viernes, 16 de octubre de 2009

El efecto placebo demuestra el poder de la mente como fármaco

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El efecto placebo demuestra el poder de la mente como fármaco

Juan (nombre ficticio) no paró de quejarse durante un año de un gran pinchazo estomacal que le saltó al brazo izquierdo. El dolor se le hizo tan insoportable que por fin se sentó delante del médico que le dedicó más atención que los últimos cinco a los que había visitado en todo ese tiempo. Le habían dicho que era un gran profesional con mucha credibilidad. El doctor escuchó sus quejas hasta que, por fin, garabateó una receta con un medicamento cuyo nombre no recuerda. Era una cápsula roja de gran tamaño que debía tomar cada ocho horas. Un poco cara, pero científicamente su efecto estaba comprobado. A los dos días, el dolor se había esfumado. Como si nunca hubiera existido. Tan alucinado estaba, que le enseñó el prospecto a una amiga suya, médica de profesión, para que le cantara las maravillas de la tal cápsula roja ‘milagrosa’. Tras una sonrisa pícara, su médico-amiga le invitó a sentarse. “Juan, te voy a explicar qué es un placebo”.

Todo el mundo quiere que los médicos hagan todo lo posible para curar sus males. Nadie se imagina saliendo de una consulta médica sin una receta en la mano. Pero… ¿Tomaría ese medicamento si supiera que es un placebo? ¿Se sentiría engañado si un médico le hubiera recetado un fármaco inactivo aunque le haya curado? ¿Hasta qué punto están interconectados cuerpo y mente? Son la mayoría de las investigaciones que demuestran la habilidad de los placebos para paliar un abanico amplio de trastornos. Está intrínsicamente relacionado con enfermedades relacionadas con el dolor, los problemas mentales, los procesos inflamatorios y las patologías del sistema inmune. Los que mejor responden son aquellos que padecen arritmias cardíacas, úlceras, síntomas psiquiátricos, migrañas, alergias y dolores erráticos.

Con el paso del tiempo se ha podido perfilar el tipo de placebo más eficaz. Comprobado está que “las inyecciones funcionan mejor que las pastillas”, cuenta el doctor Albert Figueras. Cuando se opta por recetar fármacos, el efecto es mayor cuanto mayor tamaño tiene. Las de color rojo o negro son más útiles que los blancos. Cuanto más caro es, más mitigan el dolor y cuanta más dosis se administre, mejores son los resultados. “Es determinante la actitud del personal médico, las creencias respecto a los procedimientos médicos y la confianza que se tenga en ellos”, cuenta el psicólogo clínico Pedro Rodríguez.

Cuando se administra un medicamento, sea el que sea, lo que realmente se receta son sugestiones verbales. El paciente quiere curarse y el médico es la persona que tiene potestad para curarlo. Se pensaba que el efecto es puramente psicológico, pero se ha comprobado que utiliza los mismos canales neurológicos que los fármacos a los que imita. “Hay gente que lo único que necesita es una respuesta a su pregunta. Mitigar su duda. Sólo eso”, dice Rodríguez.

Pastillas de azúcar milagrosas

El placebo prototipo es una pastilla de azúcar sin ningún principio activo que se utiliza en ensayos clínicos para comparar la eficacia de un fármaco. En casi todos los estudios médicos, un porcentaje de las personas a las que se les suministra un placebo informan de una mejora en sus síntomas. Hay casos en los que llegan incluso a superar los efectos del medicamento real. ¿Es la mente entonces nuestra mejor medicina? “El problema es que hemos vivido demasiados años con el cuerpo separado de la mente. Y no. Ningún cerebro funciona sin cuerpo ni viceversa. Las emociones influyen mucho en cómo funciona nuestro organismo”, dice el doctor Figueras. Hay más placebos que las pastillas. Hay gente que por hablar con el médico ya se siente mejor. O los que cuando reciben un diagnóstico negativo empiezan a sentirse peor. Una onza de chocolate, por ejemplo, puede servir de placebo para alguien. “En realidad, cualquier persona tiene la capacidad para curarse de ciertos síntomas por sí misma”, asegura el doctor Figueras.

Pero, ¿debe saber el paciente que está tomando un medicamento inactivo? ¿Debe informar el médico de que ese fármaco no tiene eficacia médica? ¿Se sentiría igualmente aliviado? Parece que si el paciente es consciente de ello después de haber pasado el tratamiento puede sentirse engañado por su médico. En otros casos, ocurre justo lo contrario: aumentará su confianza con el médico. “Se ha observado que muchos pacientes tratados con placebo se curan incluso sabiendo lo que están recibiendo”, dice el doctor Figueras.

El término placebo, complacer en latín, responde a la necesidad de un paciente a que su médico complazca sus necesidades. La relación entre la expectativa de un paciente y el resultado terapéutico que espera es la mejor manera de comprender la interacción entre la mente y el cuerpo. ¿Quién no se ha tomado nunca vitamina C para aliviar un resfriado? Demostrado está que no tiene ningún efecto.