sábado, 20 de junio de 2015

QUIEN TRAZA LA LINEA ROJA?

Las cosquillas del caracol

Nueva Zelanda se ha sumado recientemente a Francia en la lista de países cuya legislación reconoce a los animales no humanos como seres sentientes, capaces de experimentar dolor, placer, miedo o estrés.
Esa capacidad de sentir hace merecedores de respeto a todos los animales, al margen de su especie, de su tamaño, de su belleza o de su mayor o menor proximidad a los seres humanos.
Caracoles
Los caracoles suelen tratarse como plaga en los jardines y macetas, especialmente en esta época del año, por lo que los amantes de las plantas se proveen de artilugios variados para acabar con ellos, a veces de forma muy desagradable.
Los caracoles no son un tipo de plaga, ni de especie invasiva y he de confesar que tengo una gran simpatía por ellos. Van despacio, lo llevan todo consigo (sub parvo sed meo) y parecen adaptarse con facilidad a lo que tienen, tanto si tienen agua como si no, para lo que sellan la abertura de su concha con moco, que, cuando se seca, forma una sólida membrana llamada epifragma, y así pasan los periodos de sequía o de carencia. La complejidad de los gasterópodos ha sido ampliamente descrita por la ciencia. Es interesante recordar que tienen corazón, riñón, pulmones, estómago... y hasta ganglios cerebrales, lo que les sitúa en la franja de animales que experimentan sensaciones, como las cosquillas. De que tienen cosquillas y son muy curiosos, tengo todo un abundante anecdotario que sería prolijo detallar aquí. Lo que me interesa destacar es que, hasta seres tan apreciados por los gastrónomos pero tan despreciados ("¡es lento, como un caracol cojo!", se oye a veces) por el resto de los mortales, son también 'seres sentientes' ('sentient beings') y forman parte del mundo que compartimos con otras especies animales, incluso humanas.
Cuando pensamos en seres sentientes, la ciencia del Bienestar Animal no excluye a ningún animal; la sentiencia y el reconocimiento de su protección está en relación, la mayoría de las veces, con el rendimiento económico que de los animales se obtiene, pero el respeto por los animales y por sus intereses -lo que constituye el núcleo del Derecho Animal-, no tiene, de entrada, límites por el tamaño, la belleza, el uso que se les dé, o por la proximidad mayor o menor con nuestra vida cotidiana. Otra cuestión es cómo debería articularse hoy en día ese triple aspecto: el respeto social por los animales, las políticas públicas para hacerlo efectivo y la protección jurídica de los animales como seres sentientes, capaces de experimentar dolor y placer, miedo, y también cosquillas y curiosidad, como los caracoles.
Respecto a la protección jurídica de los animales como seres sentientes, reconocidos así por el art. 13 del TFUE, empieza a existir ya una buena literatura jurídica, que recomiendo leer (E. Alonso, M. Lachance, M. Wartenberg...). Pero quisiera referirme a alguna aplicación jurídica del término "sentient beings", que va abriéndose paso, de forma paulatina, pero cada vez con mayor fuerza en los textos legales.
Se trata de una importante noticia que quisiera destacar a este propósito, como es la reciente declaración de los animales como "sentient beings", realizada por Nueva Zelanda en una reforma de la ya existente ley de Bienestar Animal del año 1999, que ha sido  aprobada por el Parlamento y sancionada el 9 de mayo de 2015.
En efecto, la ' Animal Welfare Amendment Bill' introduce en el título programático de la ley, Part 1 (Amendments to principal Act), una enmienda que obliga a cambiar -y así lo hace- muchos aspectos concretos del texto de la ley. El párrafo 3A dice textualmente:
  • "Se reconoce que los animales son seres sintientes", para, a continuación, introducir la primera consecuencia del establecimiento de tal principio:
  • "Se exigirá de los propietarios de animales, y de las personas a cuyo cargo estén aquéllos, que atiendan de forma apropiada al Bienestar de dichos animales”.
Esta observación plantea un giro muy interesante, precisamente hacia cúal puede ser una de las formas de una nueva relación humanos-animales, basada en la sentiencia de los animales, que, aún conservando la estructura de la propiedad, se base en la responsabilidad. Un matiz jurídico no exento de importantes consecuencias prácticas. El texto de la ley, va recogiendo, de forma pormenorizada, en qué aspectos debe tratarse ahora a los animales como seres sentientes. El texto se refiere a aspectos como la manipulación, la definición de las necesidades de bienestar físico y comportamentales de los animales, las condiciones y límites del estudio de los animales y de los tests que se puedan realizar (por cierto, Nueva Zelanda prohibió los tests con animales para la industria cosmética y asimismo, la venta de productos cosméticos testados con animales), establece la obligación de aliviar el dolor, el estrés, el miedo y la enfermedad de los animales, así como establece penas graves para los casos de abuso y maltrato de animales.
Es, a mi juicio, uno de los ejemplos de legislación animal que constituye un referente de buena técnica jurídica, pues define qué es la sentiencia animal y la afirma respecto de todas las especies animales, para, acto seguido, extraer las consecuencias de cúal debe ser el comportamiento y los límites que deben observarse, a la luz de la responsabilidad del ser humano respecto de los animales. Un criterio, el de la responsabilidad, al que iré dedicando mi atención en los próximos meses y que, desde ahora, considero un giro importante en el ámbito jurídico, social y de políticas públicas de trato de los animales como "seres sentientes".
En este sentido, la declaración de que los animales son seres sentientes está de forma sólida anclada en ' The Cambridge Declaration of Consciusness', un documento preparado y formado por un grupo de respetados científicos ya en Julio de 2012, en el que de forma consistente se afirma que no son sólo los humanos los que tienen capacidades de consciencia y de sentimiento, sino que las estructuras neuronales de muchas especies de animales les hacen ser, al igual que los humanos, conscientes de su situación y capaces de experimentar y realizar comportamientos intencionales.
Este es el programa para muchos países, incluido el nuestro: reconocimiento científico, cambios legislativos, agenda política que incluya a los animales como seres sentientes y una actitud social que pierda el miedo a mostrar bondad y compasión por los animales (¡también los caracoles!), como afirmaba hace poco Matthieu Ricard en ua conferencia celebrada en París el pasado 30 de mayo de 2015, bajo el título ' La Libération Animale et aprés: inventer une société sans exploitation des animaux' y con el siguiente propósito "Il nous incumbe a tous de continuer à favoriser l'avènement d'une justice et d'une compassion impartiales envers l'ensemble des êtres sensibles. La bonté n'est pas une obligation: elle est la plus noble expression de la nature humaine".

Tengo malaria o paludismo,provocada por un ser vivo llamado "plasmodium falciparum".
No se si eliminarlo o dejar vivir de parasito dentro de mi tejido sanguineo... 

UN ENANO FAMOSO Y SIN GRACIA...HASTA QUE SE MUERA ALGUIEN POR SUS CONSEJOS DE CRETINO

PSEUDOCIENCIA

Los famosos perjudican seriamente su salud

Un libro denuncia cómo las celebridades están instalando mensajes contrarios a la medicina en la sociedad

Pablo Motos prepara un batido recomendado por Isabel Preysler para "dar energía" por las mañanas. / Antena 3

    "Supongo que eres consciente de que miles de personas quieren saber qué comes, qué no comes, qué haces, qué no haces”, le dijo Pablo Motos a Isabel Preysler en su reciente visita a El Hormiguero para que desvelar las claves de su belleza. No le faltaba razón a Motos: el programa logró el récord histórico de audiencia con casi cuatro millones de espectadores que escucharon a Preysler vender las bondades de su marca de crema y del batido de verdura que se toma al despertar “que te da mucha energía, es muy bueno para la piel... te sientes muy bien”.
    Ese preparado, que a Motos le resultó repugnante, forma parte de la moda de los batidos verdes, los smoothies que exhiben las celebrities en EE UU. “No sirven para nada. E incluso pueden ser nocivos porque te alejan de un patrón de dieta saludable”, critica Julio Basulto, dietista-nutricionista especialmente combativo contra las patrañas dietéticas. La utilidad de estos zumos está completamente desmontada: los elementos no multiplican sus propiedades al batirse juntos (como hicieron en El Hormiguero) y, además, sacian mucho menos que si las tomaran por separado.
    Estos batidos verdes son la última de las muchas recetas milagrosas que publicitan los famosos, previo pago o no, y que inundan medios en los que se elogian sin ningún espíritu crítico el valor del último secreto de tal o cual personaje popular para adelgazar o para "estar radiante". Se trata de una maquinaria industrial, que genera miles de millones, y que instala en el imaginario colectivo que hay atajos en cuestiones de salud, superalimentos curalotodo, zumos que limpian por dentro, dietas prodigiosas e infalibles pastillas de colores.
    Para desmontar esta espiral de autoengaño masivo, el profesor de la Universidad de Alberta Timothy Caulfield acaba de publicar un libro, Is Gwyneth Paltrow Wrong About Everything? (¿Está Gwyneth Paltrow equivocada en todo?, Penguin, 2015), en el que tumba todos y cada uno de estos reclamos, dignos de los vendedores de crecepelos, que ahora gritan sus mentiras en los mass media exhibiendo la belleza y el éxito de los famosos. Caulfield, miembro de la Academia de Ciencias de la Salud de Canadá y experto en bioética, ha escogido para el título a la actriz estadounidense por haberse convertido en la encarnación más clara del famoso que vende panaceas.
    Instalan en el imaginario colectivo que hay atajos en cuestiones de salud, superalimentos curalotodo, dietas prodigiosas e infalibles pastillas de colores
    Sobre todo, por su promoción de un tratamiento de los llamados detox, una especie de dietas integrales que prometen limpiar las toxinas del organismo que están propagándose por todo el mundo. Tras ponerse en contacto con numerosos expertos y consultar toda la literatura científica pertinente, Caulfield sentencia: "Ni un sólo estudio respalda la teoría que sostiene a esta gigantesca industria". Básicamente, porque parte de una idea completamente errónea de cómo funciona el cuerpo humano, que ya se limpia solo, por ejemplo, cuando miccionamos. Paltrow, que fuma y toma el sol sin protección, también defiende las dietas sin gluten —innecesario e inútil en personas no celíacas— y el uso sistemático de complementos alimenticios y vitamínicos.
    Preysler también contribuye a popularizar estas pastillas, y ya quedan pocos medios en España que no hayan contado el secreto (a voces) de su pastillero: diez al día, de todo tipo y condición. Una vez más, "un mal consejo basado en falacias como que los alimentos actuales tienen menos nutrientes que antes", explica el dietista-nutricionista Juan Revenga, que acaba de publicar Adelgázame, miénteme (Ediciones B), en el que critica los engaños de la industria del adelgazamiento. El negocio de estas pastillas, que aspira a doblarse en los próximos años hasta los 60.000 millones de dólares sólo en EE UU, alimenta la falsa creencia de que "hay que tomar de todo para estar sano, para aguantar todo el día". Una vez más, un reclamo incorrecto: "Si funcionaran, serían medicamentos, es así de simple", zanja Basulto, que señala varios peligros del consumo de estos complementos, como que puedan interactuar con otros fármacos, la falsa sensación de seguridad y, como denuncia Caulfield, los estudios señalan que la mayoría de estos comprimidos presentan una composición adulterada.
    Los nutricionistas se encuentran en su día a día con peticiones popularizadas por famosos
    Los medios publicitan todo tipo de remedios absurdos porque los famosos los usan: que Miley Cyrus y Novak Djokovic no toman gluten (sin ser celíacos), que los Beckham usan faciales de caca de pájaro, que Kate Middleton se rejuvenece con veneno de abeja, que Katie Holmes pone caracoles a pasear por su cara y que Leonardo DiCaprio se hace limpiezas de colon. A veces no sabemos siquiera si es cierto, se difunden en medios dedicados al cotilleo y nunca se abordan sus “impresionantes resultados” con el más mínimo escepticismo ni por periodistas especializados en salud o ciencia. Para colmo, como señala Caulfield en su libro, en la página anterior hemos visto la "demoniaca" celulitis de una actriz y en la siguiente, que una cantante está "estupenda", en clara alusión a que está más delgada.
    Revenga y Basulto se encuentran en su día a día con peticiones popularizadas por famosos. Son modas que van y vienen, como la dieta Dukan, que hace un par de años monopolizaba conversaciones (también aupada por famosos incluso sin su consentimiento) y ahora está olvidada. Basulto, que coordinó el documento ministerial contra la Dukan por anticientífica, recuerda la Enzima prodigiosa —"un fraude peligroso"— que Mercedes Milá introdujo en millones de hogares y Revenga cita las numerosas dietas que defienden o se atribuyen a personajes como Belén Esteban, Caritina Goyanes o María Teresa Campos y su hija. Dietas y modas que generan "frustración y dolor", según Basulto, "porque la gente termina sintiéndose culpable y es bastante malo para la salud mental".
    El libro de Caulfield analiza en detalle cómo funciona esta cultura de las celebrities y cómo su influencia ha crecido hasta colarse bajo nuestra piel, con los tatuajes, o animándonos a cambiar nuestro cuerpo con el bisturí: desde 2001 han crecido un 4.300% el número de operaciones de lifting de brazos en EE UU (Michelle Obama es el modelo preferido por el 40% de las mujeres) y los cirujanos británicos reconocen que la nariz de Middleton les está haciendo ricos.
    La moda de las famosas de usar terapia intravenosa de vitaminas como tratamiento rejuvenecedor ha provocado escasez de suministros médicos esenciales", denuncia el autor
    "La moda de las famosas de usar terapia intravenosa de vitaminas como tratamiento rejuvenecedor ha provocado escasez de suministros médicos esenciales", denuncia el autor, que desmenuza diversos estudios que muestran cómo las personas más aficionadas a las revistas de cotilleos son más propensas a pasar por el quirófano, por ejemplo, y como los cirujanos están intentando cambiar su lenguaje para frenar la frustración que generan las falsas expectativas. Varios expertos describen a Caulfield el proceso psicológico por el que la gente cree que imitando el comportamiento o el físico de un personaje popular conseguirán parte de su éxito.
    Regresando a Isabel Preysler, que aseguraba notar perfectamente si una crema es buena o no al ponérsela; Caulfield sentencia que no hay evidencias científicas que avalen el valor de los componentes de estos productos y que, en cualquier caso, se presentan en cantidades tan bajas que son clínicamente irrelevantes: "No hay diferencia entre una crema de 10 dólares y una de 700, pero la gente pagará 700 porque cuesta 700", le asegura un prestigioso dermatólogo. Por algo, explica el autor, los reclamos siempre son tan poco específicos como "radiante" y "luminosa". Caulfield cita un estudio reciente realizado entre mujeres canadienses que concluía que únicamente un 3% de ellas creía en la utilidad real de las cremas antiedad. De ser así, sólo un grupo residual confía en la utilidad de una industria de más de 250.000 millones de dólares.
    Caulfield señala que, en el fondo, lo que hace tan atractivos a los actores y las modelos lo heredaron de sus padres, por lo que es terrible querer parecerse a ellos: “Tener a las personas que han ganado la lotería genética estableciendo los estándares universales de belleza es como usar a los pívots de la NBA para motivar a la gente para que sea más alta”. El autor concluye que “se ha convertido en una de las fuerzas más perniciosas de nuestra sociedad, contribuyendo a malas decisiones para la salud, al malgasto de dinero en belleza y productos inútiles, a una menor comprensión sobre cómo funciona la ciencia y al aumento de la insatisfacción con nuestra propia apariencia y, quizá, con nuestras propias vidas”.