La droga que esconde el 20% de las agresiones sexuales
Entre el 17 y el 20% de las violaciones a mujeres se
comete bajo efectos de alcohol o drogas, pero el Código Penal no lo
tipifica como agravante para el agresor. En muchos juicios, de hecho, se
ha usado como atenuante aprovechando la “amnesia parcial” de la
víctima.
Los médicos forenses, previo mandato judicial, son los primeros que reconocen a una mujer que acaba de ser víctima de una violación.
En ese primer contacto, los profesionales tratan de hacer compatible
las lesiones que encuentran en el cuerpo de la mujer con su relato de
los hechos. Pero a veces el relato está incompleto o difuso. La víctima
llega desorientada, nerviosa y es incapaz de recordar qué le ha pasado y
de dónde proviene el dolor de su cuerpo. Los expertos lo llaman “amnesia retrógrada”.
Entre el 17 y el 20% de las agresiones sexuales a mujeres se cometen bajo el efecto de alguna sustancia química. Lo que explica esa pérdida parcial de memoria y de la voluntad de la víctima es una droga en su organismo, normalmente benzodiazepinas (valium, orfidal, tranxilium, diezepan), escopolamina (conocida comúnmente como burundanga), éxtasis líquido o rohypnol.
Son sustancias que provocan somnolencia o desinhibición del
comportamiento, en dosis bajas hacen efecto en una hora y desaparecen
rápido de la sangre. En el argot policial lo llaman sumisión química.Hay unos 200 casos denunciados en Andalucía
entre 2014 y 2016 (el 25% jóvenes de 14 a 16 años), según el Instituto
Nacional de Toxicología. Se les llama la droga de los violadores, porque
es habitual que el agresor haya puesto alguna de estas sustancias en la bebida de la mujer sin su consentimiento. Aunque
las estadísticas señalan que el 50% de estas agresiones sexuales se
comete bajo efectos del consumo excesivo de alcohol, y sólo un 30% tiene
que ver con pastillas contra el insomnio o antidepresivos.
Se les llama la droga de los
violadores, porque es habitual que el agresor haya puesto alguna de
estas sustancias en la bebida de la mujer sin su consentimiento
El
informe pericial de los forenses tiene que tener muy en cuenta esas
lagunas en la memoria, para que no se vuelvan en contra de la víctima
durante el juicio. “Esa desorientación con la que llegan al hospital les
hace sentir inseguras. Recuerdan pero no del todo, sólo flashes.
Una chica se ha despertado desnuda en la cama de un amigo (la mayoría
de los agresores pertenece al entorno cercano de la víctima) y se
pregunta: ¿Cómo he llegado aquí? Poco a poco reconstruye una escena sexual en la que ella estaba consciente, pero incapaz de moverse”, explica Carmen Agüera, coordinadora de la Comisión de Violencia de Género en el Hospital Costa del Sol, de Málaga.
En el 8º Congreso para el Estudio de la
Violencia contra las Mujeres, celebrado en Sevilla, todas las forenses
que han participado coincidían en la importancia de abordar bien a las
víctimas en las primeras horas posteriores a la agresión. “Si ha habido
sumisión química, hay que actuar con urgencia antes de que la droga desaparezca del organismo.
Pero no debemos precipitarnos, se necesita mucho tacto, porque antes
tenemos que ayudar a la mujer a reconstruir las lagunas de su memoria. Y
en esto es fundamental la manera de preguntarles. Por encima de todo hay que evitar que sientan vergüenza o culpabilidad por no poder recordar bien lo que les ha pasado”, explica Carmen Álvarez, coordinadora del Instituto de Medicina Legal y Forense en Andalucía.
Durante uno de los debates más intensos del
congreso, Álvarez regañó a sus compañeros policías y jueces sobre la
manera de interrogar a la víctima. “En el primer contacto con ellas,
buscamos un sitio tranquilo e íntimo para la entrevista. Les explicamos
muy bien los pasos a seguir, las preguntas que les vamos a hacer y el
por qué de esas preguntas. Es importante que entiendan que no las están juzgando, que las preguntas van encaminadas a encontrar e identificar al agresor para así tipificar el delito”, dice. Preguntas como ¿Salió usted sola de noche? ¿Se emborrachó? ¿Consumió alguna droga? ¿Invitó usted al supuesto agresor a su casa? tienden a “revictimizar a la víctima si no se formulan adecuadamente”, apunta.
Los médicos forenses no suelen ser profusos en detalles en sus informes periciales, porque la mujer aún está aturdida, sufre amnesia parcial, y su primera versión puede ser algo diferente
a la que luego aparecerá en la denuncia. Para evitar que esos huecos en
la memoria suenen más tarde a contradicciones y sean usados en su
contra durante el juicio, el Instituto de Medicina Legal de Andalucía
recomienda a sus forenses no extenderse en detalles en el informe.
“Para los forenses, hay un camino fácil y
otro difícil”, advierte Álvarez. El fácil es que en la exploración del
cuerpo de la víctima encuentren señales de resistencia -moratones en el
cuello, alrededor de la boca o en el interior de los muslos- que en el
juicio serán “circunstancias agravantes” contra el agresor. El camino difícil es el de la sumisión química, porque no suele haber lesiones ni señales de forcejeo evidentes.
Existen indicios que se repiten y refuerzan la acusación: cuando un
cuerpo se convierte en un peso muerto es difícil manipularlo y suelen
aparecer enrojecimientos en las zonas salientes (nalgas, omoplatos,
codos, rodillas), de frotamientos con el suelo, por ejemplo. Pero no
siempre son concluyentes.
El forense puede incluso hallar restos
biológicos del acusado en el cuerpo de la víctima -pelos, saliva,
semen-, pero eso no demuestra que el sexo no fuera consentido. “Una
mujer drogada o bebida no pierde del todo la conciencia, ve lo que le está pasando, pero no puede impedirlo, y más tarde le costará recordarlo con claridad”,
dice Agüera. El problema son esas preguntas del principio que, las
formulen o no así, la víctima también se hace a sí misma, porque “todo
el patriarcado y la cultura machista pesa sobre sus hombros”.
Qué dice el Código Penal
La sumisión química entró en el Código Penal en 2010, en el apartado de abusos sexuales.
Pero el uso de sedantes con fines sexuales no está tipificado como
agravantes. Es más, en algunos juicios ha servido de atenuante demostrar
que la víctima había injerido mucho alcohol o que era consumidora
habitual de marihuana. El problema es que la sumisión química no
computa como agresión sexual (equivalente a una violación) en el Código
Penal, sino como abusos sexuales, cuya pena es inferior.
La sumisión química no computa como agresión sexual (equivalente a una violación) en el Código Penal
Esto
es algo que muchos forenses y especialistas y agentes de Policía han
criticado esta semana durante los debates del 8º Congreso para el
Estudio de la Violencia contra las Mujeres, celebrado en Sevilla.
Incluso Naciones Unidas, en la Resolución 53/7 de la Comisión de
Estupefacientes, insta a todos los países a legislar sobre las
“circunstancias agravantes en los casos en que se administren
subrepticiamente sustancias psicoactivas para cometer una agresión
sexual”.
En España, el artículo 181 del Código Penal
contempla penas de uno a tres años para quien “sin violencia o
intimidación y sin que medie consentimiento, realizare actos que atenten
contra la libertad o indemnidad sexual de otra persona”. Este artículo considera
abuso sexual la anulación de la voluntad de la víctima mediante el uso
de fármacos, drogas o cualquier otra sustancia natural o química idónea a tal efecto.
En ese caso, para los médicos forenses lo
más urgente es tomar muestras de orina y sangre para localizar restos de
droga antes de que desaparezcan del organismo. Aquí los tiempos están
muy tasados y la mayor dificultad es que las víctimas hayan esperado
demasiado al denunciar y ponerse en manos del forense. El alcohol
permanece diez horas en sangre y orina, la burundanga deja poco rasto
después de una hora, en seis horas es difícil verla en sangre y a las
12 horas es imposible hallarla en la orina. 24 horas después de una
agresión sexual bajo efectos de las drogas, la única opción de localizar
restos es por el cabello. Pero es una opción controvertida en los
juicios, porque requiere llamar a la víctima un mes después de la
agresión para tomarle una muestra de cabello, ya que los restos
aparecerán en la raíz (el pelo suele crecer un centímetro por mes).
La sumisión química es un fenómeno más extendido entre los jóvenes menores de 30 años.
Los chavales compran pastillas como la burundanga en internet, a través
de servidores que no están alojados en España, y que la Policía
clausura para ver cómo se reabren poco después con otro nombre. Aunque
en muchos casos se usan antidepresivos, ansiolíticos u otras pastillas
de la rama de los opiáceos que se consiguen en farmacia con receta, y
cuya venta y difusión se ha disparado a consecuencia de la crisis.
El otro fenómeno “peligrosísimo” que se ha extendido en los últimos tres años es el de las agresiones sexuales vinculadas con páginas de contacto en internet o aplicaciones de móviles tipo Tinder.
En este espectro, el perfil de la víctima cambia completamente, suelen
ser mujeres próximas a los 40 años que han conocido a alguien por
internet. “Es sorprendente como en ellas se agudiza un sentimiento
injusto de vergüenza y de culpa. Sienten que a su edad ya debían ser
conscientes de los riesgos de llevarse a un desconocido a casa y les
cuesta más denunciar. A las jóvenes les cuesta menos hablar”, concluye
Álvarez.
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