Ortorexia nerviosa: el trastorno que demuestra que hasta lo sano en exceso es malo
A menudo empieza con el deseo de sentirse bien consumiendo alimentos puros, "limpios".
Todo bien.
Eso lleva a despedirse para siempre de grupos de comida, como granos, azúcares o productos animales.
Por qué no.
Eventualmente, la dieta se reduce a una cantidad tan restringida de alimentos que el resultado es la desnutrición.
¡(...)!
Se trata de la ortorexia nerviosa.
El termino lo introdujo el doctor estadounidense Steven Bratman en 1997 juntando la palabra para 'correcto' del griego -orthos- con orexis -apetito-; un símil de anorexia -sin apetito-, el trastorno de la alimentación que la ortorexia a veces disfraza.
Aunque la meta de la anorexia es perder peso y el de la ortorexia es estar sano, ambas restringen los hábitos de comida a tal punto que ponen en peligro la vida de quien los padece.
Pero mientras que la anorexia es reconocida como un mal, la ortorexia tiene el problema añadido de que es "una enfermedad disfrazada de virtud".
De unos pocos a unos muchos
Si bien es cierto que una dieta que se base en alimentos naturales está lejos de ser mala, cuando se torna en una obsesión puede tomar el camino errado.
Refiriéndose a tendencias preocupantes hace 20 años, Bratman señaló ejemplos como los "lacto-ovo-vegetarianos que le tienen miedo a la leche; los crudistas, que comen alimentos sin cocinar y no procesados, que temen que picar los vegetales destruya su 'campo etéreo'; y a los no-ajo no-cebollacon influencia hindú, quienes creen que la familia de la cebolla provoca deseo sexual".
"Eventualmente, el ortoréxico dedica gran parte de su vida a planear, comprar, preparar y comer sus platos", escribió en Health Food Junkies.
En esa época, Bratman estaba hablando de los hábitos alimenticios de unos pocos, reducidos y selectos grupos.
Dos décadas más tarde, la obsesión con la comida sana es una corriente muy común y altamente digital: sólo basta buscar #CleanEating en Instagram o Twitter para comprobarlo.
Experiencia personal
Bratman también fue la primera persona diagnosticada con el trastorno, pues no sólo lo nombró, sino que admitió que él mismo se dejó seducir tanto por "la alimentación virtuosa" que se negaba a comer vegetales si habían pasado más de 15 minutos desde el momento en el que los habían cosechado.
Más recientemente, en su sitio web, aclaró que "en mi ensayo de 1997 y en lo que he escrito hasta ahora, he mantenido que mientras que los anoréxicos desean ser flacos, los ortoréxicos desean ser puros".
"No obstante, me veo forzado por la realidad a reconocer que la distinción ya no es tan clara. Al parecer, un alto porcentaje de ortoréxicos hoy en día sí se enfocan en la pérdida de peso".
"Como dejó de ser aceptable que una persona delgada cuente las calorías que consume, mucha gente que de otra manera sería diagnosticada como anoréxica habla de 'comer sano' lo que sólo 'coincidencialmente' implica escoger solamente alimentos bajos en calorías".
Sin fundamento
"Esos platos inspirados por Instagram, con unas hojas de espinaca, un poco de quínoa -que está muy de moda-, algunas semillas de granada -que se ve linda-, son muy bonitos pero no tienen sustancia", le dice a la BBC Miguel Toribio-Mateas, nutricionista y especialista en Neurociencia Clínica.
"Al final tienes una comida que te da 200 calorías -que no es nada a nivel energético- y sin proteínas. Está bien si te apetece un día pero si te niegas a comer el resto de comida normal porque la consideras sucia o algo que no podrías tener nunca en tu vida porque te va a hacer mal, hay un problema".
Y si te confunde el término "comida normal", el nutricionista se refiere a "un pescado con papas, por ejemplo". Efectivamente: papas.
Hoy en día hay tal diluvio de consejos sobre nutrición y salud en la web y los medios que es difícil ignorarlo y manejarlo.
"El azúcar, en este momento, es el demonio. Pues, si la tomas con mucha frecuencia, a lo mejor ganas algo de peso, y si estás muy descontrolado, puede contribuir al desarrollo de diabetes 2. Pero, de vez en cuando, tener la flexibilidad mental para poder decidir 'hoy me voy a comer un chocolate', es importante... e imposible para los ortoréxicos", ilustra Toribio-Mateas.
Lo exótico
Además del problema de ser aceptada socialmente, la ortorexia ha sido calificada como "una enfermedad del primer mundo" o "de las clases privilegiadas", algo que tiene mucho de cierto, como confirmó el nutricionista Miguel Toribio-Mateas.
"Si tienes que contar el dinero antes de ir de compras, no vas a pagar lo que cobran por los alimentos de moda catalogados como 'limpios'".
"Yo la llamo la dieta Instagram".
Y aclara: "No es que la granada no sea deliciosa pero si pretendes vivir de eso y otros pocos productos que leíste que tienen un alto contenido de antioxidantes y nada más, esa no es una decisión racional, sino emocional".
Lo difícil
Al consultorio de Toribio-Mateas, llegan ortoréxicas -pues la mayoría son mujeres- o para consultarlo sobre cómo tener una dieta a sus ojos perfecta, o porque sus familiares las llevan, pues ellas están convencidas de que lo que están haciendo está más que bien.
"Es difícil tratarlas, y no sólo porque tienen tanta información".
"Tengo un caso de una chica que prácticamente sólo come vegetales hervidos o a la plancha. Rechaza la carne, por las hormonas; los huevos, porque cree que tienen demasiada grasa; sólo se permite una cantidad mínima de aceite de coco, pues está convencida de que ayuda a quemar la grasa".
"Hay mitos que son más fáciles de derrumbar, pero ¿cómo le dices a alguien que no coma tantos vegetales? Tengo que convencerla de que introduzca otros alimentos que le provean lo que los exámenes me dicen que le falta".
Y para las pacientes, no sólo las opciones de comida sino también las de la vida se reducen.
"¿Cómo vives si llevas al extremo la idea de comer limpio hasta que se vuelve patológico? No puedes ir a un restaurante o bar porque te aterra no saber qué te están sirviendo. No puedes ir a casa de amigos a cenar, a menos de que sean ortoréxicos".
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