jueves, 3 de mayo de 2012

¿Los orientales van al psicólogo?


Las corrientes de pensamiento que profesan (budismo, taoísmo), ¿son suficientes para resolver sus problemas emocionales?

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Siempre se ha dicho que oriente y occidente tienen poco que ver, que beben de distintas tradiciones, orígenes, referentes (aspecto que los hace especialmente distintos). Pero parece que el paso del tiempo los ha ido acercando, aunque sea tímidamente. En España, sin ir más lejos, cada vez son más los centros que ofrecen la enseñanza de tradiciones milenarias procedentes del lejano oriente (la inmigración, sin duda, ha tenido su influencia en este aspecto). Y en paralelo, parece que la manera de vivir occidental empieza a hacer mella al otro lado del mundo.

A pesar, sin embargo, de dichos atisbos de aproximación, son muchas cosas las que todavía nos separan. Por ejemplo, la espiritualidad, tan presente en oriente y que tanto escasea por nuestras latitudes. Es en este punto que a un servidor le asaltó la pregunta: ¿este misticismo que practican, es suficiente para solventar sus problemas emocionales? O lo que es lo mismo: ¿los orientales son capaces de resolver sus quebraderos de cabeza a través de sus potentes corrientes de pensamiento o, por el contrario, también necesitan de la figura del psicólogo para estos menesteres?

La respuesta, como suele pasar, es poliédrica, tiene multitud de caras. Como se dice coloquialmente, cada país es un mundo, lo que significa que no ocurre lo mismo, por ejemplo, en China, que en la India, Japón o Taiwán.

China

El gigante asiático sufrió un cambio radical con la llegada al poder de Mao Zedong, en 1949. Las grandes corrientes de pensamiento, como el budismo, el taoísmo o el confucianismo fueron desterradas. Las dos primeras fueron incluso tachadas de formas feudales. Eso explica que personas con una cierta edad, cincuenta años en adelante, hayan vivido en China a espaldas de dichos planteamientos filosóficos. “Incluso piensan que todas estas corrientes de pensamiento son poco más que milongas, y es que les tocó vivir el maoísmo duro”, explica a LaVanguardia.com Manel Ollé, coordinador del Máster en Estudios Chinos de la UPF. Ollé, sin embargo, apunta que a partir de los años 80 y 90 ha habido cierto renacimiento de las tradiciones en China.

Este último aspecto es ratificado por el estudiante chino de la UPF, Li Haosan. “Con el crecimiento de la economía, surge una corriente que vuelve a reconocer nuestra cultura propia. A los jóvenes, ciertas artes tradicionales no les interesaban hace 10 años. Estaban más concentrados en cosas procedentes de occidente. Pero, poco a poco, dichas artes cada vez interesan más”.

“No hace demasiado tiempo, tu ibas por la calle y había muchas estatuas de Mao. Ahora hay cada vez menos. Empieza a haber más estatuas de Confucio. Los chinos, con nuestra cultura propia, podemos ser un actor importante en este mundo”, añade.

Haosan apunta que en su país sí existe la figura del psicólogo, “pero poca gente la utiliza, no está tan extendida como en España”. “La gente, más que ir al psicólogo, se refugia en la religión”, sentencia.

En China, además, no se efectúa “la distinción entre cuerpo y mente”, recuerda Manel Ollé. “Entienden que son una sola cosa y, en consecuencia, el mismo médico lo cura todo. Se verbaliza el dolor en términos más físicos. Según la concepción china, cada órgano está relacionado con una emoción: el hígado a la tristeza, el corazón a la alegría… Entonces, para tratar las emociones se actúa sobre los órganos y al revés”, agrega.

“Sí que es verdad que los chinos, y los asiáticos en general, tienen unos valores tradicionales que les hacen ser muy adaptativos, muy resilientes. Intentan adaptarse a lo que viene, ser felices con lo que se tiene… Pero que las ideas sean éstas tampoco quiere decir que la sociedad sea así”, apostilla.

Taiwán

Esta isla quedó al margen de la represión de Mao Zedong y, en consecuencia, las tradiciones estuvieron mucho más presentes que en China. Para Marcos Chan, de la Oficina Económica y Cultural de Taipei en Madrid, las corrientes filosóficas (para muchos taiwaneses religiones) tienen su aspecto positivo, sí, pero también su vertiente menos laudable. “Creo que la religión ayudó a otras generaciones, pero también obstaculizó. No buscaban ayuda médica. En lugar de ir al médico, buscaban la explicación en los templos. Hoy todavía hay gente que funciona así, pero el porcentaje es muchísimo más inferior que en los años 70 u 80. En cambio, el porcentaje de gente que acude al médico ha subido”.

En Taiwán, “cuando alguien tiene un problema, va al médico de familia. Y luego éste lo deriva a la especialidad que necesite. La figura del psicólogo existe, y estos profesionales tienen trabajo”, añade.

La India

Si un concepto define a nivel de pensamiento a este país, ese es el de la espiritualidad. Cuna de cuatro grandes religiones (hinduismo, budismo, jainismo y sijismo), dicha vertiente espiritual está muy relacionada con el día a día del ciudadano indio, más allá de la religión que profese.

“Este corpus de sabiduría puede dar respuesta a cualquier tipo de inquietud, angustia, que definen la ciudad moderna y postmoderna de occidente. En este sentido, la nueva India, de esa clase media pudiente, ve a occidente en términos de debilidad”, explica Bernat Masferrer, director del Observatorio de la India y Asia Meridional de Casa Asia de Barcelona.

“La India conserva ese marco establecido, ese orden, que ofrecen las religiones a sus habitantes. El hinduismo, el budismo, e incluso otras religiones que no nacieron en la India pero que han sido adaptadas, ordenan mucho lo que son las grandes etapas que uno vive en su vida. Hay una serie de instituciones, de ceremonias, de rituales, festividades, acciones concretas, muy ordenadas, no sólo diariamente, sino en un calendario anual. El indio, en cierta manera, se despreocupa de estas cuestiones porque confía en ese orden que le dice con quién se tiene que casar y con quién se tiene que relacionar”, relata Masferrer.

“Con todo esto solucionado, el indio tiene una vida, en este aspecto, más sencilla, y critica, un poco, la deriva de occidente (la existencia de psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas) cuando ellos únicamente abrazando sus textos ya encuentran todas las respuestas, mirándose introspectivamente, abrazando la edad dorada. Es una actitud de cierta superioridad”, apostilla.

Sí que es posible encontrar algún psicólogo en la India urbana, “pero lo podemos considerar una anomalía”.

Japón

En el país del sol naciente, las tradiciones siempre han tenido un peso muy importante. Pero el fenómeno de la occidentalización también ha hecho acto de presencia en ese extremo del mundo. “En general, los japoneses que tienen más de cuarenta años, apenas les hace falta ir al psicólogo. Japón tiene dos caras: una muy tradicional, muy profunda, y otra muy occidental. Cada vez que nos domina más la cultura occidental, más necesidad hay de ir al psicólogo”, relata con cierto resquemor Kasuko Onkai, japonesa de nacimiento y profesora de taichi en el centro Ceitai de Barcelona.

“Sí que existe la figura del psicólogo, pero menos que aquí. Acude la gente más joven. La gente más mayor está todavía empapada de la tradición. Incluso, los varones que tienen más de cincuenta años habían aprendido artes marciales de jóvenes. Éstas no son bélicas, sino que aportan una disciplina muy fuerte que ayuda al equilibrio”, añade.

“En Japón, la gente bebe de distintas tradiciones: budismo, taoísmo... Somos budistas y taoístas de pensamiento. El Budismo, más que una religión, para los japoneses es más una filosofía”, remata.

A pesar de la cierta efervescencia que vive la figura del psicólogo en el extremo oriente, a excepción de la India, se necesitarán años para que ésta acabe teniendo un lugar relativamente predominante, si es que lo acaba teniendo, en este tipo de sociedades. Y es que los asiáticos, por definición, son poco dados a abrirse.

Los procesos de investigación social (también llamados estudios de mercado), así lo atestiguan. “Éstos pasan por dos metodologías: una cuantitativa y otra cualitativa. En los países asiáticos, el cualitativo no existe. Esta metodología se basa en entrevistas en profundidad, reuniones de grupo, ya que se intenta profundizar sobre un tema concreto. En Japón o en China, por ejemplo, no hay acciones cualitativas”, explica el vicedecano del Col•legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya y especialista en psicología económica, Ricard Cayuela. “Que expongan sus interioridades de forma discursiva es poco menos que imposible”, agrega.

“Imparto formación de psicología de la negociación, y cuando hablamos de negociación con asiáticos no tiene nada que ver con lo que explicamos en relación a negociaciones con, por ejemplo, europeos, norteamericanos o sudamericanos. Cambian los parámetros de forma absoluta. Negocias con cosas que están ya muy prefijadas. No hay demasiado margen para discutir de manera extensiva, tienes que centrarte en ciertos puntos”, sentencia.

SER UN SIETEMESINO

Uno de cada 15 prematuros nacidos en el mundo no llega al año de vida

El 75% de los 15 millones que nacen al año podrían salvarse con medidas baratas, dice la OMS

La planificación familiar, la lactancia materna o el método canguro podrían reducir la mortalidad

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    Una madre lleva a su bebé prematuro con el método canguro en un hospital de Bamako (Malí). / Joshua Roberts (AP)

    De los 150 millones de niños que nacen cada año en el mundo, algo más del 10% lo hacen antes de los nueve meses de gestación. De ellos, uno de cada 15 no llega al año de vida en el mundo. Si los bebés son siempre vulnerables, los prematuros lo son aún más, indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), que, por primera vez, ha puesto el foco en este problema de salud, que es fundamental atajar como parte del cuarto de los Objetivos del Milenio, reducir dos tercios las muertes infantiles (antes de cinco años) en el mundo en 2015.
    El problema va en aumento, según la OMS. La fragilidad de los prematuros es la segunda causa de muerte infantil después de las neumonías, indica el estudio, aunque el 75% podría salvarse con medidas baratas.
    Esta incidencia es muy variable, afirma la organización en este informe, que es el primero que hace sobre este asunto. Mientras en los países ricos la mitad de los bebés de 24 semanas (prácticamente, al límite de viabilidad) sobrevive, en los países pobres ni siquiera lo hacen la mitad de los nacidos a las 32 semanas (lo que tradicionalmente se ha denominado en España un sietemesino). En los de menor tiempo de gestación (menos de 28 semanas) es donde el desarrollo tecnológico y médico influye más: sobrevive el 90% de los nacidos en los países más ricos. Lo hace solo el 10% en los más pobres.
    Las medidas para mejorar estos datos son, en algunos casos, muy baratas (aunque no siempre fáciles). Por ejemplo, una planificación de la natalidad que reduzca el número de madres adolescentes. Otras son cuestiones prácticas, como mantener la lactancia, o asegurarse de dar el suficiente calor a los recién nacidos. Tener cuidado con las infecciones es otro de los factores.
    Este problema de salud, que es universal, tiene, sin embargo, un factor asociado: la riqueza. La tasa de nacimientos prematuros varía del 8% o 9% en los países ricos al 12% en los pobres. Cuestiones como infecciones de la madre, diabetes, los embarazos múltiples o las actividades que las mujeres realizan influyen. En 11 países (Malaui, Congo, Comores, Zimbabue, Guinea Ecuatorial, Mozambique, Gabón, Pakistán, Indonesia, Mauritania y Botsuana) la tasa de estos nacimientos supera el 15% del total.
    La OMS indica que “todo el mundo” puede colaborar para reducir la mortalidad de estos niños. Y esto se ve cuando se revisan las actuaciones recomendadas antes del embarazo, durante, en el parto y después. La gestación y el nacimiento de los niños y su supervivencia es un proceso muy complejo, donde influye desde la nutrición de la mujer, la violencia de género, la preparación de los profesionales, hasta otras como lo que la OMS llama “transporte a lo canguro”, poniendo al niño delante del pecho para que tenga calor y acceda al pecho.