martes, 4 de mayo de 2010

Una investigación demuestra que a los varones les aumenta el cortisol, la hormona del estrés, cuando comparten una misma habitación con una guapa desconocida

5  minutos con una mujer atractiva, suficiente para alterar a un hombre
Los varones que participaron en el estudio sufrieron una subida del cortisol en presencia de mujeres que consideraban atractivas.


Cinco minutos en la misma habitación con una mujer atractiva son suficientes para alterar a un hombre. Según una investigación de la Universidad de Valencia realizada en colaboración con la de Groningen, en Holanda, los varones sufren una subida notable de cortisol, la hormona del estrés, cuando se encuentran ante alguien del sexo opuesto que despierta su interés. No hace falta que ellas sean una super bellezas para provocar este reacción en el cerebro. «No eran modelos, sino estudiantes universitarias. Guapas sí, pero chicas normales que colaboraron con nosotros», explica a ABC.es Alicia Salvador, codirectora del estudio y catedrática de Psicobiología. El cortisol, en grandes dosis y producido durante mucho tiempo, está relacionado con numerosas enfermedades y trastornos, incluidos los del corazón, pero es absolutamente necesario para afrontar las pequeñas incidencias de cada día: un partido de tenis, un problema en el trabajo... Ante una chica que se sienta al lado, este «efecto hormonal» posiblemente sea «una respuesta de preparación para el cortejo».
El estudio, publicado en la revista científica norteamericana Hormones and Behaviour, intenta comprender cómo las hormonas influyen no sólo en nuestra apariencia física, sino también en nuestros comportamientos, pensamientos y emociones, y viceversa. Los investigadores valencianos llevan décadas estudiando esta relación, especialmente «en conductas significativamente evolutivas, como las relacionadas con el status y la competición y como, indudablemente, lo es también la conducta sexual», explica Salvador. En un anterior estudio, los investigadores pudieron comprobar cómo la testosterona masculina aumenta en un encuentro casual, también de cinco minutos, con una mujer, aunque los sujetos de la investigación no especificaban si la mujer les resultaba atractiva, cómo sí ocurre ahora.
Juntos en una sala

Salvador y su equipo reunieron a 84 voluntarios, estudiantes varones de 21 años de distintas facultades, convocados para realizar una serie de supuestas tareas en un ordenador. A cada uno de ellos se le hacía esperar en una sala. Mientras se encontraba en ella, aparecía por sorpresa una joven -colaboradora de los investigadores-, que tomaba asiento. Permanecían juntos cinco minutos. Los científicos comprobaron que aquellos que se encontraban con una chica que consideraban atractiva -los jóvenes eran consultados posteriormente- sufrían un aumento de cortisol. Sin embargo, aquellos que pasaron el rato con otros chicos (un grupo de control) o con una chica que no era de su agrado, no vieron alterados sus niveles de cortisol. Las mediciones de la hormona fueron tomadas antes y después de esta situación.
«El cortisol es una hormona asociada al estrés, pero decir que es mala para la salud como se ha publicado en algunos medios es una barbaridad», apunta la responsable del estudio. «Es contraproducente cuando se mantiene alta durante mucho tiempo, pero también es necesaria para poder vivir y responder a las incidencias del día. Nos prepara para un mejor funcionamiento, ya que, entre otras cosas, permite la liberación de glucosa y nos da energía», añade. En el caso de los chicos del estudio «se trata de una preparación ante un posible cortejo, lo que ocurre en otras especies».
Las chicas que hicieron de anzuelo eran estudiantes atractivas, pero no modelos que cortan la respiración. «Digamos que eran guapas, pero no espectaculares. Este estudio realizado en colaboración con los investigadores de la Universidad de Groningen van der Meij y Buunk, podría ampliarse. Sería fascinante hacer el mismo experimento con chicas, a ver qué pasa. ¿Reaccionarían las mujeres de la misma forma ante un tipo atractivo? «Esa es la pregunta del millón», se ríe la científica. Quizás sea el próximo paso.