jueves, 18 de enero de 2018

PAPA¿DE DONDE SON LOS PSICOANALISTAS?

El psicoanálisis en el parlamento de las ciencias
¿El discurso del psicoanálisis, de izquierda, de centro, de derecha? ¿Progresista, conservador, revolucionario, subversivo? ¿Comprometido, neutral, cínico, indiferente? El debate resurge cada vez que lo real de la política –la división, el antagonismo– resuena en los muros del consultorio.
Propongo aquí una suerte de ejercicio reflexivo, menos desde Lacan que desde Kant, a partir de un texto de 1798 intitulado El conflicto de las Facultades. La hipótesis que propongo aquí, en una apropiación libre del texto kantiano, es la siguiente: el discurso del psicoanálisis es, en tanto tal, de izquierda.
Lo es, al menos, en el sentido que da Kant en ese texto a la filosofía: en tanto ciencia sin poder. Kant establece allí una diferencia entre discursos que tienen y discursos que no tienen un poder: el derecho, la medicina y la teología forman parte de los primeros, puesto que piensan y dicen lo que piensan apoyándose, suponiendo, incluso ostentando, un cierto poder –poder judicial, poder médico, poder eclesiástico. Detrás de la palabra médica, jurídica, religiosa, hay siempre, implícito o explícito, un poder que avala. En el caso de la filosofía, en cambio, se trata según Kant de un discurso sin poder.
Mi  proposición  es  pensar  al  psicoanálisis, junto  a  la  filosofía,  en  el  lugar  de  los discursos sin poder, ubicados a la izquierda del parlamento de la ciencia –recuperando así la metáfora parlamentaria propuesta por Kant en el texto de 1798. Varios interrogantes surgen, inevitablemente, de esta proposición, que no pretende por cierto disimular su carácter polémico.
Ante todo, ¿qué supone este “al lado de la filosofía” donde ubicaría al psicoanálisis? Implica que más allá de ser discursos distintos, filosofía y psicoanálisis comparten una cierta ubicación, definida por una irreductible distancia en relación a las ciencias plenamente instituidas. Son discursos que se codean, sin confundirse: el de la verdad y la razón, el de lo real y el inconsciente, no dejan de disputarse en un espacio que, aligerado de autoridad, habilita a lo que Kant llama, también en ese texto, una extrema libertad.
Los discursos sin poder no tienen, como sí lo tienen la medicina, el derecho o la teología, el cobijo de la autoridad. Carecen de un fundamento en qué apoyarse, pero gozan, por ello mismo, de la posibilidad de pensar libremente, y de decirlo con extrema franqueza. La parresia está del lado izquierdo en el parlamento de las ciencias.
Libertad que supone también un deber respecto a la sociedad política: el de no ceder en la preocupación crítica, sosteniendo una indagación sin límites respecto al poder, sin dejarse asustar, como diría Kant en ese mismo texto, por la santidad del objeto.
Ahora bien, ¿qué significa, concretamente, el sintagma “discurso sin poder”, que ofrecería un lugar común al psicoanálisis y a la filosofía? ¿Qué implica, concretamente, ese no-poder en el discurso y la práctica del psicoanálisis?
En el plano colectivo, la institución del psicoanálisis no se asienta ni más ni menos que en esa forma singular del amor que es la transferencia: que exista o no el psicoanálisis depende enteramente del deseo de sujetos analistas y de sujetos analizantes. En el plano de la clínica, basta recordar aquello que sostenía Lacan en La dirección de la cura y los principios de su poder: que es la impotencia a sostener una praxis lo que la hace recaer en el ejercicio de un poder. El psicoanálisis se vuelve, clínicamente, autoritario, de derecha, cuando renuncia a una praxis orientada éticamente hacia la emergencia del deseo inconsciente del sujeto y recae en fórmulas prefabricadas por el discurso del Amo.
Q Filósofo.

Una científica rompe el silencio sobre los contratos ilegales en centros de investigación

La química Cristina García fue despedida tras denunciar al Ciemat por haber pasado 10 años trabajando con contrataciones temporales

Cristina Garcia
Cristina García denunció al Ciemat tras 10 años trabajando con contratos temporales. JAIME VILLANUEVA
Cristina García quería ganarse la vida con la ciencia, pero ahora está en el paro e inmersa en una batalla legal con el Estado. Esta licenciada en química de 44 años es especialista en protección radiológica. En 2006 consiguió un contrato temporal en el Centro Nacional de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), uno de los siete organismos públicos de investigación que dependen del Ministerio de Economía. Su destino fue el Laboratorio de Metrología de Radiaciones Ionizantes (LMRI), que por ley establece los patrones de radiación a nivel nacional. Este centro calibra las máquinas de radioterapia de los hospitales españoles para que los enfermos de cáncer reciban la dosis adecuada y regula las medidas de protección para las personas que operan máquinas de rayos x, entre otros servicios a organismos públicos y empresas.
Diez años después de su llegada al Ciemat, en 2016, García había prosperado en su carrera. Primero fue nombrada supervisora del laboratorio de radioterapia y después pasó a serlo en el de rayos X, aunque lo hizo empalmando contratos temporales con cargo a proyectos científicos. Cuando finalizaba un contrato y firmaba uno nuevo, el Ciemat le obligaba a devolver el finiquito del anterior contrato, asegura. El día que expiraba su último contrato, en marzo de 2016, sin tener la seguridad de ser renovada, decidió denunciar al Ciemat.

Sus jefes y compañeros escribieron a
 Ramón Gavela, director general del Ciemat, pidiendo que le readmitiesen. “No considero conveniente hacer una excepción”, respondió Gavela. “Todos los trabajadores saben que nuestro compromiso de mantener los puestos de trabajo estructural necesarios para el organismo es firme y que hacemos todo lo posible para mantenerlo; pero también saben que si algún trabajador denuncia, el centro se posiciona en contra, como es natural, y utiliza todos los mecanismos legales a su alcance”, escribió Gavela en un correo electrónico al que ha tenido acceso Materia. La política del centro es en este caso la misma que siguen otros organismos públicos de investigación: no readmitir a nadie que denuncie si la sentencia no les obliga a ello.El pasado abril, el juzgado de lo social número 20 de Madrid le dio la razón. Consideró su despido improcedente y reconoció que sus contratos temporales estaban en fraude de ley, pues estaba cubriendo un puesto fijo. El juez condenó al Ciemat a readmitir a García o a indemnizarla.

“Yo no quería denunciar”, explica García sentada en una cafetería de Madrid mientras pasa la mano por la carpeta en la que lleva copia de su sentencia, los contratos, los acuerdos que firmó para renunciar a los finiquitos. “Estaba contentísima con mi trabajo y solo quería mi puesto. No se puede tener a una persona que has formado y en la que has invertido dinero trabajando en esta situación de inseguridad. Me da tanta rabia esta injusticia de no estar en el Ciemat por una represalia que no me importa salir y dar la cara”, explica.
Tras el despido de García, el laboratorio de rayos X estuvo cerrado un año. Nadie más en el Ciemat tenía la formación y el conocimiento acumulado para sustituir a García. El problema fue denunciado por dos inspecciones del Centro Español de Metrología y del Consejo de Seguridad Nuclear, este último encargado de velar por la seguridad nuclear y la protección radiológica de las personas y del medio ambiente. En la actualidad García está cobrando el paro, cuidando de su hija de ocho meses, y a la espera de que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid confirme su sentencia, aunque eso no es lo que le gustaría.
La suya “fue una pérdida brutal”, explican fuentes del centro muy cercanas a García que no quieren ser identificadas por miedo a represalias. “Ella se quedó sin trabajo y a nosotros se nos fue un cerebro ya formado”.
Para Paz Avilés, una doctora en física que trabaja en el laboratorio LMRI con un puesto fijo de funcionaria, el origen del problema hay que buscarlo en la falta de una estrategia para la ciencia en España. “Este problema existe en todos los centros de investigación públicos y afecta tanto a personas con perfiles técnicos como de investigador”, señala. En el Ciemat, el tipo de trabajo es tan especializado “que las dos únicas opciones que hay es conseguir quedarse aquí o irse al extranjero, lo que no siempre es fácil si tienes pareja o hijos”, asegura.
Otros dos científicos del mismo centro en situaciones similares han declinado dar sus nombres por miedo a castigos. Uno de ellos es un joven con doctorado que pasó 10 meses en el paro entre contrato y contrato temporal y que no ve otra salida que aceptar estas condiciones para seguir trabajando en lo suyo. “La sensación es que los que denuncien y se intenten presentar a una plaza nueva nunca la conseguirán”, dice. “Ese mensaje del miedo lo han transmitido muy bien”.

El Ciemat no ha querido comentar el caso de García ni el resto de los mencionados, a preguntas de este diario. Fuentes de la dirección explican que el centro tiene 1.300 empleados, 300 de ellos con contrato temporal a cargo de proyectos de investigación o costeados por el propio centro, los
 llamados contratos de cupo. Dentro de ese último colectivo han denunciado “del orden de cuatro [personas] entre 2009 y 2016”, aseguran.La otra persona afectada llevaba 12 años trabajando en el Ciemat, siempre con contratos temporales. Primero fue responsable de calidad de todo el LMRI y después supervisora del laboratorio de centelleo líquido, encargado de calibrar soluciones de compuestos radiactivos en agua que sirven para que las centrales nucleares midan la contaminación en las aguas que vierten a los ríos, por ejemplo, o analizar el carbono 14 del vino para demostrar que no está adulterado con alcohol industrial. Esta licenciada en química de 45 años y con dos hijos denunció al mismo tiempo que García. Ha sido despedida e indemnizada y ahora se está preparando unas oposiciones para regresar al Ciemat, pues estaba haciendo el doctorado en este centro. “Mi trabajo me gustaba y no tengo opción de irme a terminar la tesis a ningún otro lugar de España”, asegura. Tras dos sentencias que confirmaron el fraude de ley de sus contratos, ahora espera la sentencia de un recurso que interpuso para conseguir ser readmitida. “Ya no cuento ni con la justicia ni con la suerte, solo con currármelo”, señala.
El Gobierno espera aprobar este año una "tasa para la estabilización del empleo en organismos públicos de investigación, fundaciones y consorcios que permitirá la contratación indefinida de hasta 2.500 científicos y técnicos con más de tres años de antigüedad", que irá incluida en la ley de Presupuestos Generales del Estado de 2018, asegura un portavoz de la secretaría de Estado de I+D+i en el Ministerio de Economía.
El número de denuncias en el Ciemat se multiplicó el año pasado. En 2017 hubo unas 30 y un tercio de los demandantes tuvieron que ser readmitidos, según CC OO. En los últimos años, en el Ciemat ha habido 26 casos de empleados que denunciaron y tuvieron que ser readmitidos, de un total de 409 en todos los Organismos Públicos de Investigación, añaden. No tienen cifras disponibles de los que fueron despedidos e indemnizados.
En los últimos años ha sido cada vez más complicado para los centros de investigación encajar el tipo de trabajo que hacen los científicos y otro personal técnico con las rigideces de la administración y los derechos que garantiza la legislación laboral. A esto hay que sumarle los efectos de la crisis, los recortes en ciencia, la falta de nuevos puestos fijos y temporales y la anquilosante fiscalización. En Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) estimó en 2016 que el coste total de las sentencias favorables de empleados que denunciaron ha sido de 2,6 millones de euros desde 2013. En el CSIC, un centro con 11.000 empleados en 2016, “hemos hecho una actualización para identificar los puestos estructurales que podrían ser estabilizables. Estamos hablando de unos 1.500 que ayudarían a reducir la precariedad, que ahora supera el 42% de la plantilla”, explican fuentes de CC OO.

SE CASAN CON FUTBOLISTAS POR SU CULTURA,SABIDURIA Y BUENA EDUCACION.....

Foto de El inusual buen rollo de los jugadores del Barça dentro y fuera del campo

El inusual buen rollo de los jugadores del Barça dentro y fuera del campo


DECIR QUE ES POR SU DINERO ES UNA OFENSA Y MICROMACHISMO A LAS  MUJERES NO SE LO DIGAN

ESPAÑA ES UN DOLOR................

TODA TRIBU TIENE UN BRUJO


El fin de semana se celebró en Barcelona el Congreso Internacional Un Mundo Sin Cáncer, que llevaba por eslogan  Lo que tu médico no te está contando. Allí se habló, según varias crónicas fiables, de "sanación espiritual" y se culpó al paciente de sus enfermedades, algo habitual entre los adalides de las pseudociencias. Uno enferma porque calla, porque se lo busca, porque consciente o subconscientemente desea enfermar. Sonríe a la vida y te curarás. Busca la paz interior, hazte infusiones, pon aguamarinas en las repisas y saldrás adelante. Abraza un árbol. Sonríe. Lucha.
Tiene razón el eslogan del evento: tu médico no te cuenta eso. Afortunadamente, porque son majaderías que, en ciertos casos, pueden llegar a ser peligrosas. Pero hay otras cosas, estas ciertas, demostradas, que tampoco te cuenta tu médico y que tal vez convenga recordar.
Tu médico no te cuenta, por ejemplo, que una enfermedad no es un combate. Que no se puede luchar contra la enfermedad. Que estas se sufren. Se padecen. Que nadie "pierde la lucha contra el cáncer" por más que los medios de comunicación se empeñen en repetirlo. Que morir no es una derrota.
Tampoco te cuenta tu médico que la ciencia carece de todas las respuestas. Que tiene solo unas pocas y ni siquiera esas son definitivas. Porque la ciencia, a diferencia de la fe, se basa en la revisión constante. Así es como avanza. La superstición, sin embargo, permanece inmutable a través de los siglos, de ahí que sus remedios sean siempre tradicionales, siempre milenarios.
Tu médico no te está contando que la ciencia tiene unos procesos extraordinariamente rigurosos. No te dice que, para que un medicamento salga la venta, debe superar una serie de ensayos que ni la casualidad ni la subjetividad pueden manipular: ciegos, dobles ciegos, triples ciegos.
No te cuenta que la industria farmacéutica tiene defectos y tiene vicios como cualquier otra, pero que está vigilada como pocas. Que, en ocasiones, a las empresas farmacéuticas les guía sobre todo el capital, y eso es lamentable y debemos condenarlo, pero que, cuando uno está enfermo, es el medicamento o el chamán. La ciencia o la brujería.
Tu médico no te cuenta que, a principios del siglo XX, ya estarías casi seguro bajo tierra. Que probablemente habrías muerto en el parto o un poco después, en la infancia. Que te habría llevado la viruela o la rubeola o la polio o el sarampión, enfermedades todas ellas erradicadas o muy controladas gracias a las vacunas.
Y tu médico no te está contando tampoco que al universo le importas un carajo. Que al cosmos lo mismo le da que vivas o mueras. Que tu bienestar no depende del karma ni del optimismo, por más que el buen humor siempre ayude. Que depende, sobre todo, de los médicos. Pero eso, como digo, raramente te lo cuentan.