martes, 1 de noviembre de 2016

Y DEJA MILLONES PAGADOS POR GILIPOYAS

Cosmética que fomenta la incultura científica.








AMERICA VALENZUELA

Con células madre, ADN vegetal, probióticos, activadores de los genes
 clock, recuperadores de la velocidad de las enzimas... En los últimos años los anuncios de cosmética se han llenado de términos científicos que impresionan a algunos consumidores. En su inmensa mayoría transmiten mensajes absurdos, confunden y fomentan la incultura científica. EL AUTOR



La industria cosmética tiene todo en su mano para el éxito. Vende belleza, placer, evasión, ilusión, cuidado personal y mental. Son productos que se venden solos. Para qué meterse en sinsentidos científicos. Sin embargo, los creativos han descubierto un mundo lleno de tecnicismos de laboratorio que quieren explotarhasta el paroxismo.

Personalmente, disfruto mucho de productos de belleza y aseo. Me encanta parar el mundo un rato al día y relajarme disfrutando de los aromas, texturas y efectos sobre mi piel y cabello. Para elegir productos esquivo las paparruchadas científicas, me fijo en el espíritu de la línea, pruebo las muestras y leo los ingredientes. Porque encontrar información honesta sobre el producto en su envase es misión imposible. 

Muy elocuente fue el toque de atención de la FDA (la Agencia que regula los fármacos y alimentos en Estados Unidos) a Lancôme (de L'Oreal). La marca aseguraba que sus productos activaban los genes y estimulaban la producción de proteínas de la juventud. La agencia instó a la compañía a dejar de publicitar esos productos para el cuidado de la piel utilizando un lenguaje médico. O en el caso de que quisieran mantener sus afirmaciones se le exigía las mismas evidencias que a un medicamento.

Aquí en Europa, la Autoridad Italiana de Competencia multó por motivos parecidos a Clinique (de Estée Lauder). No parece haber servido de mucho.

En el otro extremo está "lo natural". El término también ha sido pervertido por la industria. Sin químicos, sin conservantes, 100% natural, aceites naturales de salud, biohidratante casera, con plantas adaptogénicas o con raíces milenarias, son algunos de los reclamos que se pueden leer en este tipo de productos. Para lograr que el consumidor crea que está comprando artículos fabricados en comunión con un concepto de naturaleza cándido, visten sus productos con esos mensajes que también contribuyen a la incultura científica. Pero la realidad es que la naturaleza no es amable, sino despiadada y ajena a sentimentalismos. Y la química o lo sintético no es sinónimo de veneno.

Otra práctica que confunde al consumidor (y que está prohibida) es resaltar que los productos están libres de algún componente, dando a entender que es dañino, o que los productos que sí lo tienen son peores. Por ejemplo, los aceites minerales, siliconas (ambos típicos de las cremas hidratantes) o los parabenos (conservantes que mantienen los cosméticos libres de hongos y otros microbios). En este último caso, es necesario saber que hay muchas clases de parabenos; los que se usan en cosmética y en las proporciones permitidas son seguros.Sin embargo, el consumidor empezó a rechazar todos confundido por los mensajes alarmistas que recorren la red y aseguran que todos son cancerígenos. La industria aprovechó esta nueva tendencia para hacer caja lanzando nuevos productos sin parabenos, aunque no sean malos, y los ha sustituido por otros conservantes, que no son necesariamente mejores.

Algunos afirman que los anuncios de cremas nos dicen lo que queremos oír. Yo no quiero oír mentiras.

Tu actividad en Facebook habla de tu esperanza de vida

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Un  estudio con 12 millones de usuarios de Facebook, llevado a cabo por investigadores de EE UU, indica que la utilización de esta red social está asociada con una menor mortalidad, siempre que sirva para mantener y mejorar los vínculos sociales en el mundo real.
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<p>En la muestra de usuarios, los investigadores analizaron el número de amigos, la cantidad de fotos, las actualizaciones de estado y los mensajes enviados para ver si las personas más activas vivían más tiempo. / Fotolia</p>
En la muestra de usuarios, los investigadores analizaron el número de amigos, la cantidad de fotos, las actualizaciones de estado y los mensajes enviados para ver si las personas más activas vivían más tiempo. / Fotolia
Un grupo de sociólogos de la Universidad de California en San Diego (EE UU) ha liderado una investigación en la que se han comparado los perfiles de usuarios de Facebook con los registros de salud públicos. Los resultados, publicados en la revista PNAS, muestran que actividades habituales en esta red social, como aceptar solicitudes de amistad o publicar y etiquetar fotos –lo que se relaciona con interacciones sociales en el mundo real­– se asocian estadísticamente con un bajo riesgo de mortalidad. 

“Interactuar
 on line parece ser saludable cuando esta actividad es moderada y complementa las relaciones en el mundo real”, señala William Hobbs, investigador de la universidad californiana y primer autor del trabajo. Por el contrario, “se convierte en negativa cuando el usuario pasa mucho tiempo conectado con poca evidencia de mantener interacciones reales con la gente”, agrega. Según los autores, la investigación confirma lo que los científicos han sabido durante mucho tiempo: que las personas con vínculos sociales fuertes viven más tiempo. Se documenta por primera vez que esa ventaja ocurre también on line en el mundo de las redes sociales.
Estudio con 12 millones de usuarios
Para realizar el estudio, el equipo comparó la actividad de 12 millones de perfiles de usuarios en Facebook con registros en el Departamento de Salud Pública de California. Para preservar la privacidad, después de hacer coincidir automáticamente el nombre y la fecha de nacimiento, los datos fueron anonimizados y agregados. Todos los datos fueron observacionales.
Los investigadores estudiaron el recuento de actividad en Facebook durante seis meses, comparando la actividad de los que aún vivían con los que habían muerto. Todos los individuos estudiados nacieron entre 1945 y 1989, y todas las comparaciones se hicieron entre personas de edad y sexo similares.
El primer hallazgo del estudio indica que aquellos que están en Facebook viven más tiempo que los que no están. En un año concreto, el usuario medio de esta red social es aproximadamente un 12% menos propenso a morir que los que no la usan. Sin embargo, los autores señalan que la medida puede estar influida por las diferencias sociales y económicas entre los grupos de usuarios y no usuarios.
En la muestra de usuarios de esta red social, los investigadores analizaron el número de amigos, la cantidad de fotos, las actualizaciones de estado y los mensajes enviados para ver si las personas más activas vivían más tiempo. En estas comparaciones, controlaron el análisis no sólo por edad y género sino también por el estatus de relación, el tiempo que habían estado en Facebook y el uso de teléfonos inteligentes (un indicador de ingresos).
El estudio encontró que las personas con redes sociales medianas o grandes vivían más tiempo que las que tienen redes más reducidas, un hallazgo consistente con estudios clásicos de relaciones sociales off line y longevidad.

Experiencias sociales y salud
Aquellos usuarios con los niveles más altos de integración social off line –medida mediante la publicación de más fotos, indicativo de actividad social cara a cara– tienen la mayor longevidad. Las interacciones sociales on line, como escribir mensajes en el muro y enviar mensajes, mostraron una relación no lineal: los niveles moderados se asociaron con la mortalidad más baja.
Los autores también observaron que los usuarios de Facebook que aceptaban la mayoría de las solicitudes de amistad eran los que vivían más tiempo. No hubo una correlación observable para los que enviaban más solicitudes. “Este hallazgo fue un poco decepcionante –señalan los investigadores– ya que sugiere que las intervenciones de salud pública instando a las personas a salir y tratar de hacer más amigos podrían no tener ningún efecto sobre la salud”.
¿Ser popular te hace vivir más? Tal vez. “Podría ser que los individuos que tienen probabilidades de vivir más tiempo son más atractivos para los otros. Pero esto necesita más investigación”, dice Hobbs.
Según explica James Fowler, director del estudio, “la asociación entre la longevidad y las relaciones sociales fue identificada por la epidemióloga social Lisa Berkman en 1979 y ha sido replicada cientos de veces desde entonces. De hecho, un metanálisis reciente sugiere que la conexión puede ser muy fuerte. Las relaciones sociales parecen ser tan predictivas de la vida útil como el tabaquismo, y más predictivas que la obesidad y la inactividad física”, destaca.
Ahora con este estudio, los investigadores tratan de demostrar que las relaciones on line también están relacionadas con la longevidad.
A los autores les gustaría que su investigación fuera un punto de partida para posteriores estudios que condujeran a una mejor comprensión de qué clase de experiencias sociales on line son beneficiosas para la salud.
Referencia bibliográfica:
William R. Hobbs, Moira Burke, Nicholas A. Christakis, James H. Fowler. “Online social integration is associated with reduced mortality risk”. PNAS (31 octubre, 2016).