martes, 28 de febrero de 2012

QUE BOLUDEZ DIRÁ AHORA EL PAPA DE ROMA...


El divorcio está en los genes femeninos

Cuando el gen receptor de la oxitocina («la hormona del amor») deja de funcionar de apropiada, la mujer tiende a romper el matrimonio según un estudio sueco



La unión conyugal no está en crisis solo por un cambio de mentalidad en la sociedad sino por una cuestión de herencia genética.

Un estudio sueco del Karolinska Institute asegura haber identificado el gen receptor de la oxitocina u «hormona del amor» al que adjudican una gran responsabilidad en las separaciones actuales cuando ésta deja de hacer bien su trabajo, además de relacionarla con carácteres más depresivos cuando hay bajos niveles de este hormona en el cerebro.

Los investigadores del Karolinska Institute han examinado el ADN de más de 1.800 parejas que llevaban juntas más de cinco años, llegando a la conclusión de que las mujeres que presentaban una variación significativa del gen receptor de la oxitocina hablaban de crisis matrimonial y divorcio en un 50% más respecto a las señoras con receptores normales para esta hormona.

La oxitocina, segregada por la hipófisis, desempeña un papel importante como estimulador de las células de los conductos lácteos de las mamas.

Es producida naturalmente por la mujer, sobre todo en el momento del nacimiento de un hijo y en el periodo de lactancia y contribuye a mejorar la relación entre la mamá y bebe, como ha sido demostrado por estudios científicos sobre animales.

Sin embargo, las mujeres en las que se ha encontrado una variación del gen receptor de esta hormona son en general menos propensas a casarse y a establecer las relaciones afectivas. Y cuando deciden dar el paso hacia el altar, tienen el doble de posibilidades de «naufragar», según este estudio sueco.

Hasse Walum, quien ha liderado la investigación del Karolinska Institute de Estocolomo señala el importante papel de la oxitocina en la propensión a relacionarse con la pareja. Tanto es así que durante el orgasmo su cantidad en sangre llega a ser cinco veces superior que en una situación normal.

En el caso de los hombres, la «hormona del amor» se llama vasopresina y tiene un papel importante en las infidelidades y las separaciones, así como en el acercamiento a la preja. Según un estudio análogo realizado por este instituto hace cuatro años, el papel de la vasopresina en los comportamientos sociales es determinante.

ME PASE LA VIDA HACIENDO REIR A LAS MINAS

Por qué los hombres son más cómicos que las mujeres

Lo sabíamos: según la ciencia, somos más graciosos que ellas. Supervivencia o seducción, el humor tiene cara de varón. ¿Estás de acuerdo?



    Por Nicolas Artusi


    El experimento tuvo todo el rigor de cualquier universidad yanqui: cartoncitos con chistes de humor gráfico, pero con globitos en blanco. Dos grupos: de un lado, hombres; del otro, mujeres. Y en el medio, el desafío: completar las piezas con un texto cómico. Los resultados científicos confirman lo que suponíamos. Nosotros somos más graciosos, dicho por unos y otras. Hace treinta años, el blues brother John Belushi despertó las iras feministas con su afirmación ( "las mujeres no son divertidas" ), pero ahora deberían exonerarlo con una disculpa póstuma: según el estudio publicado en el Psychonomic Bulletin & Review de la Universidad de Southern California, los hombres sacamos 0,11 puntos más que las mujeres en el show del chiste. No es mucho, es cierto, pero alcanza para confirmar la rutina criolla del capocómico que se reserva el remate del sketch y que congela a ella en la prisión de la pluma y el conchero.

    Ahí donde la serie 30 Rock, escrita por la brillante Tina Fey, o la película Damas en guerra estén para discutir el mito de las mujeres sin gracia, la investigación universitaria nació como respuesta a un viejo artículo de la revista Vanity Fair, donde el periodista Christopher Hitchens se preguntaba: "¿Por qué las mujeres no son divertidas?". Se opinó que en la guerra por la conquista, el hombre tiene una única virtud a su favor: él es más apto para provocar la carcajada en su compañera. Para Hitchens, ningún varón habrá dicho de una novia nueva: "Lo más lindo es que me hace reír". Y para la discutidora Fran Lebowitz, polemista eterna y feminista inoxidable, "los valores culturales son masculinos; para una mujer, decir que un hombre es gracioso es el equivalente a que un hombre diga que una mujer es bella".

    ¿Será que el humor moderno, basado en el autoescarnio, es eminentemente masculino? Salvo unas pocas que trajinan los escenarios del stand up con sus monólogos miserabilistas, las mujeres no gozan con la ostentación pública de su rosario de tristezas: prefieren el lamento íntimo o el engaño esmerado. Los hombres siempre queremos reírnos a expensas de alguien y tal vez un instinto de supervivencia darwiniano nos haya empujado a burlarnos de nosotros mismos para evitar la trompada de otro macho alfa, el eventual degüello y la extinción de la especie. Es que el humor es la bala de plata para el alfeñique en situación de conquista. Rematados por el inevitable "diga 33...", los chistes de consultorio, las bromas sobre la muerte y la parodia de la decadencia física son exclusivos de los hombres: las mujeres conjuran el paso del tiempo con la gravedad de lo innombrable. Si es cierto que la fórmula de la comedia es "tragedia + tiempo" (lo devela el personaje de Alan Alda en Crímenes y pecados, de Woody Allen), acaso él vea lo tragicómico de la existencia más a largo plazo y ella se ahogue en el vaso de lo inmediato.