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Que vuelven las suecas
Se me acerca muy ufano mi jubilado falangista preferido y me dice:
–Malvar, te invito a una copa si pones una cosa que te voy a decir en el periódico ese rojo de mierda en el que escribes.
–A ver.
-No os preocupéis, españoles –imposta la voz–, que España siempre se hunde en primavera para resurgir en verano.
Como no está la crisis para despreciar una copa, acepto el envite/convite, barruntando que don Andrés se refiere al 14 de abril (hundimiento) y al 18 de julio (resurgir).
–¡Qué borrico y retorcío has sido siempre, Malvar! ¡Que no, hombre! ¡Que me refiero al verano, a las suecas!
Acabáramos. ¡Las suecas! La sueca. Un vendaval de memoria me retrotrae de repente a las playas de mi infancia, y me acuerdo de las suecas, de la sueca rubia y alta como fiordo, que venía a España a ponerse roja de sol y morada de jumilla y sexo. O eso fantaseaban nuestros reprimidos padres. “¡Hijo, mira! ¡Mira la sueca, qué puta va! ¡Si no estuviera aquí tu madre…!”. Y con esa frase parca, el español desmontaba todo el pensamiento feminista que Pirineos arriba iba destejiendo Simone de Beauvoir enrabietada.
El mito de la sueca tenía una parte de verdad. Como apunta don Andrés, la sueca, el turismo, el verano, salvaban cada año a aquella yerma España de las tediosas y hambrientas primaveras de pertinaz sequía.
De la parte falsa del mito, la sexual, emergía el latin-lover, un señor bajito, cetrino y con bigote que presumía en septiembre, de vuelta a la oficina, de haberse follado a la sueca.
-¿Y en qué le hablabas a la sueca, que tú no sabes inglés ni sueco ni sabes ná, Vito Manué? –preguntaba siempre un listo.
-El lenguaje del amor es universal –sonrisa de dientes tabaqueros.
En el café de Chinitas
Dijo Paquiro a su hermano:
“Soy más valiente que tú,
Más torero y más gitano”.
El mito del latin-lover nace del complejo de inferioridad del español franquista, cuando el español intuye que está en el mapa de Europa sin ser Europa, que es la almorrana del continente, y se venga de Europa diciendo que se ha tirado a la sueca, que ha raptado a Europa cual Zeus transformado en toro y le ha echado cinco sin sacarla.Esto del complejo rojigualda del latin-lover, el bajito presuntamente superdotado, lo he documentado en el curso de mis innumerables viajes, constatando que España es el único país del mundo donde se vindica la Regla de la L.
Al escuchar a mi falangista Andrés decir lo de la sueca, me doy cuenta de que vuelve a resucitar en nosotros el fanfarrón latin-lover como espita de nuestros complejos, porque volvemos a saber que no somos UE a pesar de estar en el mapa de la UE, porque nos creíamos el euro y ahora Merkel nos dice que solo somos la almorrana del euro, y porque don Andrés me sugiere volver a salvar el honor y la economía españoles por vía vaginal sueca.
Le recuerdo a don Andrés, además, que la mujer española es ya un ente científicamente demostrable, no como en sus gloriosas juventudes. Por lo tanto, ahora ya también existe el sueco, igualmente alto y rubio, bien apañado y limpito, y la igualdad de sexos lo hace igualmente apetecible para rescatar España a polvos.
Pero aquí me callo, porque don Andrés tiene hijas y nietas, todas muy decentes, y está a punto de sufrir un pasmo, un ictus, un carcinoma y un infarto simultáneos. Al cambiar la sueca por el sueco para salvar España, la gesta viril se le ha travestido violación fuenteovejunera, o casi.
De vuelta a casa, rebusco en la biblioteca compilaciones de artículos de Cela, Ussía, Umbral y otros clásicos de la época, y enseguida encuentro dos que se titulan Las suecas, tres La sueca y uno Que vienen las suecas. Al releerlos ahora, suenan rijosos, resentidos, sucios, acomplejados, reprimidos, tristísimos. Y atisbo que deberíamos idear otra manera de salvar España. Aunque no sé si el gobierno estará por la labor.
Tras seis décadas de sol, la que ha salido ganando en todo esto es la difamada sueca, porque este año, en lugar del casposo latin-lover, le va a poner el jumilla un joven ingeniero aeronáutico de sonrisa cum laude, y la socorrista que la salve de morir devorada por las medusas será doctora en medicina con tres masters en Harvard y cuatro idiomas. Y es que, eso sí, en lo referente a camareros y socorristas, España ha avanzado una barbaridad. Olé nuestras panderetas.
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