Las principales enfermedades mentales tienen una sorprendente base común
Depresión, esquizofrenia, autismo y trastorno bipolar son más similares de lo que sus síntomas indican
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La base física de las enfermedades mentales es uno de los grandes avances del conocimiento en los últimos 100 años, pero el diagnóstico sigue basándose en los síntomas y en el comportamiento porque no se pueden detectar en un análisis de sangre, por ejemplo. Esto empieza a cambiar ahora que se ha encontrado que las principales enfermedades mentales comparten unos patrones de actividad genética parcialmente coincidentes.
El análisis de centenares de cerebros de pacientes mentales fallecidos ha revelado este solapamiento en la depresión, el autismo, la esquizofrenia y el trastorno bipolar, pero no en el alcoholismo. Las posibilidades que abre este trabajo para un diagnóstico preciso y unos mejores tratamientos son esperanzadoras, según los miembros del equipo internacional que publica sus resultados en la revista Science.
Que determinadas variaciones en el ADN de un individuo predisponen a ciertas enfermedades mentales es algo que se lleva años comprobando, pero se desconoce cómo lo hacen y cómo afectan los factores ambientales.
Sobre la base de 700 casos, se encontró una coincidencia significativa en la forma de expresión de muchos genes en la corteza cerebral de pacientes con autismo, esquizofrenia y trastorno bipolar. Por otra parte, existe otro solapamiento de expresión genética anormal entre la esquizofrenia, el trastorno bipolar y la depresión. Curiosamente, el trastorno bipolar coincide más con la esquizofrenia que con la depresión, al contrario de lo que suponían los expertos. La llamativa excepción a estas coincidencias es el alcoholismo, que no está relacionado con la depresión como factor de riesgo genético, como se suponía, ni con las otras tres principales enfermedades mentales.
Pero además de estas coincidencias o no coincidencias, algunos de estos trastornos, como la depresión y el autismo, presentan su firma genética propia. Muchos genes están hiperactivos tanto en la esquizofrenia como en el autismo, pero mucho más en el autismo, mientras que autismo, esquizofrenia y trastorno bipolar comparten además cambios importantes en la comunicación entre neuronas.
“Estos descubrimientos proporcionan una firma molecular, patológica, de estos trastornos, lo que supone un gran paso adelante”, explica Daniel Geschwind de la Universidad de California en los Ángeles, que ha dirigido el trabajo. “Mostramos que estos cambios moleculares en el cerebro están conectados a las causas genéticas subyacentes, pero no comprendemos todavía los mecanismos mediante los que estos factores genéticos producen esos cambios”, reconoce.
La esquizofrenia, concretamente, podría ser un efecto secundario de la evolución del complejo cerebro humano, aventuran unos especialistas, que han estudiado también diferencias en la actividad genética en la zona frontal del cerebro de pacientes de esta enfermedad respecto a sujetos sanos. “Esta es el área del cerebro que se desarrolló la última y la que más nos diferencia de otros primates no humanos”, dice Brian Dean, de la Universidad Swimburne, en Australia. “Se piensa que la esquizofrenia se da cuando factores ambientales disparan cambios en la expresión genética en el cerebro humano de personas con susceptibilidad genética a la enfermedad”.
El trabajo se publica en Schizophrenia y detalla 566 casos de expresión genética anormal en la zona frontal y cambios mucho menos numerosos en regiones próximas. “Se sabe que estas áreas del cerebro están implicadas en los rasgos característicos de la enfermedad”, añade Dean. Un hallazgo especialmente interesante es una ruta metabólica en la que figuran 97 de estos genes, un nuevo objetivo para intervenir con futuros tratamientos farmacológicos mejores y más eficaces.
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