La ira puede ser beneficiosa para la salud
.
La expresión de enfado es un fenómeno complejo, probablemente motivado por una variedad de factores, muchos de los cuales podrían ser específicos de la cultura
Al contario de lo que se piensa, la ira podría tener un
efecto beneficioso para nuestra salud, al menos para determinadas
personas. Según un trabajo que se publica en «Psychological Science», son las circunstancias que rodean a un ataque de ira, más que éste en sí mismo, las que parecen ser malas para la salud.
«Muchos de nosotros creemos ingenuamente que el enfado es
malo para la salud, pero nuestro estudio sugiere que únicamente lo es
para la cultura occidental, donde la ira se considera como una señal de
frustración, pobreza, bajo estatus y todo lo que potencialmente pone en
peligro la salud», afirma Shinobu Kitayama, autor del estudio y profesor
de la Universidad de Michigan (EE.UU.).
Algunos estudios previos de Kitayama y su equipo ya habían
apuntado que la ira funciona como una señal de elevado estatus y
privilegio en Asia y, a partir de ahí, establecieron la hipótesis de que
una mayor expresión de este sentimiento puede asociarse con una mejor
salud entre los asiáticos. Prueba de ello, explica este experto, sería
el incidente que protagonizó recientemente en un vuelo de Korean Air la
exvicepresidenta de la aerolínea e hija del presidente, Cho Hyun Ah,
que montó en cólera cuando el asistente de vuelo le ofreció
indebidamente una bolsa de nueces de macadamia. En un ataque de ira,
ordenó al piloto dar media vuelta para que el auxiliar fuera despedido.
Esta expresión de ira, que puede parecer desproporcionada en relación
con la situación, es una muestra típica de privilegio y poder, dice Kitayama, y por tanto podría estar vinculada con una mejor salud.
Marcadores inflamatorios
En esta trabajo los investigadores han examinado los datos
de ciudadanos estadounidenses y japoneses de mediana edad participantes
en sendas encuestas de salud y calidad de vida en las que se analizaban biomarcadores
de inflamación y el funcionamiento cardiovascular, que se asocian con
la ira y cuya combinación sirvió para medir su salud biológica.
Además, complementaron el estudio midiendo otros aspectos como la
frecuencia con que los participantes decían enfadarse y expresarlo a
través de comportamientos agresivos, tanto verbales como físicos.
Los resultados fueron contradictorios: mientras que una
mayor expresión de la ira se asoció con un mayor riesgo para la salud
biológica entre los participantes de EE.UU., para los japoneses la ira se asoció a una reducción del riesgo para su salud.
Según los investigadores esta relación que no se explica por factores
relacionados como la edad, el género, la presencia de una enfermedad
crónica, el tabaquismo y el consumo de alcohol, la condición social y la
experiencia de emociones negativas en términos más generales.
De hecho, los investigadores no encontraron un vínculo
entre otras facetas de la ira, como la propensión crónica hacia la ira o
el grado en el que los participantes suprimen estos sentimientos, con
los resultados de salud, lo que sugiere que podría tener diferentes
consecuencias en función del contexto cultural.
Así, señalan los autores, mientras en EE.UU. la
manifestación de ira puede vincularse con situaciones negativas, en
Japón parece reflejar un golpe de autoridad o en qué medida una persona
se siente autorizada para expresar su malestar. «La expresión de la ira
es un fenómeno complejo, probablemente motivado por una variedad de
factores, muchos de los cuales podrían ser específicos de la cultura.
Estos factores culturales se deben tener en cuenta para lograr una plena
comprensión de la relación entre la ira y la salud», afirman.
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