EL EVOLUCIONISMO AL RESCATE
El misterio sin resolver del orgasmo femenino: ¿qué es y para qué sirve?
¿Para qué sirve un orgasmo? ¿Qué función tiene? ¿Por qué lo sentimos? ¿A quién se le ocurrió que sintiésemos placer al realizar el acto sexual? ¿Quién sale ganando en todo ello? Las respuestas a estas preguntas pueden parecer obvias, pero el clímax sexual sigue ocupando el centro de muchos debates en la comunidad científica, principalmente, entre las diferentes corrientes evolucionistas. Y si el orgasmo masculino parece estar rodeado por una niebla mucho menos densa –produce, a través de los espasmos, la eyaculación, necesaria para inseminar a la hembra–, menos clara se encuentra la funcionalidad del orgasmo femenino.
Al fin y al cabo, los datos recuerdan que tan sólo el 25% de las mujeres experimentan un orgasmo en todas y cada una de sus relaciones sexuales. Y, además, el humano es un animal peculiar puesto que se trata de una de las pocas especies en las que ambos sexos disfrutan de orgasmos semejantes, excepto en el caso de algunas especies de macacos, los animales más semejantes al hombre. Pero, como suelen recordar con frecuencia los investigadores, resulta complicado averiguar si de verdad un animal ha experimentado el clímax o no.
Antes de que nadie rechiste, recordemos que el orgasmo femenino ha sidoconsiderado como superfluo para la perpetuación de la especie (de igual manera, por ejemplo, que los pezones de los hombres o un gran porcentaje de la población masculina, cuya existencia resulta redundante). Aun así, muchos han sido los que han intentado dar un sentido a la pervivencia de dicho acto propiciado por el sistema nervioso.
Algunos datos pueden darnos la pista. Por una parte, que el orgasmo de los hombres dura mucho menos que el de las mujeres y, por lo general, está asociado con la eyaculación; además, el período de refracción de los hombres (es decir, el tiempo que transcurre entre un orgasmo y el momento en el que se vuelve a sentir excitación) es mucho mayor que el de las mujeres, que pueden experimentar una sucesión de orgasmos o, directamente, apenas alcanzarlo, pero que no han de dejar transcurrir tiempo de descanso entre uno y otro.
El orgasmo como vínculo
Volvamos al principio. ¿Por qué querría nadie experimentar un orgasmo? Los defensores de la teoría del vínculo, que fue recogida por Desmond Morris enEl mono desnudo (DeBolsillo), señalan que este proporciona una intimidad física que refuerza la unión de la pareja y, por lo tanto, favorece la consolidación de la relación. Algo fundamental para que la mujer no sea abandonada y el retoño disfrute de la protección de dos progenitores, lo que favorecerá su supervivencia.
El orgasmo femenino sigue suscitando interminables quebraderos de cabeza. (Corbis)
La hipótesis poleax ofrece una visión alternativa y ha sido frecuentemente utilizada para explicar el orgasmo. Según sus defensores, el orgasmo deja a la mujer exhausta físicamente, lo que provoca que necesite tumbarse. Dicha posición, en horizontal, ayuda a la retención del semen en la vagina y, de esa manera, garantizar que no se desperdiciará ninguna gota. A su vez, la teoría de la fecundación mejorada señala que, si bien el orgasmo no es parte en sí del proceso reproductivo, sí contribuye al mismo ya que las contracciones del útero lo ayudarían a absorber los espermatozoides.
Esta última teoría ha sido apuntalada por la conocida como the upsuck hypothesis (algo así como “la hipótesis de la absorción”). Según Robin Bakery Mark Bellis, los que la enunciaron por primera vez en el año 1993, el hecho de que el orgasmo sea más fuerte con las parejas que se prefieren provoca que estas favorezcan la absorción genital, algo que incluso podría provocar que se expeliese el semen retenido de anteriores parejas. Una teoría popularmente extendida que, como muchas de las que han intentado explicar el orgasmo, no gozan de buena reputación entre la comunidad científica puesto que gran parte de sus datos fueron recabados de una muestra muy pequeña de mujeres.
Por el mero placer de hacerlo
Una de las autoras más citadas en lo que se refiere al orgasmo femenino es la filósofa evolucionista Elisabeth Lloyd, que en The Case of the Female Orgasm (2005) señalaba por primera vez la posibilidad de que, simple y llanamente, el orgasmo femenino no tuviese ninguna función, y que no se trata nada más que de un reducto de la evolución al igual que son otros atributos, como los pezones masculinos anteriormente citados. Como explicaba en dicho libro, “el clítoris tiene la función indispensable de promover la excitación sexual, lo que empuja a la mujer a tener relaciones sexuales y quedarse embarazada”.
Pero ello se refiere únicamente al clítoris, y no al orgasmo, que no es necesario para que una mujer se quede embarazada. “La verdadera incidencia del reflejo del orgasmo nunca ha estado vinculada a la reproducción”, recordaba Lloyd. Según la autora, la mayor parte de investigaciones sobre el orgasmo femenino están determinadas por diferentes sesgos que conducen a la defensa de teorías endebles. “La mía no es la explicación definitiva, pero es la mejor de las que están respaldadas por la evidencia”, explicaba en una entrevista con The Guardian. Ante la crítica ejercida por el feminismo, Lloyd se defendía recordando que si bien el clítoris es adaptativo, el orgasmo no, puesto que en ese caso haría a las mujeres aumentar el número de sus descendientes.
¿Y si todo estuviese en nuestra mente? Algo que comparten hombres y mujeres es la liberación de oxitocina, la conocida popularmente como “molécula del amor”. Como puso de manifiesto una investigación realizada en la Universidad de Zúrich, inhalar dicha hormona antes de tomar una decisión de inversión junto a un compañero que las mujeres estudiadas no conocían provocaba que las analizadas estuviesen más dispuestas a arriesgar todo su dinero. O, dicho de otra manera, la atracción conduce al orgasmo, el orgasmo a la oxitocina y esta a la confianza. El círculo de la vida se vuelve a cerrar una vez más.
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