Las trampas del amor: por qué volver con tu expareja puede dañar la salud
Cuando una relación se ha convertido en una droga, la recaída se convierte en el enemigo más peligroso
Si aún eres joven, estás lleno de amor y las estadísticas no fallan, retomar una relación fallida te parecerá una opción de lo más normal; el 44% de los amantes de entre 17 y 24 años vuelven con sus exparejas y más de la mitad de los que rompen continúan teniendo una relación sexual con ellas. Las idas y venidas entre los adultos son menos habituales, y solo el 37% de las parejas que han vivido juntas, y el 23% de los matrimonios ha retomado su relación tras la ruptura. Afortunadamente.
Puedes tener suerte con la nueva aventura, pero retomar una relación fallida generalmente es una mala opción. Es la advertencia que la profesora de estudios familiares y servicios humanos de la Universidad Estatal de Kansas Amber Vennum, la que observó que casi una cuarta parte de los matrimonios tiene una segunda parte. Su trabajo advierte de que si lo dejas, lo mejor es no volver con tu ex; el pronóstico de la relación suele ser poco halagüeño.
No eres romántico, es que romper duele de verdad
Un historial prolongado de rupturas y reconciliaciones está relacionado con el aumento de trastornos psicológicos como la ansiedad y la depresión. Y, cuando las relaciones de pareja se convierten en un ir y venir, se disparan los niveles hormonales, se altera el sueño, el apetito, la temperatura corporal y el ritmo cardíaco. Lo dice Trinidad Bernal Samper, doctora en Psicología, miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid y directora de los programas de mediación de la Fundación ATYME, cuya labor se centra en la mediación.
La depresión, que no es lo mismo que la tristeza, debilita el sistema inmunológico, por lo que no es raro que las rupturas estén acompañadas de infecciones, por extraño que parezca. A veces la cosa se complica y uno mismo decide caminar hacia el abismo; adquiere hábitos nocivos como el consumo de alcohol, tabaco u otras sustancias.
Es comprensible querer distanciarse de la realidad, pues “la ruptura de pareja es una de las experiencias más dolorosas que el ser humano puede sufrir”, dice Bernal. “Está cargada de una gran intensidad emocional y acompañada de pensamientos de seguir en contacto con el otro, que suelen reavivar el dolor, el odio y las fantasías de volver a estar juntos”, explica. Pero la realidad es tozuda, y el momento de dejarlo tiene una importancia crítica. Para no arrepentirte, piénsatelo dos veces y analiza bien los motivos que provocaron la separación antes de tomar la decisión.
La mejor forma de superar el bache
Dejarlo de buenas no es fácil, pero hay que intentarlo. Bernal indica que –siempre que se pueda– hay que tratar de separarse de la manera más pacífica y consensuada posible. Y que disponer de mediación y de un lugar neutral para conversar sobre los motivos de la separación, e intentar que ninguno de los dos se sienta dañado, ayuda. “Hay que saber llevar los tiempos acompasados, no desaparecer de la vida del otro sin decir palabra, dar su tiempo al que no desea romper y, si hay hijos, poder continuar con las funciones de padres. Terminar bien es el mejor antídoto para que el dolor no se cronifique”, sentencia la psicóloga.
“Es bueno recuperar o encontrar aficiones para recobrar las ganas de vivir (el ikigai, para los japoneses) y modificar los pensamientos negativos que llevan a la depresión, así como evitar compadecerse de uno mismo”, recomienda Bernal. También es importante evitar perseguir a la pareja, o sea, que no hay que buscar información sobre lo que hace en redes sociales ni indagar a través de amigos, familiares o círculos cercanos. Y nada de que un clavo saca otro clavo, el dicho popular puede precipitarnos contra una nueva relación sin estar preparados.Una vez se ha producido la separación, la respuesta más normal tiende a ser la inmovilidad, el meterse en uno mismo y recrearse en las vivencias de pareja a través de los recuerdos, los pensamientos, las fotos, los vídeos. Lo mejor es invertir esta tendencia y mantenerse activo, despejar la mente, salir con amigos, evitar todo lo que nos recuerden a la expareja –ya habrá tiempo de sacarlo del armario cuando estemos preparados–.
Llorar y reflexionar, el mejor antídoto para no volver
El amor es como una droga, y hay que pasar el mono. Cuando la relación es continuada, el organismo segrega oxitocina, una molécula conocida como la hormona de la felicidad, y, al producirse la ruptura, se echa en falta el subidón. “Como cualquier conducta dependiente, se puede acudir a un profesional para que nos ayude a desengancharnos y elaborar una lista de acciones rápidas para llevara a cabo en aquellos momentos en los que nos surge el impulso de ponernos en contacto con nuestro ex”.
Cuando lo hagan, procura que las experiencias pasadas no se apoderen de las presentes, y ten en cuenta que una ruptura no siempre es negativa. En algunos casos, la fea experiencia se convierte en un precioso aprendizaje, como el gusano que, tras una hermosa metamorfosis, se convierte en mariposa.Muchas veces basta con no reprimirse para eliminar el estrés, como explica Esteban Cañamares, psicólogo especializado en pareja y sexualidad del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Para él, esforzarnos para estar bien no vale demasiado, lo suyo es llorar todo lo que nos apetezca. “Más tarde o más temprano tendremos un respiro para poder volver a ilusionarnos”, sentencia el experto. Eso sí, pasada esta etapa hay que reflexionar sobre qué ha fracasado para no repetirlo en futuras relaciones, que seguro llegarán.
Las segundas partes pueden sí ser buenas… a veces
Ignasi Puig Rodas, sexólogo y psicólogo experto en terapia de pareja, considera que a veces un break puede ser beneficioso, que tomarse unas vacaciones de la pareja a también es positivo para ganar distancia y plantearse lo que no funciona. Eso sí, retomarlo de nuevo tras un corto espacio de tiempo podría indicar una falta de reflexión y un mal presagio de futuro. La nostalgia y la mente nos juegan malas pasadas. Minimizamos lo negativo y recaemos.
En todo caso, entablar una relación de amistad con una expareja no siempre es tan buena señal como parece. Al menos así lo indica un estudio de la Universidad de Oakland, que sugiere que esta conducta esconde rasgos maquiavélicos, narcisistas y psicopáticos.
Tranquilidad, no todos los casos son iguales. El sexólogo concluye que esto solo puede aplicarse en aquellas personas que tienden al juego de ‘ni contigo ni sin ti’, y que tienen cierta necesidad de manipulación sobre los demás. Pero esa es otra historia, y no de amor, precisamente.
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