lunes, 14 de agosto de 2017


¿Cuál es el sujetador perfecto?

Si no respetas mis tetas, tu revolución no me interesa

Lucía Etxebarria

El mercado está dominado por hombres, desde las fábricas hasta los tejidos, pasandopor el diseño de las grandes marcas, y de las pequeñas también

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Resulta que yo me voy a una tienda a comprarme un sujetador. En la tienda hay unos ciento y pico modelos... Pero solo dos modelos, dos, de sujetador sin relleno y sin ‘push up’. El ‘push up’ es un invento  que centra, junta y aumenta el pecho para ganar por efecto óptico una talla. Solo dos sujetadores entre cien hacían honor a su nombre y sujetaban. Los demás no estaban pensados para realzar el escote. Y en toda la tienda solo tres modelos de sujetadores, tres entre ciento y pico, eran de la talla cien. Uno de ellos, atención, tenía además relleno y 'push up'. Es decir, a algún genio se le ha ocurrido que si tienes la talla cien todavía quieres que parezca que tienes una ciento cinco.
El contorno medio de pecho de la española mayor de 30 años está entre 95 y 100 centímetros según numerosos estudios. Pero la tienda había decidido que la mujer media española le interesaba cero y menos. También había decidido que toda mujer española quiere aparentar más pecho del que tiene y está dispuesta, en mor de tan noble causa, a caminar incómoda todo el puñetero día. Y, sobre todo, está dispuesta a arriesgar su salud. Porque el uso de un sujetador push up provoca desplazamiento del tejido mamario, y puede causar un shock linfático tóxico al comprimir el pecho y la axila.
Ya de paso, es casi imposible encontrar biquinis sin relleno, porque se ve que la industria corsetera cree que a mí me encanta salir del mar o la piscina con un litro de agua en cada teta, y que por supuesto no tengo ningún interés en nadar cómoda.

Sujetadores para niñas

Me indigno cuando voy a unos grandes almacenes y veo que existen sujetadores y biquinis para niñas, ¡para niñas!, con relleno. Que no puedo comprar a mi hija de 13 años un sujetador o biquini sin relleno, porque no los encuentro. Y que si tecleo «sujetador para niñas» en Google me sale la friolera de… Aproximadamente 896.000 resultados. ¿Una incitación a la pedofilia?
Las tetonas nos quejamos de que no encontramos sujetadores por encima de la talla cien. Las de teta pequeña, de que no encuentran sujetadores que no les suban las tetas a la garganta o no lleven dos almohadoncitos cosidos. Por no hablar de que no entendemos que haya sujetadores ¡deportivos! con relleno. ¿Hola?
Se lo comento a un amigo que me dice que esto no es tema serio para un artículo, que hay temas más importantes. Le respondo que si a él le obligaran a ir por la vida con un calzoncillo con aros, relleno y encaje no opinaría así. Que si le obligaran a que le dolieran los huevos cada día porque se le clava el aro de alambre, que si le obligaran a arriesgarse a sufrir una rozadura en su aparato genital por culpa del encaje, que si le obligaran, por cojones, a poner en juego la salud de los suyos, seguro que se quejaba mucho más que yo.

Lo personal es político

Me resulta muy clarificador descubrir que el mercado está dominado por hombres, desde las fábricas hasta los tejidos, pasando por los fabricantes de elásticos y el diseño de las grandes marcas, y de las pequeñas también. Y que correlativamente este dominio se corresponde con el hartazgo que sienten las consumidoras ante un mercado dominado por la mirada masculina.
Y esto que a ustedes les parece una tontería, a mí no me lo parece. Porque lo personal es político. Recuerdo esta frase de Emma Goldman: «Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa». Pues si no puedo estar cómoda con mis tetas, tu opinión me interesa menos aún.
P. S.: Dedicado con amor  a las corseteras del pequeño comercio de toda la vida que todavía venden sujetadores de talla cien.

QUE CAGADA!!!!

NO DEJES HUELLA

Cómo cagar en el monte: revisión de la literatura científica

La contaminación de origen humano más antigua sigue dando que hablar al mundo de la ciencia.
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Parece mentira que, desde 1989, en que Kathleen Meyer publicó un protocolo sostenible sobre como satisfacer nuestras necesidades fisiológicas, aun no hayamos aprendido cómo gestionar este ancestral ritual de forma sostenible. Y más aún en las montañas, que son fuentes de agua “limpia” que abastecen a la mayor parte de la población del planeta. Aunque nos agrade más o menos profundizar en estos temas, la contaminación ambiental y nuestra salud están en juego, debido a los patógenos que encontramos en los excrementos humanos.
Y es que cada vez somos más los que cagamos en el monte. El turismo de montaña en sus multiples formas (senderismo, escalada, trekking, alpinismo, etc.) no ha parado de crecer. Por poner un ejemplo, se estima que 300.000 personas intentan anualmente subir el Monte Fuji (Japón) y más de 50.000 el Kilimanjaro (Tanzania). ¿Es necesario imaginar los volúmenes fecales resultantes?
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Cómo cagar en el monte, de Kathleen Meyer
La revisión de la literatura científica sobre los excrementos de los montañeros realizada por Michal Apollo de la Universidad de Cracovia, muestra que se trata de un campo muy prolífico (y me ahorro el chiste fácil). Esta abarca temas tan dispersos como el volumen de las heces y la urina (para lo que existen fórmulas matemáticas para su cálculo), los patógenos y riesgos para la salud, las preocupaciones de los montañeros (y de los residentes locales), protocolos y técnicas para cagar, y efectos en la vegetación.
El tema de los patógenos es realmente importante puesto que bacterias como la salmonela pueden sobrevivir hasta 51 semanas enterradas a 20 cm de profundidad. Y como ocurre con muchos otros temas ambientales, lo que hacemos a la naturaleza nos vuelve a nosotros. Varios estudios sobre alpinistas en el Denali (al que por fin se cambió el nombre anterior por éste que significa “el Grande” en el idioma local) y el Aconcagua muestran que durante el descenso hasta el 30% de alpinistas tenía síntomas de gastrointeritis aguda asociados a la contaminación fecal del agua.
Tres montañas sagradas eligió el autor de este estudio para analizar el mundano aspecto de deshacernos de nuestros excrementos: Monte Fuji (Japón), Kilimanjaro (Tanzania) y Yamunotri (India). Y tres categorías para definir el impacto del acto en sí: no-invasiva (cuando se realiza en baños habilitados con tanques sellados que se reciclan), semi-invasiva (cuando se realiza en baños con tanques no sellados por lo que puede haber filtraciones a las aguas subterráneas) e invasiva (cuando el turista realiza por sí solo la actividad susodicha).
Japón es un país pionero en el uso de tecnológia, y en el campo de los excrementos humanos no iba a ser menos. Y no hablamos de llevarse las heces de los refugios de montaña en helicóptero, una técnica efectiva, pero que también atañe sus riesgos, por aquello de la fuerza de la gravedad. Sino de modernos váteres ecológicos que, utilizando serrín, pueden reciclar excrementos humanos sin gasto de una sola gota de agua y producir un excelente fertilizante.
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Bolsas para disponer de excrementos. Disponen de una masa especial para estabilizar el contenido y se venden a un módico precio. © Clean Waste.
El caso de Yamunotri desgraciadamente presenta váteres públicos con tanques no sellados que contaminan las aguas del río Yamuna (río por otra parte sagrado en la cultura local). Afortunadamente un nuevo sistema de váteres ecológicos está en proceso, y utiliza una bacteria descubierta en la Antártida que puede descomponer materia orgánica a bajas temperaturas.
Por último, el Kilimanjaro presenta el más alto potencial de mejora. Los baños habilitados no disponen de tanques sellados y en ellos se encuentran no solo heces, sino restos de comida, periódicos y productos de higiene personal. Entre campos de altura, se recomienda a los turistas que entierren las heces, pero dado el elevado número de turistas, la ruta acabaría convirtiendose en un campo de minas. Como medida disuasoria se está empezando a obligar a los touroperadores a que sus clientes usen váteres portátiles o bolsas para transportar los excrementos.
El problema de las heces en montaña es de responsabilidades compartidas. En ausencia de instalaciones adecuadas debería primar la regla de “no dejes huella”, para lo que desde la pala hasta la bolsa (o un café en el bar Manolo) son soluciones al alance de todos.
Estudio original



Ignacio Palomo es Investigador Post-doctoral en el Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3) e investigador asociado del Laboratorio de Socio-ecosistemas de la Universidad Autónoma de Madrid. Puedes seguirle en su magnífico blog Luces de Montaña.


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