El límite está en los bares
.
El parlamento europeo dio esta semana una vuelta de tuerca
más a la prohibición sobre el tabaco. Más avisos alarmantes, tanto en
texto como en imágenes en las cajetillas, prohibición de determinados
envases y de los mentolados y la entrada, por primera vez, en territorio
desconocido: los cigarrillos electrónicos. Un mundo nuevo que apenas ha
entrado en la adolescencia mercantil, sobre todo al otro lado del
Atlántico. Los europarlamentarios refrendaron el acuerdo de mínimos
alcanzado en la anterior presidencia lituana con la Comisión Europea y
dejaba a los países su regulación particular. En España, el Congreso
sacó adelante la prohibición de estos productos en colegios, zonas
infantiles (parques), hospitales, transporte y aquellas zonas de la
Administración que estén de cara al público.
Además, los diputados plantearon que los cigarrillos
electrónicos se rijan por los mismos criterios publicitarios que el
tabaco. Al sector, todas estas medidas les parecen bien. Reconocen,
desde la Asociación Nacional de Cigarrillos Electrónicos (ANCE), que un
reglamento es necesario para poner orden a un sector que ha crecido
mucho pero, en muchos lugares de forma desordenada. Según los datos de
la patronal, que aglutina a más de 500 empresas del sector, hay más de
3.600 puntos de venta en España. Y si se suman los estancos que también
venden estos productos, los lugares de venta se disparan hasta cerca de
los 7.000. Una proliferación de lugares de compra que ha surgido junto a
la crisis. “Muchas personas creyeron que vender vapeadores es sencillo,
que lo puede hacer cualquiera. Y la realidad ha demostrado que es más
complicado”, afirma Manuel Muñoz, presidente de ANCE.
Muchas personas invirtieron su dinero para montar una
franquicia, pero se dieron de bruces con dos realidades. “La
profesionalización del consumidor, que sabe a la perfección lo que
quiere, y que los cigarrillos electrónicos se pueden comprar en
cualquier parte”, comenta Muñoz. Papelerías, fruterías y hasta en un
puesto de salchichas. Son algunos de los lugares donde Muñoz ha
comprobado que se pueden comprar estos productos. “Esto devalúa el
producto porque no es serio”, añade Muñoz, para apuntar que algunos
aparatos para vapear pueden alcanzar los 120 euros en el mercado.
Además, esta sensación “de que se puede comprar en cualquier sitio” ha
hecho que se considere que no es un producto de calidad, que es algo
hecho en cualquier sitio. “Y no es así. Hay productos de mucha calidad”,
comenta el presidente de ANCE, que señala como ejemplo los líquidos que
se hacen en Estados Unidos o Grecia. “Estos –dice señalando el bote de
cristal con el líquido heleno- pasan dos controles de calidad”.
Pero esta facilidad de encontrar el producto en
distribuidores también ha tenido un problema: el cierre de tiendas. En
Valencia, por ejemplo, se ha producido una guerra de precios entre las
numerosas tiendas que ha provocado que se cierren tiendas. Por estos
motivos, Muñoz tiene claro que cualquier reglamentación viene bien para
lograr la profesionalización, pero hasta cierto punto. La ANCE ha
marcado como línea roja la ley antitabaco. “El cigarrillo electrónico no
es tabaco. Es otra cosa, otra experiencia”, indica el presidente de la
patronal.
“Existen muchos estudios, más de 200, que dicen que es
menos perjudicial que el tabaco. Nunca vamos a decir que sea saludable
porque tiene nicotina”, explica Muñoz, que asegura que están en contacto
con el Gobierno para regular las tasas que deben pagar las empresas por
la proporción de nicotina. “Es una experiencia diferente que el tabaco y
no sirve para dejar de fumar. No queremos que se equipare como un
método para dejar de fumar”, añade el presidente de ANCE. Por el
momento, la patronal de este polémico producto espera tener las normas
cuanto antes para seguir creciendo. La asociación cree que para 2016
puedan facturar unos 120 millones anuales y dar empleo a unas 10.000
personas. Aunque todo pasa por un reglamento claro.
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