jueves, 21 de abril de 2011

LA SILLA DE RUEDAS

Bs As 082

Foto Juanca Gargiulo

La tuvo siempre, mejor dicho desde el momento que ya crecidito hubo que admitir su imposibilidad de caminar, correr, jugar como cualquier otro niño., Sus piernas, las ruedas de su silla. En ella se asomó al mundo, se educó, soñó, y con ella vivía su presente de adolescencia con nuevas sensaciones, necesidades, incógnitas. Joven y silla en unidad de apariencia indisoluble. Compartiéndolo todo o casi todo, porque ella no pensaba, no sentía, aunque sí destinataria de todas sus confidencias y en alguna medida parte de su cuerpo. Además databa de varios años esta última y él se había negado a se la cambiaran por otra más moderna o motorizada.

Una noche en la casona se oyeron ruidos familiares, aquellos que habitualmente se producían cuando él y su silla rodaban. Pero él estaba acostado, durmiendo y presuntamente ella al lado de la cama. Encendió la luz del velador y comprobó que había desaparecido. Rodaba sola por la casa recorriendo pasillos, habitaciones, distintas estancias de las muchas que componían el lugar. Sus habitantes, algún sirviente se levantaron para saber que sucedía y luego, cuando la descubrieron, debieron moverse con rapidez para no ser embestidos por esa máquina enfurecida. Se había calzado los apoya pies como arietes, artilugio que su dueño no usaba. Rodó en forma imparable. No había fuerza capaz de detenerla.Chocaba contra todo como pájaro enjaulado. De la noche infernal se pasó al día, mientras seguía de un lado para otro incansablemente e imponiendo el miedo a todos.

Por fin se dirigió a la puerta principal, la traspuso y después de bajar a los tumbos la escalinata que moría en el jardín que rodeaba a la casona. Esos clásicos jardines sin cerca alguna. La silla, ya liberada de obstáculos inició una veloz huida sin rumbo cierto. Era el ave salida de su encierro. A recorrer cielos, tierra, lugares ignotos y por sobre todo trasmitía una imagen, una sensación de libertad absoluta. Se perdió definitivamente. No hubo forma de encontrarla, todo un misterio. Su dueño llevado hasta la puerta la vió alejarse, perderse sin el menor dolor,tristeza. Podría adivinarse en su mirada un fuerte sentimiento de sana envidia, aprobando y consustanciado con su huida. El en sus diálogos con ella le había confesado todo lo que anhelaba y su silla partió en su búsqueda, en su libertad física de la que nunca pudo gozar en plenitud.

Chau y hasta la próxima.



Este hermoso texto es del Veji Gargiulo