Si bebes alcohol hay un mayor riesgo de cáncer… o todo lo contrario
POR Aaron E. Carroll
El título provocó un ataque de pánico entre algunos de mis amigos.
Con base en evidencia, la Asociación Estadounidense de Oncología Clínica advirtió que incluso beber poco alcohol puede aumentar el riesgo de padecer cáncer.
Una vez más nos informan que algo que comemos o bebemos nos va a matar. Una vez más tenemos una oportunidad: discutir de una forma menos alarmista sobre el riesgo —y cómo se comunica— puede hacernos más felices y quizá más saludables.
Comencemos con el hecho de que es fácil utilizar estudios para hablar sobre el cáncer. Nada lo ilustra mejor que el estudio clásico de 2013 que analizó la investigación sobre cuarenta ingredientes típicos seleccionados de un libro de cocina común y corriente. Los investigadores descubrieron 264 estudios diferentes que se referían a por lo menos uno de esos ingredientes. ¿Su conclusión? Depende de dónde busques, puedes encontrar evidencia que afirma que casi todo lo que comemos se asocia tanto con altos índices de cáncer como con bajos índices de cáncer.
El meollo del comunicado de la sociedad de oncología es que existe una cantidad razonable de evidencia que sugiere una asociación entre algunos tipos de cáncer y el alcohol (específicamente, se refiere al cáncer orofaríngeo y de laringe, al cáncer del esófago, al carcinoma hepatocelular, al cáncer de mama y de colon). Reconoce que los mayores riesgos se presentan en aquellos que beben mucho, pero advierte que incluso beber con moderación puede aumentar el riesgo de cáncer. En Estados Unidos, dice además el comunicado, 3,5 por ciento de las muertes por cáncer son atribuidas al alcohol.
Por supuesto, esto significa que 96,5 por ciento de las muertes por cáncer no son atribuidas al alcohol. Si eliminamos la ingesta de alcohol en exceso, que nadie considera saludable y en la que el vínculo entre el consumo y la enfermedad es más seguro, ese número aumenta. Si también eliminamos a los que fuman —se cree que fumar intensifica la relación entre alcohol y cáncer— el número de muertes por cáncer que no se pueden atribuir al alcohol se acerca al 100 por ciento.
Vamos a estipular que pueda existir una correlación entre beber poco o con moderación y algunos tipos de cáncer. Aún no comprobamos que la relación es causal, pero vamos a aceptar que hay al menos un vínculo. En cuanto al cáncer de mama —que parece ser el que consigue más titulares—, beber poco se relaciona con un riesgo relativo de 1,04 según datos del comunicado. El riesgo relativo se refiere al cambio porcentual en el riesgo absoluto (generalizado) como resultado de algún cambio de conducta. (Además, 1,04 es un cambio porcentual de cuatro puntos del anterior 1,0, lo que significa un punto de partida sin diferencia de riesgo entre el grupo experimental y el grupo de referencia).
Una mujer de 40 años tiene un riesgo absoluto del 1,45 por ciento de desarrollar cáncer de mama en los próximos diez años. Este comunicado argumenta que, si ella consume poco alcohol, el riesgo aumentaría al 1,51 por ciento. Esto es un aumento de riesgo absoluto del 0,06 por ciento. Si utilizamos lo que se conoce como el número de pacientes que es necesario tratar para que un paciente sufra un evento adverso, esto podría interpretarse como que si 1667 mujeres de 40 años se volvieran bebedoras ocasionales, una de ellas podría desarrollar cáncer de mama. Las otras 1666 no tendrían cambios.
Por supuesto, beber con moderación o en grandes cantidades podría aumentar aún más el riesgo. El riesgo absoluto para esa mujer de 40 años iría del 1,45 por ciento al 1,78 por ciento para la bebedora moderada y al 2,33 por ciento para la bebedora de grandes alcances. Esos números aún no son tan aterradores.
No obstante, quizá cualquier aumento del riesgo es demasiado para ti. Está bien; sin embargo, si eres una de esas personas, debes reconocer que no puedes considerar ningún cáncer en el vacío. Una persona puede padecer casi cualquier cáncer.
El gran análisis de datos en el que se basó este comunicado observó veintitrés tipos de cáncer con respecto al consumo de alcohol. Encontró una relación peligrosa entre tres de ellos y el poco consumo de alcohol. Sin embargo, también encontró una relación de protección —es decir, una disminución del riesgo de cáncer— entre seis de ellos y la poca ingesta de alcohol.
No quiero decir que deberías comenzar a consumir alcohol en forma leve para evitar esos seis tipos de cáncer. Simplemente estoy señalando cómo ser selectivo te permite llegar a conclusiones distintas. En cuanto a la bebida moderada, hubo relaciones dañinas con siete tipos de cáncer y relaciones protectoras con tres. El comunicado se enfocó en las primeras, no en las últimas.
El análisis de datos de 2013 en Annals of Oncology que observó todos los tipos de cáncer encontró que, en general, beber un poco es protector, beber con moderación no tiene efectos y beber en exceso es perjudicial.
Incluso enfocarse en el cáncer es volverse selectivo. Una persona puede sufrir una gran cantidad de enfermedades y este hecho hace que los peligros de la bebida escasa y con moderación sean aún más turbios.
Si aceptas la metodología de los estudios conjuntos con grupos de casos y referencia, de los que surgen muchos de los vínculos entre el alcohol y el cáncer, deberías aceptar los resultados de estudios similares para otras enfermedades. Por ejemplo, un estudio conjunto de cerca de seis mil personas encontró que aquellos que beben al menos una vez por semana tienen mejores funciones cognitivas durante la edad adulta que aquellos que no beben. Una revisión sistemática en 2004 encontró que los bebedores moderados tienen menores índices de diabetes (hasta un 56 por ciento menos, aunque esto se trata de una disminución del riesgo relativo).
Las pruebas controladas aleatorias con alcohol (sí existen) muestran que beber poco o con moderación puede ocasionar una reducción en los factores de riesgo para enfermedades cardiacas, diabetes y embolias. Estos factores de protección podrían ser mayores que todos los otros factores de riesgo negativos (incluso el cáncer) que podrían estar asociados con beber poco o con moderación. En Estados Unidos mueren más mujeres por enfermedades del corazón que por cáncer. También más hombres.
Además, las advertencias extremas tienen otras consecuencias. Conozco mucha gente que ahora es escéptica ante cualquier noticia de este tipo porque pareciera que “todo” causa cáncer. Estos artículos casi nunca reconocen un punto de vista alternativo. Los riesgos absolutos de beber poco o con moderación son pequeños, al mismo tiempo que mucha gente obtiene placer de tomar un coctel o una copa de vino cada tanto. Incluso si existe un riesgo —y el riesgo total es debatible— es perfectamente razonable decidir que la calidad de vida que se consigue gracias a esa bebida es mayor que los daños potenciales que implica.
Lo mismo se puede decir de muchos alimentos, no solo del alcohol.
¿Qué podemos hacer al respecto? Podríamos hacer cambios sencillos para obtener un mejor entendimiento del riesgo, con el fin de que cada anuncio nuevo no nos ponga nerviosos:
1) Toma en cuenta los riesgos absolutos. Un aumento del 30 por ciento suena aterrador, pero un aumento del 1 por ciento al 1,3 por ciento de riesgo absoluto no suena tan mal, aunque significan lo mismo. De igual manera, debemos preocuparnos más de un aumento de riesgo del 5 por ciento en el rango del 20 al 21 por ciento que de un aumento del 30 por ciento en el rango del 1 al 1,3 por ciento.
2) No le des mucha importancia a los datos observacionales. Sobre todo, cuando se puedan consultar los datos causales.
3) No te concentres solo en una enfermedad e ignores a las demás. Algo puede ser dañino con respecto a un padecimiento mientras es benéfico en relación con otro.
4) No seas selectivo. Es decir, no te enfoques solo en algunos estudios o solo en ciertos resultados. Revisa toda la evidencia para apreciar un panorama lo más completo posible.
5) Acepta los daños y también los beneficios o las recomendaciones. Considera el sacrificio y el deleite.
Estas reglas no van a llegar a las tapas de los diarios. Sin embargo, podrían conducirte a una vida más feliz e incluso más saludable.
Aaron E. Carroll es un profesor de Pediatría en la Escuela de Medicina en la Universidad de Indiana que escribe un blog sobre investigación y políticas de salud en The Incidental Economist y realiza videos en Healthcare Triage. Él es el autor de “The Bad Food Bible: How and Why to Eat Sinfully”, libro del cual algunas partes de este artículo fueron adaptadas.
Con base en evidencia, la Asociación Estadounidense de Oncología Clínica advirtió que incluso beber poco alcohol puede aumentar el riesgo de padecer cáncer.
Una vez más nos informan que algo que comemos o bebemos nos va a matar. Una vez más tenemos una oportunidad: discutir de una forma menos alarmista sobre el riesgo —y cómo se comunica— puede hacernos más felices y quizá más saludables.
Comencemos con el hecho de que es fácil utilizar estudios para hablar sobre el cáncer. Nada lo ilustra mejor que el estudio clásico de 2013 que analizó la investigación sobre cuarenta ingredientes típicos seleccionados de un libro de cocina común y corriente. Los investigadores descubrieron 264 estudios diferentes que se referían a por lo menos uno de esos ingredientes. ¿Su conclusión? Depende de dónde busques, puedes encontrar evidencia que afirma que casi todo lo que comemos se asocia tanto con altos índices de cáncer como con bajos índices de cáncer.
El meollo del comunicado de la sociedad de oncología es que existe una cantidad razonable de evidencia que sugiere una asociación entre algunos tipos de cáncer y el alcohol (específicamente, se refiere al cáncer orofaríngeo y de laringe, al cáncer del esófago, al carcinoma hepatocelular, al cáncer de mama y de colon). Reconoce que los mayores riesgos se presentan en aquellos que beben mucho, pero advierte que incluso beber con moderación puede aumentar el riesgo de cáncer. En Estados Unidos, dice además el comunicado, 3,5 por ciento de las muertes por cáncer son atribuidas al alcohol.
Por supuesto, esto significa que 96,5 por ciento de las muertes por cáncer no son atribuidas al alcohol. Si eliminamos la ingesta de alcohol en exceso, que nadie considera saludable y en la que el vínculo entre el consumo y la enfermedad es más seguro, ese número aumenta. Si también eliminamos a los que fuman —se cree que fumar intensifica la relación entre alcohol y cáncer— el número de muertes por cáncer que no se pueden atribuir al alcohol se acerca al 100 por ciento.
Vamos a estipular que pueda existir una correlación entre beber poco o con moderación y algunos tipos de cáncer. Aún no comprobamos que la relación es causal, pero vamos a aceptar que hay al menos un vínculo. En cuanto al cáncer de mama —que parece ser el que consigue más titulares—, beber poco se relaciona con un riesgo relativo de 1,04 según datos del comunicado. El riesgo relativo se refiere al cambio porcentual en el riesgo absoluto (generalizado) como resultado de algún cambio de conducta. (Además, 1,04 es un cambio porcentual de cuatro puntos del anterior 1,0, lo que significa un punto de partida sin diferencia de riesgo entre el grupo experimental y el grupo de referencia).
Una mujer de 40 años tiene un riesgo absoluto del 1,45 por ciento de desarrollar cáncer de mama en los próximos diez años. Este comunicado argumenta que, si ella consume poco alcohol, el riesgo aumentaría al 1,51 por ciento. Esto es un aumento de riesgo absoluto del 0,06 por ciento. Si utilizamos lo que se conoce como el número de pacientes que es necesario tratar para que un paciente sufra un evento adverso, esto podría interpretarse como que si 1667 mujeres de 40 años se volvieran bebedoras ocasionales, una de ellas podría desarrollar cáncer de mama. Las otras 1666 no tendrían cambios.
Por supuesto, beber con moderación o en grandes cantidades podría aumentar aún más el riesgo. El riesgo absoluto para esa mujer de 40 años iría del 1,45 por ciento al 1,78 por ciento para la bebedora moderada y al 2,33 por ciento para la bebedora de grandes alcances. Esos números aún no son tan aterradores.
No obstante, quizá cualquier aumento del riesgo es demasiado para ti. Está bien; sin embargo, si eres una de esas personas, debes reconocer que no puedes considerar ningún cáncer en el vacío. Una persona puede padecer casi cualquier cáncer.
El gran análisis de datos en el que se basó este comunicado observó veintitrés tipos de cáncer con respecto al consumo de alcohol. Encontró una relación peligrosa entre tres de ellos y el poco consumo de alcohol. Sin embargo, también encontró una relación de protección —es decir, una disminución del riesgo de cáncer— entre seis de ellos y la poca ingesta de alcohol.
No quiero decir que deberías comenzar a consumir alcohol en forma leve para evitar esos seis tipos de cáncer. Simplemente estoy señalando cómo ser selectivo te permite llegar a conclusiones distintas. En cuanto a la bebida moderada, hubo relaciones dañinas con siete tipos de cáncer y relaciones protectoras con tres. El comunicado se enfocó en las primeras, no en las últimas.
El análisis de datos de 2013 en Annals of Oncology que observó todos los tipos de cáncer encontró que, en general, beber un poco es protector, beber con moderación no tiene efectos y beber en exceso es perjudicial.
Incluso enfocarse en el cáncer es volverse selectivo. Una persona puede sufrir una gran cantidad de enfermedades y este hecho hace que los peligros de la bebida escasa y con moderación sean aún más turbios.
Si aceptas la metodología de los estudios conjuntos con grupos de casos y referencia, de los que surgen muchos de los vínculos entre el alcohol y el cáncer, deberías aceptar los resultados de estudios similares para otras enfermedades. Por ejemplo, un estudio conjunto de cerca de seis mil personas encontró que aquellos que beben al menos una vez por semana tienen mejores funciones cognitivas durante la edad adulta que aquellos que no beben. Una revisión sistemática en 2004 encontró que los bebedores moderados tienen menores índices de diabetes (hasta un 56 por ciento menos, aunque esto se trata de una disminución del riesgo relativo).
Las pruebas controladas aleatorias con alcohol (sí existen) muestran que beber poco o con moderación puede ocasionar una reducción en los factores de riesgo para enfermedades cardiacas, diabetes y embolias. Estos factores de protección podrían ser mayores que todos los otros factores de riesgo negativos (incluso el cáncer) que podrían estar asociados con beber poco o con moderación. En Estados Unidos mueren más mujeres por enfermedades del corazón que por cáncer. También más hombres.
Además, las advertencias extremas tienen otras consecuencias. Conozco mucha gente que ahora es escéptica ante cualquier noticia de este tipo porque pareciera que “todo” causa cáncer. Estos artículos casi nunca reconocen un punto de vista alternativo. Los riesgos absolutos de beber poco o con moderación son pequeños, al mismo tiempo que mucha gente obtiene placer de tomar un coctel o una copa de vino cada tanto. Incluso si existe un riesgo —y el riesgo total es debatible— es perfectamente razonable decidir que la calidad de vida que se consigue gracias a esa bebida es mayor que los daños potenciales que implica.
Lo mismo se puede decir de muchos alimentos, no solo del alcohol.
¿Qué podemos hacer al respecto? Podríamos hacer cambios sencillos para obtener un mejor entendimiento del riesgo, con el fin de que cada anuncio nuevo no nos ponga nerviosos:
1) Toma en cuenta los riesgos absolutos. Un aumento del 30 por ciento suena aterrador, pero un aumento del 1 por ciento al 1,3 por ciento de riesgo absoluto no suena tan mal, aunque significan lo mismo. De igual manera, debemos preocuparnos más de un aumento de riesgo del 5 por ciento en el rango del 20 al 21 por ciento que de un aumento del 30 por ciento en el rango del 1 al 1,3 por ciento.
2) No le des mucha importancia a los datos observacionales. Sobre todo, cuando se puedan consultar los datos causales.
3) No te concentres solo en una enfermedad e ignores a las demás. Algo puede ser dañino con respecto a un padecimiento mientras es benéfico en relación con otro.
4) No seas selectivo. Es decir, no te enfoques solo en algunos estudios o solo en ciertos resultados. Revisa toda la evidencia para apreciar un panorama lo más completo posible.
5) Acepta los daños y también los beneficios o las recomendaciones. Considera el sacrificio y el deleite.
Estas reglas no van a llegar a las tapas de los diarios. Sin embargo, podrían conducirte a una vida más feliz e incluso más saludable.
Aaron E. Carroll es un profesor de Pediatría en la Escuela de Medicina en la Universidad de Indiana que escribe un blog sobre investigación y políticas de salud en The Incidental Economist y realiza videos en Healthcare Triage. Él es el autor de “The Bad Food Bible: How and Why to Eat Sinfully”, libro del cual algunas partes de este artículo fueron adaptadas.
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