La historia de la primera gran epidemia de una enfermedad de trasmisión sexual (y por qué culparon a América)
En 1509 el joven soldado alemán Ulrich von Hutten contrajo una enfermedad desconocida en ese entonces mientras estaba en Italia.
El pobre hombre agonizaba con los síntomas que le causaba la enfermedad. Así pasó 10 años.
"(En todo el cuerpo) hay furúnculos, parecidos en tamaño y aspecto a una bellota. Emiten un hedor tan fétido y pestilente, que quien lo huele, cree estar infectado. El color de las pústulas es verde oscuro, verlas es peor que sentir el dolor que infligen, pese a que la sensación se asemeja a estar acostado sobre fuego".
Esa era la descripción que hacía el paciente de sus dolencias.
Se calcula que para la década de 1490 la población europea se había recuperado de las muertes causadas por la plaga, también conocida como la Muerte Negra. Una de cada tres personas falleció a consecuencia de la enfermedad en todo el continente.
El comienzo
A principios de 1495 el rey francés Carlos VIII invadió Nápoles tratando de reivindicar su derecho a ese reino. Pero las tropas empezaron a contagiarse con una nueva dolencia.
Nadie había visto nada similar. Los doctores de la época no encontraban ninguna referencia en libros médicos antiguos.
Preocupó a la población tanto como lo hizo el VIH cuando fue descubierto en la década de los 80 del siglo pasado.
Tenía una similitud con esa enfermedad: se transmitía a través del contacto sexual.
Se trataba de la sífilis.
La gente estaba aterrorizada porque se propagó con gran rapidez. Llegó a Escocia, Hungría y Rusia.
A excepción de los ancianos y los niños, todos corrían el riesgo de contagiarse. Se encontraba en el burdel, pero también en el castillo.
Se cree que los reyes Francisco I y Enrique III de Francia, así como el emperador Carlos V, padecieron la enfermedad. Se piensa que tampoco escaparon del contagio los monjes ni los clérigos.
No importaba la jerarquía. Cardenales, obispos e incluso los papas Alejandro VI y Julio II la sufrieron.
La velocidad con la que se propagó revela mucho acerca de los hábitos sexualesde la sociedad en esa época.
Historia
Los franceses, por supuesto, la llamaban la enfermedad napolitana. Pero el resto se refería a ella como la dolencia francesa. Inicialmente no tenía un nombre técnico.
Al final, un médico francés sugirió referirse a ella como la "enfermedad venérea" porque en ese entonces se consideraba que su causa principal era el acto del amor, el cual, a su vez, se vinculaba con la diosa Venus.
La epidemia causada por la sífilis era distinta a las vistas con anterioridad: no se concentraba en una zona en particular ni se relacionaba con la estación del año.
Todos corrían el riesgo de enfermarse. Y una vez que eso ocurría, parecía que la persona nunca se recuperaba. No había ningún lugar al que se pudiera escapar para salvarse.
Si el tormento era difícil de llevar en el día, en la noche era peor. Quienes la padecían gritaban continuamente debido al dolor que sentían en los huesos.
Putrefacción espacial
¿Cuál era la causa de la enfermedad? Se pensó que un castigo de Dios por los pecados cometidos por la sociedad.
Así que el primer paso para lidiar con la misma era arrepentirse y rezar por la protección divina.
Dios, sin embargo, enviaba señales a través de otros medios. Los astrólogos de la época afirmaban que lo ocurrido tenía relación con dos eclipses de sol y la confluencia de Saturno y Marte.
"Las lluvias que cayeron en el año en todos los países fueron tan copiosas, que la tierra se contaminó con el agua estancada. No era de extrañar que la enfermedad se hubiera presentado", afirmaba un profesor de medicina de la época.
La conjunción de las estrellas contaminó el clima, lo que a su vez causó una podredumbre venenosa del aire. La consecuencia fue la putrefacción del cuerpo humano.
Esperanza
Se creía que el mercurio era el remedio para la sífilis. Era común utilizarlo para tratar problemas de la piel en esa época. Y ese fue el tratamiento que se le recomendó al soldado alemán. Respirar el gas del mercurio caliente.
Pero la cura era peor que la enfermedad. Los pacientes salivaban incontrolablemente, los dientes se les caían y perdían la razón. Sin embargo, se siguió utilizando por muchos años, interna y externamente.
Hasta que apareció un nuevo remedio en 1517: el guayaco, un arbusto que se encuentra en Haití. Supuestamente, era lo que usaban los oriundos de la isla.
Virutas del tronco se cocinaban a fuego lento en agua y el líquido se bebía dos veces al día. El tratamiento completo incluía pasar 30 días en un cuarto extremadamente caliente para sudar y botar la enfermedad.
En esa misma época se estableció una relación entre la sífilis y el castigo divino por un pecado personal y no colectivo. La persona se contagió por haberse involucrado en una relación sexual ilícita.
En ese contexto, las mujeres eran quienes transmitían la enfermedad y tentaban a los pobres hombres, en el estilo de Adán y Eva.
El estigma también afectaba a los niños cuyos padres sufrían de sífilis porque era una condición hereditaria. Generaciones enteras se consideraban malditas.
¿América o Europa?
Los contemporáneos pensaban que se trataba de una nueva enfermedad.
Una vez que se detectó que se transmitía de persona a persona, se asumió que tenía que haberse originado en un lugar en particular, y no como consecuencia del clima.
Se creía que había llegado a Europa con los marineros que regresaron de América con Cristóbal Colón.
Supuestamente atracaron en Barcelona, se unieron a las tropas en Nápoles y las prostitutas que siguieron al ejército se encargaron del resto.
Pero a los historiadores médicos americanos no les gustó nunca esa teoría, por lo que presentaron evidencia arqueológica para probar que la sífilis era una vieja enfermedad nativa de Europa que había aparecido con una nueva virulencia.
La cura
Es difícil saber si el debate se podrá dirimir. Pero hay certeza con respecto a ciertos aspectos. Las décadas previas y posteriores al 1.500 fueron de gran cambio en la sociedad europea.
La vida urbana, mudanzas y búsqueda de lugares para vivir, nuevas técnicas de guerra y cambios en los comportamientos sexuales.
El ambiente de los habitantes de esa época se modificaba constantemente. Y eso, generalmente, aumenta la incidencia de las enfermedades. Así que el surgimiento de nuevas epidemias era, probablemente, inevitable.
La sífilis llegó y se quedó, propagándose, en especial, en tiempos de guerra.
Con la llegada de la medicina moderna la bacteria que causa la enfermedad se identificó en 1905. Y en 1910 se descubrió el primer tratamiento efectivo.
Pero no fue sino hasta 1943, con el descubrimiento de la penicilina, que se encontró la cura para el padecimiento.
Los gritos nocturnos cesaron.
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