Carta a las madres y padres de niños y adolescentes hiperactivos (Por Enrique Gavilán)
Han pasado ya unos días tras la emisión del programa
“Sobremedicados” en “Salvados”. Reconozco que ha sido una semana muy
dura para mí. Asumía que tras lo dicho en la entrevista mucha gente,
sobre todo compañeros de profesión, iban a sentirse señalados. Pero no
contaba con que mis palabras pudieran dañar o causar dolor a tantas
personas. Nada más lejos de mi intención. Vuestras palabras me han
conmovido en estos días, y entiendo la desorientación, la frustración,
incluso la furia que muchas de vosotras habéis sentido. No sé si pediros
disculpas es suficiente; en todo caso, si lo hago es de todo corazón.
El TDAH es un trastorno reconocido y aceptado por la comunidad
científica internacional. Nunca he dicho que no lo fuera. Sin embargo,
no todo es consenso y unanimidad. Hay muchos grises entre el blanco y el
negro. Son muchos los autores que han realizado revisiones críticas de
la historia y del presente del mismo. Sus argumentos contribuyen a
enriquecer su estudio, aportando perspectivas perfectamente válidas. En
ellos me basé en la entrevista, y no en meras opiniones o especulaciones
personales.
El TDAH está sobrediagnosticado. No me refiero a los errores en el
diagnóstico, sino a que muchos de los afectados podrían haber tenido una
vida perfectamente normal, feliz e integrada incluso sin haber sido
nunca diagnosticados o tratados. El exceso de celo a la hora de
etiquetar a niños y adolescentes hiperactivos ha creado una epidemia
desproporcionada, y en un importante porcentaje de ocasiones puede haber
ocasionado más desventajas que beneficios, además de muchos
sufrimientos innecesarios. El sobrediagnóstico lleva parejo, en muchos
casos, el uso de fármacos en personas en las que pueden ser más
perjudiciales que útiles
El TDAH ha sido objeto de multitud de campañas de concienciación.
Muchas han sido llevadas a cabo con toda la mejor intención del mundo.
Otras, por el contrario, han contado con visibles conflictos de interés
no siempre bien explicitados. Y un número nada desdeñable de ellas han
sido promovidas directamente por entidades y compañías con claro afán de
lucro, que no han escatimado esfuerzos para desviar el foco de la
atención de muchas familias afectadas hacia intereses que algunas veces
distan de los que genuinamente todo progenitor quiere para su hijo.
El TDAH ha sufrido, además, una fuerte medicalización en los
últimos años. El TDAH hunde sus raíces en la medicina, sí, pero también
en lo social, lo cultural, lo educativo. Y por tanto las explicaciones y
las soluciones a este trastorno no pueden venir sólo de la medicina.
Parece más fácil encauzar el problema hacia la consulta de un médico que
cambiar todo un modelo educativo y su engranaje con el sistema
sanitario, lo cual lleva más de 30 años, por ejemplo. O que cambiar las
políticas sociales para que las madres y padres podáis dedicar más
tiempo a vuestros hijos sin que ello suponga ningún perjuicio social o
laboral, por ejemplo. Ninguna respuesta, por sí sola, es 100%
definitiva: medicalizar también tiene sus ventajas, pero no sale gratis.
Si todos estamos dispuestos a asumir que la medicalización es la única
respuesta posible también debemos asumir sus consecuencias.
Por todos estos motivos (sobrediagnóstico, sobretratamiento,
medicalización), el TDAH, a juicio de muchos expertos, es un claro
ejemplo de disease mongering, fenómeno descrito por la periodista
Lynn Payer en 1992. Dado que esta expresión no tiene traducción directa
al castellano, unos autores la han traducido como “tráfico” de
enfermedades, otros como “promoción” de enfermedades y otros como
“invención” de enfermedades. En el programa de Salvados, simplemente,
utilicé una de ellas, por parecerme la que más fácilmente iba a ser
entendida por todos.
La mecha que quise encender en la entrevista era la del debate
sobre la medicalización de nuestras vidas, los conflictos de interés y
la trasparencia y la ética en las relaciones con la industria
farmacéutica. Son elementos clave que están encima de la mesa y que
conviene debatir entre todos, con serenidad y profundidad, lo antes
posible.
La salud no sólo de vuestros hijos, sino la de todos, está en juego. La de toda la sociedad.
Gracias por haberme escuchado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario