El hombre que destapó el mayor escándalo de la ciencia española
Antonio
Herrera Merchán inició una investigación que acabó con el despido de
una científica premiada con dos millones de euros de la UE
El investigador cordobés Antonio Herrera Merchán, de 38 años, en su casa.
“No encuentro trabajo”, reconoce con voz frustrada Antonio Herrera Merchán,
un científico cordobés de 38 años en las filas del paro desde el 1 de
enero de 2017. Su historia no es una más en la crisis de la ciencia en
España. El investigador está en la calle tras tirar de la manta y
destapar uno de los mayores escándalos de la ciencia española, que
terminó hace un año con el despido fulminante
de la prestigiosa bióloga molecular Susana González López, entonces en
el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC).
González acababa de recibir una ayuda de 1,86 millones de euros de la
Comisión Europea para sus vanguardistas estudios sobre las enfermedades
del corazón. Entre otros logros, había conseguido una asombrosa
recuperación de ratones con una insuficiencia cardiaca letal que afecta a
una de cada 2.500 personas adultas. Hoy, la revista científica que
publicó el avance, Nature Communications, ha anunciado la retractación
del artículo. Varias de sus imágenes estaban duplicadas y presentadas
como si fueran de experimentos distintos. Y su principal autora no ha
enmendado los supuestos errores. “Susana González no ha podido
facilitarnos el conjunto completo de los datos en bruto en los que se
basa el estudio”, alerta Nature Communications.
La revista 'Nature Communications' ha retractado
hoy dos estudios de la bióloga molecular Susana González por sus
irregularidades
“Fui yo quien puso en conocimiento del CNIC las dudas sobre
determinadas imágenes y experimentos que detecté”, reconoce ahora
Herrera Merchán, tras un año de silencio desde el despido de González,
ejecutado el 29 de febrero de 2016. Este enero, el Juzgado de lo Social
número 5 de Madrid ha desestimado una demanda presentada por la
investigadora y ha declarado el despido procedente, según fuentes del
CNIC, aunque la sentencia no es firme.
Todo comenzó en septiembre de 2014, durante el congreso anual de la
Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, celebrado en
Granada. Susana González daba una charla sobre su revolucionaria técnica para “rejuvenecer” corazones y Herrera Merchán asistió para saludarla después del acto.
El investigador, licenciado en Ciencias del Mar, había realizado su
tesis doctoral en el CNIC a las órdenes de González, entre 2008 y 2012.
Durante la charla en Granada, le pareció que una de las imágenes que
mostraba su antigua tutora estaba “duplicada y ampliada”, ilustrando dos
experimentos distintos en dos ratones diferentes. Se lo comentó a un
compañero y este le habló de la web PubPeer, en la que los científicos
comentan artículos de otros colegas de manera anónima. El investigador
cordobés, sin embargo, no le dio mayor importancia.
La bióloga molecular Susana González.CNIC
El 9 de marzo de 2015, Susana González publicó sus impresionantes avances en ratones en la revista Nature Communications.
Herrera Merchán no había participado en aquel trabajo, pero le echó un
ojo. Y allí estaban las imágenes que había visto en la charla de
Granada. “Vi claramente que eran exactamente las mismas, solo que una
era una ampliación de la otra. En ese momento, fue cuando me asusté y
fui a la web PubPeer”, recuerda el investigador. Apresuradamente, buscó
su nombre y el de Susana González y se quedó horrorizado. La web estaba
llena de acusaciones anónimas contra estudios de su propia tesis doctoral y contra los anteriores de González.
Muy preocupado, y tras una discusión con la bióloga molecular,
compartió su inquietud con los responsables del CNIC en enero de 2016.
Tras una breve investigación interna, Susana González fue despedida de
manera inmediata por “irregularidades”. El CNIC comunicó al Consejo
Europeo de Investigación las “presuntas malas prácticas científicas” de
González y la ayuda de 1,86 millones de euros fue suspendida ipso facto.
El caso sigue en manos del Comité Permanente de Conflicto de Intereses,
Mala Conducta Científica y Cuestiones Éticas del organismo europeo,
según un portavoz.
Un juzgado de Madrid ha declarado procedente el despido de Susana González del CNIC
Muchos estudios de la bióloga molecular están ahora en tela de juicio. También hoy, la revista Nature Communications retracta otro trabajo de González,
en el que Herrera Merchán sí es coautor, sobre las células madre
formadoras de sangre. De nuevo, aparecían imágenes duplicadas en
experimentos teóricamente diferentes. Y González tampoco disponía de los
datos originales.
Hace un mes, otra revista especializada, Cell Cycle, retiró otro estudio de González
por “irregularidades” en tres de sus figuras. La publicación informó de
que la investigadora no tenía “ni datos en bruto ni notas de
laboratorio para ninguno de los experimentos” representados en esas
imágenes. “Los demás coautores aseguran, y nosotros lo aceptamos, que no
participaron en esta omisión ni eran conscientes de ella”, añadía la
revista. Entre los cinco coautores exculpados se encontraban Antonio
Herrera Merchán, otros tres miembros del CNIC y uno más del Centro
Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
Tras su despido, Susana González, funcionaria, se reincorporó a su
plaza fija de científica titular del CSIC en el Centro de Biología
Molecular Severo Ochoa, en Madrid. Se encuentra “de baja laboral médica”
desde comienzos de julio de 2016, según confirma el director del
organismo, José Félix de Celis. La investigadora no ha respondido por el
momento a los mensajes enviados por este periódico. Hace justo un año,
González negó las acusaciones de fraude y proclamó: “Nunca me han retractado un artículo”. En este momento son tres.
“Yo tengo las manos limpias. Solo hice lo que, creo, debía hacer", afirma Herrera Merchán
Herrera Merchán reconoce que destapar el caso fue “una de las
decisiones más difíciles” de su vida. En el mundo de la ciencia, las
denuncias suelen ser anónimas. Los chivatazos sobre posibles plagios o
falsedades llegan a las editoriales científicas, a los centros de
investigación y a los periodistas especializados, pero normalmente bajo
un mismo seudónimo, Clare Francis,
adoptado por imitación desde 2010 por cientos de personas. Herrera
Merchán, sin embargo, dio la cara y denunció incluso los estudios que
llevaban su firma, a riesgo de manchar su propio nombre, lo más valioso
que tiene un científico.
“Yo no tengo nada que ver con estas manipulaciones, como deja claro la retractación de la revista Cell Cycle”,
explica. Sin embargo, lamenta, su nombre ha quedado en una especie de
“lista negra”. Poco después de que se hiciera público el despido de
Susana González, Herrera Merchán ofreció a un profesor de la Universidad
de Córdoba solicitar juntos una ayuda para la contratación de jóvenes
doctorados. “Sinceramente, no estoy interesado, ya que todo el tema de
tus artículos y el problema con Susana no lo tengo claro. Tampoco tengo
interés en saber qué ha pasado. Un saludo”, le respondió el profesor.
Desde que terminó su último contrato hace dos meses —en el centro
GENYO de Genómica e Investigación Oncológica, en Granada—, Herrera
Merchán ha acudido a tres entrevistas de trabajo, sin éxito. Está
convencido de que el escándalo en torno al caso de Susana González sigue
manchando su nombre. Ahora, sale a la palestra para proclamar su
honestidad y defender su imagen como científico. “Yo tengo las manos
limpias”, zanja. "Solo hice lo que, creo, debía hacer".
El clima y la dieta marcaron los genes de los primeros americanos
La primera migración a América a través del Estrecho de Bering dejó huellas en el genoma de los nativos americanos actuales. Según un nuevo estudio, con participación española, el frío hizo que solo unos cuantos individuos sobrevivieran a esa travesía, por lo que muchos de los descendientes de aquellos primeros colonos todavía conservan adaptaciones al clima ártico, aunque ya no les son necesarias.
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Familia inuit de Noatak, Alaska, 1929. / Edwar S Curtis.
Los primeros humanos que entraron en América por el Estrecho de Bering se encontraron con un clima y una alimentación totalmente diferentes. Un estudio publicado recientemente en la revistaPNASdemuestra que esta migración dejó huellas en el genoma de los nativos americanos, descendientes de aquellos primeros colonos. Se trata de variantes genéticas que les facilitan la digestión de las grasas, rasgo distintivo de la adaptación a clima ártico y las dietas ricas en proteínas.
"Las presiones ambientales y dietéticas que se encontraron los primeros pobladores de América los marcaron genéticamente", declara David Comas, científico en el Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona (IBE, CSIC-UPF) y director del departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) que ha participado en la investigación.
De hecho, se trata de lo que en biología evolutiva se conoce como efecto fundador. Es decir, del pequeño grupo de personas que cruzó el estrecho por primera vez, solo sobrevivieron los que tenían estas mutaciones que les permitieron subsistir. "Como resultado, todas las poblaciones que surgieron a partir de estos primeros pobladores llevan las mismas variantes genéticas", explica Comas.
Genes que permanecen en los inuit
Los inuit que viven en el círculo polar ártico todavía se benefician de esta adaptación biológica, pero los indígenas del Amazonas, que viven en un clima tropical, también las conservan. Según el experto, "el hecho de que poblaciones actuales contengan adaptaciones del pasado no es necesariamente negativo, pero puede comportar disfunciones en el metabolismo".
Estas mutaciones ya se habían visto en los inuit, pero ahora también se ha encontrado con altas frecuencias en muchas de las 53 poblaciones actuales y prehistóricas que se han estudiado, incluyendo tribus del Amazonas y pueblos nativos de América del Norte. Al estar en casi todas, los científicos creen que la adaptación sucedió en una población ancestral, antes de cruzar el estrecho, y que entonces se seleccionó debido a las condiciones ambientales.
Entender cómo la selección natural ha perfilado nuestra fisiología actual en respuesta a cambios del clima, dieta y enfermedades del pasado permite entender la composición genética actual de los humanos en relación a la susceptibilidad de diferentes enfermedades.