domingo, 17 de mayo de 2015

MAS AMIGOS DE LO QUE PENSAMOS


La ciencia descubrió cómo sienten los perros y los gatos

Con los perros, el hombre comparte 40 mil años de historia; y con los gatos, 9.500. Pero recién hace dos años comenzó a estudiarlos con más profundidad. Los resultados sorprenden.

Se dice que Federico el Grande, de Prusia, fue el primero en decir que el perro es el mejor amigo del hombre. Quizás el rey no fue consciente de que, al inaugurar esa frase célebre, estaba resumiendo 40 mil años de historia, desde que un lobo dejó de ser un animal salvaje para convertirse en doméstico, compañero inseparable del ser humano hasta el día de hoy. A pesar de esta larga y estrecha relación, la ciencia no le ha prestado atención al estudio del comportamiento de las mascotas hasta hace relativamente poco tiempo. La etología (la disciplina que estudia el comportamiento animal) cuenta con menos de un siglo y no fue hasta hace un par de años que los científicos decidieron ir más allá de la observación de la conducta animal. Diferentes neurobiólogos, en Europa y Estados Unidos, realizaron estudios pioneros con resonancia magnética para saber qué es lo que ocurre en el cerebro de los perros. Los resultados confirman lo que los amantes de las mascotas sabían desde hace tiempo: los animales cuentan con emociones complejas que los hacen casi humanos.
Las mascotas, está claro para cualquiera que haya tenido una, no son una simple máquina viva que responde positiva o negativamente a los estímulos, según si esperan recibir o no una recompensa. Pero para la ciencia, siempre reluctante a admitir emociones como afecto desinteresado o sufrimiento altruista, el hallazgo de evidencias tangibles se ha convertido en un avance radical.
Perros sensibles. Gregory Berns, neurocientífico de la Universidad de Emory, en Atlanta, es el líder de The Dog Project, una investigación pionera, ya que fue la primera en aplicar la resonancia magnética a los perros. Específicamente, se utilizó el procedimiento de imagen por resonancia magnética funcional, que mide la actividad cerebral mediante la detección de cambios asociados en el flujo sanguíneo. Berns expuso a diferentes perros a los olores de personas familiares y desconocidas. El olfato, se sabe, es el sentido más desarrollado en los caninos. El resultado mostró que el núcleo caudado se activaba ante los aromas de familiares, pero no ante los de personas no conocidas. El núcleo caudado es el “centro de recompensa” del cerebro canino y se asocia, en los humanos, con la experiencia de la belleza y el amor romántico.
Siguiendo los pasos de Berns, recientemente un equipo de la Universidad Eotvos Lorand, de Budapest, aplicó la misma técnica para observar la respuesta de los perros ante los sonidos. Los animales testeados fueron expuestos a casi 200 sonidos de voces humanas y ladridos, expresando un abanico variado de emociones y sentimientos. Un grupo de personas también fue expuesto a los mismos sonidos, para poder comparar los resultados. Se trata del primer estudio comparativo de neuroimágenes entre el hombre y otra especie, fuera de los primates. El análisis reveló que la corteza auditiva (la región del cerebro encargada de procesar los sonidos) en los humanos y en los perros responde de la misma manera. Esto significa que, ante un quejido, una risa o un llanto, la reacción del perro es análoga a la de los seres humanos.
Attila Andics, líder del proyecto, le contó a Viva el alcance del estudio: “La mayoría de los científicos de la actualidad está de acuerdo en que la lógica conductista extrema es obsoleta, una buena cantidad de evidencia sugiere que hay más que eso. De forma que mi aproximación al tema es diferente. Estos estudios nos hacen pensar sobre la naturaleza de la recompensa. Nuestros estudios demuestran que los perros son muy sensibles a las señales vocales humanas: para ellos, una recompensa social (un elogio, una caricia) puede ser algo tan motivador o confirmador como una recompensa física (como un alimento)”.
Emociones compartidas. ¿Significa eso, entonces, que los animales tienen los mismos sentimientos que los seres humanos? Afirmar eso sería apresurado. Andics es precavido: “Simplemente hemos encontrado áreas homólogas en los cerebros de perros y humanos que reaccionan a la emocionalidad en el sonido. Sabemos que hay similitudes acústicas en la expresión de felicidad y tristeza entre las especies, y argumentamos que tanto perros como hombres hacen uso de estas similitudes cuando tratan de decodificar señales emocionales de otras especies”.
El veterinario especialista en comportamiento animal, Claudio Gerzovich Lis, reconoce también el camino que queda por recorrer: “Aún son mayores las preguntas que las respuestas. Por eso todavía queda un largo camino. Lo interesante y reconfortante es que ahora se está en el camino adecuado”. Sin embargo, en cuanto al vínculo que hermana a los perros y los humanos respecto de la percepción de las emociones, Gerzovich Lis es optimista: “Creo que los estudios de resonancia magnética muestran que los perros y los humanos comparten el modo de procesar las emociones. Claro que hay diferencias, pero muchas menos de las que la ciencia sostuvo durante años. El antropocentrismo que la ha caracterizado y el hecho que sólo se estudien características únicamente mensurables fueron la causa de ello”.
El misterio de los gatos. Cuando se habla de gatos, se suelen hacer comparaciones odiosas con los perros: los perros son sociables, diurnos, serviles, mientras que los gatos son solitarios, nocturnos e independientes. Esto es una simplificación que atenta contra el prestigio de estas especies e impide conocerlas mejor. Por poner un ejemplo, los gatos son en realidad crepusculares (tanto del crepúsculo matutino como del vespertino). Es lógico, ya que sus presas (resabios de su estado salvaje) están activas en ese período, pero no durante la noche. Pero, ¿qué tiene hoy para decir la ciencia del gato (Felis silvestris)? Bastante, por lo que se ve. Numerosos experimentos revelaron aspectos sorprendentes de la conducta gatuna y de la relación con sus “dueños”.
Un equipo de la Universidad de Tokio analizó el modo en que los gatos responden al llamado de su nombre. Solamente al sonido, sin la presencia de la persona. ¿El resultado? Ningún gato se molestó en acudir. Cada felino fue llamado por voces de diferentes personas, incluido su dueño. Ante la voz familiar, los gatos exhibieron patrones de reconocimiento (mover la cabeza y las orejas, emitir sonido, estirarse), pero renunciaron a desplazarse. Los investigadores apuntan a dos factores que podrían estar detrás de esta conducta: la relativa reciente domesticación del gato (“apenas” 9.500 años) y el hecho de que no fueron domesticados para obedecer a los humanos.
John Bradshaw, de la Universidad de Bristol, va un poco más allá. Afirma que los gatos no distinguen a los humanos como una especie distinta de la propia. Mientras que los perros actúan de forma muy diferente con otro perro que con una persona, entre los gatos no parece haber diferencia. “Los gatos actúan hacia nosotros de una forma que es indistinguible de cómo actúan hacia otros gatos. Levantar la cola, refregarse alrededor de nuestras piernas y sentarse a nuestro lado y asearnos es exactamente lo que los gatos se hacen unos a otros.”
Estas afirmaciones parecen confirmar la vieja idea de que los gatos nos consideran con un cierto desdén, a lo sumo con una actitud paternalista. Sin embargo, otras experiencias muestran una relación más estrecha de lo que se cree.Un estudio de la Universidad de Viena examinó el vínculo entre 40 gatos y sus dueños y encontró que los humanos con personalidades más extrovertidas o concienzudas concitaron un patrón de conducta más complejo en los gatos. En conclusión: los patrones en las relaciones entre los gatos y las personas semejan otras relaciones complejas y de largo plazo, como las que se dan entre los seres humanos.
Otro estudio, de la Universidad de Mesina (Italia), confirmó lo anterior, afirmando que los gatos imitan a sus dueños. El experimento consistió en formar dos grupos de gatos: un grupo se mantuvo en el interior de la casa, en contacto cercano con sus dueños. El otro permaneció tanto dentro como fuera de la casa, y los gatos quedaban afuera por la noche. El resultado fue que el primer grupo adaptó su alimentación y sus patrones de sueño a los de sus dueños. Sus niveles de actividad se asemejaron a los de los seres humanos que los rodeaban.
Estamos acostumbrados a aceptar que el perro es el mejor amigo del hombre. Gracias a los avances científicos, tal vez empecemos a darnos cuenta de que el hombre es el mejor amigo del perro. Y, con suerte, del gato también.