Los expertos llevan tiempo advirtiendo de que lo que muestra la publicidad de estos productos dista mucho de ser real
No prometen un mejor sabor ni ser más saciantes o completos que el resto. Cada vez más, lo que en realidad ofrecen los lácteos desde su lugar estrella en el supermercado es salud, una vía directa al bienestar.
Los yogures ya no quieren quitar el hambre, sino curar. Ésa es su estrategia de ventas. Y está funcionando, pese a que los expertos llevan tiempo advirtiendo de que lo que muestra la publicidad de estos productos dista mucho de ser real: ningún 'superalimento', por sí mismo, puede protegernos de la enfermedad o regalarnos años de vida.
Miguel Ángel Lurueña, especialista en Tecnología de los alimentos y divulgador científico, pone el ejemplo de uno de los productos pioneros en esta senda, las leches fermentadas con L. casei: "No hay pruebas concluyentes que permitan afirmar que estas bacterias y, por extensión, los productos que las contienen, contribuyan a la mejora o la protección del sistema inmunitario".
La evidencia científica dice que el L. casei no ayuda a nuestras defensas. De hecho, continúa, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha denegado en diferentes ocasiones la posibilidad de que las compañías incluyan declaraciones de salud en sus productos que hagan referencia a este aspecto.
Sin embargo, gracias a que "la legislación cojea bastante en este aspecto", las empresas siguen haciendo esta afirmación en su publicidad utilizando lo que José Manuel López Nicolás, profesor de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Murcia, denominaba hace unos meses en una entrevista con este periódico la estrategia del asterisco.
Básicamente, esta triquiñuela consiste en hacer grandes declaraciones para después, en la letra pequeña del producto, reconocer cuál es la clave de la afirmación. En el caso de los citados lácteos enriquecidos, el quid no está en el L. casei, sino en la vitamina B6.
"Las alegaciones de salud se evalúan y aprueban para sustancias individuales, no para el conjunto del producto. Por ejemplo, la declaración 'contribuye al normal funcionamiento del sistema inmunitario' está aprobada para la vitamina B6. Así, para poder incluir esta alegación en un determinado producto solamente tenemos que añadir una cantidad suficiente de vitamina B6. Es decir, podríamos añadir esta vitamina a una botella de agua mineral y promocionarla con esta alegación, algo que por cierto ya se está haciendo", señala.
"Hay que aclarar, además, que esta alegación no significa que tomar este producto vaya a mejorar nuestro sistema inmunitario, ni que cuanto más tomemos mejor vaya a funcionar. Lo que quiere decir es que nuestro sistema inmunitario necesita vitamina B6 para funcionar con normalidad", añade Lurueña.
Pero la vitamina B6, recuerda el dietista-nutricionista y divulgador Carlos Ríos, no es una sustancia poco frecuente ni deficitaria en nuestra dieta. Está presente en pescados, frutos secos y algunas frutas. Es más, "un plátano contiene 3,3 veces más vitamina B6 que una de esas leches fermentadas", por lo que "es bastante evidente que no necesitamos estos productos, ya que obtenemos esa misma vitamina en cantidades suficientes a través de una alimentación variada".
La prueba más clara de que los productos con L. casei no 'ayudan' a las defensas, apunta J. M. Mulet, doctor en Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad de Valencia y autor de la reciente obra ¿Qué es comer sano? (Ed. Destino), es que si lo hicieran "su consumo debería estar prohibido en pacientes post-trasplantados o con determinadas enfermedades autoinmunes", que deben tomar fármacos inmunosupresores para reducir la actividad de la 'policía' del organismo.
Por su parte, fuentes de la industria láctea insisten en que "el L. casei es una bacteria cuyos beneficios han sido analizados y reconocidos por la comunidad científica internacional" y que "merecen ser analizados más en profundidad de cara a su inclusión en las guías nutricionales y de salud".
Propiedades casi milagrosas
El caso del L. casei es un ejemplo, pero lo mismo sucede con otros yogures a los que se les atribuyen propiedades casi milagrosas, como controlar la hipertensión o prevenir la osteoporosis.
Los expertos en Nutrición no dan su beneplácito ni siquiera a los productos que contienen fitoesteroles, que sí han recibido la autorización de la EFSA para alegar que tienen un efecto positivo a la hora de reducir los niveles de colesterol.
Por un lado, recuerdan que estas sustancias están presentes de forma natural, aunque en pequeñas cantidades, en frutos secos, legumbres, verduras o aceites vegetales, entre otros. Pero, además, Carlos Ríos subraya que ese efecto sobre el colesterol que ejercen "no es significativo para prevenir enfermedades". Es decir, no hay pruebas concluyentes de que su consumo suponga una mejora del riesgo cardiovascular, que suele ser el objetivo de la mayoría de las personas que los compran.
Por otro lado, todos estos productos 'enriquecidos' pueden generar en los consumidores un falso halo de 'seguridad' y que, al tomarlos, descuiden sus hábitos pensando que ya están protegiendo su salud por una vía más rápida y cómoda -aunque también más cara-.
En la salud no hay milagros, subrayan. "Lo que sabemos que funciona es un estilo de vida saludable, que no sólo depende de la alimentación, sino de factores como el ejercicio físico o el descanso", zanja Carlos Ríos. Y un yogur no puede suplirlos
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