miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL BIG BEN DE TU CABEZA


 UN AVANCE ARGENTINO PUEDE REFORMULAR LAS NOCIONES SOBRE LA ESTRUCTURA Y EL FUNCIONAMIENTO DEL CEREBRO

Ultimas campanadas del reloj biológico

Investigadores del Conicet y el Instituto Leloir determinaron que las conexiones entre neuronas, que se creían estables, cambian durante el día. El hallazgo abre nuevos caminos para el estudio de los “ritmos circadianos” que rigen muchos comportamientos humanos.

 Por Pedro Lipcovich

Un equipo de investigadores argentinos realizó un sorprendente descubrimiento, que suscita repercusión internacional: al estudiar los fundamentos del “reloj biológico” que regula distintas actividades del organismo, encontraron que las conexiones –“sinapsis”– entre neuronas, que siempre se habían creído estables en el tiempo, llegan a cambiar varias veces a lo largo del día. El hallazgo podría reformular las ideas admitidas sobre la estructura y funcionamiento del cerebro, además de abrir nuevos caminos para el estudio de los “ritmos circadianos” a los que obedecen, desde el adolescente que no logra prestar atención en la primera hora de clase hasta la mujer que empieza su trabajo de parto a medianoche, pasando por el hombre que, al caer la tarde, sufre un infarto. El equipo, dirigido por María Fernanda Ceriani –investigadora del Conicet, titular del Laboratorio de Genética del Comportamiento del Instituto Leloir–, fue integrado también por Axel Gorostiza, Ana Depetris-Chauvin, Lía Frenkel y Nicolás Pírez. Los resultados se consignaron en un artículo que publicó la revista Current Biology. Su discreto título, “Las neuronas circadianas marcapaso cambian sus contactos sinápticos a lo largo del día”, causó conmoción: “Me escribieron investigadores de otros países, periodistas extranjeros, con un interés que me tiene sorprendida –contó Ceriani–: bueno, es un descubrimiento realmente llamativo, ojalá podamos un día entenderlo en profundidad”.
El descubrimiento, tal como lo sintetiza el trabajo publicado, es que en las neuronas encargadas de regular los ritmos circadianos (comportamientos que se reiteran aproximadamente cada 24 horas) “el grado de plasticidad estructural diaria excede lo que se había descripto”, ya que “la cantidad de zonas activas cambia a lo largo del día, dando lugar a la atractiva hipótesis de que, entre la noche y la mañana, se forman nuevas sinapsis, mientras que otras son desmanteladas”. A través de esas conexiones fugaces, estas neuronas “se contactan con diferentes partenaires, con otras diferentes neuronas a lo largo del día. Estos resultados nos llevan a proponer que la red circadiana organiza los cambios fisiológicos y de conducta entre el día y la noche por medio de cambios en los recorridos por donde circula la información”.
El hallazgo se efectuó en pruebas de laboratorio con moscas de la especie drosofila melanogaster, que se utiliza habitualmente para estos experimentos: “Lo que tiene que ver con el reloj biológico está altamente conservado en todas las especies: casi todo lo que sabemos de su funcionamiento en mamíferos y humanos deriva de lo que aprendimos de cómo funciona en las moscas”, comentó Ceriani, quien en 2011 recibió el premio L’Oreal-Unesco a la mujer en la ciencia.
Esta extraña capacidad de las neuronas para conectarse y desconectarse de un día para el otro parece afectar la concepción general que se tenía del sistema nervioso. “Por ahora sólo lo hemos estudiado en el contexto de las neuronas circadianas o ‘relojeras’. Lo seguro es que esto tiene que ser importante para el sistema nervioso, porque tiene un costo energético muy grande: armar y desarmar sinapsis implica un gasto muy grande de energía, de modo que debe aportarle al sistema alguna propiedad por la que valga la pena invertir tanto. Todavía no lo sabemos. Lo cierto es que, por lo menos en este tipo de células, las circadianas, el cerebro adulto es mucho más plástico y flexible de lo que suponíamos”, señaló la investigadora.
¿Con qué otras neuronas se conectan y desconectan las relojeras y para qué? “Como resultado de este primer relevamiento, encontramos que se conectan con neuronas de distintas estructuras, en distintos lugares del cerebro: algunas conexiones son más preponderantes de día, otras de noche. Por ejemplo, en las moscas, como en los humanos, se puede definir una ‘memoria de trabajo’, de corto plazo, que en la drosophila es más eficaz a principios de la noche; también se sabe que su respuesta apetitiva, su respuesta olfatoria, su interés por aparearse, cambian a lo largo del día. Entonces, la siguiente ronda de preguntas es determinar para qué sirve, qué funciones controla cada uno de estos grupos de neuronas que son ‘puestas en hora’ por las neuronas relojeras.”

Picos

En los humanos, las neuronas relojeras conforman una estructura cerebral llamada núcleo supraquiasmático, que recibe desde la retina información sobre el día y la noche. “Al contar con luz artificial, nuestro día tiene una longitud mucho mayor de lo que el ambiente indica. En todo caso, las funciones fisiológicas tienen su máximo y su mínimo en distintos momentos. La producción de hormonas varía a lo largo del día: el pico de producción de cortisol coincide con el despertar, y la acción de esta hormona hace que el organismo adquiera su máximo estado de alerta una o dos horas después de levantarse; es un buen momento para aprender. El pico de producción de testosterona se da un poco después, a la mañana. La fuerza muscular, en cambio, es más alta a la tarde.”
Ya en el primero de los momentos, “el trabajo de parto es más probable que comience después de la medianoche y hasta las seis de la mañana”. Y, también, “se sabe que el alcohol produce más efecto a mediodía que a la noche: es porque la enzima que regula el metabolismo del etanol está regulada circadianamente, de modo que sus niveles aumentan al atardecer. Por eso un vaso de vino al mediodía ‘pega’ más que a la noche”. Y siempre conviene recordar que “los trabajos en turnos rotativos o en contraturno, durante la noche, ponen en jaque el reloj biológico y pueden generar desórdenes metabólicos”, destacó la investigadora.
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M&D-23-Septiembre-2014-01

LA CONCHA DE TU MADRE ES COMO LA DE LA MIA

Fotografía cortesía de www.vulvalucion.org.
Un grupo de artesanos de un poblado a las afueras de Lima se dedica a coser vulvas que se utilizan como herramientas de educación sexual y que son el germen de un empoderamiento de la mujer en la región y en otras partes del mundo.
Se oye el sonido de una máquina de coser en una de las casas de Manchay, en las afueras de Lima, en Perú. Y hemos puesto casa en cursiva no por un error, sino porque cuesta denominar como tal a esta humilde morada situada en este asentamiento urbano que no sale en las guías de viaje. El único momento de gloria de los habitantes de estos cerros en los que se apiñan construcciones variopintas, unas de madera, otras de uralita, tuvo lugar cuando se rodó allí la película La teta asustada, galardonada con el oso de oro en el festival de Cine de Berlín de 2009.
Después, Manchay dejó atrás el ambiente festivo de saberse escenario de un film y este secarral polvoriento volvió a su rutina: tráfico de camiones, un sol justiciero, niños que van a la escuela (algunas incluso con internet)… La civilización, poco a poco, va llegando y en la actualidad, algunos de los cerros cuentan con agua corriente y luz eléctrica. Bendito desarrollo…
Pero volvamos a la máquina de coser. Dionisio Ramos cuenta con dos herramientas básicas para su trabajo, la máquina de coser y un móvil con el que toma nota de los pedidos que le llegan. Aunque habría que decir que las verdaderas herramientas de este hombre, que en el pasado fue sastre, son sus manos. Dionisio es el cabeza de familia de un clan formado por otros dos miembros, su mujer y su hija. En Manchay hay asociaciones de mujeres tejedoras, aunque lo que Dionisio cose no son faldas o jerseys al uso. De hecho, los artículos en los que se afana le han costado muchas bromas, incluso él mismo los rechazaba al principio. Decía: «Yo no quiero hacer más esta cochinada». Y cochinada, era el apelativo con el que denominaba a las vulvas que su familia se dedica a coser. Han leído bien: vulvas, y no vayan a creer que los Ramos tienen en Manchay un laboratorio clandestino de cirugía genital. En absoluto. Lo suyo es coser, con todo arte y colorido, las llamadas Vulvas Dolls, una especie de marioneta, de títere, que reproduce, a la perfección, el órgano genital femenino. Moradas, otras de tejidos andinos, rosas para las niñas que acaban de tener su primera menstruación, de seda y terciopelo, con una pequeña rosa representando la uretra y un delicado botón haciendo de clítoris…. ¡Quién le hubiera dicho a Dionisio que sus manos iban a acariciar tantos y tan delicados órganos femeninos!
La historia de las vulvas títere, que se vienen utilizando como instrumento de educación sexual, una forma como cualquier otra de enseñar a las mujeres cómo son sus genitales, se inicia a finales de los ochenta con la educadora sexual norteamericana Dorrie Lane. Ella diseñó la primera y empezó a utilizarla con sus propios hijos, un chico y una chica: hasta ese momento se había servido de libros y documentales, pero el intercambio con sus chicos fue mayor y las conversaciones fueron más espontáneas cuando tuvieron la vulva de por medio. Después, empezaría a usarla en sus cursos y la aceptación fue tal que sus colegas empezaron a reclamarle otras. Lane se dedicaba a confeccionarlas manualmente hasta que las cantidades solicitadas se le empezaron a ir de las manos y entonces entró en contacto con la gente de Manchay, en Perú. Por aquel entonces pululaban por el poblado unas chicas con tintes feministas, que fueron las encargadas de poner en marcha los talleres para diseñar las vulvas. Eso fue en 2005: «Reclutamos a las interesadas en formarse y montamos los talleres, financiados inicialmente con microcréditos de diez mil soles, unos dos mil quinientos euros», comenta Elizabeth Cabrel, una de aquellas chicas feministas que hoy sigue llevando el proyecto adelante a través de www.vulvalucion.org/.
Primero, confeccionaban únicamente vulvas. A partir de 2007, diversificaron la producción hacia otros artículos, como joyas de plata en las que reproducen la vulva en anillos, pendientes, colgantes… Así, la visibilización era aún mayor. «Los artesanos reciben un justo pago por su trabajo, es comercio justo y con él mantienen a sus familias», comenta Cabrel. Estas familias han podido salir a flote gracias a las vulvas pero aún así, muchas de las mujeres del poblado se resisten a hacerlo: el sexo es tabú en muchos países de Latinoamérica, y si hablamos en femenino, más aún.
Fotografía cortesía de www.vulvalucion.org.
«Los Ramos enseñan a coser a sus vecinos, les enseñan a hacer el llenado de la vulva, el cosido, pueden estar dando trabajo a unas cinco mujeres», dice Cabrel. Las vulvas peruanas salen con destino Europa, Australia, Japón… Psicólogos y sexólogos, que las utilizan en sus consultas, son sus principales compradores.
Dionisio se afana sobre el próximo diseño: recorta las telas, hace los moldes, el remallado, que es la costura de seguridad inicial necesaria para que la delicada tela no se deshilache. El relleno (las telas utilizadas vienen de Perú) se hace con napa de silicona, una fibra muy fina. Aproximadamente —dedica una hora y media a cada una y en total— habrá fabricado unas dos mil.
Algunas de las parejas artesanas se han mudado a otros países, donde a buen seguro siguen transmitiendo su saber hacer, y el proyecto ha encontrado hueco en otras latitudes, como por ejemplo, en Australia, donde Laura Doe Harris ha fundado el proyecto www.yoni.com, a través del cual también comercializa sus propias vulvas. «Hay muchas mujeres vulvalucionando el mundo, nosotras en Perú no somos más que un granito de arena», explica Cabrel.
Y es que estas vulvas no son solamente una herramienta de educación sexual, sino una forma de tomar conciencia del cuerpo y de empoderar a las féminas, algo más que necesario en según qué países. «Muchas nunca se han mirado la vulva, no te puedes imaginar la cantidad de mujeres mayores de cincuenta años que nunca han tenido un orgasmo», comenta.
El sexo sigue siendo visto como algo sucio, mucho más si la que lo reivindica es una mujer. Otras no han oído ni siquiera hablar de lo que significa placer, de ahí la importancia de lo que estas chicas están haciendo: empoderar a la figura femenina. «Cuando empezamos, de las cuarenta mujeres que se mostraron interesadas en los talleres, muy pocas acabaron cosiendo la vulva. Lo ven como algo malo, vulgar. La gente se avergüenza de la vulva, a pesar de que venimos de ella», añade. «Existe mucho conservadurismo religioso y en Perú se sigue necesitando educación sexual. Es una labor que no hace el Gobierno, esta información no llega a las escuelas, allí donde interviene la Iglesia no se permite un protocolo de educación sexual», explica.
Liz afirma que en Centroamérica (Nicaragua, Honduras..) el tema está aún peor. «Pero este tema de empoderamiento con la vulva, por ejemplo, se está desarrollando muy bien en Argentina, Brasil», continúa.
Desde 2009, Liz, junto a otras compañeras, lleva a cabo talleres de mujeres y salud sexual, Musas Perú, por toda Latinoamérica e incluso se ha publicado un libro, Yo amo mi vulva, en el que mujeres de diferente edad permiten retratar sus vulvas y cuentan cómo han vivido la sexualidad a lo largo de sus vidas. Con algunos textos que ponen los pelos de punta: «He pasado por muchas intervenciones quirúrgicas. Desde una de esas operaciones ya no pude tener relaciones sexuales con mi esposo, con penetración. Quise que me solucionara ese problema pero el médico que me atendió en el seguro social se burló cuando le conté que la razón era porque me dolía mucho cuando tenía relaciones sexuales. Él dijo: “¿Qué, acaso usted aún tiene relaciones con su esposo?”».
Y es que, como reconoce Liz, el empoderamiento lleva tiempo, no tiene lugar de la noche a la mañana, pero no cabe ninguna duda de que el movimiento iniciado por la sagrada vulva andina de tela, como se la conoce por estos lares, es ya imparable.