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jueves, 23 de marzo de 2017
LOS RUBIOS DE OJOS CELESTES SON ASESINOS NATURALES?
Es el retardo mental una característica de las razas superiores?
Escrito por Jorge Majfud * (Alai Amlatina)

Arthur
Schopenhauer una vez escribió: “El que los negros hayan caído de
preferencia y en grande en la esclavitud, es evidentemente una
consecuencia de tener menos inteligencia que las demás razas humanas”.
No vamos a decir que los alemanes de raza pura son menos inteligentes
porque perdieron las dos guerras mundiales, a ver si tenemos problemas
con los señores Trump y Taylor. En cualquier caso, el hecho de que
algunos pueblos hayan caído en la esclavitud significaría que tienen
menos inteligencia esclavista. El gran filósofo alemán escribía
en un siglo donde el racismo se había hecho ciencia para justificar la
toma europea del mundo por asalto. El Diccionario de psiquiatría de
Antoine Porot definía a la sífilis y los parásitos como “psicopatología
de los negros” recomendando la deportación de esos seres desagradables a
las colonias expoliadas por Francia.
Por
entonces, y aún hoy, se echa deliberadamente al olvido que cuando el
centro de la civilización era Grecia o Roma, los rubios del norte eran
considerados no sólo bárbaros (es decir, gente sin lengua) sino
incapaces de alguna proeza intelectual, como libros y puentes. Y también
fueron con frecuencia esclavizados por los europeos del sur, mientras
en el norte de África y en Medio Oriente se desarrollaban las ciencias y
las matemáticas que aún hoy significan la base de nuestro orgulloso
progreso material. Los algoritmos no fueron inventados por Antoine Porot
ni por el señor Taylor sino por un persa (no digamos iraní, por las
dudas) hace más de mil años. Por no hablar del alfabeto de los fenicios y
los números de los árabes que por mucho tiempo la misma Europa se
resistió a adoptar por prejuicios culturales pero sin los cuales,
incluido el imprescindible concepto del cero, ni siquiera la llegada del
hombre a la Luna hubiese sido posible. Cuando el mundo islámico se
convirtió en el centro de la civilización, de las artes y de las
ciencias, la Europa de los rubios genios era gobernada por fanáticos
religiosos cuando no por bárbaros que asolaron las ciudades más
desarrolladas de su tiempo. No por coincidencia algunas tribus dieron
sus nombres a la violencia bruta, como los vándalos.
Aquellos
pueblos de gente tan bonita eran atrasados en muchos aspectos, menos en
su eficiencia para destruir y conquistar. Lo mismo podemos decir de
civilizaciones avanzadas de Mesoamérica, con ciudades futuristas en
comparación a las sucias y malolientes capitales europeas de la época,
aunque no tan avanzadas en el arte de matar, destruir y conquistar. Por
las mismas razones siempre se insiste en la brutalidad de los rituales
de los aztecas, cuando por la misma época la Inquisición torturaba y
quema vivos por miles a disidentes y herejes al tiempo que los nuevos
europeos comenzaron a nombrar extensas zonas como África, otrora centro
de otras civilizaciones que por miles de años fueron la vanguardia del
progreso intelectual, como “Barbaria”.
Hoy
Europa, con derecho, puede estar orgullosa de su nivel de civilización,
tanto material como social, mientras otras regiones del mundo, alguna
vez cuna de la razón y el humanismo, se ven sumergidas en el caos y la
esclavitud moderna. No obstante, ¿quién podría decir que todos esos
cambios se debieron a cambios genéticos en los pueblos?
Pero
también hoy el crédito moral de la mala conciencia de Europa tras la
Segunda Guerra mundial comienza a agotarse. Los setenta años de
progreso social y económico también. Del otro lado del Atlántico, la
mala conciencia del racismo estadounidense ha salido del closet después
de años de sofisticadas simulaciones.
La
idea de razas es básicamente una construcción cultural. Podemos ver y
concebir algunas diferencias entre un negro y un blanco como entre una
mujer y un hombre. Dejemos de lado la problemática de la construcción de
géneros y veamos que las supuestas razas son clasificaciones
arbitrarias de hecho: en Estados Unidos se segregaba a los irlandeses
por pelirrojos al límite de no permitirles acceder a determinados
servicios o simplemente se los asesinaba por cualquier motivo. El odio
de los primeros blancos hacia los nuevos blancos debía ser tan intenso
como que el que alguna vez encontré en África entre miembros de
distintas etnias por diferencias que yo no era capaz de percibir. Hoy en
día muchos de esos supremacistas blancos son descendientes de aquellos
irlandeses o polacos o italianos perseguidos y odiados por sus “razas”.
¿Por qué no hay una raza de ojos celestes y otra de ojos negros? Etc.
Pero vayamos al argumento ético sobre las inteligencias.
Hace años, Charles Murray y Herrnstein hicieron algunos estudios sobre “ethnic differences in cognitive ability” mostrando gráficas de coeficientes intelectuales claramente favorables a la raza blanca. En mi juvenil libro de ensayos Crítica de la pasión pura,
escrito en una aldea de África en 1997, anoté una observación sobre
estos estudios: “supongamos que un día se demuestre que hay razas menos
inteligentes (y que se defina exactamente lo que quiere decir eso de
“inteligencia”, sin recaer en una explicación escolar o zoológica). En
ese caso, las creaturas deberán estar mejor preparadas para la verdad.
Esto quiere decir que debemos esperar que las razas se traten entre sí
como si no estuviesen unas por encima de otras sino en la misma
superficie redonda de Gea. Es decir, que no se traten como ahora se
tratan suponiendo una inteligencia racial uniforme”.
El
señor Jared Taylor, como Ginés de Sepúlveda en el siglo XVI y todos los
racistas que han pisado y asolado este planeta, consideran que la
diferencia de inteligencia, es decir la superioridad racial, justifica
que unos grupos dominen sobre otros o que tengan más derechos que otros a
vivir en un país que asumen, por razones místicas, como propiedad
privada de una raza y una cultura, olvidando otro elemento obvio: el
pasado es un país extranjero, frecuentemente irreconocible con un
supuesto nosotros.
Aquí surgen otras obviedades que también se echan convenientemente al olvido:
1.
No debemos olvidar que en cualquier caso, como lo demuestra la historia
de los países y las civilizaciones, la cultura es el verdadero factor
relevante, es decir, la inteligencia colectiva, y no tanto la
inteligencia biológica. También podemos observar la importancia de esta
dimensión, la cultural junto con otras como la alimentación, etc.,
cuando vemos que los test de inteligencia muestran que las diferencias
entre blancos y negros han disminuido entre los años sesenta y noventa.
¿Alguno de estos grupos cambió su ADN en un proceso evolutivo
ultra-exprés?
2.
Jared Taylor dice que los negros son menos inteligentes que los blancos
y los blancos menos que los asiáticos (esta última observación es un
impuesto argumental). Pero como está hablando de promedios, se debe
entender que en el grupo B de los menos inteligentes hay individuos que
superan la inteligencia de muchos otros pertenecientes al grupo A de los
más inteligentes. ¿Significa esto que algunos negros deberían gobernar a
los blancos o, al menos, tener el privilegio de ser sus vecinos? No,
por supuesto. Porque la inteligencia es una justificación pero a no
confundirse: el odio no es hacia los retardados mentales sino hacia los
negros.
3.
Sr. Taylor, según los famosos test de coeficiente intelectual (IQ), yo
pertenezco al uno por ciento más dotado de la población mundial.
¿Debemos los miembros de esta secta (bastante estúpidos e inhábiles en
otros aspectos humanos, lo digo por experiencia aunque esa es una
obviedad que no necesita confesión) reclamar algún derecho especial
sobre el restante 99 por ciento? ¿Tal vez derecho a un voto doble? ¿A un
doctorado exprés? ¿A una promoción automática en nuestras carreras?
Bueno, si tenemos la piel un poco oscura o un acento extranjero,
obviamente no. Si se trata de un caucasiano racista, uno de esos
obsesionados con el tamaño del cerebro y de su pene, sí obviamente.
4. ¿Un ser humano es un pedazo de cerebro, frecuentemente equivocado?
-* Jorge Majfud es escritor uruguayo estadounidense, autor de Crisis y otras novelas.
Todos los métodos que utilizan las farmacéuticas para frenar la entrada de genéricos en el mercado
Los laboratorios piden nuevas patentes para un medicamento antiguo
aplicando pequeños cambios, sacan genéricos propios o pagan a terceros
para que no compitan
La Comisión de la Competencia planea estudiar el sector al sospechar que se dan estrategias dilatorias amparadas por la regulación
"El mercado de los fármacos es un monopolio donde los laboratorios marcan los precios", dice la directora de Salud por Derecho, Vanessa López
La Comisión de la Competencia planea estudiar el sector al sospechar que se dan estrategias dilatorias amparadas por la regulación
"El mercado de los fármacos es un monopolio donde los laboratorios marcan los precios", dice la directora de Salud por Derecho, Vanessa López

La Comisión Nacional de la
Competencia sospecha que los grandes laboratorios taponan la llegada de
medicamentos genéricos, en principio, más baratos. Sus análisis
preliminares apuntan a que se dan “comportamientos estratégicos que
restringen o retrasan la entrada”, así que van a estudiar el mercado, según contó la semana pasada. ¿Por dónde empezar?
Diversos análisis han ilustrado cómo las farmacéuticas echan mano a
toda una batería de recursos para dilatar la aparición de un genérico
que tire de los precios –y sus beneficios– hacia abajo: la
multiplicación de patentes para blindar un solo medicamento, los
litigios prolongados con otras empresas, la creación de sus propios
genéricos o el pago a fabricantes para que renuncien a fabricar están
entre los más usados. Tácticas que han descrito desde la Comisión
Europea hasta un reciente estudio aparecido en la revista de la Sociedad Norteamericana de Hematología.
Genéricos de marca
Las grandes marcas
comerciales producen y venden genéricos. Y los venden a precios de
genéricos haciéndose con una cuota extra del mercado: la franja que
ocupan los medicamentos más económicos.
Desde luego, viendo el ranking de laboratorios del
sector de genéricos en España en 2016, en la lista general aparecen
dentro de los diez primeros en porcentaje de recetas nombres de gigantes
como Pfizer, Novartis, Sanofi, Bayer o Glaxosmithkline.
El genérico que más se vende en
España es el Adiro que comercializa la gran farmacéutica Bayer. Se
trata de ácido acetil salicílico. Lo mismo que la Aspirina de Bayer
aunque en menor concentración. Se usa para pacientes que han tenido un
episodio cardíaco agudo.
Renovación de productos antiguos
Un laboratorio que está vendiendo cierto medicamento bajo patente
modifica de alguna manera la molécula o la combina con otro principio o
tratamiento para justificar una nueva patente que alargue su
exclusividad. Reverdecen ( evergreening) su principio activo. Así que incluso si algún competidor litiga contra la patente, el proceso se dilata.
En este sentido, un informe de la Comisión Europea explicaba
ya en 2009 que las empresas registran un “gran número de patentes
relacionadas con una única medicina” que, en ocasiones, llevaban a
pleitos con compañías de genéricos. La CE contabilizaba 700 casos que
terminaron con 200 acuerdos donde los grandes pagaban a los pequeños.
Pago por no competir
Las farmacéuticas pagan cantidades a las empresas de genéricos que
podrían suponer una competencia si sacaran productos, una vez que la
patente ha dejado de blindar el medicamento. De esta manera se retrasa
la entrada en el mercado de otras variedades, en principio, más baratas
que las de la firma comercial.
La patronal
de las fabricantes de genéricos, AESEG, se queja de que “la igualdad de
precios” que decretó el Gobierno en un decreto de 2011 y que impide
superar un precio de referencia para los medicamentos con un mismo
principio activo (ya sea comercial o genérico) ha menoscabado la razón
de ser de la medicina genérica que se basa, precisamente, en la
diferencia de precio (más baratos en su caso).
AESEG asegura que la cuota de mercado en España de estos principios
libres de patente está en el 20%, frente al 25% general de Europa, y “un
40% en cuanto a unidades vendidas, muy lejos del 60% a nivel
continental”. Los primeros de la lista son los laboratorios españoles
Cinfa y Normon y el israelí Teva. Sin embargo, la asociación empresarial
no ha contestado específicamente a lo que espera de la investigación de
Competencia.
Igual línea ha tomado la
patronal de los grandes laboratorios Farmaindustria que, de momento, no
planea hacer comentarios. Esperan “a que la CNMC haga el estudio que ha
anunciado”.
Precios y márgenes de beneficio
Sí ha aportado su análisis la directora de la organización Salud por
Derecho, Vanessa López, quien no duda en calificar el plan de la
Comisión de “muy importante” ya que “está diciendo que hay que revisar
el sistema de precios y márgenes donde radica el problema del acceso a
los medicamentos”. En su opinión, en el mercado de los fármacos “se da
un monopolio donde los laboratorios marcan los precios. Tienen la sartén
por el mango”.
López analiza que la
legislación actual permite “extender ese monopolio” mediante la
prolongación de las patentes. “Desde la ampliación mediante pequeñas
modificaciones o combinaciones hasta los denominados certificados
complementarios de protección”. Las patentes pueden durar 20 años, pero
estos certificados permiten prorrogarlas cinco más “para intentar
compensar todo el proceso de autorización sanitaria” que resta tiempo a
la comercialización.
Otra disposición legal a
favor de este sistema es la exclusividad de datos que ampara la Ley del
Medicamento. Esto hace que los laboratorios no deban compartir los
datos del proceso de creación de una molécula hasta diez años después de
su autorización. Sin esos datos, no se puede crear un genérico puesto
que los medicamentos sin patente deben demostrar una equivalencia con el
original. “Esta disposición es propia de la Unión Europea”, recuerda
Vanessa López.
La Comisión Europea explicó
que “estos retrasos son importantes ya que el precio de los genéricos
durante el primer año tras la pérdida de exclusividad fue, de media, un
25% más bajo que el de la marca comercial. A los dos años, estaba un 40%
por debajo". Los precios de las marcas también caen después de que la
entrada de genéricos.
Sin embargo, en su
análisis, la CE reconoce la necesidad de las patentes para proteger la
investigación que hacen los laboratorios aunque la directora de Salud
por Derecho difiere en que “el blindaje desincentiva la investigación:
¿para qué voy a desarrollar otra medicina si puede exprimir
económicamente esta?”
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