La decisión de Brittany
.La historia es tristísima. Brittany se casó el año pasado. Planeaba tener hijos pronto pero unos extraños y fortísimos dolores de cabeza la llevaron al médico. El diagnóstico llegó en enero: un tumor, llamado gliobastoma, la forma más agresiva de cáncer en el cerebro.
Los médicos dudaban de que pudiera vivir un año más. Ella explicó: “Detuve todos mis planes. No podía traer un niño al mundo sabiendo que no va a tener madre”.
Decidió vivir con toda intensidad sus últimos momentos y la intensidad para ella es sencilla: estar con su marido, con su madre y con su padre adoptivo. Con la gente que más quiere.
También decidió viajar, porque ama viajar y ama la naturaleza. Su sueño era conocer el Cañón del Colorado y fue con ellos, sus seres queridos que la verán irse.
Conmueven las fotos que subió desde allí y Clarín publicó ayer. El cáncer le ha deformado la cara pero no se observa la enfermedad que la destruye. Brittany era de una belleza resplandeciente. Ahora, enferma, se ve en ella amor, serenidad y sonrisas: luce más bella todavía.
Las redes convirtieron su tragedia personal en una tragedia compartida. Desde Facebook le piden que desista, que continúe viviendo aún sabiendo que vivirá muy poco y de mala manera.
La mayoría hace hincapié en la voluntad divina y en que busque apoyo en Dios. Creen que el cuerpo no pertenece a su portador sino a Dios, que nos dio la vida. “No quiero morirme pero me estoy muriendo”, dice Brittany. La vida es un derecho, no una obligación. No existe nada más propio que nuestro propio cuerpo y es nuestra la decisión de anticipar la muerte cuando vivir parece más duro que morir.
Los pacientes de cáncer que deben someterse a quimioterapia a veces son espectros. Es durísimo verlos: enflaquecen, se les cae el pelo, les cambia el color de la piel. Son muertos en vida. Pero la quimioterapia los mata en vida para que sigan viviendo. Se envenenan para que ese veneno liquide a un veneno mayor: el cáncer. Y muchísimos sobreviven hoy a ese calvario escalofriante.
El cáncer de Brittany no tiene cura. Decidió morir este sábado luego de festejar hoy el cumpleaños de su marido. Será la última celebración, una última cena de lágrimas, un último abrazo, el último beso, el último apretón de manos. Es insoportablemente dolorosa y a la vez tremendamente profunda la decisión de Brittany, esa dignidad y esa fortaleza que brota desde el fondo de su debilidad. La fuerza extrema de la libertad, que no se rinde ni siquiera ante la muerte.
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