Determinantes sociales y demencias: una estrecha relación
De
acuerdo con las tasas de prevalencia reportadas, en Cuba
aproximadamente 160 000 personas padecen demencia y este número se
incrementará en 2,3 veces para el 2040, es decir a 300 000 personas con
demencia, el 2,7 % de la población cubana, si no se logra alcanzar una
cura efectiva
«En el complejo proceso salud-enfermedad los determinantes sociales
tienen un papel fundamental», afirma acertadamente el estudio de la
Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, Facultad Finlay Albarrán y
el Departamento de Estudios de Alzheimer de Cuba, Algunos determinantes
sociales y su impacto en las demencias, de los investigadores Rodolfo
Isidro Bosch Bayard, Tania Zayas Llerena y Elaine Hernández Ulloa.
El texto, publicado en el Volumen 43, Número 3 del año 2017, de la
Revista Cubana de Salud Pública, es un necesario acercamiento a un tema
estratégico, en tanto «la demencia es hoy uno de los principales
problemas de salud que afecta a todos los países, con un enorme costo
social y económico».
«Los países en desarrollo enfrentan una transición demográfica
acelerada que conlleva el aumento de la incidencia y prevalencia de la
demencia, lo cual depende de las condiciones propias del individuo, pero
en buena medida está la influencia de otros factores macroeconómicos.
Es importante conocer cómo influyen los determinantes sociales en esta
enfermedad para poder trazar las acciones que permitan su control y una
mejor incorporación del paciente y su cuidado a la sociedad para que
incremente su calidad de vida», sostienen los autores.
A partir de cada uno de estos elementos, los investigadores se
propusieron describir la influencia de los determinantes propios del
individuo y los determinantes sociales macroeconómicos, en la
prevalencia de las personas con demencia, así como el rol de las
políticas de salud en el control de la enfermedad, a partir de una
amplia revisión de textos publicados sobre el tema
Como resultado, señalaron que los determinantes de la salud propios
del individuo: edad, sexo, raza o grupos étnicos aportan información que
puede influir en el desarrollo de la demencia y pueden ser modificados
por factores ambientales como el estilo de vida y las redes sociales.
También, abordaron los determinantes sociales macroeconómicos, como
los costos y los planes nacionales para la atención a la demencia. En
ese sentido, refieren que el costo mundial de la enfermedad se
distribuye de forma desigual, con predominio de los países más
ricos. Cuba, Costa Rica y México son los primeros países de medianos y
bajos ingresos que comenzaron a desarrollar estrategias nacionales para
la atención a la demencia, explica el texto.
«La demencia puede estar influenciada por factores de riesgo en la
edad media de la vida: obesidad, hábito de fumar, sedentarismo,
hipercolesterolemia, alcoholismo y bajo nivel educacional», afirman los
autores, quienes mencionan entre los determinantes de la salud propios
del individuo la edad, el sexo y la etnia o raza.
En relación con la edad, queda claro que es un factor de riesgo para
la enfermedad de Alzheimer. «La prevalencia e incidencia en demencia
aumenta con el envejecimiento poblacional, pero este incremento se
produce casi de forma exponencial, la población estimada de personas con
demencia para el 2015 en el mundo fue de 44,6 millones. La prevalencia
de demencia se duplicará cada 20 años, hasta alcanzar los 65,7 millones
en el 2030 y los 115,4 millones en el 2050», ejemplifica el material.
Por otra parte, las mujeres tienen una expectativa de vida superior a
la de los hombres, pero también mayor comorbilidad y deterioro de su
salud, al tiempo que son las más afectadas por la demencia y viven con
niveles de discapacidad más elevados que los hombres de igual edad. «La
prevalencia estimada de la demencia en mujeres es superior a la de los
hombres de 19 a 29 %, respectivamente. Las mujeres sufren más los
síntomas sicoafectivos de la enfermedad y tienen menos acceso a los
servicios de salud por el rol que desempeñan en el cuidado de la
familia», explican los autores.
Pero así como la incidencia de la demencia depende de factores
biológicos (genéticos), también intervienen en este proceso factores
ambientales como el estilo de vida o la actividad mental, la dieta, la
actividad física, el consumo de tabaco y alcohol, y la educación. «Estos
factores pueden acelerar o retardar la cascada de eventos fisiológicos
que ocurren a nivel cerebral para la aparición de la enfermedad».
De ahí que «la prevención de la demencia es hoy uno de los pilares
para el tratamiento de la enfermedad, ya que aún no existe un
tratamiento curativo».
Pero los investigadores van más allá, hasta considerar claves también
factores como las redes sociales, la economía y la voluntad política de
los gobiernos para enfrentar la demencia. «Las personas con deterioro
cognitivo y sus cuidadores sufren el estigma social de la demencia,
tienen menos oportunidades en el entorno laboral, presentan síntomas
sicológicos como depresión y ansiedad y necesitan el apoyo de sus
vecinos, organizaciones de masas y grupos de ayuda mutua», refiere el
artículo.
Del mismo modo, es determinante el impacto económico. A escala
mundial, hoy las demencias constituyen la tercera enfermedad en costos
económicos superada solo por los padecimientos cardiovasculares y el
cáncer.
«Los planes nacionales para la demencia de países como Cuba, Costa
Rica y México, aumentan la calidad de la atención médica, optimizan los
servicios de salud y logran una mayor equidad. Es una necesidad que los
países en desarrollo incrementen su colaboración mutua y tracen
estrategias para enfrentar esta enfermedad» refiere el texto.
De acuerdo con las tasas de prevalencia reportadas, en Cuba
aproximadamente 160 000 personas padecen esta enfermedad y este número
se incrementará en 2,3 veces para el 2040, es decir a 300 000 personas
con demencia, el 2,7 % de la población cubana, si no se logra alcanzar una cura efectiva.
Las demencias son hoy un desafío para los sistemas de salud, social y
económicos del mundo, pero son sobre todo un reto a la conciencia
individual de cada ciudadano que tiene ante sí la posibilidad de cuidar
su salud, apoyar al otro y contribuir a derribar mitos y miedos.
Una nueva investigación podría explicar
el vínculo reportado entre el uso de los edulcorantes artificiales y la
diabetes, señalan unos científicos.
Investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale
afirman que en la naturaleza la intensidad de la dulzura refleja la
cantidad de energía presente. Pero en la vida moderna, el metabolismo
del cuerpo resulta engañado cuando una bebida es demasiado dulce o no
suficientemente dulce para la cantidad de calorías que contiene.
Eso significa que una bebida de sabor dulce baja en calorías puede
provocar una respuesta metabólica mayor que una bebida con más calorías,
apuntaron.
"Una caloría no es una caloría", explicó la autora principal del estudio, Dana Small, profesora de psiquiatría.
"La suposición de que más calorías provocan una respuesta metabólica y cerebral mayor es errónea.
Las calorías son solo la mitad de la ecuación; la percepción del sabor
dulce es la otra mitad", planteó Small en un comunicado de prensa de la
universidad.
Cuando ocurre una "falta de concordancia", los circuitos de
recompensa del cerebro no registran las calorías que se han consumido,
señalaron los investigadores. Muchos alimentos procesados tienen esa
falta de concordancia, por ejemplo el yogurt con edulcorantes bajos en
calorías.
"Nuestros cuerpos evolucionaron para utilizar con eficiencia las
fuentes de energía disponibles en la naturaleza", dijo Small. "Nuestro
ambiente alimentario moderno se caracteriza por fuentes de energía que
nuestros cuerpos no han visto nunca antes".
Small y sus colaboradores dijeron que el estudio podría ayudar a
explicar el vínculo entre algunos edulcorantes artificiales y la
diabetes descubierto en investigaciones anteriores. Pero el tema sigue
siendo controversial, y los expertos concuerdan en que se necesitan más
investigaciones.
El estudio aparece en la edición del 10 de agosto de la revista Current Biology.