Identifican la red cerebral que hace posible la imaginación y la creatividad
.
Se localiza en el «área de trabajo del cerebro» e incluye zonas más desarrolladas en el cerebro de Einstein, como la corteza prefrontal o los lóbulos parietales
Si puede imaginarse, puede hacerse, sostenía el escritor
Julio Verne, que fue capaz de anticiparse en varias décadas a la
invención del submarino, con su obra “20.000 leguas de viaje submarino”,
o en un siglo la llegada del hombre a la Luna. ¿Qué diferenciaba a
Verne de su colega George Wells, autor de la “Guerra de los mundos” y
“La máquina del tiempo”, cuyas ficciones no han logrado salir de las
páginas de sus libros? ¿O por qué Estein fue capaz de imaginar con tanta
precisión los conceptos tan escurridos que plasmó en la teoría de la
Relatividad, y que han necesitado un siglo para ser ratificados
científicamente?
Investigadores de la Universidad de Darmouth creen haber
dado un paso más para descubrir qué estructuras cerebrales nos hacen a
los seres humanos capaces de crear obras de arte, inventar herramientas o
pensar de forma. Para averiguarlo, el equipo de Peter Ulric Tse se
preguntó cómo el cerebro nos permite manipular imágenes mentales Los resultados, que aparecen en el último número de “Proceedings”,
implican áreas que, según un estudio del año pasado aparecido en la
revista "Brain", estaban más desarrolladas en el cerebro de Einstein,
como el córtex prefrontal o los lóbulos parietales.
Para averiguarlo pidieron a quince participantes que reconstruyeran o descompusieran mentalmente una serie de figuras para formar otras totalmente nuevas. Con ello pretendían poner en juego una de nuestras capacidades más peculiares,
la flexibilidad con que nuestra mente puede manipular imágenes mentales
y modificarlas. Algo que ocurre, por ejemplo cuando intentamos
imaginar, por ejemplo, un abejorro con cabeza de toro.
Mientras llevaban a cabo tareas como esas observaron su
cerebro mediante resonancia magnética funcional y encontraron la
actividad se extendía por la corteza cerebral (la superficie del
cerebro) y también por otras zonas subcorticales. Estas zonas activas
mientras se manipulaban imágenes mentales coinciden con una amplia red neuronal que los expertos denominan “área de trabajo” del cerebro,
de la que no existían evidencias hasta ahora, y que teóricamente sería
la responsable nuestras experiencias conscientes y de las habilidades
cognitivas propias de nuestra especie.
En concreto, este “área de trabajo” del cerebro nos permite
manipular de forma consciente imágenes, símbolos, ideas y teorías con
la concentración necesaria para resolver problemas complejos y generar
ideas nuevas. Esta amplia red abarca cuatro zonas principales: las
cortezas prefrontal dorsolateral -donde reside la memoria a corto plazo-
y la parietal posterior -fundamental para ejecutar los movimientos
planeados-. En conjunto estas dos estructuras actuarían como un sistema
ejecutivo que recluta otras regiones del cerebro y guía el
comportamiento.
Completan el “área de trabajo” la corteza occipital (en la
parte posterior del cerebro), implicada en la visión y también
importante para recrear experiencias visuales, y el precúneo posterior
(situado internamente entre los dos hemisferios cerebrales), una de las
regiones con mayor número de conexiones de la corteza cerebral, que
conecta las tres áreas anteriores y actuaría como un nodo logístico que
permite el procesamiento de la información de forma consciente.
También se encontró actividad en otras regiones, como el
cerebelo -que además de controlar los movimientos, como clásicamente se
pensaba, interviene también en la atención- o el tálamo –que podría
jugar un papel importante en la consciencia-.
Según el estudio para mantener una imagen en mente se
requiere la activación de toda esta amplia red en ambos hemisferios
cerebrales, mientras que la manipulación de esas representaciones
(construir o descomponer las imágenes) activa partes de la red de forma
más dispersa, ligeramente concentradas en el hemisferio izquierdo y con
la mayor actividad localizada en el precúneo posterior (entre los dos
hemisferios cerebrales). Esta estructura fundamental para manipular las
imágenes mentales, el precúneo, está más evolucionada en los humanos que
en el resto de los primates y otros animales y es una de las que más
tardan en madurar (mielinizarse) en el cerebro en desarrollo.
“Nuestros hallazgos nos ayudan a comprender mejor cómo la
organización del cerebro nos hace diferentes de otras especies y nos
permite ser tan creativos. Si comprendemos esas diferencias podremos
saber de dónde procede la creatividad humana y posiblemente podamos
recrear esos procesos creativos en las máquinas”, señala el autor
principal del estudio, Alex Schlegel.
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