viernes, 25 de mayo de 2018

UNA MARAVILLA DE MUJER


Homenaje a Otilia Vainstok. El escritor Noé Jitrik reflexiona sobre su legado
La ética en la ciencia
Fue la fundadora y coordinadora del Comité Nacional de Etica de la Ciencia y la Tecnología. Dueña de una tenacidad implacable, impulsó su creación y apoyó el proyecto hasta su muerte, el año pasado. Jitrik recuerda sus aportes y opina sobre la actualidad del sector.
El escritor Noé Jitrik, en el acto de homenaje a Otilia Vainstok en el Instituto Leloir.
El escritor Noé Jitrik, en el acto de homenaje a Otilia Vainstok en el Instituto Leloir. 
En el auditorio de la Fundación Instituto Leloir, miembros de la comunidad científica realizaron un homenaje a Otilia Vainstok, fundadora y coordinadora del Comité Nacional de Ética de la Ciencia y la Tecnología (2001-2017). La apertura del evento estuvo a cargo del titular del ministro Lino Barañao, y también participaron con disertaciones Hebe Vessuri –cuyo contrato no fue renovado por el Conicet–, Matthias Kaiser, Ennio Candotti y el escritor y ex integrante del Comité Nacional de Ética en la Ciencia y la Tecnología (Cecte), Noé Jitrik.
Los referentes recordaron su legado, su convicción y tenacidad, y sus energías para no dejar de ser optimista, incluso, en las situaciones más críticas. Vainstok fue una socióloga feminista pionera en Argentina. Tras su exilio en México ingresó como investigadora en el Conicet y concentró sus esfuerzos intelectuales en el Centro de Estudios Avanzados de la UBA. Se preocupó, en especial, por los conflictos de interés y la promoción de la ciencia y la tecnología para el desarrollo productivo de la nación. En 2001, Adriana Puiggrós –en ese entonces al frente de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (hoy MinCyT)– le propuso que coordinara un equipo multidisciplinario que se encargara de discutir “asuntos controvertidos”. Así emergió el Cecte, desde donde conoció a Jitrik, quien aprovecha la oportunidad para refrescar su legado y discutir qué rol ocupa la ética en un escenario tan particular como el científico.
–¿Qué lugar ocupó el Comité de Ética en el sistema científico bajo la coordinación de Vainstok?
–Con el empuje, la obstinación y la perseverancia de Otilia logró visibilidad. Tenía una fascinación por los científicos que podría traducirse en un deslumbramiento por contribuir a la inteligencia argentina. Sin embargo, más allá de sus esfuerzos, en otros países (como Noruega, por ejemplo) la ética asociada al campo científico constituye una política de Estado. En nuestro caso, eso nunca ocurrió; ocupamos un rol marginal aunque hacíamos todo lo que estaba a nuestro alcance.
–¿Por qué, entonces, la ética no constituyó una política de Estado?
–Porque el Estado no parece tener una percepción clara acerca de la problemática. El Comité fue fundado en un instante de luminosidad, a partir del cual, las autoridades se interesaron por la ética como tema emergente que se desprendía de una preocupación general por el desarrollo de la ciencia y la tecnología. En 2001, Adriana Puiggrós tuvo la iniciativa de crear el Cecte y contactó a Otilia, sin embargo, el gobierno de la Alianza culminó penosamente y, en este escenario, cualquier objetivo debió ser reprogramado. Desde aquel momento, el espacio tuvo que sobrevivir y soportar a nuevos secretarios de CyT que conocían bastante de sus investigaciones, pero no se preocupaban demasiado por los conflictos éticos. En el medio, tuvimos personajes nefastos de la política como Domingo Cavallo y su desafortunada invitación a lavar los platos. Un ejemplo perfecto de culminación de esa ignorancia respecto al papel que puede desempeñar el desarrollo científico para la soberanía del país.
–Cavallo volvió...
–No me parece casual su aparición en este momento; un presente que también marcha hacia el desmantelamiento del sector, realidad expresada en los ajustes y recortes presupuestarios del Conicet y otras entidades (como el INTI, el INTA). Cavallo es una especie de Capitán Ahab (personaje de Moby Dick) que persigue a la ballena (la ciencia y sus actores) de manera obsesionada para conseguir destruirla. Debemos luchar porque nuestro país no sea, otra vez, una colonia. Echar investigadores o cerrar las puertas para impedir nuevos ingresos es una vía directa hacia el coloniaje.
–¿Cómo trabajaba este Comité durante su participación y la de Otilia? ¿Qué conflictos éticos estudiaban?
–Nos encargábamos de debatir acerca de casos de corrupción vinculados a la comunidad científica; problemas de negociación con patentes; la utilización y el trato hacia los animales en el laboratorio; así como también la relación de los investigadores con sus subordinados, las tácticas de aprovechamiento de lo ajeno y la explotación respecto a los becarios. No obstante, como no teníamos capacidad ejecutiva, solo nos limitábamos a realizar declaraciones como colectivo de especialistas interesados en estos temas.
–Bueno, pero al menos el Comité sirvió para advertir que los investigadores no viven en una “comunidad científica”, idílica, desprovista de conflictos...
–Por supuesto, y desde aquí, Otilia desempeñó un papel central. Tengo un profundo respeto por el trabajo que desarrolló y puedo decir que lo seguí con lealtad personal durante todo el tiempo que nos tocó actuar juntos.

LAS PERSONAS AGRESIVAS Y COMPETITIVAS COMO TRUMP O HITLER ATROFIAN EL CRECIMIENTO DE LA HUMANIDAD


La ecología ha determinado el gran desarrollo del cerebro humano


Para explicar el tamaño relativamente grande del cerebro humano se ha planteado que podría ser una respuesta a las relaciones sociales. Pero ahora un nuevo estudio apunta que los factores ecológicos, como la búsqueda y procesamiento de alimentos, tuvieron un papel más importante en la evolución y crecimiento de nuestro cerebro.

<p>Un modelo computacional revela que los factores ecológicos, y no los sociales, están detrás del gran tamaño del cerebro humano. / Geralt</p>
Un modelo computacional revela que los factores ecológicos, y no los sociales, están detrás del gran tamaño del cerebro humano. / Geralt
No hay consenso científico sobre por qué el cerebro humano tiene un tamaño relativo tan grande, en comparación con otros seres vivos. Numerosas teorías evolutivas han tratado de explicar esta singularidad, pero ninguna ha conseguido discernir si su crecimiento es una causa o un efecto de otros factores.
Una de las hipótesis más conocidas es que nuestro cerebro creció para permitir a nuestros ancestros desenvolverse mejor en una vida en sociedad cada vez más compleja. Otra hipótesis es que este aumento de tamaño está relacionado con el hecho de que nuestros ascendientes comenzaran a comer carne. El mayor aporte proteico habría permitido la reducción del sistema digestivo, en favor de un incremento de la masa cerebral.

Entre estos factores ecológicos se cuentan problemas como encontrar comida, almacenarla, y procesarla para consumirla. “Los cazadores-recolectores que viven en la sabana africana resuelven estos problemas a través de habilidades de rastreo de animales, construcción de herramientas como botellas y contenedores de piel, y con la producción y control de fuego para cocinar alimentos”, explica el investigador.
Un nuevo estudio publicado esta semana en Nature rebate esas hipótesis. “Nuestros resultados indican que la ecología ha sido determinante en la evolución del tamaño del cerebro humano, y no aspectos sociales como la cooperación o la competición”, explica a Sinc Mauricio González-Forero, investigador en la facultad de Biología de la Universidad de Saint Andrews (Reino Unido).
El estudio concluye que cuando el medio ambiente es inhóspito y los individuos pueden continuar aprendiendo cómo resolver problemas mucho después de la niñez –por ejemplo, porque pueden aprender técnicas difíciles de otros individuos–, esa combinación entre ecología y acumulación de conocimiento produce cerebros de tamaño humano.
Tras la pista de un cerebro más grande
Con la ayuda de un modelo computacional, los autores han analizado los costes y beneficios energéticos proporcionados por un cerebro mayor. A mayor tamaño, más energía consume y menos disponibilidad energética hay para otras funciones, como los órganos reproductivos. Sin embargo, un cerebro más grande también tiende a permitir que el individuo resuelva problemas más complejos.
“El modelo calcula cómo de grande debería ser el cerebro como resultado de la selección natural cuando los individuos han evolucionado encontrando problemas de diferentes tipos. Hemos considerado problemas ecológicos y tres tipos de problemas sociales (de cooperación, competición entre individuos, y competición entre grupos)”, explica González-Forero.
De este modo, un 60% de los factores determinantes son de carácter ecológico, un 30% estarían relacionados con la cooperación y tan solo un 10% se basarían en la competición entre grupos. La competición entre individuos no habría sido relevante para la evolución del cerebro.

“Nuestro modelo rebate la hipótesis de que el cerebro humano se expandió a lo largo de la evolución debido a demandas sociales. Por el contrario, encontramos que tales demandas contribuyen a disminuir el tamaño del cerebro”, explica González-Forero.
Estos porcentajes son consistentes con el hecho de que la psicología humana se caracteriza por su tendencia a la cooperación. La cooperación entre individuos sumada a la competición entre grupos, que involucra cooperación entre los individuos del grupo, proporciona una alta proporción de problemas de cooperación –un 40%– que podría haber moldeado la psicología humana.
“Eso no significa que debamos disminuir nuestras interacciones sociales para promover un mayor cerebro, porque las consecuencias de algo así tomarían cientos de miles de años en tener efecto y podrían involucrar consecuencias negativas que no anticipa el modelo”, concluye el investigador.

TODOS SOMOS BISEXUALES,TENEMOS UNO ENTRE LAS PIERNAS Y OTRO EN LA CABEZA


Todavía no sabemos de qué hablamos cuando hablamos de porno
Una nueva reflexión de Daniel Mundo. Ahora: "Definiciones fraudulentas del porno" y adicciones.FacebookTwitterGoogle+WhatsATelegr
    Por Daniel Mundo
    Todavía no sabemos de qué hablamos cuando hablamos de porno, aunque si sale el tema todos y todas y todxxxs tenemos una definición propia de minas en bolas, pijas paradas, anos dilatados, ingenierías de penetración, arquitecturas corporales tan precisas como vagas y fabulosas. Pobres de nosotros. Hoy daré algunas definiciones fraudulentas del porno y una auténtica, con su característica principal: la adicción. No es del todo errado machacar y machacar la idea auténtica hasta que quede grabada en el frontispicio de nuestro cerebro. Lo haré lúdicamente, no de forma demostrativa. Casi parecerá una adivinanza.
    Cuando se habla de porno por lo general se reacciona de dos maneras contradictorias: por un lado, hacemos de cuenta que nos causa gracia, que es un tema que manejamos con comodidad; por otro lado, solemos ponernos nerviosos, ya no como hace veinte años, que ni siquiera se hablaba del tema, pero tampoco como si fuera cualquier tema. Sigue siendo un tema que molesta y perturba. Al fin y al cabo, de lo que se estaría hablando es del sexo más íntimo, ése que muchas veces ni siquiera nos queremos confesar a nosotros mismos —esto, por supuesto, para el consumidor de porno.
    Para el no-consumidor de porno, el porno aburre, no gusta, es mecánico, etc. Evidentemente nunca vio porno. Juzga sin saber. No puede salir algo interesante de acá. Es como hablar de ajedrez con una persona que juega al dominó.
    Socialmente se lo tolera (de hecho, la palabra pornografía no aparecía en la Ley de Medios dictada durante el kirchnerismo), pero en secreto se lo desprecia, y hasta se le teme: se lo considera una imagen o un signo tan potente pedagógicamente que puede determinar la sexualidad de los jóvenes, y tal vez distorsionarla para siempre, volviéndolos “pajeros” inconsolables. Y a los adultos les impondría un modelo sexual que cualquier experiencia “real” terminará frustrándolos. Fantasías.
    Hay, también, potentes razones ideológicas para combatirlo, desde la denuncia del lugar en el que ubicaría a la mujer hasta el peligro de que agote el deseo (la industria de hombres para hombres, por ejemplo). Pero la gente que lo combate desde estos bastiones tan  imperturbables tampoco mira porno, o en todo caso mira tan sólo el porno que le gusta (hace trampa). Hoy tienen buena prensa estas posturas, porque nos hacen creer algo que queremos creer: una sociedad igualitaria, un derecho universal a desear y a ser deseadx, un sexo libre, consensuado y no coito centrado. Ideología.
    Aunque a esta altura de la psicología es casi natural descreer de las patologías, también estamos convencidos de que la gente normal no mira porno (esto tampoco significa que lo miren en secreto, cuidado: ¿por qué todo el mundo tendría que mirar porno?). ¿Cómo es esto? Mire o no mire porno, el individuo normalizado está atravesado por la lógica porno. Desea porno, incluso sin saberlo. O está frustrado. Desea algo que no sabe lo que es. Cree que no tiene ningunas ganas de ver unos tipos cogiendo frente a la cámara, y ahí ya resuelve todo el problema. Después desea que le pongan muchos Me Gusta en fb. En el fondo de todo, desea ser amado. Pero porno y amor no se llevan nada bien.
    Vivir en la normalidad parece fácil, pero implica grandes cuotas de represión. Cuando se sale de la lógica de la normalidad, la normalidad o la realidad no te lo perdonan. Es muy difícil regresar a la normalidad. La adicción es una buena puerta para escapar de la realidad, aunque hoy tenga pésima publicidad (en la próxima nota desarrollaré esta idea). Y hay una convicción clara y distinta de que el porno generaría adicción. Como dijo el escritor Gore Vidal, el problema con el porno no es que lo veamos sino que al final no queramos ver otra cosa. ¡Adicción sí!
    Todos sabemos que las páginas porno son las más vistas en la Web, lo machaca una y otra vez el periodismo. Y lo que muestran estas páginas, lo que define al porno es, sí o sí, el sexo explícito —aunque sólo tengamos una muy confusa idea de a qué remiten los términos “sexo” y “sexo explícito”. Científicamente es muy difícil comprobar si las páginas porno son las más visitadas. Y podríamos pasarnos días y días preguntándonos qué tiene de sexo explícito una foto de ombligos, pero hay gente a la que los ombligos lo pueden.
    Por último, ahora también se relaciona al porno con las experiencias virtuales. Por un lado, porque se consume por el aparato celular. Por otro, porque los vínculos virtuales acosan a los vínculos reales (lo que no es del todo cierto: todavía hoy los flirteos virtuales o las apps de citas quieren terminar en un encuentro carnal; en todo caso resta pensar por qué sucede esto). Es cada vez más fácil, además, filmarse mientras se esta cogiendo, lo que casi de inmediato se relaciona con el porno. Sexo porno es un sexo mediado por algún tipo de interfaz.
    ¿Para qué todas estas aclaraciones? Para que advirtamos la cantidad de prejuicios que nos impiden investigar o reflexionar y hasta mirar porno. Buena parte de lo que pensamos sobre el porno, en verdad nunca lo pensamos, eslóganes progresistas que repetimos según los interlocutores que tengamos enfrente —y cuanto más institucionalizados estos interlocutores, peor.
    Si ahora me preguntaran por qué, no sabría bien qué responder (prometo pensarlo en estos días), pero igual me gusta la pregunta: ¿podría el porno acabar por fin con esta sociedad que día a día profundiza su sentimentalismo, diversifica sus gustos (siempre que lo que nos guste esté ofertado en algún mercado) y se exige gozar y gozar y gozar? No lo va a poder hacer. ¿Por qué debería hacerlo? Porque el sentimentalismo, la multiplicación de gustos y el imperativo de gozar, ser feliz y coger mucho nos están conduciendo a una lógica de vinculación en la que, aunque nuestro sentimiento sea auténtico (nazca en el corazón), nuestros gustos versátiles y nuestro goce es-pec-ta-cu-lar, vivimos en la defraudación. Tal vez sea hora de tomar la defraudación de manera positiva, no recalcando lo que frustra (que en último término tiene la consistencia de una ilusión), sino lo que produce. Produce un estado de ánimo con el que consumimos todas las cosas, las imágenes y los signos que se nos exponen.
    Les voy a decir el único dato que en la bibliografía especializada está consensuado en la definición de porno, el que hay que tener presente cuando se juzga algo como porno o al porno en sí mismo. El porno no es sexo explícito. El porno no es algo, una cosa, una imagen o un signo, sino la RELACIÓN que se entabla entre un espectador-usuario con una cosa, una imagen o un signo. Si me animara a usar estos términos, diría que el porno está en el entre (guiño filosófico). El porno ES la relación. Una imagen o un signo que a un usuario lo vuelve loco, a otro lo deja totalmente indiferente. Una imagen o un signo que un día nos vuelve locos, al otro día nos resulta insignificante —salvo que tengamos una patología y sólo nos gusten un tipo de imágenes o de signos en particular. En este sentido, podemos seguir en la tradición iconoclasta destruyendo imágenes o prohibiendo signos, el porno se alimenta de ello. Es hora de invertir la lógica.

    Un sensor que se podrá tragar para detectar enfermedades digestivas


    Investigadores del MIT han desarrollado un dispositivo equipado con bacterias modificadas genéticamente que se ingiere y es capaz de rastrear hemorragias en el estómago y otros problemas gastrointestinales en zonas de difícil acceso. El prototipo, que ha sido probado en cerdos, permite ver los resultados en un teléfono móvil en tiempo real.

    <p>El sensor es cilíndrico y mide 3,8 centímetros de longitud. Se ha probado en cerdos y ahora los investigadores están trabajando en la reducción del tamaño para su futuro uso en humanos. / Lillie Paquette / MIT</p>
    El sensor es cilíndrico y mide 3,8 centímetros de longitud. Se ha probado en cerdos y ahora los investigadores están trabajando en la reducción del tamaño para su futuro uso en humanos. / Lillie Paquette / MIT
    Un dispositivo que se puede tragar podrá detectar la presencia de moléculas responsables de enfermedades del aparato digestivo en zonas a las que es difícil llegar con los sistemas de diagnóstico actuales. El prototipo ha sido desarrollado por investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y sus resultados han sido presentados en el último número de la revista Science.
    Los autores han ensayado en cerdos este sensor, que tiene forma de cilindro y mide 3,8 centímetros de longitud. Ahora están trabajando para reducir el tamaño para las futuras pruebas con humanos. 

    En el desarrollo se ha realizado un enfoque de ‘bacteria en un chip’. Este concepto combina sensores hechos de células vivas con componentes electrónicos de muy baja potencia, que convierte la respuesta bacteriana en una señal inalámbrica que se puede leer en un teléfono inteligente en tiempo real.
    Según explica, Phillip Nadeau, uno de los autores, “el nuevo sistema está equipado con bacterias modificadas genéticamente con objeto de diagnosticar hemorragias en el estómago y otros problemas gastrointestinales”. 
    La biología sintética ha logrado en la última década grandes avances en la ingeniería de bacterias para responder a estímulos como contaminantes ambientales o marcadores de enfermedades. Estas bacterias pueden diseñarse para producir señales como la luz cuando detectan el estímulo objetivo, pero generalmente se requieren equipos de laboratorio especializados para medir esta respuesta.
    Para conseguir aplicaciones más útiles y sencillas de estas bacterias, el equipo del MIT decidió combinarlas con un chip electrónico que pudiera traducir la respuesta bacteriana en una señal inalámbrica.
    “Nuestra idea fue empaquetar células bacterianas dentro del dispositivo", dice Nadeau. "Las células quedan atrapadas y viajan con el sensor mientras pasa por el estómago”. 
    En su demostración inicial, los científicos se centraron en la hemorragia en el tracto gastrointestinal en cerdos. Diseñaron una cepa probiótica de E. coli para expresar un circuito genético que hace que las bacterias emitan luz cuando se encuentran con el hemo, un componente de la sangre.
    Android para analizar los datos
    Para ello, colocaron las bacterias en cuatro pozos del sensor, cubierto por una membrana semipermeable que permite que las pequeñas moléculas del entorno se difundan a través de ellas. Debajo de cada pozo se sitúa un fototransistor que puede medir la cantidad de luz producida por las células bacterianas y transmitir la información a un microprocesador que envía una señal inalámbrica a un ordenador o a un móvil. Además, construyeron una aplicación de Android que se puede utilizar para analizar los datos.
    El sensor cilíndrico requiere aproximadamente 13 microvatios de potencia. Está equipado con una batería de 2,7 voltios, que, según los investigadores, podría alimentar el dispositivo durante aproximadamente un mes y medio de uso continuo. También podría ser mantenido por una célula voltaica sostenida por fluidos ácidos en el estómago, usando una tecnología que Nadeau y Anantha Chandrakasan –otro de los autores– desarrollaron previamente.
    Cuando los científicos probaron el sensor ingerible en cerdos demostraron que podía determinar correctamente si había sangre en el estómago. Según Nadeau, este dispositivo podría implementarse para un solo uso o para permanecer en el tracto digestivo durante varios días o semanas, enviando señales continuas.

    Eludir pruebas innecesarias
    Actualmente, si se sospecha que los pacientes están sangrando por una úlcera gástrica, deben someterse a una endoscopia para diagnosticar el problema, que a menudo requiere sedación.
    La finalidad del nuevo procedimiento, señalan los investigadores, “es eludir pruebas innecesarias, ya que el diagnóstico podría realizarse con solo ingerir la cápsula y, en un período relativamente corto de tiempo, se sabría si hay o no hemorragia”.
    Para su utilización en pacientesr, los autores están estudiando –además de la reducción del tamaño del sensor– su posible uso en otras afecciones gastrointestinales aparte de las hemorragias.
    En este sentido, han adaptado sensores para detectar otras dos moléculas, aunque aún no los han probado en animales. Uno de ellos detecta un ion que contiene azufre llamado tiosulfato, relacionado con la inflamación, que podría usarse para controlar a los pacientes con enfermedad de Crohn y otras afecciones inflamatorias. El otro rastrea una molécula de señalización bacteriana llamada AHL y puede servir como marcador de infecciones gastrointestinales.