Así reacciona al tratamiento un cerebro con esquizofrenia
Mente escindida o rota. Este viene a ser el significado etimológico de la palabra esquizofrenia, procedente del griego. Lo que sabemos hoy sobre esta grave enfermedad mental parece confirmar que el psiquiatra suizo Paul Eugen Bleuler acertó de pleno cuando acuñó el término hace 110 años, si bien él prefería hablar de esquizofrenias, en plural. De hecho, la enfermedad es un conjunto de trastornos mentales que afecta a diversas funciones cerebrales tales como el pensamiento, la percepción, las emociones y la conducta.
La esquizofrenia, considerada hoy una enfermedad crónica, causa gran incapacidad social y laboral, con un deterioro significativo de las relaciones interpersonales y del funcionamiento global de la persona que la padece. Escuchar o ver cosas que no existen, aislamiento, problemas para entender y tomar decisiones, creencias fuertemente sostenidas que no son reales (delirios), hablar cosas sin sentido, discurrir pensamientos que saltan de un asunto a otro de forma inconexa… Sus principales síntomas explican por sí solos la necesidad de ayuda profesional especializada para controlarlos, reducirlos o atenuarlos. ¿Y cuál es esa ayuda?
Los medicamentos antipsicóticos (también conocidos como neurolépticos) son el tratamiento más efectivo para la esquizofrenia. Permiten cambiar el equilibrio de químicos en el cerebro y pueden ayudar a controlar los síntomas. Desde que Jean Delay y Pierre Deniker empezaron en 1952 a probar sus efectos en pacientes psiquiátricos, es abundante la evidencia científica sobre sus buenos resultados. No deja de ser curioso que si, como hemos visto, esquizofrenia significa “mente escindida o rota”, neuroléptico quiera decir, literalmente, “atar nervios”. Lo que la enfermedad rompe, los neurolépticos logran reconstruirlo, aunque sea temporalmente.
Desafortunadamente, hasta un 40 % de los pacientes tratados con antipsicóticos puede persistir con síntomas de moderados a graves. Además, hasta la fecha, el tratamiento antipsicótico por sí solo no ha demostrado una gran mejoría en la adaptación social y laboral de la persona con esquizofrenia. Por estas razones, cada vez está más aceptado y extendido el uso de psicoterapias -especialmente la terapia cognitivo conductual- que sirven de complemento a la farmacología y promueven un mejor control sintomático, la adherencia al tratamiento y la integración del paciente a su medio.
La neuroimagen avala la psicoterapia
Sin embargo, y a diferencia de lo que sucede con los antipsicóticos, todavía son relativamente escasos los estudios sobre el nivel real de efectividad de la terapia cognitivo conductual frente a tratamientos convencionales y los que existen arrojan resultados variables. Por esta razón adquiere especial relevancia una reciente investigación con neuroimagen desarrollada por el equipo de Ingeniería Biomédica y Radiología del Hospital Quirónsalud Valencia. “Por primera vez se han podido objetivar cuantitativamente los beneficios que este tipo de terapias tienen en los pacientes con esquizofrenia y alucinaciones auditivas. Los resultados de nuestro estudio sugieren que la terapia cognitivo conductual produce cambios significativos en la forma en la que los pacientes activan algunas áreas cerebrales y procesan la información o determinados estímulos externos”, afirma el doctor Gracián García, ingeniero biomédico del centro.
En la investigación participaron cuarenta pacientes con esquizofrenia, a la mitad de los cuales se les administró solo fármacos, mientras que la otra mitad participaba también en sesiones de terapia cognitivo conductual. Paralelamente a estas sesiones, se realizaron exploraciones de resonancia magnética (RM) funcional, para valorar la respuesta cerebral ante estímulos auditivos con alta carga emocional, lo que ha permitido además observar cambios sutiles de la organización estructural y funcional del cerebro en estos pacientes”, explica el doctor Luís Martí Bonmatí, jefe del Servicio de Diagnóstico por la Imagen e Ingeniería Biomédica de Quirónsalud Valencia.
El estudio parece demostrar que la respuesta emocional cerebral de los pacientes mejora mucho si se combinan los tradicionales tratamientos medicamentosos con terapia cognitivo conductual. “Esta mejora se produce fundamentalmente porque determinadas áreas del sistema límbico de los pacientes, entre ellas la amígdala, se comportan de forma diferente. Estudios de seguimiento sobre estos cambios en la regulación emocional han demostrado que se pueden reducir las tasas de abandono de los tratamientos y prevenir potenciales recaídas, especialmente en pacientes crónicos”, destaca el doctor Gracián García.
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