sábado, 29 de noviembre de 2014

SABROSONA LA ALMEJITA

Pere Estupinyà5 floras vaginales y diferentes bacterias en penes no circuncidados

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Desde 2007 investigadores de los Institutos Nacionales de la Salud de EEUU están impulsando un proyecto llamado Human Microbiome, destinado a caracterizar los billones de células bacterianas que habitan en tus intestinos, piel, boca, ojos… realizando funciones digestivas y de protección sin las cuales no podrías sobrevivir. Si; estás repleto de bacterias “buenas” protegiéndote contra virus u otras bacterias “malas”.
Cómo no, la zona genital -muy delicada por infecciones especialmente en el caso de mujeres- no se les podía pasar por alto.
Penes circuncidados tienen diferentes bacterias a no circuncidados
papers genital microbiomePero si empezamos por los hombres, allí descubrieron una gran peculiaridad: las poblaciones bacterianas de los hombres circuncidados suelen tener más presencia de bacterias “aeróbicas” (cuyo metabolismo requiere la presencia de oxígeno), y los no circuncidados de “anaeróbicas” (que no necesitan oxígeno para sobrevivir).
El microbiólogo Jacques Ravel de la University of Maryland Medical School explica que ambas microbiotas son sanas, pero que “las anaeróbicas de los hombres no circuncidados son más parecidas a las vaginales, con lo que pueden generar menos respuestas adversas tipo vaginosis”.
Esto es importante: la vaginosis caracterizada por cierto picor y olor transitorio, no es que sea una infección por agentes externos; sino un desequilibrio de la flora bacteriana vaginal que permite un crecimiento desigual de bacterias lácticas. En ocasiones la vaginosis se produce por excesiva limpieza genital: si quitas las bacterias buenas, pueden crecer más las malas.
En otros casos, la compatibilidad bacteriana genital entre amantes (en caso de no utilizar preservativo) también puede influir. Incluso la eyaculación, que temporalmente aumenta el pH vaginal de 3-5 a 7, puede facilitar la vaginosis si el sistema ya estaba previamente un poco desequilibrado.
5 floras vaginales: el olor no siempre indica infecciónvagina guarra
En 2012 Jacques Ravel publicó en Science sus resultados sobre microbiota vaginal, estableciendo que entre las mujeres hay 5 tipos diferentes de floras bacterianas completamente sanas. Utiliza el paralelismo de un bosque, una selva, una pradera… que todos son ecosistemas estables, pero cada uno cuenta con sus habitantes adaptados al entorno.
En el caso de las vaginas, obvio que las bacterias cambian por ejemplo durante el ciclo menstrual o el embarazo, pero Ravel ha identificado 5 subtipos bastante constantes a lo largo de la vida. Algunos subtipos están dominados por diferentes Lactobacillus, mientras que otras tienen más Streptococcus o Corynebacterium (entre muchos otros).
Eso según Ravel hace que “en el futuro las recomendaciones de los ginecólogos serán adaptadas al perfil vaginal del paciente”, y que “en ciertas mujeres recibir sexo oral -por ejemplo- es más problemático que en otras”.
Pero quizás el aspecto más delicado es el fuerte olor vaginal que tanto molesta a algunas mujeres. Considerado a menudo como una indicación de enfermedad, Ravel explica que existen algunas floras vaginales completamente sanas que tienen bacterias generando un pH ácido y moléculas amínicas provocando un olor que, a pesar de ser muy desagradable, no indica ningún problema sanitario o infección.
Las mujeres que sufren esta incomodidad no la resuelven con lavados, porque su ecosistema bacteriano vuelve a regenerarse. La opción, según Ravel, será tener productos probióticos que poco a poco modifiquen por completo el ecosistema bacteriano vaginal.

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Un identikit de los hombres violentos


Como piensan quienes golepean  a las mujeres y por que actúnan de ese modo..   Cuatro profesionales que trabajan con hombres violentos cuentan sus experiencias y los desafíos de su trabajo. Las resistencias a los tratamientos. Los cambios que se pueden lograr.
Creen en la superioridad del hombre sobre la mujer y ven como “peligroso” que ella tenga autonomía y tome sus propias decisiones. Están convencidos de que si su pareja desafía su autoridad o los contradice tienen derecho a imponerle un correctivo, y que ella es parte de sus posesiones. Dicen que si la empujan, le tiran del pelo, la pellizcan o no le pegan “tan fuerte”, no la están agrediendo. Y que, en todo caso, si le pegan es porque ella los provocó o se lo merece. Incluso, argumentan que la violencia “es cruzada”, que ella también es violenta y ellos sólo “reaccionan” para defenderse.
Así piensan y actúan hombres que ejercen violencia de género en el ámbito doméstico. El conjunto responde a lo que expresan ellos mismos en distintos grupos, a los que concurren mayoritariamente obligados por la Justicia, a modo de probation, para recibir tratamientos “psicosocioeducativos” que los ayuden a modificar su conducta. ¿Cambian o son irrecuperables? En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la No Violencia hacia las Mujeres, cuatro profesionales que trabajan en distintas instituciones con hombres violentos cuentan sus experiencias, los desafíos y frustraciones.
Saben que hay “mucha resistencia institucional y social” para apoyar terapias que pongan el foco en los victimarios. Porque hay quienes sostienen que no vale la pena, dado que el porcentaje que logra “reeducarse” suele ser bajo y que entonces hay que priorizar los recursos y el presupuesto –generalmente escaso– en atender a las víctimas. Los especialistas responden: “Nosotros trabajamos con hombres pensando en las mujeres y niños”.
Y reclaman que se implemente un Programa Nacional de Asistencia a Varones Agresores, con perspectiva de género y de derechos humanos, en el marco de un plan nacional para prevenir, sancionar y erradicar la violencia hacia las mujeres, previsto en la Ley 26.485, sancionada en 2009. “Por cada hombre que atendés, estás ayudando al menos a dos mujeres”, destacan.

Aníbal Muzzín y Sebastián Kikuchi son psicólogos. Muzzín coordina grupos de hombres que ejercen violencia machista en el Equipo de Violencia del Hospital Alvarez, de la ciudad de Buenos Aires, Kikuchi en la Dirección de Políticas de Género de la municipalidad de La Matanza; Liliana Carrasco y Carmen Umpierrez son trabajadoras sociales. Carrasco se desempeña en el servicio de Abordaje Integral en Violencias de Género del Sanatorio Municipal Julio Méndez, de la obra social de empleados municipales de Buenos Aires (ObSBA); Umpierrez, en la Asociación Civil Pablo Besson, dedicada a la Prevención y Asistencia en Violencia Familiar, donde trabajan fundamentalmente con hombres de comunidades religiosas, principalmente miembros de iglesias evangélicas.
Las cuatro instituciones forman parte de la Red de Equipos de Trabajo y Estudios en Masculinidades, creada en 2011 por el precursor del trabajo con varones violentos en la Argentina, Mario Payarola, quien comenzó en 1995 en el municipio de Vicente López y luego fue creando otros espacios. Pero trabajó durante años “en completa soledad”, dice Muzzín. “La mayoría nos formamos con él”, agrega. Hay más instituciones y profesionales que forman parte de la red: decidieron agruparse con el objetivo de unificar criterios en el tratamiento de la problemática. Y además, “para no estar tan solos en una temática que necesita un abordaje colectivo. Hay mucha resistencia institucional y social para trabajar con varones”, reconoce Carrasco. “Y también nos agrupamos por la resistencia de los mismos varones a asistir a este tipo de grupos, si los encuentros no se adecuan a sus horarios.
Trabajar en red nos permite cubrir distintas bandas horarias”, agrega Umpierrez. Hace pocas semanas se realizó el primer encuentro de la red en la ciudad de Buenos Aires.

Las otras ONG que forman parte de la red son el Grupo Buenos Aires, de Lomas de Zamora, y la Asociación Civil Decidir, de Moreno. También la integran otros profesionales que trabajan en Jujuy y en Escobar.

“El trabajo con varones requiere un reconocimiento esencial: hombres y mujeres se relacionan en el marco de un sistema patriarcal y por ello debemos reconocer que la perspectiva de género implica reconocer las relaciones de poder que se dan entre los géneros, en general favorables a los varones como grupo social y discriminatorias hacia las mujeres. Que esas relaciones han sido constituidas social e históricamente y son constitutivas de las personas. Que atraviesan todo el entramado social y se articulan con otras relaciones sociales, como las de clase, etnia, edad, preferencia sexual y religión”, señala Muzzín.
Abandono
En cada uno de los grupos que coordinan los cuatro profesionales hay alrededor de 10 varones. Llegaron mayoritariamente por orden judicial: tienen denuncias, órdenes de exclusión o prohibiciones de acercamiento a su pareja o ex pareja, causas por lesiones leves, amenazas, hostigamiento. Con excepción de los varones que pertenecen a comunidades religiosas, el resto está separado ya de la mujer a la que maltrataban. “Venimos por el papelito”, dicen en referencia a la orden del tribunal que los manda a “reeducarse”. El tratamiento grupal dura un año, con un encuentro semanal. Lo ideal, coinciden en la red, sería poder continuarlo más tiempo, como ocurre en el municipio de La Matanza –donde la terapia se extiende por tres años– pero tienen limitaciones en términos de apoyo institucional para abrir otros espacios. De hecho, Muzzín trabaja sin cobrar ningún sueldo desde hace casi un año y cobró un solo año de los cuatro que lleva coordinando grupos de varones en el Hospital Alvarez, que depende del gobierno de Mauricio Macri.

En La Matanza se encuentran con otro problema: hay deserción importante. En el primer año, actualmente, hay 10 varones que ejercen violencia hacia su pareja; en el segundo, 5, y en el último, donde ya no hay encuentro semanal, sino un seguimiento personalizado, apenas 2. Esa, dicen, es una de las grandes frustraciones que enfrentan. El abandono del tratamiento ronda el 40 por ciento en los distintos dispositivos terapéuticos. Los cuatro profesionales coinciden en que sería más fácil que pudieran sostener la asistencia a los grupos si la Justicia los obligara a concurrir por más tiempo o se ocupara que hacer un seguimiento más comprometido sobre el imputado. “Cuando desde el tribunal se olvidan de hacer el seguimiento, de pedir informes sobre si experimentó cambios en su conducta, el hombre automáticamente deserta. Es lamentable, pero lo que le importa al juzgado es si está viniendo, no sus cambios”, cuestionó Muzzín.
–¿Qué cambios en la conducta logran cuando terminan el primer año de tratamiento grupal?
Muzzín: –Hay cambios en los pensamientos que originan las conductas violentas. Entonces, disminuyen sus comportamientos violentos, sus justificaciones, minimizaciones y las negaciones de esos comportamientos violentos.

Carrasco: –Básicamente mejoran su calidad de vida. En ese año, trabajan fundamentalmente para romper ciertos mitos.

Umpierrez: –A lo largo de los encuentros van viendo una postura diferente a la que traen: que la mujer no es parte de sus posesiones, que puede haber otra mirada de la realidad. Pero el primer mito que tenemos que trabajar es el de la superioridad del hombre sobre la mujer. Están convencidos de que tienen que imponer un correctivo en caso de que se falte a su autoridad. Argumentan que se les quita autoridad cuando se los contradice.

Kikuchi: –Un mito habitual que reproducen es que la violencia es sólo física. Entonces dicen: “Sólo la empujé” o “No le pegué tan fuerte”.

Carrasco: –Dicen: “Ella también es violenta” porque en determinado tiempo de relación ella puede reaccionar ante tanta violencia. Ese es un argumento fuertísimo que repiten. Pero cuando analizás la situación ves claramente que hubo previamente un abuso de poder en la relación ejercido por él hacia su pareja, que hace que ella reaccione y ella a veces termina convencida de que también es violenta. Ellos se sienten provocados. Tienen un concepto de autoridad distorsionado: que ellos están siempre por encima y ellas, por debajo.

Umpierrez: –Además, ven peligroso que las mujeres tengan autonomía económica. Los mayores de 50 o 60 años sostienen que el problema es que la mujer salió a trabajar y dejó la casa.
Violencia espiritual
En el municipio de La Matanza tienen diez años de experiencia brindando tratamiento a hombres violentos. “Algunos repiten el primer año”, cuenta Kikuchi, quien trabaja en ese dispositivo desde hace tres años. “Es tan arraigada la conducta violenta que los cambios se ven a través del tiempo. En el segundo nivel buscamos fijar esa no justificación de la conducta violenta, y que se hagan responsables de sus actos. Por más mínimo que sea el cambio, impacta en su vida social y en sus relaciones de manera importante. El tercer año, ya es individual el abordaje”, explicó el psicólogo.

En la Asociación Pablo Besson trabajan hace dos décadas desarmando la ideología patriarcal dentro de las comunidades religiosas, mayoritariamente evangélicas. Observan que además de violencia física y psicológica contra sus parejas, los varones que asisten a sus grupos ejercen “violencia espiritual”. El 32 por ciento de los varones, en este caso, llegan a la institución derivados por sus líderes religiosos.
–¿Cómo se expresa la violencia espiritual? –le preguntó este diario a Umpierrez.

–Utilizan el dogma o la doctrina que está en la Biblia para mantener en sujeción a su esposa. Sacan frases bíblicas para imponerse. Por eso trabajamos sobre la ideología del patriarcado. Ellos sostienen que “el hombre es padre de familia”; que “la autoridad es del hombre”, que “la mujer no puede negar el cuerpo al hombre”. Son todos recortes de la Biblia –contó la trabajadora social, que hace nueve años se ocupa de esa tarea. Destacó que empezaron con esta experiencia veinte años atrás, al darse cuenta de que las iglesias tenían que “hacer algo más que mandar a la gente a orar”.

Mariana Carbajal

UD.SIGA REZANDO,NO SE PREOCUPE,PERO CON EL CULITO A LA PARED

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Coral Bravo
Religión, depravación y pederastia

Donde existe represión, existe depravación, y, a veces perversión pérfida e insana. El cristianismo lleva veinte siglos criminalizando la sexualidad humana, reprimiéndola, ensuciándola y difamándola. Para la dogmática católica la sexualidad es pecado, para los demás, claro, excepto en su función reproductiva y, por supuesto, en el sacrosanto matrimonio, que, como dios manda, encadena a marido y mujer hasta que la muerte les separe, anulando la libertad afectiva de las personas y monopolizando, de manera antinatural, la naturaleza humana. Y digo para los demás porque la depravación repugnante en el ámbito sexual del clero ha sido siempre y sigue siendo sistemática. No hay más que leer, por ejemplo, Los Papas y el sexo, un trabajo de investigación del periodista Eric Frattini, o Pederastia en la Iglesia católica, del periodista y catedrático de Psicología Pepe Rodríguez.
En los últimos días, y es cosa rara, porque estos asuntos suelen quedar relegados en las sombra del veto y el oscurantismo, la prensa está haciéndose eco de un asunto monstruoso y abominable, como tantos otros, en el seno de la comunidad católica. Diez sacerdotes de Granada habían organizado desde hacía años una agrupación, a todas luces un grupo sectario, donde se empleaban técnicas coercitivas de manipulación, y en el que se llevaban a cabo prácticas demenciales de abuso sexual de niños menores de edad. Captaban a los niños para entrenarlos como monaguillos y, como en cualquier secta destructiva, se les empezaba a manipular con un feroz adoctrinamiento. Alentaban a los niños y adolescentes a mantener relaciones homosexuales como un modo de “purificación”, llegando a organizar verdaderas orgías sexuales, que consumaban en varios pisos de lujo y un chalet de alto standing. Y consiguieron hacerse con la herencia millonaria de una anciana farmaceútica.  En realidad, nada nuevo bajo el sol.
Los casos de pederastia son algo más que habitual en el seno de la organización católica. Al igual que el empleo de técnicas coercitivas de control mental, lo que comúnmente llamamos lavado de cerebro. La captación de herencias es algo habitual también: recordemos, por ejemplo, el final de Carlos V, quien, encerrado a cal y canto en un cuarto del monasterio de Yuste, sobre el altar, teniendo prohibido recibir visita alguna y escuchando diariamente como siete misas diarias, todo ello para ganarse el cielo, acabó dejando medio imperio a la santa Institución. Técnicamente un lavado de cerebro en toda regla. Igualmente son sistemáticas, tras las bambalinas, por supuesto, la depravación y la desviación sexual, lógicas en cualquier ámbito que anula y criminaliza la función afectivo-sexual humana.
Y también son frecuentes y sistemáticos en los adeptos a full times a la religión los trastornos nerviosos y mentales consecuentes a años de adoctrinamiento, de esclavismo, de fanatización y de coacción mental ¡Unos angelitos, vaya! Porque, claro, como dios manda, este grupo de curas adictos al sexo con menores mantenían un blog en Internet en el que difundían la importancia de la moral cristiana.
Todos recordamos otro caso que salió a la luz al ser desveladas las monstruosidades sexuales que cometía el fundador y líder de la secta Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, colaborador directo y mano derecha del Papa Juan Pablo II, quien estuvo desde los años 40 hasta finales de los 90 abusando sexualmente de seminaristas, y de todo bicho viviente. Porque se sabe que tuvo al menos seis hijos, que explotó económicamente a algunas de sus amantes mujeres, y que llegó incluso, como ellos mismos denuncian, a abusar sexualmente de sus propios hijos. Eso sí, amasó una inmensa fortuna. Un verdadero psicópata demente que fue aclamado durante muchas décadas por miles de católicos como un ejemplo de moral y de santidad.La española Ana Botella,alcalde de Madrid su principal valedora.
Esta institución y estos personajes son los mismos que bloquean, criminalizan y estigmatizan el amor humano según sus inhumanos dogmas, que dicen que el sexo es pecado mortal a no ser que se realice en el santo matrimonio y con el fin de procrear, es decir, tres veces en la vida; que nos culpan, que nos asustan con sus infiernos y fuegos eternos por pestañear, que proclaman que los profilácticos son un invento de Satán, perpetuando enfermedades terribles y legiones de niños hijos de la miseria. Son los mismos que imponen su artera moral, sus arteros dogmas, su artero y desviado sentido de la vida. Son los que nos alejan de la libertad, del conocimiento, de la inocencia, de la alegría, de la verdadera espiritualidad que es el amor al mundo, el goce de la vida y el respeto profundo hacia todos los seres que existen.
Falsedad suprema y secular, denunciada desde siempre por literatos, pensadores, sabios y filósofos de todos los tiempos, desde Demócrito a Molière, Fernando Vallejo o Richard Dawkins, pasando por Cervantes, Quevedo, Voltaire, Clarín, Einstein, Mark Twain, Isaac Asimov, Nietszche, Galdós, y tantos y tantos otros. Pero la ignorancia, aun en el siglo XXI, parece perpetuarse, y miles de adeptos a la superstición religiosa y a la sinrazón siguen sin enterarse. Porque, como dijo Napoleón Bonaparte, la religión es una gran herramienta para tener a la gente quieta, y como afirmó muy sabiamente el gran Bertrand Russell, es mucho más fácil tener fe que ponerse a pensar. De ahí tanta estupidez y tanta barbarie.