viernes, 5 de diciembre de 2014

QUE SE JODAN LOS RUBIOS DE OJOS CLAROS...UN DIA TODOS FUIMOS NEGROS

Retorno a la madre África

El mayor estudio de la variedad genómica subsahariana ilumina los orígenes y la compleja historia de mestizaje de la humanidad moderna

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Cuadro de 1805 que muestra unos bosquimanos. / Wikimedia Commons
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África no se les ha olvidado a los genetistas. Un proyecto para cartografiar la variación genómica en el continente –mayor que la del resto del mundo junto— ha secuenciado los genomas de 320 personas de 7 grupos étnicos y lingüísticos distintos, generando un importante recurso de salud pública e historia de las poblaciones. El consorcio científico ha descubierto varias regiones genómicas que están ahora mismo sometidas a selección darwiniana, entre ellas las implicadas en la resistencia a la malaria y la hipertensión. Sorprendentemente, también hay patrones regionales de mezcla con las poblaciones eurasiáticas: el resto de la humanidad salió de África, pero parte de ella regresó al continente en algún momento.
“La historia de los orígenes y la diversificación humana es la historia de África”, escribe en Nature Raj Remesar, de la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Una de las novedades más interesantes del Proyecto sobre la Variación del Genoma Africano es que, aunque ha recibido su impulso de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) estadounidenses y del Wellcome Trust británico –es decir, de los nodos principales del proyecto genoma público—, está contando con una implicación activa y creciente de los investigadores africanos, coordinados por la Sociedad Africana de Genética Humana y el Consorcio África H3.
El Proyecto sobre la Variación del Genoma Africano presenta en el artículo principal de Nature datos genéticos (no genomas completos) de 1.481 individuos de 18 grupos etnolingüísticos del África subsahariana. Y también los genomas completos de 320 personas de siete de esos grupos que abarcan buena parte de la variabilidad de Etiopía (noreste de África), Uganda (este) y el sur del continente. Esas poblaciones también representan los tres grandes grupos lingüísticos de África: los hablantes de las familias lingüísticas Níger-Congo, Nilo-sahariana y Afroasiática, y los puntos clave de las rutas migratorias de la humanidad ancestral.
El objetivo primario del proyecto genoma africano es aprovechar las sofisticadas herramientas de la genómica para mejorar la salud pública y el desarrollo biomédico –identificando los factores de propensión a enfermedades y respuesta a fármacos, por ejemplo—, pero África es la cuna de la humanidad, y el genoma de sus pobladores contiene también un registro vivo de nuestros orígenes y nuestra evolución. Y no pocas sorpresas.
La variación genómica en el continente es mayor que la del resto del mundo junto
Los datos revelan, por ejemplo, una considerable mezcla de los genomas del oeste africano con poblaciones eurasiáticas que, obviamente, debieron migrar de vuelta a África entre 7.500 y 10.500 años atrás. Por esas fechas se estaba propagando por el este del Mediterráneo la revolución neolítica que inventó la agricultura y permitió los primeros asentamientos humanos, las primeras ciudades y la división del trabajo. Las migraciones originales desde África (out of Africa) que extendieron la humanidad por el resto del planeta fueron muy anteriores, entre 60.000 y 100.000 años atrás.
La población del oeste de África también muestra las huellas genómicas de otros mestizajes pretéritos: esta vez con los Khoe-San del sur de África, las poblaciones de bosquimanos a las que no solo la genética, sino también la lingüística, apuntan como herederos directos de los primeros humanos modernos. Los Khoe-San, como otras poblaciones de bosquimanos aisladas por diversos lugares de África, son hablantes de ‘lenguajes-click’, donde muchas consonantes consisten en chasquidos de la boca y la lengua, como el sonido de un beso.
Cuando los humanos migraron fuera de África, se llevaron en sus genomas un subconjunto de la variación genómica ancestral africana"
Una de las ideas más rompedoras de los científicos es que esas migraciones euroasiáticas de vuelta a África, o de los Khoe-San del sur al resto de África, llevaran consigo un “gen wanderlust” (literalmente, un gen del espíritu viajero, o del deseo de viajar) que, de este modo, fuera transferido a otras poblaciones africanas y que, finalmente, se tradujera en la gran expansión de los bantúes que propagó por todo el continente los lenguajes de la familia Níger-Congo, hace solo entre 3.000 y 5.000 años. ¿En qué consistiría ese gen del espíritu viajero?
Charles Rotimi, director del Centro de Investigación Genómica y Salud Global de los NIH, en Bethesda, y uno de los coordinadores del estudio, responde a EL PAÍS: “El gen wanderlust se refiere al hecho de que los humanos aman viajar e interactuar con otras poblaciones humanas cercanas o lejanas; al llegar a nuevos destinos, los humanos aman compartir su ADN, y en el proceso continúan diseminando el tejido genético humano”.
“Somos por tanto un mosaico de la constitución genética de todos nuestros ancestros”, prosigue Rotimi. “Cuando los humanos migraron fuera de África hace decenas de miles de años, se llevaron en sus genomas un subconjunto de la variación genómica ancestral africana; la presencia de mezclas genómicas no africanas –por ejemplo, europeas y asiáticas— en las poblaciones africanas actuales aporta evidencias de migración en reverso, de vuelta a África desde Europa y otras partes del mundo”.
África es la cuna de la humanidad, y el genoma de sus pobladores contiene también un registro vivo de nuestros orígenes y nuestra evolución
Raj Remesar, jefe de la división de Genética Humana de la Universidad de Ciudad del Cabo, no implicado en el estudio, matiza en un correo electrónico que la existencia de ese gen wanderlust no es segura. “Wanderlust se refiere a la gente que gusta de viajar”, dice. “Mi noción es que el impulso que originalmente llevó a los africanos a salir del continente fueron las presiones del entorno natural, pero después pudo haber tendencias genéticas que se seleccionaran a favor, por ejemplo la tendencia a seguir moviéndose, a seguir viajando; y tal vez fue ese rasgo el que llevó a algunos de ellos a viajar de vuelta a África, y muchísimo antes de lo que las evidencias nos llevaban a creer. Y que solo fue después de que ese rasgo entrara en África cuando ocurrieron las migraciones masivas que extendieron a los bantúes por toda África”.
Los grupos etnolingüísticos Afroasiático y Nilo-sahariano, por otro lado, no son tan homogéneos como se había estimado previamente: su contribución a la diversidad genética africana es muy alta. Los investigadores interpretan que el otro gran grupo lingüístico, el Níger-Congo, que da cuenta de la vasta mayoría de la población en el África subsahariana actual, representa una propagación muy reciente (tal vez hace solo 3.000 años), y por tanto muy homogénea, que se superpuso a poblaciones antiguas y mucho más variadas. Las evidencias genéticas y lingüísticas cuentan una vez más la misma historia.
Al menos en la genómica, África ha empezado a desperta

El día que científicos suizos crearon fantasmas en su laboratorio


Un estudio sugiere la forma en la que el cerebro humano provoca la sensación de presencias extrañas a nuestro alrededor

Víctor Frankenstein, aquel doctor que soñó con crear la vida, ha sido durante muchos años el arquetipo del científico loco, obsesionado por llevar la ciencia un poco más allá. En el otro lado de la balanza se encuentran los investigadores que tratan de encontrar respuestas para muchas cuestiones que hasta ahora carecían de ellas.
En este último grupo podemos encuadrar a un grupo de científicos de la Universidad de Lausana, que, encabezado por Olaf Blanke, asegura haber descubierto por qué muchas personas parecen sentir presencias extrañas a su alrededor. Para ello, tal y como cuenta Marcos Zuberoa en el blog «FayerWayer», no han dudado en crear un fantasma en su laboratorio.
Blanke estaba convencido de que esa sensación, experimentada tanto por alpinistas, exploradores, supervivientes de catástrofes o personas que han perdido a un ser querido, como por pacientes que sufren trastornos neurológicos o psiquiátricos, se debía a una confusión del cerebro en el momento de percibir el origen de las señales enviadas por los sentidos.
Para demostrarlo, diseñó un experimento en el que pacientes con dolencias como epilepsia o migraña y los ojos vendados debían mover un brazo sujeto a un pequeño robot a través del dedo índice. Otro brazo mecánico, situado detrás del sujeto, reproducía ese movimiento, dándole pequeños golpes en la espalda.
Los ejercicios mostraron que cuando los movimientos de ambos robots eran simultáneos, no ocurría nada extraño. Sin embargo, si los movimientos estaban separados por al menos medio segundo, pasados tan solo tres minutos, los voluntarios tenían la sensación de que alguien había vuelto a tocarles la espalda, aunque realmente no había sido así.
La sensación fantasmal fue tan intensa que dos voluntarios se sintieron tan incómodos con la prueba que pidieron abandonarla. Algunos de los participantes en el estudio, que no conocían su objetivo, llegaron a afirmar haber notado la presencia de hasta cuatro espíritus a su lado mientras se desarrollaba el experimento.
De acuerdo con sus responsables, este estudio demostraría que los fantasmas o sensaciones de presencia pueden surgir cuando el cerebro confunde las señales que recibe, por lo que crea una segunda representación del propio cuerpo que ya no se percibe como un «yo», sino como «otro».
Aunque ayude a explicar un fenómeno que se da en muchas culturas, el verdadero objetivo de la investigación es comprender mejor algunos de los síntomas de los pacientes que sufren esquizofrenia, que suelen experimentar alucinaciones asociadas a la presencia de entidades extrañas de las que pueden oír sus voces y sentir sus acciones, aunque no verlas.
Probablemente, este experimento no contribuirá a que nadie deje de creer en fantasmas. Para la ciencia, en cambio, puede suponer un gran paso para seguir comprendiendo cómo funciona el complicado cerebro humano.