El cadáver de una joven desvela la primera pandemia conocida
Un estudio encuentra el caso de peste más antiguo y asocia esta enfermedad con el colapso de las primeras ciudades de Europa
Un equipo de genetistas ha encontrado el primer caso conocido de peste en el cadáver de una campesina de unos 20 años que fue enterrada hace unos 5.000 en Suecia. La cepa de la bacteria Yersinia pestis hallada en el ADN extraído de sus dientes presenta las mismas variantes genéticas que en la actualidad hacen mortal la peste pulmonar si no es tratada a tiempo. Otro cadáver de un agricultor veinteañero en la misma tumba de Frälsegården, al sur del país, también tiene rastros del patógeno. Los autores del hallazgo creen que están ante los indicios de la primera gran pandemia de la humanidad.
Hace unos 5.000 años, Europa vivía una etapa oscura de la que se sabe muy poco. Hacía siglos que unos inmigrantes asiáticos habían traído los cultivos y la ganadería al continente. Por aquella época ya habían florecido las primeras ciudades con hasta 20.000 habitantes, donde convivían personas y ganado en un espacio reducido y con poca higiene. Por razones desconocidas, en esa época hubo un brusco descenso de la población de entre un 30% y un 60%, similar al que ocurrió en la Edad Media con la peste negra. Algunas de las ciudades fueron quemadas y abandonadas. Fue el final de la Edad de Piedra.
La cepa de peste que mató a la muchacha sueca apareció hace unos 5.700 años, según su análisis genético, lo que la convierte en la más cercana al ancestro de todas las variantes de peste que han surgido desde entonces. Genetistas de Suecia, Dinamarca y Francia han analizado el genoma de más de mil cadáveres de esta época y la posterior Edad del Bronce. Los resultados muestran que “en un período muy corto de tiempo, 600 años aproximadamente, muchas cepas de peste se expandieron a lo largo de toda Eurasia, desde el sureste de la estepa rusa hasta Suecia”, explica Nicolás Rascován, biólogo de la Universidad de Aix-Marsella y primer autor de un estudio publicado hoy en Cell sobre estos hallazgos. “También mostramos que no existieron grandes migraciones humanas que puedan explicar esta dispersión, dado que no vemos mestizaje entre las diferentes poblaciones infectadas. Justo en la época en la que vemos expandirse la peste surgieron grandes innovaciones tecnológicas como el transporte rodado y la tracción animal, los medios ideales para esparcir el patógeno a grandes distancias. Es la primera vez en la historia de la humanidad que se dieron simultáneamente las condiciones adecuadas para la emergencia de enfermedades y a la vez su esparcimiento a grandes distancias y por eso pensamos que probablemente esta fue la primera gran pandemia”, explica este investigador argentino.
El estudio señala que el ancestro común de todas las Y. pestis modernas debió aparecer en algún lugar en Europa del este. El equipo propone como hipótesis que su origen pudo estar en en seno de la enigmática cultura de Cucuteni, que floreció en las actuales Moldavia, Rumanía y Ucrania hace unos 5.700 años y cuyos grandes asentamientos fueron pasto del fuego intencionado. El objetivo del equipo es intentar encontrar ADN en uno de estos yacimientos arrasados para confirmar su idea.
Después de la crisis del Neolítico, hace unos 4.700 años, llegó una nueva oleada de inmigrantes: los yamnaya, una estirpe de pastores nómadas de las estepas de Eurasia a los que algunos expertos culpan de invadir Europa a sangre y fuego y reemplazar casi por completo a los varones locales. Se ha considerado la posibilidad de que los yamnaya, que también introdujeron las lenguas indoeuropeas, trajesen consigo la peste. Pero el nuevo trabajo muestra que la enfermedad llevaba en Europa cientos de años. “Creemos que lo que estas gentes se encontraron fue una Europa con ciudades fantasmas y una población diezmada por la peste y otras causas”, explica Simon Rasmussen, genetista de la Universidad de Copenhague y coautor del estudio. “Los yamnaya tenían un estilo de vida completamente diferente, no construyeron grandes asentamientos, con lo que posiblemente fueron menos vulnerables a la enfermedad de los campesinos”, resalta el investigador.
Carles Lalueza-Fox, genetista del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, estudia la marca genética de los yamnaya y de la peste en poblaciones de la península Ibérica. “Era una época de crisis, violencia y asentamientos abandonados que hasta ahora se habían achacado a otras causas, como la aridificación de los cultivos, pero esta nueva explicación parece más plausible”, opina. El experto destaca que gracias al análisis de ADN antiguo hallado en las tumbas que había sido descartado pero estaba accesible en bases de datos públicas, los autores de este estudio han conseguido destapar una “pandemia de la que hasta ahora no había ningún registro histórico”.
La bacteria de la peste comenzó siendo un microbio inofensivo, destacan los autores del estudio. Las pestes del Neolítico y la Edad del Bronce eran probablemente menos virulentas que las que produjeron las peores pandemias, como la de Justiniano en en siglo VI —40 millones de muertos— o la peste negra medieval que aniquiló a la mitad de los habitantes de las grandes ciudades europeas, pues no tenían el gen que le permite transmitirse por pulgas —que a su vez cabalgan en ratas— y otras mutaciones que incrementaron mucho su agresividad. Es lo mismo que después sucedería con la viruela, la malaria, el ébola y el zika, y lo que podría pasar con la próxima gran pandemia de este siglo
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