos positivos en el cerebro y muy negativos en otros sistemas. Simplemente, no sabemos lo bastante como para mejorarnos mediante edición génica. Es mejor hacer deporte y obtener una buena educación”. 

El tabú de la edición humana

La indignación de la comunidad científica con He no implica oposición al uso de CRISPR para modificar la línea germinal humana. No siempre fue así. Uno de los términos que han vuelto a emerger en el debate estos días es Asilomar, el lugar en California donde 140 biólogos, físicos y expertos en derecho se reunieron en 1975 para analizar los riesgos de la entonces emergente tecnología del ADN recombinante, la ingeniería genética.
En Asilomar se pidió una moratoria sobre la modificación del genoma humano, invocando el principio de precaución. Cuatro décadas después el espíritu de Asilomar sigue inspirando a muchos.
En 2015 Eric Lander, genetista director del Broad Institute del MIT, apelaba a él en un artículo: “Una prohibición siempre podría revertirse si llegamos a dominar la tecnología lo bastante, pero permitir a los científicos hacer cambios permanentes en el ADN de nuestra especie debería requerir un consenso social mucho más amplio (...). Solo ha pasado una década desde que leímos el genoma humano, deberíamos ser muy prudentes antes de empezar a reescribirlo”. 
También en 2015 el Grupo Europeo de Ética de la Ciencia, que asesora a la presidencia de la Comisión Europea, recomendó “una moratoria sobre la edición de los embriones y gametos humanos que pudieran resultar en una modificación del genoma humano”.
En el último año, sin embargo, varios comités se han mostrado a favor en circunstancias muy específicas. En octubre de 2017 la Academia de Ciencias estadounidense admitió en un informe que “con supervisión estricta, la edición de la línea germinal podría permitirse en el futuro para enfermedades graves”.
Richard Hynes, del MIT, uno de los autores declaró entonces: “No va a pasar pronto, pero podemos ver un camino lógico hasta llegar a la edición de la línea germinal, ya no lo podemos descartar como imposible (...). Debemos actuar con precaución, pero precaución no significa prohibición”.
También firmó ese informe –y el documento de conclusiones de la reciente cumbre en Hong Kong–, la experta en bioética de la Universidad de Wisconsin-Madison Alta Charo, que dijo: “No estamos hablando de obtener bebés de diseño, sino bebés sanos”.