domingo, 4 de noviembre de 2018

PERO "SOLTERO Y RIVERIN" QUIEREN SUPRIMIR EL DINERO PARA INVESTIGAR...UN DERROCHE

Investigadores de Valencia patentan un nuevo sistema para el diagnóstico precoz del cáncer de pulmón

El Instituto de Investigación Sanitaria del hospital La Fe presenta un modelo fiable, mínimamente invasivo y asequible





Con el objetivo de ayudar a detecctar de forma más rápida el cáncer de pulmón, el Hospital La Fe de Valencia ha patentado un nuevo sistema basado en biomarcadores epigenéticos para el diagnóstico precoz del tumor, fiable, mínimamente invasivo y asequible.
Este modelo epigenético está especialmente indicado en aquellos casos en los que la biopsia no es factible o cuando la citología no es concluyente, según han informado a EFE desde el Instituto de Investigación Sanitaria (IIS) del hospital, entidad que ha patentado el sistema internacionalmente.
El IIS de La Fe y la empresa valenciana de servicios avanzados de prevención de cáncer y asesoramiento genético Bemygene han firmado un acuerdo de licencia para comercializar e impulsar el desarrollo y comercialización de este kit epigenético.


También han firmado un acuerdo de licencia para comercializarlo el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados y el Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra.
El sistema permite combinar el estado epigenético de cuatro genes para generar un valor de probabilidad de cáncer de pulmón personalizado para cada paciente.
El director de la Unidad de Epigenómica y miembro del Grupo de Biomarcadores y Medicina de Precisión del IIS La Fe, Juan Sandoval, es el investigador principal de este proyecto de investigación que se trasladará al paciente a través de un kit de diagnóstico.
El kit es el resultado de la investigación financiada con fondos FEDER y del Instituto de Salud Carlos III y recogidos en el artículo "A novel epigenetic signature for early diagnosis in lung cancer", publicado en la revista científica Clinical Cancer Research en 2016.
Bemygene ha elaborado un estudio que ha permitido definir el segmento de pacientes en el que el kit será realmente necesario, debido a las limitaciones de las técnicas convencionales, favoreciendo así su futura introducción en la rutina clínica.
Según Sandoval, este modelo de marcadores epigenéticos "puede ayudar a mejorar el diagnóstico precoz de cáncer de pulmón y, por lo tanto, disminuir las elevadas tasas de mortalidad actuales".
"Es un kit muy fiable, mínimamente invasivo y asequible, por lo que complementa y mejora los sistemas aplicados actualmente y permite, además, el diagnóstico de zonas en las que no es posible usar las técnicas convencionales, ya que no son biopsiables", asegura Sandoval, que lo considera un "aspecto determinante" para su futura incorporación al sistema sanitario.

Diagnóstico tardío

El cáncer de pulmón es la principal causa de mortalidad por cáncer en todo el mundo y la evolución del paciente está estrechamente vinculada a la etapa del tumor en el momento del diagnóstico.
Debido a su manifestación clínica tardía, la mayoría de los pacientes es diagnosticada en etapas avanzadas, cuando el tratamiento curativo ya no es posible.
Actualmente, la citología es el método estándar para el diagnóstico de este tipo de cáncer en muestras respiratorias mínimamente invasivas, pero es un método con baja sensibilidad.
Por ello existe una necesidad de búsqueda de nuevos biomarcadores moleculares que mejoren el proceso diagnóstico del cáncer de pulmón, según las fuentes.
La principal aportación de este kit de diagnóstico en broncoaspirados y esputos inducidos, además de su elevada sensibilidad, es su capacidad de producir un rango continuo de predicciones entre el 100 y el 0% (positivo-negativo).
El personal especialista de oncología podrá así tomar diversas acciones de acuerdo con las predicciones, como la realización de pruebas adicionales en los casos dudosos.
El desarrollo de un cáncer de pulmón suele llevar asociada una morbilidad que impide la realización de biopsias, y en estos casos está indicada la aplicación de esta herramienta epigenética que, además, es capaz de identificar falsos negativos provenientes de las pruebas de citología.
"La combinación de este modelo epigenético, altamente sensible y específico, junto con los métodos clínicos estándar puede ayudar a mejorar el diagnóstico del cáncer de pulmón y disminuir la tasa de mortalidad actual", afirma.
Al ser una técnica mínimamente invasiva y asequible, su uso podría hacerse extensivo a la clínica rutinaria hospitalaria y el siguiente paso, según las fuentes, es la promoción de un ensayo clínico desde el IIS La Fe que permita evaluar la aplicación del algoritmo en un entorno clínico real.

Según destaca la responsable de Bemygene, Teresa Valdés Sánchez, el acuerdo para desarrollar este sistema supone la posibilidad de hacer llegar a los pacientes una tecnología, que podría aumentar significativamente la probabilidad de éxito de las terapias contra el cáncer de pulmón.

¿Realmente los humanos vivimos más años hoy que nuestros antepasados?

Imagen del emperador Suiko, que lideró Japón en el siglo VI y murió a los 74 años.Derechos de autor de la imagenBBC/GETTY IMAGES
Image captionEl emperador Suiko, que lideró Japón en el siglo VI y murió a los 74 años.
En las últimas décadas, la esperanza de vida ha aumentado de forma dramática alrededor del mundo.
En promedio, una persona nacida en 1960, el primer año que Naciones Unidas empezó a recoger datos globales, tenía una esperanza de vida de 52.5 años. Hoy en día, la media es de 72 años.
La conclusión natural es que tanto los milagros de la medicina moderna y las iniciativas de salud pública nos ayudan a vivir mucho más que antes. Tanto, de hecho, que nos podemos estar quedando sin innovaciones para extender la vida.
En septiembre de este año, la Oficina Nacional de Estadísticas confirmó que en Reino Unido, al menos, la esperanza de vida ha dejado de de aumentar. Y globalmente también se está desacelerando.
Pero, aunque los avances médicos mejoraron muchos aspectos del cuidado de nuestra salud, la suposición de que la vida humana ha aumentado dramáticamente durante siglos o milenios es engañosa
"Hay una distinción básica entre la esperanza de vida y la duración de la vida", dice el historiador de la Universidad de Stanford Walter Scheidel, un destacado estudioso de la antigua demografía romana.
"Y la duración de la vida de los humanos, en oposición a la esperanza de vida, que es una construcción estadística, no ha cambiado mucho", afirma.
BebésDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa esperanza de vida al nacer es nada más una estimación basada en un promedio.
La esperanza de vida es un promedio. Si tienes dos hijos, y uno muere antes de su primer cumpleaños pero el otro vive hasta los 70 años, su esperanza de vida es 35. Eso es matemáticamente correcto, pero no nos da la imagen completa.
Sin embargo, este promedio es la razón por la que comúnmente se dice que los antiguos griegos y romanos, por ejemplo, vivían hasta los 30 o 35 años. ¿Significaba eso que alguien de 35 años se podría considerar 'viejo'?
Si eso fuera cierto, los escritores y políticos de la Antigüedad no parecen haber recibido el mensaje. A principios del siglo VII a. C., el poeta griego Hesíodo escribió que un hombre debería casarse "cuando no tiene mucho menos de 30 años, ni mucho más".
Mientras tanto, el cursus honorum de la antigua Roma -la secuencia de cargos políticos que cualquier joven ambicioso emprendería- ni siquiera permitía que un hombre ocupara su primer cargo, el de cuestor, hasta los 30 años. Para ser cónsul, tenía que tener 43 años.
Imagen de una estatua del emperador Augusto.Derechos de autor de la imagenBBC/GETTY IMAGES
Image captionEl primer emperador de Roma, Augusto, vivió hasta los 75 años.
En el siglo I, Plinio dedicó todo un capítulo de su "Historia natural" a las personas que vivían más tiempo. Entre ellos, enumera al cónsul M. Valerius Corvinos (que vivió hasta los 100 años), la esposa de Cicerón, Terentia (103), una mujer llamada Clodia (115, y con 15 hijos), y la actriz Lucceia que actuó en el escenario a los 100 años.
Sin embargo, envejecer no era tan fácil como ahora: "La naturaleza, en realidad, no ha otorgado mayor bendición al hombre que la brevedad de la vida", escribía Plinio.
"Los sentidos se apagan, las extremidades se vuelven torpes, la vista, el oído, las piernas, los dientes y los órganos de la digestión, todos mueren antes que nosotros..."
En el mundo antiguo, al menos, parece que las personas podían vivir tanto como lo hacemos hoy. ¿Pero qué tan común era?

Era de los imperios

En 1994, un estudio examinó a todos los hombres que tenían una entrada ​​en el Diccionario Clásico de Oxford y que vivieron en la antigua Grecia o Roma. Su edad de fallecimiento se comparó con la de los hombres incluidos en el más reciente Diccionario Biográfico de Chambers.
Imagen de una estatua del emperador Tiberio.Derechos de autor de la imagenBBC/GETTY IMAGES
Image captionEl emperador romano Tiberio murió a los 77 años, según los reportes, asesinado.
De los 397 hombres antiguos en total, 99 murieron violentamente por asesinato, suicidio o en batalla. De los 298 restantes, los nacidos antes del año 100 a.C. vivieron hasta una edad promedio de 72 años.
Los nacidos después del 100 a.C., por su parte, vivieron hasta una edad promedio de 66 años. Los autores especulan que la prevalencia de peligrosas tuberías de plomo pueden estar detrás de este aparente acortamiento de la vida.
¿La media de los que murieron entre 1850 y 1949? 71 años, solo un año menos que su cohorte pre-100 a.C.
Por supuesto, hay algunos problemas obvios con esta muestra. Una es que solo contemplaba hombres. Otra es que todos los hombres fueron lo suficientemente ilustres como para ser recordados.
Lo que podemos extraer es que los hombres privilegiados vivieron, en promedio, casi hasta la misma edad a lo largo de la historia. Si no eran asesinados, claro.
Para Scheidel, los resultados no deben desestimados, sin embargo. "Implica que había personas no famosas, mucho más numerosas, que vivieron incluso más tiempo", dice.

¿Solo la élite?

Pero no todos están de acuerdo. "Había una enorme diferencia entre el estilo de vida de un pobre en relación con la élite romana", dice Valentina Gazzaniga, historiadora médica de la Universidad La Sapienza de Roma.
"Las condiciones de vida, el acceso a terapias médicas, incluso la higiene, todo era mucho mejor entre las elites", agrega.
En 2016, Gazzaniga publicó su investigación sobre más de 2.000 antiguos esqueletos romanos, todos pertenecientes a personas de clase trabajadora que fueron enterradas en fosas comunes. La edad promedio de la muerte fue de 30 años.
Muchos mostraban los efectos del trabajo duro, así como de enfermedades que asociaríamos con edades más avanzadas, como la artritis.
Imagen de una noble romana.Derechos de autor de la imagenBBC/GETTY IMAGES
Image captionEn la antigua Roma, las condiciones eran muy diferentes para las élites que para los pobres.
Las mujeres también hacían trabajos pesados, como trabajar en el campo. A ello hay que sumar que, a lo largo de la historia, el parto, a menudo en condiciones higiénicas deficientes, es una de las razones por las cuales las mujeres corrían un riesgo particular durante sus años fértiles. Incluso el embarazo en sí era un peligro.
Además, el parto se veía empeorado por otros factores. "Las mujeres a menudo se alimentaban menos que los hombres", dice Gazzaniga. Esa desnutrición significaba que las jóvenes no desarrollaban por completo los huesos de la pelvis, lo que aumentaba el riesgo.
"La esperanza de vida de las mujeres romanas aumentó con la disminución de la fertilidad", dice Gazzaniga. "Cuanto más fértil es la población, menor es la esperanza de vida femenina".

Falta de datos

La principal dificultad de saber con certeza cuánto tiempo en promedio vivía nuestro predecesor, ya sea de la Antigüedad o la Prehistoria, es la falta de datos.
Al tratar de determinar las edades promedio de muerte de los antiguos romanos, por ejemplo, los antropólogos a menudo se basan en los resultados del censo del Egipto romano. Pero debido a que estos papiros se usaban para recaudar impuestos, a menudo faltaban datos de muchos hombres, así como de bebés y mujeres.
La emperatriz romana Livia, esposa de AugustoDerechos de autor de la imagenBBC/GETTY IMAGES
Image captionLa emperatriz romana Livia, esposa de Augusto, vivió hasta los 86 u 87 años.
Las inscripciones en las lápidas son otra fuente obvia. Pero los bebés rara vez eran enterrados en tumbas: los pobres no podían pagarlas y las familias que morían simultáneamente, durante una epidemia por ejemplo, también quedaban fuera.
Los datos de los que se dispone sobre la antigua Roma indican que hasta un tercio de los bebés morían antes de cumplir un año, y la mitad de los niños antes de los 10 años. Después de esa edad, sus posibilidades mejoraban significativamente. Si llegaban a los 60 años, probablemente vivirían hasta los 70.
En conjunto, la duración de la vida en la antigua Roma probablemente no era muy diferente de la actual. Puede haber sido un poco menos "porque no había esta medicina invasiva al final de la vida que prolonga un poco la misma, pero no era dramáticamente diferente", dice Scheidel.

Pobres más longevos

Los datos mejoran más adelante en la historia de la humanidad, una vez que los gobiernos comienzan a mantener registros cuidadosos de nacimientos, matrimonios y muertes, al principio, particularmente de los nobles.
Esos registros muestran que la mortalidad infantil se mantenía alta. Pero si un hombre llegaba a los 21 años y no moría por accidente, violencia o veneno, podía tener una esperanza de vida casi similar a la de los hombres de hoy.
Entre 1200 y 1745, los hombres de 21 años podrían llegar a una edad promedio de entre 62 y 70 años, excepto en el siglo XIV, cuando la peste bubónica redujo la esperanza de vida a 45 años.
¿Ayudaba el dinero o el poder? No siempre.
Isabel I.Derechos de autor de la imagenBBC/GETTY IMAGES
Image captionLa reina Isabel I de Inglaterra vivió hasta los 70 años, en una época en la que los aldeanos podían tener una esperanza de vida mayor a la de los nobles.
Un análisis de unos 115.000 nobles europeos halló que los reyes vivían unos seis años menos que los nobles de menor rango, como los caballeros. Los historiadores demográficos encontraron en los registros parroquiales de los condados que en la Inglaterra del siglo XVII, la esperanza de vida era más larga para los aldeanos que para los nobles.
"Las familias aristocráticas en Inglaterra poseían los medios para obtener todo tipo de beneficios materiales y servicios personales, pero la esperanza de vida al nacer entre la aristocracia estuvo por detrás de la de la población en general hasta bien entrado el siglo XVIII", escribe.
Esto probablemente ocurría porque los nobles preferían vivir la mayor parte del año en las ciudades, donde estaban expuestos a más enfermedades.
Pero cuando llegó la revolución en la medicina y salud pública, esto ayudó a las élites antes que al resto de la población. A finales del siglo XVII, los nobles ingleses que llegaban a 25 años vivían más tiempo que sus contrapartes no nobles, aún cuando seguían viviendo en las ciudades.

No hay tantas diferencias

Aunque en general pensamos que en la época de Charles Dickens la vida era poco saludable y corta para casi todos, como escribieron los investigadores Judith Rowbotham, ahora en la Universidad de Plymouth, y Paul Clayton, de la Universidad Oxford Brookes, "una vez que pasaban los años peligrosos de la infancia, la esperanza de vida a mitad del período victoriano no era muy diferente de lo que es hoy": una niña de cinco años viviría hasta los 73 años; un niño, hasta los 75.
Estos números no solo son comparables a los nuestros, sino que pueden ser incluso mejores. Los miembros de la clase trabajadora de hoy (una comparación más precisa) viven alrededor de 72 años en el caso de los hombres y 76 en el de las mujeres.
La reina Victoria de Inglaterra.Derechos de autor de la imagenBBC/GETTY IMAGES
Image captionLa reina Victoria de Inglaterra murió en 1901 a los 81 años. Durante su reino, una niña podía tener una esperanza de vida de 73 años, y un niño, de 75.
"Esta relativa falta de progreso es sorprendente, especialmente dadas las muchas desventajas ambientales de la época victoriana y el estado de la atención médica en un momento en que las medicinas modernas, los sistemas de detección y las técnicas quirúrgicas no estaban disponibles", escribieron Rowbotham y Clayton.
Argumentan que si pensamos que vivimos más tiempo ahora que antes, esto se debe a que nuestros registros se remontan a alrededor de 1900, algo engañoso ya que ese fue un momento en que la nutrición disminuyó y muchos hombres comenzaron a fumar.
En conclusión, nuestra vida máxima puede no haber cambiado mucho, pero eso no es deslegitimar los extraordinarios avances de las últimas décadas que han ayudado a que muchas más personas alcancen esa vida máxima, y ​​vivir vidas más saludables en general.

La muerte tabú

  • Con unas cifras de fallecidos que doblan a las víctimas de tráfico, el suicidio sigue siendo un tema a ocultar
  • A nivel andaluz, Jaén y Sevilla se sitúan en los extremos de la estadística



Hasta un 40% de las familias afectadas niegan que uno de sus miembros se haya suicidado.Hasta un 40% de las familias afectadas niegan que uno de sus miembros se haya suicidado.
Hasta un 40% de las familias afectadas niegan que uno de sus miembros se haya suicidado. MIGUEL GUILLÉN



Tótem y tabú. Lo sagrado y lo prohibido. ¿A quién no se enterraba en suelo sagrado? A lo que era abominable a los ojos de Dios: esto es, a nuestros ojos. A los herejes. A los homicidas, a quien rompía las reglas básicas de convivencia. También a los niños no bautizados, aunque ellos pasaran al “limbo” –la tasa de mortalidad infantil a lo largo de la historia ha sido, en efecto, abominable–. Y, por supuesto, a los suicidas. Fuera de mi vista. Fuera de la realidad. Tabú. De esto no se habla. Pero, sobre todo, el enterramiento fuera de sagrado ponía en evidencia la responsabilidad. Aquí están nuestras fallas: aquí descansan aquellos a los que no hemos podido conservar, quienes han necesitado convertirse en monstruos, los niños que han muerto sin apenas abrir los ojos. Aquellos que no han querido seguir a nuestro lado. “En la actualidad, decimos que el suicidio es un fracaso personal pero también es un fracaso social, igual que lo son otro tipo de violencias heterodigidas –afirma Andoni Anseán, psicólogo y presidente de la Sociedad Española de Suicidología–. Como sociedad, tendemos a remitir la muerte por suicidio al individuo: es una decisión personal, él sabrá, hay que respetarlo... Eso es un problema”.No queremos, no quiero, contemplar ese fracaso. Y, en parte, seguimos sin querer contemplarlo. En 2016,fallecieron por suicidio 3569 personas, 10 personas al día; una, cada dos horas y media. La cifra dobla a la de los fallecidos por accidentes de tráfico. Una realidad como esta debería bastar para alentar campañas anuales, planes de prevención, concienciación en medios. “No hay ninguna macroinvestigación que explique el porqué de todo este secretismo, pero obviamente, tiene que ver con cuestiones culturales –indica Andoni Anseán–. La muerte, en general, no es un tema mediático, y tampoco social. Tiende a ocultarse y, si ha sido autoprovocada, querámoslo o no, hay un cierto reproche moral. No es un tema que sea especialmente atractivo, ni para los medios de comunicación ni para la sociedad en general. Esto, unido a cierta cultura histórica, lo explica en gran medida”. El suicidio es un tema que los libros de estilo de muchos medios desaconsejan tratar. No sólo ellos, claro: la OMS advierte del tratamiento del tema en los medios de comunicación, alertando sobre el morbo, lo irrespetuoso. Mentar el suicidio es mentar la bicha, soplar sobre una cepa vírica. El “efecto Werther” –en honor al protohéroe romántico de Goethe– da nombre al fenómeno de de imitación que puede provocar un suicidio. Tiene mucho de verdad: se sabe que aquellos que hayan formado parte del círculo cercano de un suicida, tienen mayor riesgo de acabar con su vida. Pero hablar del suicidio, indica Anseán, no incita a hacerlo: este es uno de los principales mitos erróneos que rodean a estas muertes: “De hecho, abordadas de manera adecuada, las ideas suicidas pueden superarse –explica–. La OMS describe cuáles son las informaciones inadecuadas, pero también dice claramente que uno de los métodos de prevención más eficaces es la información adecuada en los medios”. La estadística subraya todas y cada una de estas palabras: en 2000, las muertes por accidentes de tráfico doblaban a los suicidios consumados. En 2007, ambas cifras se cruzan en el diagrama. A partir de ahí, el número de muertes en carretera no hace sino disminuir (hasta las 1890 víctimas) mientras que el de suicidios llega a aumentar (3569 frente a 3393). ¿Qué diferencia a ambas realidades? La concienciación social y la campañas continuadas. Otra de las mentiras asumidas respecto al suicidio es que, quien lo comete, quiere morir: “Nosotros no conocemos a ninguna persona que quiera morir –comenta Andoni Anseán–: lo que quieren es acabar con su sufrimiento. Cuanto menos sufrimiento experimente la persona, más lejos estará de la ideación suicida. Tenemos una responsabilidad respecto a este colectivo de la que no nos hacemos cargo: pensamos que esa violencia autodirigida empieza y acaba en la persona que la comete. No queremos ser partícipes”. La famosa “llamada de atención” es otro de los mitos bien establecidos: “Esa expresión lo único que hace es poner en evidencia los prejuicios de quien lo dice: se autoexculpa reprobando, juzgando –continúan desde la Sociedad Española de Suicidología–. Nosotros entendemos esas posibles señales, esas ‘amenazas’ o esos intentos, como una petición de ayuda que no se sabe expresar de otra manera”. Respecto a las posibles señales o signos, Andoni Anseán alerta de que “dependen mucho de cada persona. Lo importante –insiste– es anotar cualquier cambio significativo con respecto a la forma habitual de comportarse o de expresarse, que empiece a hacer cosas que no hacía... En pacientes depresivos, que estén contentos es una muestra de mejora. Pero en una persona de talante más melancólico, una euforia repentina puede alentarnos, porque lo que están viendo es lo que entienden por un consuelo cercano”. Y sí, es perfectamente posible la ocultación, incluso ante los propios especialistas: “De hecho, es una tendencia bastante común en personas muy mayores”. Otro mito: que la gente mayor no se suicida y que debe ser un fenómeno muy urbano, asociado a la soledad de las grandes ciudades. Nuevamente, contra mitología, estadística: Andalucía es la comunidad con mayor número de suicidas (el 18.7% de total), pero las mayores tasas las presentan Galicia (11,1) y Asturias (10,9): dos regiones fuertemente rurales, con una población bastante envejecida. La menor tasa a nivel estatal la registra Madrid (un 4,7 frente a una media del 7,5). “Los mayores presentan menos intentos, pero más letales: la resistencia física también cuenta, claro. Tienen siempre una planificación muy cuidada y dan pocas señales de que sus intenciones van por ahí –explica Anseán– . Superan en cinco o seis puntos a los más jóvenes, y hay muchos casos de personas que se suicidan pasados los cien años”. El “triángulo suicida” de Andalucía –el que forman Alcalá la Real, Priego de Córdoba e Iznájar– tiene un componente rural importante y el “efecto de imitación y aceptación es evidente”. La tasa de Alcalá la Real, por ejemplo, llegaba al 26,6. Para hacernos una idea, los países con mayor tasa de suicidios son Lituania (29,8) y Corea del Sur (28,7): “Los números en algunos países del Este o del Extremo Oriente son siempre elevados –indica Anseán–. En unos, el factor alcohol como detonante es muy importante; en otros, está imbricado en la cultura”. Según datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, la comunidad andaluza presenta una tasa de suicidios del 7,95, un dato algo superior a la media española en el último año tasado (2016). La provincia de Cádiz (7,77) se acercaba más a la media nacional, mientras que Jaén (11,03) y Granada (9,27) ocupan el extremo superior de la estadística y Sevilla, con un 5,87, el inferior. El otro grupo de población que despierta preocupación en los especialistas son los adolescentes pero, sobre todo, por el tema de las autolesiones: “Cada vez en mayor número, se emplean las escarificaciones como ansiolítico, como un calmante. Conlleva un riesgo no sólo en sí mismo, ya que lo entendemos como un comportamiento protosuicida”. Otra de las creencias asumidas es pensar que es una práctica que abunda entre los creadores: “Es un prejuicio romántico, que le otorga al suicidio un aura elevada o intelectual –indica Anseán–. Por cada escritor que se suicida, hay un montón de albañiles que también, sólo que nadie se fija”. Y hay un pensamiento especialmente tóxico, el que elaboran los propios suicidas: ese “estarán mejor sin mí”. “Quienes pierden de esta forma a un ser querido afrontan mucha culpa, mucha incertidumbre, además del dolor. Tienen muchas preguntas sin responder y suelen ser los grandes olvidados de todo este drama –desarrolla Anseán–. No son pacientes ni familiares de pacientes. Es un duelo especialmente complejo, con muy poca ayuda por parte de terceros, pocas asociaciones: el sistema sanitario no está preparado para atenderles y hay mucho oscurantismo, mucha vergüenza; hasta un 40% de las familias afectadas ocultan que esa muerte ha sido un suicidio. Hay que asumir muy en serio que, en estos casos, una atención posventiva no deja de ser una opción preventiva”.