domingo, 12 de junio de 2016

CUANDO LA CORRUPCION DEL PP MATA GENTE

Sancionado un médico por manipular datos de pacientes de hepatitis C

El facultativo se enfrenta a dos años de suspensión de empleo y sueldo por exagerar la gravedad de los afectados para que pudieran acceder a los costosos fármacos contra la enfeR

Madrid 
Vicente Soriano, especialista en enfermedades infecciosas del hospital La Paz de Madrid, se enfrenta a dos años de suspensión de empleo y sueldo por una infracción “muy grave”: manipular datos clínicos de sus pacientes. Las autoridades sanitarias le acusan de alterar las historias clínicas para exagerar su gravedad y que accedieran a los carísimos fármacos contra la hepatitis C, que hace unos meses estaban muy restringidos y se autorizaban con cuentagotas en toda España. La Coordinadora Estatal de afectados por hepatitis C cierra filas con el médico y califica la sanción de “injusticia”y “persecución".
La Plataforma de Afectados por la Hepatitis C entregan firmas pidiendo al Gobierno que todos los enfermos reciban los nuevos tratamientos. JULIÁN ROJAS
Se trata de una de las sanciones disciplinarias más altas que se recuerdan: dos años y 15 días de suspensión de empleo y sueldo por dos infracciones, una grave y otra muy grave, que Soriano presuntamente cometió entre finales de 2014 y principios de 2015. En aquellos meses, la tensión por las restricciones en el acceso a los fármacos de última generación contra la hepatitis C era máxima: los enfermos permanecían encerrados en un hospital madrileño y se manifestaban periódicamente en protesta por las dificultades para tener un tratamiento muy costoso pero con tasas de curación superiores al 90%.
Soriano no solo manipuló datos médicos de sus pacientes, sino que también hizo “un uso incorrecto de la historia clínica” al usar el número de historia de uno para tratar a otro que ni siquiera residía en España, según fuentes sanitarias. El abogado del médico, Fernando Abellán, asegura que la sanción es completamente desproporcionada. Soriano, explica, hizo solicitudes de autorización de tratamiento para 15 pacientes que cumplían los criterios clínicos para recibir los fármacos (cirrosis, complicaciones como hipertensión o coinfección con VIH...), pero en algunos casos faltaban datos y había errores porque las historias clínicas no estaban completas.
Soriano mantiene que con el traslado de su consulta desde el hospital Carlos III —el Gobierno de Ignacio González lo desmanteló para convertirlo en un centro de media y larga estancia— al de La Paz, perdió muchas historias clínicas de pacientes que trataba desde los años noventa. El médico alega que algunos enfermos aportaban analíticas hechas en otros centros o de otros especialistas y que por eso no ha podido acreditar algunos datos que incluyó en las solicitudes. La Consejería de Sanidad, en cambio, considera probado que incumplió las normas.

Sin daños

Ninguno de los pacientes para los que Soriano solicitó el tratamiento lo recibió antes de abril de 2015, cuando entró en vigor el Plan Nacional de Hepatitis C, entraron en el mercado nuevos fármacos que bajaron el precio y dejó de ser obligatoria la autorización previa de un comité de expertos centralizado. El escrito de propuesta de sanción, que es recurrible, reconoce que la conducta de Soriano no ha generado daños, ni para la Administración ni para los usuarios. Pero añade que “los hubiera producido y muy graves” sin la “diligencia de los demás profesionales intervinientes en el proceso”.
Sanidad asegura en el escrito que los datos incorrectos pudieron haber provocado el “riesgo de que un facultativo distinto al expedientado tuviera que asistir a estos pacientes contando para ello con datos que no eran reales”. “El perjuicio indiscutible —continúa Sanidad— era para otros pacientes que, de no haber confirmado la Comisión la veracidad de los datos referidos, no hubieran sido tratados o lo hubieran sido después de pacientes que estaban en una situación clínica mejor que la suya”.
Para los pacientes, sin embargo, esta no es una historia de manipulación maliciosa de datos clínicos, sino de una “gran injusticia” contra “un firme defensor del acceso de los pacientes con hepatitis C a los tratamientos curativos de última generación”. Así se expresa la Coordinadora estatal de plataformas de afectados por hepatitis C, que ha remitido una carta al consejero de Sanidad, Jesús Sánchez Martos, en la que le pide que “subsane el error” y “anule de inmediato el expediente sancionador” y le advierte de que tomará medidas “si persiste en la defenestración del citado doctor o de cualquier otro al que se quiera castigar” por procurar “el mejor tratamiento posible”.
José María Navarrete y su mujer, Leonor Sinaí, afectados por la enfermedad y pacientes de Soriano, también le defienden y creen el único interés del médico ha sido curarles. “Vive para sus pacientes y nos pide los tratamientos que cree oportunos, no los que le dicen que recete. Lo importante para él es que vivamos. A mí lleva 19 años salvándome la vida”, dice Sinaí.
La carrera de Soriano, conocido investigador y autor de centenares de publicaciones científicas en el campo del VIH-Sida, no se ha recuperado desde que, en 2012, fue expedientado por hacer ensayos clínicos sin autorización con más de 300 pacientes de VIH. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid le condenó en firme a pagar una multa de 210.000 euros en 2014. En 2013 fue denunciado por falsificar la firma de autorización de uno de esos ensayos. El caso se juzga la semana que viene. Soriano siempre se ha declarado víctima de una campaña de desprestigio.
investigacion@elpais.es

EL ANGUSTIOSO RACIONAMIENTO DE UN FÁRMACO

Cientos de miles de afectados de hepatitis C protagonizaron entre 2014 y 2015 la mayor protesta de pacientes que se recuerda en España. Se acababan de descubrir y aprobar unos fármacos innovadores que curaban al 90% de quienes los tomaban, pero llegaban a cuentagotas a los afectados. Primero, el Ministerio de Sanidad tardó meses en pactar el precio con los laboratorios. Después, las comunidades autónomas retrasaron también durante meses las autorizaciones, que se daban caso a caso y solo a los más graves.
En este contexto, una de las pacientes de Vicente Soriano, H. H., escribió al hospital de La Paz en marzo de 2015: “Debido al estadio tan avanzado que tengo de hepatitis C mi médico pidió que se me autorizara la medicación ya hace cinco meses. Hace un mes volvió a pedirlo otra vez sin que hayamos recibido contestación alguna”. La paciente presenta una reclamación y dice: “Mi salud se está resintiendo por días y temo que pueda haber aún más complicaciones. Tengan ustedes humanidad, por favor”. Recibió la medicación un mes más tarde.

Paul Ehrlich, el científico que tuvo la idea que le dio inicio a la medicina moderna


Paul Ehrlich
Image captionGota a gota, Paul Ehrlich logró llegar a algo que hasta entonces era inconcebible: una "bala mágica".
Imagínate a un hombre barbudo, envuelto en el humo de su cigarro, caminando de un lado a otro en la sala de su casa mientras su esposa interpreta tonadas alegres en el piano para ayudarle a pensar.
Está tratando de entender algo en lo que ha estado trabajando durante décadas, gota a gota.
Si lo logra, podrá salvar miles de vidas. Decenas de miles.
En su mente, se está imaginando una gota de tintura azul cayendo sobre un pedazo de tejido humano en un portaobjetos de vidrio.
La tintura se esparce, coloreando las células del tejido. Pero no las mancha igual a todas. Algunas se tornan de color índigo oscuro y otras, azul cielo.
Tejido teñidoImage copyrightTHINKSTOCK
Image captionDesde entonces, colorantes y tinturas se utilizan para resaltar estructuras en tejidos biológicos.
Años atrás, había observado ese tejido manchado y había pensado: "Si algunas células absorben más tintura que otras, quizás podríamos hacer un veneno que algunas células admitan más que otras".
Esa podría ser una fórmula milagrosa para atacar las células de una enfermedad sin afectar a las sanas.
Si puedes manchar una enfermedad, puedes envenenarla. Si la puedes envenenar, la puedes erradicar del cuerpo.
El barbudo era Paul Ehrlich, un doctor alemán que fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina y creó la primera cura efectiva para la sífilis.
Su concepto fue el principio de la medicina moderna: de los antibióticos, de la quimioterapia.
Su idea se esparció irrefrenablemente y ha salvado millones de vidas.
Y una vez una gota de color cae, no la puedes volver a sacar.
Gota azul en aguaImage copyrightTHINKSTOCK
Image captionEsas gotas teñirían más de lo anticipado...

Sífilis: puede herir tu sensibilidad

Hoy en día es fácil desestimar el flagelo que era la sífilis en Occidente a principios del siglo XX.
Se estima que en el cambio de siglo, casi el 10% de todas las admisiones en los hospitales alemanes eran sifilíticos.
Si los números no te dicen tanto, piénsalo de esta manera: la sífilis sin tratar va empeorando.
Primero causa úlceras, llagas y lesiones en el lugar de la infección. Luego desaparece.
Unas semanas más tarde, la erupción se esparce. El cuerpo del afectado se cubre de nódulos y pústulas infecciosas.
SífilisImage copyrightCNRI/SCIENCE PHOTO LIBRARY
Image captionSegunda fase: las lesiones se riegan por el cuerpo.
Eventualmente, carcome el rostro -el puente de la nariz colapsa, bolas con aspecto de tumores crecen en la cara-. La infección puede llegar a la médula espinal y roer el cráneo y el cerebro.
Es horrible. Es visible. Es un estigma.
Si caminas por la calle, la gente sabrá que tienes esa enfermedad sexual. Si naces con sífilis congénita, posiblemente murmuren que tu madre fue una prostituta.
No puedes esconderla y, al principio del siglo XX, no podías curarla.

Las curas peligrosas

Tratamiento contra la sífilisImage copyrightNEW YORK PUBLIC LIBRARY/SCIENCE PHOTO LIBRARY
Image captionUno de los tratamientos del siglo XVI: El paciente era horneado durante 30 días mientras respiraba vapores de mercurio.
A tu disposición tenías la posibilidad de tomar mercurio, que podía matarte.
O compuestos de arsénico, que también podrían acabar con tu vida.
¿La otra opción? Vivir con ella.
Gracias a Ehrlich, dejó de ser la maldición que era.

En busca de la entrada

Había nacido en 1854 en Prusia, el hijo único de una familia judía de clase media, intelectualmente curiosa.
Su primo, 9 años más grande, trabajaba como químico y fue él quien hizo que se interesara en los tintes.
El tema de su tesis de doctorado fue tinción o coloración celular, y sus compañeros y tutores recordaban que andaba siempre con dedos multicolores.
Fue entonces cuando notó que algunas células se coloreaban más que otras y escribió que no sabía exactamente cómo el tinte entraba en ellas, "pero no hay duda de que depende del tamaño de la molécula".
Ya se estaba imaginando lo que iba a ser su revolucionaria revelación: que existían vías para entrar a las células. Y que, claramente, sólo algunos químicos "tenían entrada".
Girolamo FracastoroImage copyrightNLM/SCIENCE SOURCE/SCIENCE PHOTO LIBRARY
Image captionGirolamo Fracastoro (1478-1553), médico, poeta, astrónomo y geólogo italiano, mejor conocido por Sífilis, un recuento en rima de la enfermedad a la que él le dio el nombre.
Para cuando tenía 24 años, Ehrlich ya había identificado una nueva clase de célula en el cuerpo humano: los mastocitos o células cebadas.
Suena extraordinario -¡un estudiante de doctorado identificando un nuevo tipo de célula!- pero el final del siglo XIX y principio del XX fue una época de descubrimientos muy rápidos en biología.
Alemania en particular era un centro mundial de investigación sobre el sistema inmune, teoría microbiana de la enfermedad y bacterias.
Era un momento increíblemente excitante y Ehrlich, con su inteligencia inquieta y penetrante y sus ansias de descubrimiento, podía entender cuánto bien se podía hacer en ese campo.
Ganó el Premio Nobel en 1908, antes de haber siquiera empezado su trabajo con la sífilis, por sus contribuciones a la compresión del sistema inmunológico.
No obstante, esa idea temprana siempre lo acompañó. Cuando no era más que una teoría, una esperanza, la describió como "zauber kugel", una "bala mágica"que al dispararla le pegaría sólo a la enfermedad y no al paciente.

Las gotas siguieron cayendo

Un descubrimiento siguió a otro y ese llevó a un tercero.
En 1905, la bacteria con forma de sacacorchos que causa sífilis fue identificada.Una gota.
Treponema pallidumImage copyrightJAMES CAVALLINI/SCIENCE PHOTO LIBRARY
Image captionTreponema pallidum, la bacteria que causa sífilis, tienen forma de espiral.
Otro inmunólogo alemán probó que un compuesto de arsénico podía matar esa bacteria... pero le producía un daño irreparable a los nervios. Otra gota.
Por eso Ehrlich caminaba de un lado a otro en la sala de su casa pensando en las gotas, mientras su esposa tocaba el piano.
Nunca hubo un momento 'eureka' en el descubrimiento de esta cura.
El concepto de la bala mágica había sido una gran idea pero encontrarla requirió de mucho y muy meticuloso trabajo.
Estaba convencido de que por medio de ensayo y error encontraría una forma de arsénico que las células de sífilis absorbieran más que el cuerpo humano.
Con su asistente japonés Hata Sahachiro experimentaron con cientos de compuestos.
"Creo que 606 es muy eficiente", anotó Sahachiro al llegar a ese número de ensayos... y tenía razón: el compuesto 606 era asfrenamina y fue comercializada con el nombre de "Salvarsán".
Era el arsénico que salvaba. Y lo hizo.
Tras una sola inyección de Salvarsán, los doctores vieron que las heridas faciales de sus pacientes sifilíticos empezaban a curarse, sus úlceras se desvanecían, sus salpullidos se secaban.
Era lo más extraordinario que muchos habían visto. La incidencia de sífilis en Alemania se redujo en un 70% entre 1919 y 1928.
Si dijimos de la sífilis era la plaga de la humanidad, es justificado llamar a Ehrlich 'el benefactor de la humanidad'"
Declaración en una reunión de científicos y doctores alemanes.

Nace la medicina moderna

Salvarsán fue la primera droga de la historia diseñada para curar una enfermedad.
Fue la primera que funcionó.
Sin embargo, lo que Ehrlich había descubierto no era sólo una cura para la sífilis.
Al probar que podía existir una "bala mágica", abrió el camino para que se inventaran más medicinas que pudieran meterse dentro de las células germinales sin afectar las células humanas.
Salvarsán fue el magnífico origen de la quimioterapia bacteriana, y fue lo que despertó mi interés por esa rama de la ciencia"
Alexander Fleming, quien descubrió la penicilina.
GETTY
En resumen: si te tomas una medicina para curar una enfermedad, se lo debes a Paul Ehrlich.
¿O será que nos equivocamos al exaltarlo como un héroe?

Lo que desató

Una vez Salvarsán salió a la venta, Ehrlich fue blanco de una avalancha de críticas.
Fue acusado de obtener ganancias excesivas con su droga y de habérsela dado a la fuerza a prostitutas, a pesar de haber encontrado la cura para el flagelo que atormentó a los europeos hasta entonces.
"Era hasta un tema político: en esa época de racismo y nacionalismo, preocupaba que esta enfermedad, que además se heredaba, estuviera degenerando la raza", subraya Nick Hopwood, profesor de Historia de Ciencia y Medicina en la Universidad de Cambridge.
Afiche contra sífilis 1940.Image copyrightHULTON ARCHIVE
Image captionNo la erradicó, pero había cura. En este afiche de alerta de 1940 en el que se lee: "Sífilis, un millón de víctimas nuevas cada año.
"La mayoría de las críticas eran antisemitas, pero también estaban las de socialistas que condenaban la droga por su precio; otros decían que la droga debió haber salido al mercado antes; otros, que después -pues al principio producía graves efectos secundarios-", explica Hopwood, cuya especialidad es la historia de la ciencia de los germano parlantes.
"Además, hubo una campaña fuerte de los que defendían la medicina alternativa contra una medicina que era la epítome de lo que ellos denigraban, lo que llamaban 'medicina de escuela'. Temían que el Estado reconociera Salvarsán como la única cura y ordenara que se usara".
Más que eso: temían que esa forma de curar se convirtiera en la norma. Y la historia probó que sus temores no eran infundados.
"Tampoco lo eran otros cuestionamientos", apunta Hopwood.
Paul EhrlichImage copyrightHULTON ARCHIVE
Image captionEn Frankfurt, una calle tuvo su nombre pero los nazis se lo quitaron, en su campaña por erradicar su legado.
"Muchos de los que lo criticaban eran unos personajes francamente desagradables; uno de los peores fue acusado por blasfemia y condenado a un año de prisión".
Pero no todos.
"Piensa que para nosotros ahora es fácil reconocer que el camino que tomó era el correcto -el de atacar la enfermedad y buscar panaceas-, sin embargo en ese momento no era tan claro".
Respecto al precio, "Ehrlich lo justificaba explicando que la investigación había tomado mucho tiempo, esfuerzo y fondos. Agregaba que gran parte de las ganancias se reinvertían en la búsqueda de nuevas medicinas".
"Sin embargo, reconocía que sería mejor que el Estado estableciera un monopolio para la producción de medicamentos esenciales, pero que mientras eso sucediera, eran los investigadores y los fabricantes los que se arriesgaban".
A los ojos de unos, eso no compaginaba con un "benefactor de la humanidad"; a los de otros, eso confirmaba la maldad de los judíos.
Fueron debates que hicieron eco durante el siglo XX... y hasta el XIX
"Salvarsán es el modelo tanto de cómo se desarrollan los farmacéuticos modernos así como de la manera en la que se calcula su precio".
"Curiosamente, esta historia poco conocida nos ayuda a reflexionar sobre una amplia gama de cuestionamientos que aún son de peso para la medicina y las farmacéuticas", concluye Hopwood.