domingo, 16 de marzo de 2014

Todo lo que sabemos sobre el punto G, descrito por la ciencia

    En los Estados Unidos de finales de los años 40, dos ginecólogos llevaron a cabo un estudio tan detallado de los órganos sexuales femeninos que sus hallazgos les harían pasar a la historia. Entre las muchas partes de la anatomía de la mujer que llamaron su atención, el exiliado alemán Ernst Gräfenberg y el estadounidense Robert Dickinson repararon en una zona de especial sensibilidad erógena, “situada en la superficie suburetral del muro vaginal anterior” y que se hinchaba durante el orgasmo.
    Sin saberlo, habían realizado uno de los grandes hallazgos del siglo XX: el punto G, que no recibió dicho nombre hasta los años 80, cuando la sexóloga Beverly Whipple identificó una zona en la que el 90% de las mujeres estudiadas sentían una mayor sensibilidad sexual, tal y como explicó en el superventas El punto G y otros descubrimientos sobre la sexualidad humana (Neo-Person). Gräfenberg, no obstante, tuvo que conformarse con que su inicial, la “g”, diese nombre al punto más buscado por los hombres de todo el planeta.
    Desde un primer momento, el punto G estuvo rodeado de un gran escepticismo que llega hasta nuestros días, y que se debe, ante todo, a que contradecía las teorías canónicas de Masters & Johnson, que reivindicaron el clítoris como el centro casi exclusivo del placer femenino, relativizando la importancia de la vagina. Los propios investigadores respondieron a Whipple en su reedición de Sexualidad humana argumentando que únicamente un 10% de las mujeres dispone de una región más sensible en su vagina.
    Sin embargo, y dado que hoy en día la mayor parte de mujeres aseguran una diferencia de sensación en dicha forma, nadie se atreve a descartar la idea de que algo ocurre en la pared anterior de la vagina. Una revisión de estudios publicada en 2012 en el Journal of Sex Medicine afirmaba, parafraseando al dicho gallego, que el punto G, haberlo, haylo, pero nadie lo ha visto. En otras palabras, las encuestas demuestran que las mujeres lo sienten, pero los científicos no habían sido capaces de encontrarlo.
    No existe ningún órgano que sea el punto G
    La confusión proviene, en la mayor parte de los casos, por pensar que el famoso punto es un botón, una glándula o un órgano concreto y fácilmente identificable. Sin embargo, no hay ninguna zona dentro de la vagina en la que, como ocurre con el glande o el clítoris, se concentre un mayor número de terminaciones nerviosas.
    Como explica Pere Estupinyà en S=EX2. La ciencia del sexo (Debate), una de las hipótesis más aceptadas hoy en día llegó en 2008 de la mano de Odile Buisson, que afirmaba que, en realidad, al ejercer presión interna en la parte frontal de la vagina, puede ser que lo que se está haciendo es alcanzar las estructuras internas del clítoris, que es lo que produciría el intenso placer.
    Una interesante visión del asunto, porque al mismo tiempo confirma y desmiente la existencia del punto G, como sugiere el científico. Lo confirmaría porque demuestra que efectivamente hay una zona más sensible en la vagina, pero lo desmentiría porque esta no sería más que un atajo hasta el clítoris.
    ¡Lo hemos encontrado!
    En abril de 2012, la comunidad científica se vio revolucionada por un estudio en el que su autor, Adam Ostrzenski, afirmaba haber encontrado el punto G, como un Cristóbal Colón de los genitales. No sólo proporcionaba detalladas coordenadas de dónde podía ser encontrado –en concreto, a 16,5 milímetros de distancia de la parte superior del meato uretral, en un ángulo de 35 grados con el borde de la uretra–, sino que también describía su forma, tejidos y diseño.
    Hay diversas posiciones que facilitan encontrar el punto G, como estar de cuclillasSe trataba, como afirma el ginecólogo, de “una bolsa bien delineada”, con paredes que parecían estar formadas por tejido fibroconectivo, semejante a la del tejido eréctil. La parte superior de la bolsa tenía irregularidades visibles a través de la membrana. En definitiva, todo un poema que se puede ver aquí, a su cuenta y riesgo. Rápidamente, Ostrzenski recibió un gran número de críticas por parte de la sociedad científica.
    Como explicaba Harriet Hall en un artículo publicado en Science Based Medicine, dado que el famoso punto G había sido extraído del cadáver de una mujer de 86 años, era complicado saber lo que realmente era esa bolsa extirpada de la vagina de la buena mujer. Hall acusaba a Ostrzenski de haber encabezado una campaña para conseguir la atención de los medios de comunicación, puesto que hasta la fecha, el consenso señala que el punto G no constituye un órgano o membrana aparte, aunque aquí podamos ayudarte a encontrarlo.
    Dónde buscar el centro del placer
    Una condición sine qua non para hallar el punto Gräfenberg es que la mujer se encuentre excitada, lo que facilitará sensiblemente la labor. Además, hay diversas posiciones que permiten una mejor exploración: por ejemplo, de espaldas, con las rodillas subidas hasta el pecho; de cuclillas; o utilizando juguetes sexuales específicos que permitan la exploración dentro de la vagina, preferibles a la exploración manual.
    Cada vez está más claro que el clítoris no es el único órgano sexualNinguna de estas posiciones resulta particularmente útil si lo que queremos es localizar el punto G durante el acto sexual. En dicho caso, la mejor posición es la llamada del perrito, con la mujer apoyada en sus rodillas y manos, puesto que es aquella en la que la mayor parte de mamíferos realizan el acto sexual y, por lo tanto, la que evolutivamente tendría un mayor sentido.
    Este debate sobre el punto G conduce, finalmente, a una de las grandes preguntas que se han realizado sobre la sexualidad femenina: ¿existe el orgasmo vaginal? Muchas mujeres señalan que sí, y que es muy diferente a lo experimentado en el orgasmo causado por la estimulación del clítoris.
    La investigación realizada por el profesor Barry Komisaruk, de la Universidad de Rutgers, así lo refrenda: las áreas cerebrales que se excitan en un escáner cerebral son completamente diferentes si este es vaginal o si se estimula el clítoris externo. Como recuerda Estupinyà, esto significa el fin del reinado del clítoris como el único órgano sexual, y un aviso de que el orgasmo no se produce en los genitales, sino en el cerebro.