Coincidiendo con un eclipse solar, durante la película la oscuridad también se cierne sobre esta fastuosa civilización que ha suscitado cientos de mitos a su alrededor, alimentados por su ciencia asombrosamente avanzada y sus proezas arquitectónicas que han perdurado hasta nuestros días.En Apocalypto, el controvertido director Mel Gibson plasmó el colapso del Imperio Maya -que se asentó en los actuales México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice-. En la película, el protagonista es llevado a una gran ciudad maya para servir como víctima de uno de los sacrificios con los que pretendían acabar con la gran hambruna que les asolaba. La verdadera culpable fue la severa sequía que estaba ahogando sus cultivos, afectando sobre todo a su principal sustento, el maíz. Un estudio publicado este jueves en Science demuestra esta teoría, aportando algo de luz a los desencadenantes del declive de una de las civilizaciones antiguas más prolíficas.
Aunque no se especifica fecha, Apocalypto parece evocar el período Posclásico, transcurrido tras el gran colapso de la civilización durante el siglo IX en el período Clásico terminal. Como muchas otras civilizaciones antiguas, el modelo socioeconómico y político de la cultura maya era complejo, así como su relación con el medio natural, por lo que no podría señalarse a una sola causa como la culpable de su colapso y posterior desaparición.
"Las épocas de sequías extremas pudieron haber reducido de forma drástica las reservas de agua potable en la Península de Yucatán y haber mermado las cosechas", aclara Fernando Gázquez Sánchez, coautor del estudio e investigador español de la Universidad de St. Andrews de Reino Unido.
"Durante el período conocido como Clásico terminal (800-1000 d.C), el clima en la península estuvo caracterizado por ciclos de sequías continuadas", añade. Las reconstrucciones paleoclimáticas obtenidas a partir de los sedimentos de la laguna demuestran que hubo un descenso en la cantidad de lluvia anual (en torno al 40-55%), con picos de hasta el 70%, comparado con las condiciones actuales. "Las sequías acontecidas durante esta época fueron, sin duda, de las más severas -en términos de intensidad y duración- de los últimos 10.000 años", puntualiza el coautor del estudio.
Varios factores favorecieron el hundimiento de la civilización maya, pero todo indica que la sucesión de sequías fue uno de los más importantes. Sin embargo, como recalca Gázquez, "desconocemos la capacidad de adaptación que pudieron tener los mayas ante eventos bruscos y extremos como este". Teniendo en cuenta que durante los terremotos que asolaron México en septiembre del año pasado, las estructuras prehispánicas permanecieron impertérritas, sin apenas daños, como los que sí habían sufrido las edificaciones más modernas; la capacidad de adaptación de esta cultura parece admirable.
Un secreto escondido en el yeso
Para cuantificar la gravedad de este período de escasas precipitaciones durante el colapso maya, investigadores de la Universidad de Cambridge y de la Universidad de Florida desarrollaron un método para medir los diferentes isótopos del agua atrapada en el yeso de la laguna Chichancanab, en la Península de Yucatán. Este mineral se forma en tiempos de sequía -años con lluvias inferiores al 50%-, cuando desciende el nivel del agua de lagos y cuencas cerradas. "Para que el yeso aparezca en el lago se necesitan al menos 4 años seguidos con escasas precipitaciones y cada muestra que hemos analizado representa aproximadamente entre 10 y 15 años", explica el investigador.
"La ventaja de nuestro método es que puede ser aplicado a otros depósitos de yeso, abundantes en decenas de lagos, sedimentos marinos e incluso cuevas", subraya Gázquez. Además, este método también funcionaría fuera del planeta. Recientemente se han descubierto importantes depósitos de yeso en la superficie de Marte que podrían analizarse con el mismo procedimiento para desvelar cómo era el clima del planeta en el pasado.
Como 'línea de base' para comparar los datos obtenidos del yeso se utilizó la franja temporal comprendida entre 1994 y 2010. Después, los investigadores analizaron las precipitaciones y el agua de varios lagos de la Península de Yucatán. Con estos datos evaluaron el comportamiento de la laguna ante distintas situaciones climáticas más actuales (años secos o años más húmedos) para, posteriormente, compararlo con los resultados del yeso, correspondientes al período maya.
La datación de las muestras de yeso se produjo gracias a un descubrimiento fortuito, una semilla había quedado atrapada en el yeso y tras datarla con carbono-14, los científicos pudieron aseverar que la muestra era de entre el 780 y el 990 d.C. Período que coincide perfectamente con el declive de la civilización, constatado a partir de restos arqueológicos como la disminución del número de estructuras civiles y templos construidos.
La resolución temporal de las dataciones con carbono-14 no sirven para evaluar los cambios climáticos a pequeña escala (de décadas). Sin embargo, el conjunto presentado en el estudio indica que prevaleció un clima relativamente seco entre el 600 y el 1100 años d.C., "con condiciones de aridez que variaron en intensidad, pero que fueron máximas durante el período Clásico terminal de esta civilización", indica Gázquez.
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