El principio del placer
Aquello que fue algo prohibido, hoy es materia de análisis y goce. El erotismo y sus representaciones son el eje de esta indagación que explora el lugar del deseo en la sociedad.
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Unas horas después de haberse despedido en el living de la
librería Eterna Cadencia, luego de haber cerrado la charla con un
apretón de sus brazos fuertes de señor robusto, Ercole Lissarsi –una de
las perlas de la literatura uruguaya que acaba de desembarcar en la
Argentina con una edición doble de El centro del mundo, 3 nouvelles calientes (Planeta) y el ensayo La pasión erótica. Del sátiro griego a la pornografía en Internet
(Paidós)– hará llegar un correo electrónico a esta cronista: “De
camino a mi siguiente compromiso anoté en mi libreta respuestas que
también me parece que aportarían a la entrevista” y las adjunta en un
documento de texto. Una carilla de apuntes en la que decía más o menos
así: “Lo más difícil al escribir La pasión erótica fue
la ausencia de herramientas conceptuales desde las cuales pensar
adecuadamente el fenómeno erótico. Tuve que forjarme unos conceptos y
tuve que redefinir otros conceptos que ya no servían, que obstaculizaban
la reflexión porque eran ya anacrónicos. Conceptos como los de
‘paradigma amoroso’ y ‘paradigma fáunico’, ‘figura paradigmática’ o
‘cuerpo pornográfico’ los tuve que inventar para pensar mi objeto. Una
antinomia conceptual como la de ‘arte erótico’ y ‘pornografía’ tuve que
redefinirla, porque tal y como se la utiliza hoy no sirve, no es útil.
Tuve que investigar cómo y para qué se origina esa antinomia, y cómo
evoluciona, y qué contenido se le puede dar hoy para pensar la realidad
actual de las representaciones de la sexualidad. Tuve que pensar desde
cero la función que Satanás cumplía en la siquis del creyente medieval
para darle el lugar adecuado en el paradigma fáunico. Tuve que elaborar
una historia conceptual de la pornografía para comprender la historia
del cuerpo pornográfico y su lugar en el paradigma fáunico. Hoy en día
no existe una historia conceptualmente elaborada de la pornografía, que
es el fenómeno cultural más importante de nuestro tiempo, no existen más
que estudios parciales. Tuve que comprender la verdadera relación entre
Casanova y el Don Giovanni de Mozart para iluminar un momento esencial
en la evolución del paradigma fáunico. En esta tarea de invención, y
reelaboración, y relectura estuvo lo más arduo de mi trabajo de
escritura”.
El autor estructura el ensayo La pasión erótica a partir de un rastreo de aquellas manifestaciones culturales y artísticas que se han ocupado del Eros esencialmente desde el apetito sexual, el deseo y la curiosidad sexual. Lo que él denomina “paradigma fáunico”, genealogía en la que inscribe su obra de ficción.
Sus libros, cuenta, han sido desde que empezó a publicar en Montevideo, celebrados por una porción de público y condenados por otra gran parte. “Me han atacado como pornógrafo y perversor pero siempre con discursos vacíos de argumentación. Porque no hay un discurso sobre la erótica. De modo que lo tuve que armar…”
¿Entonces este ensayo surgió de una necesidad como autor de ficción?
Absolutamente. Como escritor de ficción tú necesitas un discurso, no que legitime, o que justifique o que soporte, pero sí que te permita a ti relanzar hacia delante la propia producción. El discurso crítico debiera de relacionar a la obra con el público, pero a la vez relanzar en la mente del escritor sus propios temas. En determinado momento yo no encontraba un discurso en el cual autorreferenciarme y relanzarme, de modo que dije: “Si nadie lo hace lo tengo que hacer yo. Tengo que ser el boxeador y el mánager a la vez”. A partir de allí surgió este libro, cuando tuve la única crisis de escritura en mi vida. Me di cuenta que necesitaba ese discurso y lo empecé a elaborar, un poco a tontas y locas…
El resultado puede leerse como un mapa de las manifestaciones artísticas en torno de la erótica, ¿por qué cree que este tema nunca fue tratado por la academia?
En primer lugar porque durante 2.000 años fue un tema prohibido, un tema marginal y la academia no trabajaba sobre esas cosas. De hecho, la actitud de la academia hacia autores que se adentraron, mismo en el siglo XX, en el terreno de la erótica fue de mantener cierta distancia, cierta reserva. En Estados Unidos, Henry Miller no es apreciado por la crítica, sigue siendo un escritor marginal, porque no tenía una formación intelectual, pero sobre todo porque sus temas fueron profundamente eróticos. La maldición sobre lo erótico, herencia de la cultura católica, influyó para que la academia no hiciera un tratamiento profundo sobre ello.
Ni siquiera se lo toma como tópico…
Y lo opuesto sucede con lo que yo llamo el paradigma amatorio o amoroso, ese siempre fue el tema de la academia. El amor es el cemento del mundo. Dios es amor… bla, bla, bla. Hay todo un organigrama sobre el tema. No es lo mismo con la erótica. Qué decir acerca de esa actividad frenética y muy poco elegante que es entregarse al deseo. Cuando digo erótica me refiero a la proporción de obras que tratan temas eróticos, o sea, del deseo. Y el mismo concepto de deseo es un concepto que no está trabajado.
El erotismo de Georges Bataille es el primer libro en la historia de Occidente que, desde el punto de vista del pensamiento, trata el erotismo y es de 1957. Muy pocos autores han trabajado el tema del deseo, el que más lo desarrolló fue Jacques Lacan. Acaba de ser editado su seminario El deseo y su interpretación , en el que él aborda específicamente la cuestión. Pero son temas que quedaron atrasados y no se van a poner al día con mi libro. Mi libro es sólo un mapa.
Usted menciona que el paradigma amoroso ha tenido históricamente un fuerte discurso, del que careció por años el paradigma fáunico, ¿puede pensarse a la erótica como más asociada a las imágenes…?
Yo no creo que sea así. Realmente pienso que el paradigma amoroso fue trabajado y retrabajado a lo largo del tiempo y se expresa de maneras muy diferentes, pero también el paradigma fáunico ha tenido figuras que provienen del discurso escrito. Yo le dedico un capítulo a Don Juan, una de las obras de la literatura que ha tenido mayor impacto sobre la cultura occidental, pero en ella no hay discurso. Sí lo hay en Molière, pero la obra de Molière fue levantada de cartel a los 15 días de su estreno y hasta fines del siglo XX no se volvió a representar. Ahí sí había un discurso, un poco de trinchera pero sí había un discurso sobre la cuestión. Hubo obras de erótica, algunas de gran calidad, como pueden ser las de Petro Aretino, Molière o Giacomo Casanova pero no había un tratamiento explícito de una cierta manera de encarar el mundo como sucedió siempre con el amor. Eso no existía del otro lado. Había obra escrita pero no tenía la voluntad de reflexión como para autodefenderse como pensamiento.
El discurso del ser que encarna el deseo sólo logró instalarse con el tiempo. Pero usted se refiere en la actualidad al imperio del cuerpo pornográfico como una mera exhibición del cuerpo. ¿Se trata de un retorno a un paradigma que niega el discurso propio?
Entiendo el razonamiento. Efectivamente llevó mucho tempo para que el paradigma fáunico fuera capaz de establecer un discurso que enunciara su filosofía de vida, su designio en el mundo y en la cultura. Llevó muchísimo tiempo. Las obras son siempre reprimidas, dejadas de lado. La obra de Molière desapareció. Con Casanovas pasó lo mismo, él murió dejando papeles que se empezaron a publicar muy recortados, muy distorsionados. La obra permaneció de manera clandestina y subterránea a lo largo del siglo XIX y recién en 1961, por primera vez, se editó el texto tal y cual está en los manuscritos. Ese discurso, el propio discurso del paradigma fáunico cuando consigue aflorar es atacado, reprimido, prohibido. Hoy, en los tiempos de la permisividad, no hay ningún discurso que esté prohibido. El discurso del placer está entre nosotros y no puede retroceder. Será más o menos claro, pero ya está entre nosotros, forma parte de nuestras vidas la opción por el placer. La pornografía viene de fuera a instalarse en este juego, viene de hecho, de la más profunda marginalidad. De alguna manera, el discurso y ese concepto que inventó de ‘cuerpo pornográfico’, proviene de afuera de la cultura y se expresa de la manera en que encuentra para expresarse. Es cierto que el desarrollo rapidísimo de la tecnología de la imagen ha hecho que se convierta en la manera predilecta aunque no la única. Entonces, se da una cosa que es una especie de cierre de ciclo, de retorno absoluto a esa diseminación absoluta, infinita de las imágenes. En la Grecia clásica había una fuerte diseminación de imágenes fáunicas, estaban las imágenes por todos lados. Tal cual hoy vivimos la pornografía. Es igual, de alguna manera se cerró un ciclo para el paradigma fáunico cuando vivimos esta explosión.
¿Considera que eso atenta contra el deseo?
Es uno de los grandes temas el lugar del deseo en la sociedad pornografizada. ¿Qué lugar le queda, qué es lo que tiene para decir y cómo tiene que decirlo? En Historia de la sexualidad Michel Foucault ya sugirió que nuestra cultura avanzaba hacia el agotamiento del deseo. Es un tema que para mí es absolutamente central. ¿En qué medida la pornografización de la sociedad mata a esa fuerza extraña y misteriosa que nos lanza hacia otra persona? Implicaría pensar que el deseo es en realidad una formación psíquica temporal, relativa al contexto, a cierto tipo de momento de una sociedad, cosa que a mí me cuesta pensar. Como el amor, también el deseo es una formación psíquica propia de una sociedad y que eventualmente va a desaparecer. La idea del amor que tenemos hoy en día es cada vez más laxa y más vaga. La crisis del amor, de la pareja, del exclusivismo y la trascendencia de lo amoroso es una crisis que admitimos que está instalada, en qué medida la pornografización nos lleva a una especie de agotamiento, de pérdida en el terreno del deseo. Es difícil de pensarlo en la medida en que no tenemos siquiera un discurso sobre el deseo. Yo por el momento me limito a decir, subrayar que el corazón de la erótica es el deseo, que lo que define a una obra de erótica es la presencia de esa fuerza dentro de la obra, sea un cuadro, una foto, un filme, una novela. La presencia de esa fuerza oscura y terrible: el deseo.
Entonces, ¿es el arte el vehículo más adecuado para hablar de esta fuerza?
Es una buena pregunta. El pensamiento reflexivo, la ciencia, sin duda debiera de tener una palabra para decir y sin duda que sería influyente. El pensamiento sobre el deseo es sumamente vago por ahora, lo que sé es que desde el arte sí se habla y se dicen cosas que son centrales.
Y es lo que ha hecho avanzar este paradigma…
De hecho, la mayor parte del paradigma está desarrollado en basada en el arte, la representación por el arte o la palabra. Hasta ahí puedo llegar. Es tan poco lo que sabemos de esta fuerza; no sabría desde donde crear otro discurso.
El autor estructura el ensayo La pasión erótica a partir de un rastreo de aquellas manifestaciones culturales y artísticas que se han ocupado del Eros esencialmente desde el apetito sexual, el deseo y la curiosidad sexual. Lo que él denomina “paradigma fáunico”, genealogía en la que inscribe su obra de ficción.
Sus libros, cuenta, han sido desde que empezó a publicar en Montevideo, celebrados por una porción de público y condenados por otra gran parte. “Me han atacado como pornógrafo y perversor pero siempre con discursos vacíos de argumentación. Porque no hay un discurso sobre la erótica. De modo que lo tuve que armar…”
¿Entonces este ensayo surgió de una necesidad como autor de ficción?
Absolutamente. Como escritor de ficción tú necesitas un discurso, no que legitime, o que justifique o que soporte, pero sí que te permita a ti relanzar hacia delante la propia producción. El discurso crítico debiera de relacionar a la obra con el público, pero a la vez relanzar en la mente del escritor sus propios temas. En determinado momento yo no encontraba un discurso en el cual autorreferenciarme y relanzarme, de modo que dije: “Si nadie lo hace lo tengo que hacer yo. Tengo que ser el boxeador y el mánager a la vez”. A partir de allí surgió este libro, cuando tuve la única crisis de escritura en mi vida. Me di cuenta que necesitaba ese discurso y lo empecé a elaborar, un poco a tontas y locas…
El resultado puede leerse como un mapa de las manifestaciones artísticas en torno de la erótica, ¿por qué cree que este tema nunca fue tratado por la academia?
En primer lugar porque durante 2.000 años fue un tema prohibido, un tema marginal y la academia no trabajaba sobre esas cosas. De hecho, la actitud de la academia hacia autores que se adentraron, mismo en el siglo XX, en el terreno de la erótica fue de mantener cierta distancia, cierta reserva. En Estados Unidos, Henry Miller no es apreciado por la crítica, sigue siendo un escritor marginal, porque no tenía una formación intelectual, pero sobre todo porque sus temas fueron profundamente eróticos. La maldición sobre lo erótico, herencia de la cultura católica, influyó para que la academia no hiciera un tratamiento profundo sobre ello.
Ni siquiera se lo toma como tópico…
Y lo opuesto sucede con lo que yo llamo el paradigma amatorio o amoroso, ese siempre fue el tema de la academia. El amor es el cemento del mundo. Dios es amor… bla, bla, bla. Hay todo un organigrama sobre el tema. No es lo mismo con la erótica. Qué decir acerca de esa actividad frenética y muy poco elegante que es entregarse al deseo. Cuando digo erótica me refiero a la proporción de obras que tratan temas eróticos, o sea, del deseo. Y el mismo concepto de deseo es un concepto que no está trabajado.
El erotismo de Georges Bataille es el primer libro en la historia de Occidente que, desde el punto de vista del pensamiento, trata el erotismo y es de 1957. Muy pocos autores han trabajado el tema del deseo, el que más lo desarrolló fue Jacques Lacan. Acaba de ser editado su seminario El deseo y su interpretación , en el que él aborda específicamente la cuestión. Pero son temas que quedaron atrasados y no se van a poner al día con mi libro. Mi libro es sólo un mapa.
Usted menciona que el paradigma amoroso ha tenido históricamente un fuerte discurso, del que careció por años el paradigma fáunico, ¿puede pensarse a la erótica como más asociada a las imágenes…?
Yo no creo que sea así. Realmente pienso que el paradigma amoroso fue trabajado y retrabajado a lo largo del tiempo y se expresa de maneras muy diferentes, pero también el paradigma fáunico ha tenido figuras que provienen del discurso escrito. Yo le dedico un capítulo a Don Juan, una de las obras de la literatura que ha tenido mayor impacto sobre la cultura occidental, pero en ella no hay discurso. Sí lo hay en Molière, pero la obra de Molière fue levantada de cartel a los 15 días de su estreno y hasta fines del siglo XX no se volvió a representar. Ahí sí había un discurso, un poco de trinchera pero sí había un discurso sobre la cuestión. Hubo obras de erótica, algunas de gran calidad, como pueden ser las de Petro Aretino, Molière o Giacomo Casanova pero no había un tratamiento explícito de una cierta manera de encarar el mundo como sucedió siempre con el amor. Eso no existía del otro lado. Había obra escrita pero no tenía la voluntad de reflexión como para autodefenderse como pensamiento.
El discurso del ser que encarna el deseo sólo logró instalarse con el tiempo. Pero usted se refiere en la actualidad al imperio del cuerpo pornográfico como una mera exhibición del cuerpo. ¿Se trata de un retorno a un paradigma que niega el discurso propio?
Entiendo el razonamiento. Efectivamente llevó mucho tempo para que el paradigma fáunico fuera capaz de establecer un discurso que enunciara su filosofía de vida, su designio en el mundo y en la cultura. Llevó muchísimo tiempo. Las obras son siempre reprimidas, dejadas de lado. La obra de Molière desapareció. Con Casanovas pasó lo mismo, él murió dejando papeles que se empezaron a publicar muy recortados, muy distorsionados. La obra permaneció de manera clandestina y subterránea a lo largo del siglo XIX y recién en 1961, por primera vez, se editó el texto tal y cual está en los manuscritos. Ese discurso, el propio discurso del paradigma fáunico cuando consigue aflorar es atacado, reprimido, prohibido. Hoy, en los tiempos de la permisividad, no hay ningún discurso que esté prohibido. El discurso del placer está entre nosotros y no puede retroceder. Será más o menos claro, pero ya está entre nosotros, forma parte de nuestras vidas la opción por el placer. La pornografía viene de fuera a instalarse en este juego, viene de hecho, de la más profunda marginalidad. De alguna manera, el discurso y ese concepto que inventó de ‘cuerpo pornográfico’, proviene de afuera de la cultura y se expresa de la manera en que encuentra para expresarse. Es cierto que el desarrollo rapidísimo de la tecnología de la imagen ha hecho que se convierta en la manera predilecta aunque no la única. Entonces, se da una cosa que es una especie de cierre de ciclo, de retorno absoluto a esa diseminación absoluta, infinita de las imágenes. En la Grecia clásica había una fuerte diseminación de imágenes fáunicas, estaban las imágenes por todos lados. Tal cual hoy vivimos la pornografía. Es igual, de alguna manera se cerró un ciclo para el paradigma fáunico cuando vivimos esta explosión.
¿Considera que eso atenta contra el deseo?
Es uno de los grandes temas el lugar del deseo en la sociedad pornografizada. ¿Qué lugar le queda, qué es lo que tiene para decir y cómo tiene que decirlo? En Historia de la sexualidad Michel Foucault ya sugirió que nuestra cultura avanzaba hacia el agotamiento del deseo. Es un tema que para mí es absolutamente central. ¿En qué medida la pornografización de la sociedad mata a esa fuerza extraña y misteriosa que nos lanza hacia otra persona? Implicaría pensar que el deseo es en realidad una formación psíquica temporal, relativa al contexto, a cierto tipo de momento de una sociedad, cosa que a mí me cuesta pensar. Como el amor, también el deseo es una formación psíquica propia de una sociedad y que eventualmente va a desaparecer. La idea del amor que tenemos hoy en día es cada vez más laxa y más vaga. La crisis del amor, de la pareja, del exclusivismo y la trascendencia de lo amoroso es una crisis que admitimos que está instalada, en qué medida la pornografización nos lleva a una especie de agotamiento, de pérdida en el terreno del deseo. Es difícil de pensarlo en la medida en que no tenemos siquiera un discurso sobre el deseo. Yo por el momento me limito a decir, subrayar que el corazón de la erótica es el deseo, que lo que define a una obra de erótica es la presencia de esa fuerza dentro de la obra, sea un cuadro, una foto, un filme, una novela. La presencia de esa fuerza oscura y terrible: el deseo.
Entonces, ¿es el arte el vehículo más adecuado para hablar de esta fuerza?
Es una buena pregunta. El pensamiento reflexivo, la ciencia, sin duda debiera de tener una palabra para decir y sin duda que sería influyente. El pensamiento sobre el deseo es sumamente vago por ahora, lo que sé es que desde el arte sí se habla y se dicen cosas que son centrales.
Y es lo que ha hecho avanzar este paradigma…
De hecho, la mayor parte del paradigma está desarrollado en basada en el arte, la representación por el arte o la palabra. Hasta ahí puedo llegar. Es tan poco lo que sabemos de esta fuerza; no sabría desde donde crear otro discurso.
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