domingo, 9 de abril de 2017


Lucía Etxebarria
Escritora

Un enfermo no es un soldado

Un enfermo no es un soldado
REUTERS / SUSANA VERA
Un hombre, que está ciego en un ojo debido a un tumor, recibe un abrazo de la superviviente de cáncer Mamen Malagón después



"Escribir sirve para estimular la protección inmunológica, relajar y mejorar la calidad del sueño, ayudar a controlar la presión arterial y reducir el consumo de alcohol y fármacos. Además, reordena el pensamiento, promueve la conexión con los otros y disminuye las crisis depresivas. Parece mágico". Son palabras de James Pennebaker, psicólogo de la Universidad de Texas, que estudia los beneficios de la escritura terapéutica desde hace más de tres décadas.
Escribir cicatriza las heridas espirituales: Pennebaker se trasladó a Madrid tras las bombas de la estación de Atocha y trabajó en la escritura terapéutica con víctimas del atentado. En el 2009 publicó sus conclusiones: "La confrontación de hechos traumáticos mediante expresión escrita, tiene efectos positivos sustanciales".
Pero escribir cicatriza también las heridas físicas: Elizabeth Broadbent, de la Universidad de Auckland, asevera que la escritura funciona como cicatrizante
De momento, se ha realizado un estudio con 49 participantes a los que se les practicó una biopsia que les dejó una herida en el brazo y a los que se les pidió que escribieran durante 20 minutos al día.
Los investigadores fotografiaron sus lesiones hasta que curaron. Una mitad relataba en un papel sus pensamientos, experiencias traumáticas y emociones. La otra mitad escribía sobre sus planes del día evitando mencionar aspectos sentimentales.
A los 11 días, a un 76,2% de integrantes del primer grupo se les había curado la herida. Frente al 42,1% del segundo.
Escribir también ayuda a comunicarse con familiares y amigos, a asumir el duelo y la perdida. Incluso a moderar el dolor, porque el dolor depende de la percepción, y es más fácil de sobrellevar si se percibe con calma.
Pero escribir no cura el cáncer. La actitud no cura el cáncer. Ninguna palabra cura el cáncer. Tenemos que tener mucho cuidado con las palabras. Por ejemplo: tenemos que tener cuidado con la palabra 'luchador'. Cuando decimos "una luchadora contra el cáncer" o "la batalla contra el cáncer".
Se está poniendo últimamente de moda convertir a los enfermos en luchadores. Depositando en ellos y ellas toda la responsabilidad para curarse. Ocultando que para curarse de una enfermedad nada es más influyente que la inversión pública que se haga en investigación y en la calidad del sistema público de salud. Porque si llamamos "luchadores" a los enfermos, cuando la persona fallece parece que no ha luchado lo suficiente, que el responsable de perder la batalla es del propio enfermo.
Por no hablar de cuando se dice que si compras tal o cual producto, el producto invertirá en investigación contra el cáncer. Y suele ser un producto que utiliza componentes cancerígenos (compresas o tampones con blanqueantes, desodorantes con aluminio) y que invierte en investigación mucho menos de lo que invierte en la propia campaña de promoción del producto.
Es perverso. El enfermo no se cura solo con su actitud. Se cura con atención médica. Y si no se cura, nunca será, jamás, porque no puso de su parte.
Nuestro sistema está obsesionado con convertirlo todo en fracasos o éxitos individuales. Por eso parece que luchar es suficiente para curarse. Pero no lo es. La actitud cuenta, por supuesto, pero una enfermedad es arbitraria y azarosa, nadie la elige. La curación no depende de una lucha o un lacito sino de un diagnóstico a tiempo, de un buen tratamiento, de un buen equipo médico, de que se gaste dinero público en investigación.
Mientras escribo esto mi cuñada, en Estados Unidos, lleva meses esperando que le den hora para operarle de un cáncer, en una agonía de dolor. Después de pagar durante años un carísimo seguro médico. Y si no lo hubiera pagado habría fallecido, sin más. Ese es el sistema que quieren implantar aquí.
Por eso en lugar de exigirle a las personas enfermas que "luchen", deberíamos luchar todos porque no implanten aquí el sistema de salud norteamericano.
Porque nadie sale airoso de un cáncer luchando como si fuera un atleta olímpico. Porque nadie tiene un buen día solo sonriendo como recomienda el cuqui de Mr. Wonderful. Y porque nadie se hace a sí mismo, que es la frase preferida del sueño americano, de la insolidaridad, del neoliberalismo, del individualismo y de los narcisistas.
Porque todos nos hacemos unos a otros.

LOS FOLLADORES NO LLEGAN A VIEJOS

La obsesión por el sexo mata a los machos de estas serpientes


La temporada de apareamiento de la serpiente jarretera es frenética, sobre todo para los machos, protagonistas del #Cienciaalobestia, que durante varias semanas dedican toda su energía a la reproducción. El resultado es que envejecen más rápido y mueren antes y en peores condiciones que las hembras, que priorizan a corto plazo su bienestar al éxito reproductivo.
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<p>Una hembra de culebra rayada, de mayor tamaño, es perseguida por machos más pequeños durante la temporada de apareamiento en Norteamérica. / Christopher R. Friesen</p>
Una hembra de culebra rayada, de mayor tamaño, es perseguida por machos más pequeños durante la temporada de apareamiento en Norteamérica. / Christopher R. Friesen
Tras ocho meses de hibernación en madrigueras subterráneas, las culebras rayadas o serpientes jarreteras (Thamnophis sirtalis) de Norteamérica emergen en masa en primavera formando grandes aglomeraciones para reproducirse durante dos o cuatro semanas.
Los machos gastan toda su energía en el apareamiento, en lugar de protegerse contra el daño genético y celular asociado al envejecimiento
En ese periodo se suceden las orgías en las que miles de machos buscan desesperadamente aparearse con una hembra. La competencia es tan intensa que durante esas semanas los machos no comen, aprovechan todo su tiempo para procrear y se pelean por las hembras que no dedican más de tres días a la reproducción.
Científicos de la Universidad de Sidney en Australia han analizado cómo afecta este intenso periodo a una población de serpientes de Manitoba en Canadá y demuestran que los machos son incapaces de mantener una buena condición corporal, y envejecen más rápido que las hembras. Para demostrarlo midieron la longitud de los telómeros, un biomarcador del envejecimiento. 
El estudio, publicado en la revista Royal Society Journal Proceedings B, señala que los machos gastan toda su energía en el apareamiento, en lugar de protegerse contra el daño genético y celular asociado al envejecimiento. Por el contrario, las hembras priorizan la condición corporal y son más capaces de reparar el daño celular, lo que conlleva vidas más largas y mayores oportunidades en el futuro para reproducirse.  
Las hembras pueden almacenar el esperma durante 15 meses o más tiempo 
Las hembras se conservan mejor
"Aunque creemos que todas las hembras se reproducen cada año, solo permanecen en los lugares de apareamiento durante un corto período de uno a tres días, mucho menos que los machos que permanecen por lo menos una semana y hasta 21 días, lo que les hace envejecer más rápido y morir antes que ellas”, asegura Christopher R. Friesen, investigador en la Universidad de Sidney. 
A esto se añade el hecho de que, dependiendo de sus reservas de grasa y energía, “las hembras pueden almacenar el esperma durante 15 meses o más tiempo antes de utilizarlo para fecundar sus huevos”, explica el investigador.
Además de dar prioridad a la autopreservación antes que al sexo, las culebras tampoco pierden energía al cuidar a sus crías después del nacimiento.
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Los científicos estudiaron una población de culebras rayadas de Manitoba en Canadá. / Christopher R Friesen
Referencia bibliográfica:
Christopher R Friesen et al. "Age-related sex differences in body condition and telomere dynamics of red-sided garter snakes" Proceedings B 5 de abril de 2017