Este investigador del CSIC y experto en edición genética es un gran divulgador científico, capaz de hacer comprender de manera sencilla experimentos complejos. Lluís Montoliu (Barcelona, 1963) ha participado en el ciclo 'El futuro por venir' de la Fundación Telefónica.
P.- De niño, ¿jugaba con hamsters?
R.- No. Mi vocación por la biología viene de un pueblecito de Aragón, donde vivía mi abuelo. Ahí había un carnicero que cada día sacrificaba a un cordero para venderlo al día siguiente y me llamaba para que le echara una mano. Sin darme cuenta, este matarife, que era un artista en lo suyo, me estaba dando unas lecciones de anatomía. Y a mí me fascinaba.
P.- ¿Cuál era su bicho favorito para martirizar?
R.- Yo no martirizaba a ninguno. Había gente a la que le gustaba arrancar las alas a las moscas o cortarle la cola a las largartijas, pero a mí me apetecía más observar. Yo era de los que se quedaba ensimismado viendo una tela de araña.
P.- ¿En España se investiga bien?
R.- Sí, bien y mucho. Yo no soy de los que me gusta quejarme. Evidentemente, nos falta financiación y podíamos hacer muchas más cosas.
P.- En su día, el Gobierno de Zapatero denegó fondos en 2008 a Francis Mójica, el investigador español que descubrió las herramientas CRISPR.
R.- Durante unos años, estuvo sin fondos, pero él se lo tomó como un acicate y se dedicó a utilizar las herramientas de las que disponía. Tenía un ordenador y podía consultar los genomas de múltiples bacterias. Empezó a indagarlos y se dio cuenta de que algunas bacterias, que no se infectaban por un virus, tenían un fragmento del genoma del virus incluido en su propio genoma. Y pensó que las bacterias tenían un sistema inmune. Esto fue lo que se le ocurrió a Francis.
P.- ¿A usted también le han denegado fondos?
R.- Nos ha pasado a todos los investigadores. Siempre recomiendo a todos mis compañeros, diversificar, sobre todo, cuando vienen tiempos de crisis. Hay que obtener financiación tanto nacional como europea, local y autonómica, además de fundaciones y de empresas biotecnológicas. Así puedes estar realizando multitud de experimentos.
P.- Todos somos mutantes, ¿me lo puede aclarar?
R.- Sí. Todos tenemos múltiples mutaciones genéticas. Tenemos 20.000 genes y dos copias: una que heredamos de nuestra madre y otra de nuestro padre. Cuando por cada gen, funciona una de estas dos copias, vamos bien. Cuando coincide que por un gen, las dos copias que hemos heredado están alteradas, es cuando se produce la enfermedad. Nosotros portamos muchísimas alteraciones, pero manifestamos pocas. Hay mutaciones que son más visibles que otras, como las de una persona pelirroja. Un pelirrojo es mutante en un determinado gen que hace que el pigmento sea sólo de uno de los dos colores que tiene.
P.- Explíqueme para que la gente lo entiende qué son las herramientas CRISPR.
R.- Es un sistema de edición. Cuando hablamos de edición, uno piensa en un ordenador. Si te equivocas y pones una letra de más, inconscientemente coges el ratón, lo pones encima del carácter y lo borras. Imagínate que esto lo pudiéramos hacer con nuestro ADN. Que mirando las letras, descubriéramos una que estuviera fuera de sitio y que, mediante unas herramientas de edición, pudiéramos restaurar la secuencia correcta. Ésas son las herramientas CRISPR de edición genética. Y, por eso, son tan revolucionarias. En el laboratorio nos ha cambiado la vida.
P.- ¿De qué manera?
R.- Ahora, podemos reproducir situaciones patológicas de una persona en los animales. Cuando hacemos el diagnóstico de una persona enferma y sabemos qué mutación tiene, esa misma mutación la podemos reproducir en las células de los ratones. Los llamamos ratones avatar. Si sabemos qué es lo que le pasa a esa persona, podemos diseñar una herramienta CRISPR que lo que haga es revertir el proceso y volver a la secuencia normal. Esto todavía no lo controlamos del todo. CRISPR es muy preciso a la hora de cortar, pero, una vez ya cortado, el pegar después ya no lo hacen las CRISPR, sino nuestras propias células. El pegado no lo controlamos tan bien.
P.- ¿Esto es lo que ha hecho el científico chino, He Jiankui, al crear los primeros bebés modificados genéticamente?
R.- Este investigador, si ha hecho lo que dice haber hecho, ha sido un irresponsable, trasladando innecesariamente unos riesgos, que sabemos que todavía existen a unos bebés. Este experimento no debería haberse autorizado ni realizado, por muchas razones, tanto científicas como éticas. Antes siquiera de considerar la mejora de seres humanos, que es lo que se ha hecho en China, tenemos la obligación moral de considerar las aplicaciones terapéuticas.
P.- ¿Supone crear una nueva clase de humanos?
R.- En cierto modo, sí. Dado que estas gemelas tienen en sus genomas unas modificaciones genéticas causadas por las herramientas CRISPR, y que son distintas a las que pueden tener el resto de los humanos de forma natural. Estas modificaciones las transmitirán a sus descendientes.
P.- Si la técnica está inventada, ¿por qué es tan arriesgado ponerla en práctica?
R.- Es una revolución en biomedicina. Pero todavía no controlamos del todo el resultado final de la misma. Trabajando con células, plantas o animales siempre podemos revisar el resultado del experimento. Pero, esta incertidumbre no la podemos trasladar a las personas. Es todavía imprudente y éticamente inaceptable.
P.- Sin embargo, el padre de las gemelas, portador del VIH, estará encantado de que sus hijas no vayan a contraer la enfermedad, ¿no?
R.- No es cierto que estas gemelas vayan a ser inmunes al virus del sida. Debido a la diversidad genética producida por la edición, estas niñas serán mosaicos. Tampoco es cierto que la edición genética fuera necesaria para que no se infectaran con este virus. Existen diversos procedimientos médicos aprobados, que no requieren uso de CRISPR, que permiten a progenitores portadores del VIH tener hijos con seguridad y sin riesgo de infección.
P.- En muchas ocasiones, las familias se quejan de que la investigación va demasiado lenta para sus demandas.
R.- Entiendo absolutamente las urgencias de las familias con miembros afectados por enfermedades graves, sin cura, pero lo importante es que sigamos avanzando en la investigación de nuevas terapias que, además de ser eficaces, sean, ante todo, seguras. No podemos saltarnos las etapas. Es esencial recordar los principios de la medicina y la bioética que nos dicen que, además de hacer el bien, no debemos hacer el mal.
P.- ¿Cuál es el riesgo de que otros científicos acaben emulando al Dr. Frankenstein?
R.- Sabíamos que, tarde o temprano, algún científico podría saltarse las leyes y las normas éticas sobre modificación genética de seres humanos. Y sospechábamos que, de ocurrir, podría suceder en China. Deberíamos tomar este desafortunado caso como ejemplo de lo que nunca debió ocurrir y evitar que se repita.
P.- ¿Qué les espera en el futuro a estas dos niñas?
R.- Pues, desgraciadamente, una vida de riesgo y de supervisión constante. Deberán tener su salud permanentemente monitorizada, tanto ellas como sus posibles descendientes. La diversidad genética de mutaciones que portan puede derivar en fallos sistémicos o en algún órgano a lo largo de su vida, de forma totalmente imprevisible.
P.- ¿Cuál es el principal peligro del ADN a la carta?
R.- Estamos muy lejos de hacer los bebés de diseño. Para cosas tan sencillas como el color de los ojos, necesitamos de 400 a 600 genes. No es nada fácil diseñar a una persona con un color de ojos determinado.
P.- ¿Cuánto falta entonces para dar el salto entonces a los humanos? Están empezando a probar las herramientas CRISPR en pacientes con albinismo como Patty, ¿no?
R.- A Patty lo que le pasa es que le falta una sola C. Tenemos 3.000 millones de letras y le falta una de estas letras en un gen determinado. Esa misma mutación la hemos reproducido en un ratón, al que vamos a tratar con diferentes procedimientos terapéuticos para ver si podemos revertir, no ya la pigmentación, sino la capacidad visual, que es realmente limitada en los albinos.
P.- ¿Se ha corregido ya la mutación que produce la muerte súbita en algunos embriones humanos?
R.- Eso se publicó en agosto de 2017 por unos investigadores americanos y coreanos, pero ese trabajo está en discusión. Sus conclusiones pueden tener otras interpretaciones, que no es la que dijeron los autores. De todas formas, antes de modificar embriones humanos, hay millones de pacientes con enfermedades congénitas sin cura para los que hay que diseñar nuevas terapias.
P.- Los organismos modificados genéticamente tienen muy mala prensa. ¿Por qué?
R.- A la sociedad no le llega la información desde la parte científica y sí de los colectivos que están en contra. Multitud de plantas y animales están modificados genéticamente. Antes se necesitaban centenares de cruces y ahora se hace en una sola generación y podemos averiguar: ¿Qué es lo que necesita este tomate o esta abeja o esta vaca para tener una característica específica?
P.- Hay muchos animalistas en contra de la experimentación con ratones, ¿cómo les convencería?
R.- Con transparencia. Trabajar con animales es un privilegio y exige cumplir una legislación extraordinariamente rigurosa en España. No es nada fácil y los seguimos utilizando cuando es indispensable. Antes hacía experimentos que ahora no necesito hacer con ellos. Hemos lanzado un acuerdo por la transparencia en la experimentación con animales, al que se han adherido 131 instituciones de todo el país.
P.- ¿Cuál es el principal enemigo de la ciencia?
R.- La ignorancia y las pseudociencias. Lo fácil que es vender productos milagro. Ése es nuestro caballo de batalla. Tenemos que instaurar, tanto en la sociedad como en nuestros políticos, la cultura de la utilización de las evidencias científicas.
P.- ¿Qué le haría más ilusión descubrir?
R.- Me gustaría que muchas de las terapias que estamos investigando en los laboratorios para tratar muchas enfermedades acabaran triunfando y siendo exitosas para muchos pacientes.
P.- LA ÚLTIMA PREGUNTA. ¿Curar enfermedades raras ya no es una quimera sino que puede ser una certeza?
R.- Puede ser una certeza tan pronto tengamos las herramientas adecuadas y las hayamos validado con seguridad.
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