domingo, 7 de octubre de 2018

Visto por Flavita Banana

NO GASTAMOS ENERGÍA AL PEDO


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CreditGetty Images
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¿Acaso somos físicamente flojos de nacimiento?
Hay un sofisticado pero desconcertante estudio neurológico reciente que sugiere que puede ser así. En él se descubrió que, aunque la gente sabe que el ejercicio es beneficioso y planea realizarlo, determinadas señales eléctricas dentro del cerebro la podrían estar alentando a seguir siendo sedentaria.
No obstante, los autores del estudio esperan que el hecho de saber que la mente socava nuestra intención de ejercitarnos pueda renovar nuestra motivación para ponernos en movimiento.
Desde hace mucho tiempo, a fisiólogos, psicólogos y médicos del deporte les ha desconcertado la diferencia entre los planes y los deseos de las personas por mantenerse físicamente activas y su conducta real, que casi siempre involucra hacer lo opuesto. Muy pocos nos ejercitamos de manera regular a pesar de que sabemos lo importante que es para nuestra salud y bienestar.
Por lo general, culpamos a la falta de tiempo, de equipo o de capacidad.
Sin embargo, hace poco un grupo internacional de investigadores comenzó a preguntarse si parte de la causa tendría un origen mucho más profundo: en la manera en que pensamos.
Para un análisis previo, estos científicos examinaron investigaciones anteriores acerca de las conductas y actitudes relacionadas con el ejercicio y descubrieron que la mayoría de estas demostraba un deseo genuino de las personas por mantenerse activas. Por ejemplo, en estudios realizados en computadora, las personas dirigían su atención a imágenes que mostraban actividad física e ignoraban las imágenes relacionadas con el sedentarismo y estados similares de languidez.
No obstante, como suponían los científicos, pocos participantes habían dado seguimiento a su objetivo de mantenerse activos.
Entonces, los científicos imaginaron que quizá había algo dentro de nuestra cabeza que apagaba el entusiasmo por ejercitarnos.
Para descubrirlo, reunieron a veintinueve hombres y mujeres jóvenes y saludables.
Todos los voluntarios les dijeron a los científicos que querían mantenerse físicamente activos, aunque muy pocos se ejercitaban con regularidad.
Los investigadores colocaron en la cabeza de los voluntarios un gorro con muchos electrodos que leían y registraban la actividad eléctrica del cerebro. Luego hicieron que hombres y mujeres se sometieran a una elaborada evaluación en computadora diseñada para sondear cuál era su sentir respecto al ejercicio.
En la prueba, a los voluntarios se les asignaba una imagen de perfil o avatar con forma de una figura de palitos. El avatar, que podían controlar presionando unas teclas, podía interactuar en la pantalla con otras imágenes humanas hechas con palitos relacionadas con la actividad o inactividad física.
Por ejemplo, era posible que apareciera una figura caminando en la naturaleza o andando en bicicleta, representando una actividad, seguida casi al instante de una figura diferente recostada en un sofá o en una hamaca.
En diferentes partes de la evaluación, se solicitaba a los voluntarios que dirigieran sus avatares tan rápido como les fuera posible hacia las figuras activas y lejos de las sedentarias, y luego al revés.
A esta prueba se le conoce como “tarea de aproximación y alejamiento” y se cree que indica con veracidad cómo se sienten las personas conscientemente respecto a lo que se les muestra en la pantalla.
Si los voluntarios responden con más avidez a un tipo de imagen, moviendo sus avatares en esa dirección con mayor rapidez que para alejarlos de otro tipo de imágenes, se puede inferir que se sienten atraídos hacia ese tema.
Los voluntarios de este estudio demostraron una mayor rapidez, casi uniforme, al dirigirse hacia las imágenes que mostraban actividad, en comparación con lo que sucedía al moverse hacia las que mostraban sedentarismo, y mayor lentitud al alejarse de esas mismas figuras activas.
Todos preferían conscientemente las figuras que estaban en movimiento.
Sin embargo, a nivel inconsciente, sus cerebros parecían no coincidir. De acuerdo con las lecturas de la actividad eléctrica cerebral, los voluntarios tenían que desplegar muchos más recursos cerebrales para desplazarse hacia las figuras físicamente activas que para aproximarse a las sedentarias, en especial en partes del cerebro relacionadas con la inhibición de acciones.
La actividad cerebral era mucho más leve cuando la gente se movía hacia los sofás y las hamacas, lo que indica que, en lo que respecta al cerebro, esas imágenes eran más atrayentes que las de ciclismo o alpinismo, sin importar lo que las personas se dijeran a sí mismas de forma consciente.
“A mi parecer, estos descubrimientos indican que nuestro cerebro se siente atraído de una manera innata hacia el sedentarismo”, comentó Matthieu Boisgontier, un investigador de posdoctorado de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver, Canadá, quien dirigió el estudio junto con Boris Cheval de la Universidad de Ginebra, en Suiza.
Los resultados son lógicos desde un punto de vista evolutivo, dijo Boisgontier.
En el inicio de nuestra especie “era necesario conservar la energía”, afirmó. Mientras menos calorías quemara ese ser cavernícola, menos necesidad habría de remplazarlas cuando no había tanta disponibilidad de alimento.
Así que permanecer sentado en silencio fue una estrategia de supervivencia muy útil, y eso pudo haber determinado la predilección del cerebro a mantenernos sedentarios, según Boisgontier.
“Vemos gente que va al gimnasio y en lugar de subir por las escaleras toma el elevador” para llegar al lugar donde se ejercitará, continuó.
Por supuesto, este estudio fue pequeño y solo analizó la actividad eléctrica del cerebro.
Permanecer sentado en silencio fue una estrategia de supervivencia muy útil.
No puede revelar directamente cómo las diferencias en la actividad cerebral podrían afectar el pensamiento de las personas.
Además, todos los voluntarios eran jóvenes, saludables y planeaban estar activos. Se desconoce si otras personas mostrarían una actividad cerebral similar.
Boisgontier y sus colegas esperan estudiar niños y personas mayores en investigaciones posteriores.
Pero la lección del experimento actual, a su modo, nos empodera, comentó.
Quienes son renuentes a ejercitarse “tal vez deberían saber que no están solos”, dijo. Los humanos quizá tengan una tendencia natural hacia la inactividad.
No obstante, también podemos elegir conscientemente movernos hacia la actividad, sin importar lo que nuestro cerebro crea, concluyó Boisgontier.
La conducta heredada y aprendida .
¿Qué son los circuitos de defensa?
Las conductas defensivas innatas se generan de manera automática ante una situación apremiante del entorno: constituyen los reflejos y las reacciones fijas
Autor: LeDoux J, Daw N Fuente: Nature Reviews Neuroscience 19(5):269-282, May 2018 Surviving threats: neural circuit and computational implications of a new taxonomy of defensive behaviour.

Esencia: Las conductas defensivas innatas se generan de manera automáticaante una situación apremiante del entorno: constituyen los reflejos y las reacciones fijas.
Por otra parte, la respuesta instrumental requiere un proceso previo de aprendizaje, que implica la asociación del estímulo específico con las consecuencias de la acción y comprende las conductas dirigidas a lograr un objetivo (puede ser consciente o inconsciente) y los hábitos o conductas que, una vez aprendidas, se producen en ausencia de la valoración de los resultados posibles.
Introducción
Los mecanismos de defensa del sistema nervioso contra la depredación, activados en situaciones de peligro para asegurar la supervivencia de organismos invertebrados, vertebrados y, en dicho grupo, los mamíferos, persisten en el ser humano como conducta defensiva ante circunstancias apremiantes de la vida en sociedad que desafían el mantenimiento de la homeostasis fisiológica y psicológica.
Si bien no se conoce con precisión el funcionamiento de dichos mecanismos en las personas, su conservación evolutiva en los mamíferos posibilita la extrapolación de la información obtenida en estudios preclínicos a los seres humanos, lo cual constituye el primer paso en la explicación de los procesos neuronales subyacentes a determinadas alteraciones psicológicas, derivadas de la disfunción de la conducta defensiva.
Por otra parte, deben evaluarse la diversidad de circuitos nerviosos y los perfiles psicológicos correspondientes que determinan las conductas que, en su manifestación, se consideran equivalentes.
El objetivo de la presente revisión fue describir los circuitos nerviosos implicados en la generación de las diferentes conductas defensivas, clasificadas de acuerdo con su grado de complejidad.

> Características de las conductas defensivas y los circuitos nerviosos subyacentes
Las conductas defensivas se clasifican en innatas o adquiridas mediante la experiencia.
  • Las conductas innatas se generan de manera automática ante una situación apremiante del entorno (reflejos y reacciones fijas).
     
  • Las conductas adquiridas (respuesta instrumental u operante), que requieren de un proceso previo de aprendizaje, el que implica la asociación entre un estímulo específico y las consecuencias del proceder del individuo (conductas dirigidas a lograr un objetivo), o aquellas que, una vez determinadas por este proceso, se producen en ausencia de la valoración de los resultados posibles (hábitos).
 En particular, la respuesta instrumental efectuada en la búsqueda de una meta puede ser determinada por previsiones de la consecuencia posible, de manera voluntaria, en las que el individuo utiliza su discernimiento, o en forma instintiva.
La conducta defensiva refleja implica una respuesta inmediata a un estímulo externo (incondicional o natural) potencialmente nocivo para la integridad del organismo, que se manifiesta en el cambio de estado de grupos musculares; en el reflejo de sobresalto se contraen los grupos musculares de la espalda y el cuello, lo cual redunda en la disminución de la superficie corporal sobre la cual el individuo no tiene control visual y, por ende, es más vulnerable.
Estas reacciones no suelen ser calibradas de acuerdo con la magnitud del estímulo
Por otra parte, la manifestación de las reacciones defensivas fijas puede requerir el compromiso de determinados grupos musculares para vocalización o expresiones faciales, o luego de advertir una situación de peligro inmediata, representar la respuesta conductual de preservación (prevenir su localización mediante la inmovilidad y huida) y defensa (enfrentamiento), que implica la combinación de diferentes acciones del cuerpo (en consecuencia, la conducta se efectiviza con menor celeridad que el reflejo defensivo).
Cabe destacar que estas reacciones no suelen ser calibradas de acuerdo con la magnitud del estímulo. No obstante, al igual que el reflejo defensivo, pueden ser modificadas por la experiencia, de manera que, en el condicionamiento pavloviano, la exposición conjunta de un elemento percibido como peligroso y el estímulo incondicionado redunda en un aumento en la intensidad de la conducta defensiva.
Dicho elemento es entonces el estímulo condicionado, que en el reflejo de sobresalto activa circuitos neuronales reguladores de la información eferente del núcleo central de la amígdala al núcleo reticular pontino. De este núcleo parten las eferencias nerviosas que concretan la respuesta motora en el reflejo de sobresalto, mediante la sinapsis con neuronas motoras faciales, craneales y espinales.
En particular, si el estímulo incondicionado es acústico, la información sensorial proviene del nervio coclear y es procesada por el núcleo coclear en el tronco encefálico, con la subsiguiente activación de las neuronas correspondientes en el núcleo reticular pontino.
La determinación de los circuitos nerviosos implicados en la generación de las conductas defensivas innatas se ha efectuado en modelos murinos (reflejos y reacciones fijas) y en primates (reacciones fijas).
En el caso particular de la conducta defensiva fija, la correspondencia entre la activación de estructuras cerebrales específicas observadas en estos mamíferos y en el cerebro del ser humano (determinada mediante imágenes por resonancia magnética funcional [IRMf] y registro con electrodos profundos) establece la conservación evolutiva de los mecanismos subyacentes fundamentales en la generación de esta conducta.
De esta manera, se ha establecido la participación de la amígdala lateral, en donde convergen las aferencias visuales y auditivas que permiten la percepción de la situación apremiante y, en modelos con animales, se ha determinado la existencia de un circuito en el que dicha estructura se encuentra comunicada con los núcleos basales accesorios de la amígdala, los que presentan vías eferentes al hipotálamo ventromedial. Dicha región del hipotálamo activa a la sustancia gris periacueductal, estructura de relevo de la información, antes de la generación de la respuesta motora (inmovilidad).
Cabe destacar que, en el condicionamiento pavloviano, la división medial del núcleo central de la amígdala induce la respuesta motora mediante sus vías eferentes a la sustancia gris periacueductal, y regula dicha respuesta y la activación de los sistemas endocrino y autónomo por medio de sus conexiones con el hipotálamo y el tronco encefálico.
Por otra parte, el núcleo del lecho de la estría terminal reemplazaría a la amígdala en la generación de conductas defensivas ante situaciones de peligro potenciales indefinidas (determinado en modelos con animales y en el ser humano).
Con respecto a las respuestas operantes, los hábitos se asemejan a las conductas reflejas ya que se efectúan de manera inconsciente y son inducidos por estímulos específicos con independencia de la conveniencia de sus consecuencias.
Dichas características, determinan que los hábitos sean conductas defensivascon cierta complejidad cuando deben ser erradicados, como por ejemplo, el trastorno obsesivo compulsivo de lavarse las manos (repetición sistemática de esta conducta).
Es importante mencionar que la consolidación del hábito es posible mediante la reiteración de esta conducta aprendida en presencia de un estímulo determinado.

Circuitos propuestos para acciones defensivas deliberativas. Además del aprendizaje de acción-resultado directo (A-O), las acciones pueden guiarse por una deliberación más constructiva o extrapolar. Los sistemas sensoriales entregan información de amenaza a la amígdala, que controla las reacciones defensivas por medio de conexiones con el gris periacueductal y las acciones A-O por medio de conexiones con el cuerpo estriado ventral Los sistemas sensoriales entregan por separado información sobre amenazas a los sistemas del lóbulo temporal medio que forman y almacenan varios tipos de representaciones de memoria a largo plazo y los circuitos de control cognitivo que subyacen a la memoria temporal o de trabajo. Incluidas en las redes de control cognitivo están la corteza prefrontal y parietal lateral y medial, la corteza de la ínsula y las interacciones entre estas áreas. La memoria de trabajo no consciente se propone para integrar sensorial, memoria, amígdala, excitación cerebral y señales corporales. La representación resultante puede ser utilizada por procesos de control cognitivo para iniciar acciones defensivas implícitamente (deliberación no consciente). Se propone que la re-representación de estados de memoria de trabajo inconsciente resulta en un estado consciente (un pensamiento o un sentimiento emocional) que puede contribuir a elecciones de acción explícitas (deliberación consciente)
Por otra parte, en las conductas dirigidas a lograr un objetivo, la obtención de una recompensa (alimento al accionar una palanca) o la preservación del organismo mediante la huida (respuesta de desplazamiento) se encuentran conducidas por la previsión del potencial efecto beneficioso al ejecutarlas.
Asimismo, en la valoración de las consecuencias de una acción determinada se requiere la memoria de trabajo, la cual puede condicionar la conducta defensiva de manera inconsciente. No obstante, en las consideraciones que involucran las capacidades cognitivas verbales, la determinación de la acción a realizar es consciente y se halla restringida a los seres humanos (participación del hipocampo y la corteza prefrontal).
En la generación de la conducta defensiva de evitación, en la cual el objetivo es preservar la integridad del organismo al prevenir la exposición a situaciones o elementos nocivos, no participa el núcleo central de la amígdala (este núcleo regula la respuesta de inmovilidad en el condicionamiento pavloviano), sino que la activación de la amígdala lateral provocada por estímulos visuales y auditivos determina la actividad secuencial del núcleo basal de la amígdala y el núcleo accumbens en el estriado ventral. En este núcleo se registra un aumento de la secreción de dopamina.
Es importante mencionar que estudios previos han determinado que el área infralímbica de la corteza prefrontal medial promueve la ejecución de la respuesta motora inducida por el circuito los núcleos basal de la amígdala y accumbens, e inhibe la modulada por el circuito del núcleo de la amígdala central y la sustancia gris periacueductal.
Dichas observaciones concuerdan con lo registrado mediante IRMf en seres humanos, en los que la respuesta de evitación se encuentra asociada con la activación de la corteza prefrontal medial, la amígdala y el núcleo accumbens. En contraposición con la generación de conductas defensivas efectuadas con un determinado objetivo, la presentación de hábitos no requiere la activación de diferentes estructuras amigdalinas, y se ha postulado la participación del estriado dorsolateral.

Conclusión
En la generación de las conductas defensivas existen diversos circuitos nerviosos cuyo funcionamiento diferencial ha sido determinado en modelos con animales y, en ciertos casos, comprobado en seres humanos mediante la realización de estudios de imágenes cerebrales.
Cabe destacar el valor adaptativo de la especificidad de la respuesta defensiva ante un determinado estímulo y las consecuencias de las alteraciones en su aplicación, las cuales explican trastornos psiquiátricos como ansiedad, trastornos del estado de ánimo (depresión) y trastorno obsesivo compulsivo.
En este sentido, en la terapia de dichos trastornos, resulta fundamental considerar la existencia de una valoración consciente de la conducta defensiva a efectuar, de acuerdo con las consecuencias posibles de dichas acciones.