EN ARGENTINA, UNA INVESTIGACION CONSTATO DAÑOS GENETICOS EN NIÑOS EXPUESTOS AL GLIFOSATO
Los autores señalan que “no existen en la Argentina estudios que analicen los efectos genotóxicos producidos en los niños por la exposición a sustancias químicas”. El trabajo se propone examinar esos efectos para niños con exposición a plaguicidas por inhalación. El método utilizado es el “monitoreo genotoxicológico” que, a partir de células de la mucosa bucal, detecta daños genéticos y se viene aplicando en distintos países para poblaciones expuestas a agentes tóxicos.
Los investigadores estudiaron una muestra de 50 niños de Marcos Juárez, ciudad de 27.000 habitantes que “está rodeada por zonas cultivadas”; precisan que “los plaguicidas más utilizados en la zona son glifosato, en sus diferentes formulaciones líquidas o granuladas, y los insecticidas cipermetrina y clorpirifós en formulaciones líquidas”.
Las edades de los chicos de la muestra iban de los 4 a los 14 años, con una media de 9 años. Del total, 27 residían a menos de 500 metros de los lugares de aplicación de plaguicidas y 23 vivían a más de 500 metros (la ley provincial 9164 prohíbe la aplicación a menos de 500 metros de plantas urbanas). También tomaron, como grupo de control, 25 niños de la ciudad de Río Cuarto, residentes “por lo menos a 3000 metros de áreas de pulverización con plaguicidas” y “considerados no expuestos”. Así, el total de niños testeados fue de 75, 31 varones y 44 mujeres.
El ensayo se realizó en células de la mucosa bucal, obtenidas mediante hisopos estériles, como ya es habitual para análisis de ADN. Para cada niño se levantó “una historia clínica ambiental que interrogó sobre datos demográficos, tipo de exposición a plaguicidas, patologías, síntomas persistentes y estilo de vida”.
Analizados los resultados, “se encontró una media de 5,20 micronúcleos (indicadores de daño genético) cada mil células en las muestras de Marcos Juárez contra 3,36 cada mil en las de Río Cuarto” (un 55 por ciento más). Particularmente en el muestro efectuado en marzo/abril –al cabo de pulverizaciones continuas que duran de cuatro a seis meses–, el indicador de daño genético en niños de Marcos Juárez se eleva a 5,78 micronúcleos cada mil células.
Y hay más. Los investigadores compararon el daño genético en chicos que viven hasta 500 metros de las pulverizaciones con el daño en chicos que viven hasta 1095 metros, ya por fuera del límite legal de seguridad, y encontraron que “la frecuencia de micronúcleos no muestra diferencias significativas” con los que viven más cerca: “Tratándose de una ciudad relativamente pequeña, este resultado pone de manifiesto que las pulverizaciones podrían alcanzar, por vía aérea, a toda la localidad, y que la población se encuentra sometida a una exposición extremadamente alta y continua, dado que vive rodeada por los cultivos. Debería tomarse en cuenta este dato al momento de establecer resguardos ambientales en localidades que se encuentren rodeadas de cultivos donde se pulveriza”.
Los investigadores señalan que “el marcador utilizado detecta un nivel de daño que todavía es reversible”, lo cual “permite tomar las medidas necesarias para disminuir o suprimir la exposición al agente tóxico y de ese modo disminuir o prevenir el riesgo de desarrollar neoplasias (cánceres) y otras alteraciones patológicas”.
El riesgo de las fumigaciones
El estudio de la Universidad Nacional de Río Cuarto,
publicado en la revista de la Sociedad Argentina de Pediatría, detectó
que los chicos de la ciudad cordobesa de Marcos Juárez presentan casi un
55 por ciento más de anomalías que nenes no expuestos a plaguicidas.
Por Pedro Lipcovich
En
niños que viven cerca de lugares donde se fumiga con glifosato y otros
plaguicidas se constataron daños genéticos, que podrían conducir a
enfermedades como la leucemia y que ya estarían ocasionando síntomas
como broncoespasmo y hemorragias nasales. La investigación –publicada en
la revista de la Sociedad Argentina de Pediatría– fue efectuada por la
Universidad Nacional de Río Cuarto: en una muestra de chicos de Marcos
Juárez, ciudad cordobesa “rodeada por cultivos”, se registró casi un 55
por ciento más de anomalías que en nenes no expuestos a plaguicidas. Las
alteraciones genéticas son más en los chicos que viven a menos de 500
metros de las fumigaciones (límite permitido por la ley local) pero se
detectan aun en chicos que viven a más de un kilómetro. Los resultados
del estudio –en sintonía con estudios anteriores sobre trabajadores
rurales– plantean varias cuestiones urgentes: a) la distancia de
seguridad para agrotóxicos en zonas pobladas no se estaría cumpliendo;
b) aun si se cumpliera, resultaría insuficiente, ya que se detectó daño
aumentado en niños residentes a más de 1000 metros de las
pulverizaciones; c) el pronto reconocimiento del problema permitiría
encarar los problemas de salud de los niños ya afectados, ya que, según
advierten los investigadores, los daños registrados “todavía pueden
revertirse”.
La investigación fue publicada en Archivos Argentinos de Pediatría,
firmada por Delia Aiassa, Nora Gorla, Alvaro Méndez, Fernando Mañas,
Natalia Gentile y Natalí Bernardi, todos integrantes del grupo Genética y
Mutagénesis Ambiental (GEMA), de la Universidad Nacional de Río Cuarto.Los autores señalan que “no existen en la Argentina estudios que analicen los efectos genotóxicos producidos en los niños por la exposición a sustancias químicas”. El trabajo se propone examinar esos efectos para niños con exposición a plaguicidas por inhalación. El método utilizado es el “monitoreo genotoxicológico” que, a partir de células de la mucosa bucal, detecta daños genéticos y se viene aplicando en distintos países para poblaciones expuestas a agentes tóxicos.
Los investigadores estudiaron una muestra de 50 niños de Marcos Juárez, ciudad de 27.000 habitantes que “está rodeada por zonas cultivadas”; precisan que “los plaguicidas más utilizados en la zona son glifosato, en sus diferentes formulaciones líquidas o granuladas, y los insecticidas cipermetrina y clorpirifós en formulaciones líquidas”.
Las edades de los chicos de la muestra iban de los 4 a los 14 años, con una media de 9 años. Del total, 27 residían a menos de 500 metros de los lugares de aplicación de plaguicidas y 23 vivían a más de 500 metros (la ley provincial 9164 prohíbe la aplicación a menos de 500 metros de plantas urbanas). También tomaron, como grupo de control, 25 niños de la ciudad de Río Cuarto, residentes “por lo menos a 3000 metros de áreas de pulverización con plaguicidas” y “considerados no expuestos”. Así, el total de niños testeados fue de 75, 31 varones y 44 mujeres.
El ensayo se realizó en células de la mucosa bucal, obtenidas mediante hisopos estériles, como ya es habitual para análisis de ADN. Para cada niño se levantó “una historia clínica ambiental que interrogó sobre datos demográficos, tipo de exposición a plaguicidas, patologías, síntomas persistentes y estilo de vida”.
Analizados los resultados, “se encontró una media de 5,20 micronúcleos (indicadores de daño genético) cada mil células en las muestras de Marcos Juárez contra 3,36 cada mil en las de Río Cuarto” (un 55 por ciento más). Particularmente en el muestro efectuado en marzo/abril –al cabo de pulverizaciones continuas que duran de cuatro a seis meses–, el indicador de daño genético en niños de Marcos Juárez se eleva a 5,78 micronúcleos cada mil células.
Y hay más. Los investigadores compararon el daño genético en chicos que viven hasta 500 metros de las pulverizaciones con el daño en chicos que viven hasta 1095 metros, ya por fuera del límite legal de seguridad, y encontraron que “la frecuencia de micronúcleos no muestra diferencias significativas” con los que viven más cerca: “Tratándose de una ciudad relativamente pequeña, este resultado pone de manifiesto que las pulverizaciones podrían alcanzar, por vía aérea, a toda la localidad, y que la población se encuentra sometida a una exposición extremadamente alta y continua, dado que vive rodeada por los cultivos. Debería tomarse en cuenta este dato al momento de establecer resguardos ambientales en localidades que se encuentren rodeadas de cultivos donde se pulveriza”.
Los investigadores señalan que “el marcador utilizado detecta un nivel de daño que todavía es reversible”, lo cual “permite tomar las medidas necesarias para disminuir o suprimir la exposición al agente tóxico y de ese modo disminuir o prevenir el riesgo de desarrollar neoplasias (cánceres) y otras alteraciones patológicas”.
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