martes, 8 de marzo de 2016

Los bebés saben comunicar sus dudas

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Cuando tomamos decisiones somos capaces de evaluar nuestros pensamientos y elecciones, y detectar nuestros errores. Pero, ¿qué ocurre en el cerebro de un niño? Hasta ahora, los expertos sugerían que los niños menores de seis años no lograban valorar la toma de sus decisiones debido a una falta de comunicación verbal. Un experimento pionero en bebés de 20 meses demuestra que en realidad muestran su incertidumbre de manera no verbal.

<p>Los bebés pueden evaluar sus propias dudas y compartir esta información con los demás para alcanzar sus objetivos. / Fotolia </p>
Los bebés pueden evaluar sus propias dudas y compartir esta información con los demás para alcanzar sus objetivos. / Fotolia 
Aunque muchos animales han sido capaces de reflejar y mostrar sus dudas, solo los humanos parecen tener la habilidad de comunicar explícitamente su incertidumbre a otros. Sin embargo, los científicos desconocían si esta aptitud se desarrollaba a una edad muy temprana o emergía más tarde con el desarrollo del lenguaje.
Un estudio, publicado en PNAS, trata de averiguar si los bebés son capaces como los adultos de evaluar sus propios pensamientos. Para ello, el equipo del Laboratorio de Ciencias Cognitivas y Psicolingüísticas del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS, por sus siglas en francés) ha examinado el desarrollo de la metacognición, la capacidad que tenemos de observar y regular nuestros propios procesos cognitivos. 
“Un ejemplo muy común de este proceso es la capacidad de evaluar nuestras propias elecciones: después de haber tomado una decisión, somos capaces de identificar nuestros propios errores, y confiamos en nuestras elecciones después de una buena respuesta”, aclara Louise Goupil, autora principal del trabajo, al definir la sensibilidad metacognitiva. 
Hasta ahora, los estudios en psicología del desarrollo habían documentado un desarrollo tardío de esta capacidad, que ha sido estudiada principalmente preguntando a los niños sobre sus propias decisiones. En este tipo de situaciones, de manera general, los niños han tenido dificultades para valorar sus propias elecciones. 

Lenguaje no verbal para evitar errores
 “Tienen tendencia a sobrestimar sus propias actuaciones, es decir que son capaces de decir que han respondido bien incluso cuando han cometido un error”, subraya la investigadora. Basándose en esta relación verbal, se ha sugerido durante mucho tiempo que los menores de seis años no tienen o tienen poca sensibilidad metacognitiva. 
Para Goupil, esas limitaciones en los niños también se podrían explicar por el hecho de comunicar sus propios pensamientos y decisiones de manera estrictamente verbal. De este modo, es posible que los pequeños sean capaces de valorar sus decisiones “incluso si les es difícil verbalizar sus errores y dudas”, indica la experta. 
Para comprobar si los niños pueden comunicar de manera no verbal esta incertidumbre, los investigadores realizaron un experimento con 80 bebés de 20 meses. “Al darles una tarea de memorización pudimos probar su capacidad de pedir ayuda de forma no verbal y así evitar errores”, especifica la científica. 
Los bebés tuvieron que memorizar el lugar donde se escondía un juguete bajo una de las dos cajas que tenían delante de ellos. Después de un plazo de entre 3 a 12 segundos, se les pidió señalar una de las dos cajas para indicar dónde pensaban que estaba escondido el objeto escondido. En algunas pruebas, el juguete se colocaba detrás de una cortina, por lo que les era imposible resolverla. 
Los resultados demuestran que los bebés piden ayuda para evitar señalar la caja incorrecta. Además, “piden ayuda más a menudo cuando las pruebas son imposibles de resolver, y cuando los plazos de memorización son más largos”, dice Goupil. De este modo, los pequeños pueden evaluar sus propias dudas y compartir esta información con los demás para alcanzar sus objetivos. 
Los bebés muestran por tanto sensibilidad metacognitiva mucho antes de lo que se pensaba, a pesar de ser incapaces de verbalizarla convenientemente hasta unos años más tarde. “No solo analizan su entorno físico y social, sino que también pueden examinar sus propios procesos cognitivos”, concluye la experta.