El codependiente es la madre del ludópata que le paga las deudas a su hijo. O la persona que vuelve una y otra vez con una pareja que la humilla. Siente que quiere ayudar al otro, pero solo activa sus problemas.
Sin ti no soy nada es una conocida canción de Amaral. También sería un acertado título para un libro que versara sobre una de las maneras más destructivas de relacionarse con la pareja: la codependencia emocional. Una forma de entregarse al otro que, en el imaginario romántico, se entiende como el amor más grandioso. Tan grandioso que supone la autoinmolación. Alguien codependiente se enfrasca en un tipo de sentimiento que no se corresponde con el amor, aunque a ellos les parezca que es así. Se trata de un sentimiento enorme e inmanejable, que no nace de un sano afecto o deseo por alguien, sino de una dolorosa carencia: “Necesito que me necesites”, como lo resume la psicóloga sanitaria Cayetana Egusquiza.
Esta especialista en terapia familiar sistémica destaca como uno de los rasgos fundamentales de estas personas su “afán por rescatar, olvidándose de sí mismas y anteponiendo las necesidades y problemas del otro a los propios”. Los codependientes viven una vida que no es la suya, sacrificando sus necesidades y deseos, y esto les provoca un sufrimiento y un estado de ansiedad que trastornan sus rutinas. Suelen llegar a la consulta con problemas de sueño, ansiedad, dificultades para la concentración, alteraciones alimentarias. Anulados como individuos con necesidades y deseos personales, se vuelven obsesivos. Y acaban desarrollando conductas de control hacia aquellos a quienes desean mantenerse atados.
A estas personas les cuesta poner límites, incluso aunque su pareja les haga daño. Es la madre del ludópata que le paga a su hijo las deudas de juego, o la persona que vuelve una y otra vez con una pareja que la somete a continuas humillaciones para alimentar su ego. Este eterno volver a caer en el abuso, una tendencia evidentemente dañina, tiene un porqué: “El codependiente busca sentirse necesitado o útil, y esto es más fácil de conseguir junto a una persona con problemas; a este tipo de personalidad le cuesta alejarse de una relación problemática porque, aunque le hiere, activa su función de rescatador”, explica Egusquiza.
La simbiosis es perfecta: un codependiente y alguien con problemas o con trastornos psicológicos son dos piezas de un puzle que encajan a la perfección. En lugar de beneficiarse de la unión, ambos alimentan sus disfunciones. “El codependiente es una figura fundamental para alimentar la conducta problemática de su protegido”, ilustra la psicóloga. “Lejos de ayudarle —como es su intención—, mantiene activo el problema”. En el caso de la madre que paga las deudas del hijo, ella cree que le ayuda cuando en realidad está favoreciendo que no asuma las consecuencias de sus actos y, por tanto, no se enfrente a su problema. Él la necesita a ella para que se haga cargo, material y emocionalmente, de su vida; ella necesita que él la siga necesitando… Un enredo perverso.
En el tratamiento de pacientes con adicciones, los psicólogos suelen atender a su entorno afectivo más próximo para detectar relaciones con personas codependientes que entorpezcan, sin ser conscientes, la curación. En algunos casos de maltrato continuado en la pareja, ya sea físico o psicológico, también se puede dar esta situación de codependencia de la víctima, cuando esta es incapaz de cortar el vínculo.
La salida pasa por enfrentar el problema. “Dejar de racionalizar y de justificar; hay que entender de dónde viene y qué mantiene activa esa necesidad de ser necesitado y centrarse en el cuidado propio”, explica Egusquiza. Es importante tener claro que eliminar conductas de codependencia no significa abandonar al otro, incluso puede ser todo lo contrario. Implica saber poner distancia, de forma que cada uno comience a hacerse cargo de lo suyo. Que se haga responsable de sus actos y sus consecuencias. Para desactivar la codependencia no es imprescindible, por tanto, romper la relación: basta con centrar el foco en uno mismo. “No hay que pretender cambiar al otro, sino modificar nuestra manera de comunicarnos y de actuar con él; así se cambiará la relación”, asegura Egusquiza. Hacia dónde, ya se verá. Pero que será un lugar mejor, seguro.Pero, al margen de estos casos de gravedad, existen muchas maneras de permanecer atados a relaciones abusivas por miedo al abandono. Es lo que la psicóloga Silvia Congost denomina “enganche tóxico”. Es decir, creer que no se puede vivir sin la otra persona. Para la experta, la codependencia supone “la incapacidad de romper una relación cuando se sabe que es necesario hacerlo” porque te provoca más sufrimiento que bienestar. Aunque Cayetana Egusquiza asegura que cualquiera, en algún momento de su vida, puede caer en un episodio de dependencia leve, señala que existe un factor de riesgo en personas cuya infancia se ha desarrollado en una familia con “patrones disfuncionales: adicciones, trastornos psicológicos, abusos o negligencia emocional… O padres que no han podido prestar la adecuada atención por alguna circunstancia”.
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