Una polémica que podría haberse evitado Hepatitis C
Enfermos de hepatitis C protestan frente al Ministerio de Sanidad. CHEMA BARROSO
Buena parte del ruido que ahora se oye a cuenta de la hepatitis C podría haberse evitado. Sin embargo, el parco conocimiento sanitario que tienen los políticos, junto a su escasa percepción de lo que la gente hoy valora la salud y la medicina, no tienen parangón en nuestro país. Ha pasado muchas veces. Solo hay que recordar el comportamiento de la Administración frente a las múltiples crisis sanitarias vividas en España desde la transición. El problema actual es el virus que infecta el hígado de aproximadamente el 2% de los españoles. No es algo coyuntural, hace tiempo que es estructural.
La táctica de las autoridades, más en tiempo de crisis, es ahorrar en gasto sanitario. Ayudar a sanar no se considera, equivocadamente, una inversión rentable. Los gerentes lo que quieren es llegar como sea a fin de mes. Sin embargo, es incompresible que estratégicamente no tengan en cuenta cuánto de sus medidas de contención del gasto les pasará factura inexorablemente con el tiempo y, sobre todo, cara a las elecciones. Y tocan este año.
En la Administración central, y también en las 17 autonomías que se supone que deben estar coordinadas, pocos se percataron en 2012 que se gestaba una rápida revolución en el tratamiento de la hepatitis C. Una enfermedad que desde hace ya unas décadas afecta seriamente a muchos españoles. No hay vacuna, tiene una historia natural silenciosa durante varios lustros y en un porcentaje alto de los casos provoca daño hepático serio, cirrosis y hasta cáncer de hígado. Es la primera causa de trasplante hepático.
Hasta hace tres años, la terapia para frenar la hepatitis C consistía en el uso de dos medicamentos: el interferón y la ribavirina. El primero suele tener efectos secundarios importantes y la terapia, además de tener que administrarse muchos meses, falla en un porcentaje significativo de las veces. La llegada de nuevos fármacos, en forma de pastillas, con pocos efectos adversos, que necesitan apenas 12-16 semanas para curar definitivamente a los pacientes, ha cambiado en 180 grados el futuro de una enfermedad frecuente. Expertos de prestigio llevan tiempo afirmando que en Hepatología hacía varias décadas que no se producía un avance de esta naturaleza. Los gestores, o no leen la literatura fundamental en medicina, o si lo hacen creen que la sociedad no tiene capacidad de reacción si se restringe al máximo una terapia que cura en poco tiempo aunque -todo hay que decirlo- sea carísima. Pero también son caras las terapias del cáncer y las del VIH, y se dan. Presionan, lógicamente, los enfermos. Que ahora el PSOE y Podemos utilice al virus C como bandera frente a los oponentes para conseguir votos, y puede que de este modo los obtengan, indica hasta qué punto las administraciones sanitarias no tuvieron en cuenta que esto es lo que pasaría. Lo verán con el tiempo.
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