lunes, 17 de junio de 2013

Los sofocos antes de la menopausia no deben alarmar a las mujeres

Un estudio advirtió que más de la mitad de la población femenina experimenta estos síntomas aunque sus ciclos todavía son regulares y que no necesariamente deben ser interpretados como un anticipo del cese de sus períodos.
Más de la mitad de las mujeres de mediana edad que todavía tienen ciclos regulares sufren sofocos. Las mujeres hispánicas y las asiáticas son menos propensas a sufrirlos que las mujeres blancas, pero en comparación con estudios anteriores el número de afectadas es sorprendentemente alto, según mostró un estudio realizado sobre 1.500 mujeres, que fue publicado recientemente en la edición online de “Menopause”, la revista de la Sociedad Norteamericana de Menopausia (NAMS, por sus siglas en inglés).
El sondeo, realizado por investigadores del Grupo Salud (un amplio sistema de cuidado de la salud en el noroeste de Estados Unidos) y el Centro de Estudios del Cáncer Fred Hutchinson, en Seattle, Washington, se desarrolló entre un grupo diverso de mujeres, que incluyó a las de raza blanca, negra, hawaianas, mujeres de etnia mixta, vietnamitas, filipinas, japonesas, chinas, indias del este y otras asiáticas. Las mujeres tenían entre 45 y 56 años, con ciclos regulares, sin presentar períodos salteados, y no estaban tomando hormonas.
El 55 % de ellas reportó haber sufrido sofocos o sudoración nocturna. Los grupos que mostraron los índices más altos de sofocos o sudoración nocturna fueron las americanas nativas (67 %) y las de raza negra (61 %), pero las diferencias entre estos grupos y las mujeres de raza blanca no fueron estadísticamente significativas. El 58 % de las mujeres blancas, el grupo étnico más grande, reportó haber experimentado sofocos o sudoración nocturna.
En comparación con ellas, las mujeres asiáticas y las hispánicas fueron mucho menos propensas a presentar estos síntomas. Entre las asiáticas, el 31 % de las filipinas, el 26 % de las japonesas, el 25 % de las indias del este, el 23 % de las “otras asiáticas”, y el 18 % de las chinas dijo haber tenido sofocos y sudoración nocturna. En tanto, el 26 % de las hispánicas sufrió los síntomas.
LA DIETA
Según apuntaron los autores del estudio, un dato interesante fue que las mujeres que habían tenido los síntomas eran más proclives a incluir soja en sus dietas, y que las mujeres blancas que nunca habían sufrido los síntomas eran más propensas a no incluir este alimento en sus dietas.
“Este estudio debería ayudar a aliviar la preocupación de muchas mujeres que han sido sorprendidas por sofocos y sudoraciones nocturnas cuando todavía tienen ciclos menstruales regulares. Esto no significa necesariamente que ya se encuentran en la menopausia, y es totalmente normal” , afirmó la doctora Margery Gass, directora ejecutiva de la NAMS. “Algunas mujeres incluso sufren sofocos las primeras noches luego de haber dado a luz” , finalizó la especialista.
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Salud mental en tiempos difíciles

Por Joseba Achotegui

Manipulaciones ideológicas en los documentales de divulgación científica

¿Puede haber algo en apariencia más inocente que un hermoso documental sobre la naturaleza? Y sin embargo, se trata de uno de los más claros ejemplos de cómo la descripción de la realidad se adapta a los intereses de los grupos dominantes y trasmite su ideología, sus valores.
Así, esas imágenes espléndidamente filmadas de un grupo de leones o de águilas cazando con gran habilidad y fuerza, tantas veces repetidas, son la expresión de un modelo de sociedad en la que el fuerte caza y el débil es cazado, un modelo de sociedad en la que el poderoso domina y los demás se someten. Esas imágenes de la depredación, convertidas en iconos de la divulgación sobre la naturaleza, se presentan en los documentales como irremisibles, mostrándonos que el mundo es así, que no puede ser de otra manera. Son “las leyes de la naturaleza”, nos dice la voz cadenciosa y solemne del relator del documental, mientras van cayendo a mansalva gacelas o conejos.
Pero, es bien sabido, que las conductas de depredación no son ni de lejos, la realidad dominante en la naturaleza. Por supuesto los leones y las águilas cazan y curiosamente siempre aparecen ligados a los símbolos del poder en la mayoría de las culturas. Pero como ya señaló en 1905 el biólogo evolucionista ruso Konstantín Merezhkovski los grandes saltos evolutivos se han producido por cooperación: la célula eucariota, por ejemplo, uno de los pilares de la vida, proviene de una simbiosis entre diferentes orgánulos que se agrupan dando lugar a una nueva estructura dotada de una enorme capacidad de creación de complejidad (una complejidad que dará lugar a la emergencia de las emociones, la razón o la conciencia, por ejemplo).
Obviamente no estamos defendiendo una visión seráfica, angelical, del mundo, sino una naturaleza estructurada en relaciones de complejidad: en las que cooperación, competencia, reciprocidad, depredación, altruismo, parasitismo, simbiosis, se entremezclan dando lugar a una gran biodiversidad de estrategias evolutivas.
Por otra parte, y para empeorar aún más las cosas, para legitimar estos funcionamientos de tipo depredador, se suele evocar la teoría de la evolución, una de las teorías científicas más sólidas que poseemos. Pero es importante señalar que hay que diferenciar el darwinismo como teoría científica, y como tal como cuerpo teórico y metodológico, del darwinismo como ideología y especialmente diferenciarlo de la corriente ultraconservadora que surge muy pronto en el evolucionismo. Ya en el funeral de Darwin, se proclamó que la naturaleza es “una lucha de gladiadores”, frase que ha hecho fortuna en nuestra cultura política como justificación “utilizando la ciencia”, de todo tipo de abusos y explotaciones. Esta ideología ultraconservadora del darwinismo, basada en el modelo de la depredación, ha sido utilizada para justificar el denominado capitalismo “manchesteriano” o ultraliberal. Así, Rockefeller defendía que los pobres eran gente inferior y podían ser explotados “Cada día nace un tonto al que poder estafar” escribía también en esta línea el banquero español Juan March. En mi opinión, esta corriente ultraconservadora ha dado muy mala fama a la teoría evolucionista que, en muchos ambientes sociales y académicos, se asocia con el capitalismo salvaje, el nazismo…. ha intentado depredar el evolucionismo, podríamos decir.
Esta perspectiva darwinista centrada en la competición tiende a ver enemigos por todas partes: bacterias, virus… Cuando no es así. En realidad nuestro propio cuerpo está constituido por una gran simbiosis con bacterias. Tan solo en la piel tenemos 100.000 bacterias por cada centímetro cuadrado. En nuestro aparato digestivo tenemos billones de ellas. Y son simbióticas con nosotros. Como señala Sendín, solo algunas bacterias se malignizan en algunos contextos (posiblemente por estrés, contaminación, etc.). Aparte de que cuando se habla de depredación se oculta que se halla regulada en cada ecosistema
Pero no solo existe bacteriofobia en este darwinismo ultraconservador, sino también virusfobia, cuando gran parte de nuestro propio código genético está formado por virus que se han incrustado en él durante la evolución y que son una parte muy importante de nosotros mismos.
En el modelo social dominante, hasta las identidades, sobre las que escribía en mi artículo anterior, han de ser opuestas unas a otras. El sistema las presenta eternamente enfrentadas, en guerra perpetua, sin la posibilidad de poder compartirse o evolucionar conjuntamente

Descubren el mecanismo que explica la metástasis


Las células sanas tratan de escapar de las tumorales, pero son seguidas por éstas, porqueproducen un atrayentequímico para las células cancerosas

Científicos del «Universtity College of London» (UCL), en Reino Unido, han descrito por primera vez un mecanismo que utilizan las células para agruparse y moverse alrededor del cuerpo, llamado «caza y corre». Publicado en Nature Cell Biology, el nuevo estudio se centra en el proceso que ocurre cuando las células cancerosas interactúan con las células sanas para migrar por todo el cuerpo durante la metástasis.
Los científicos saben que las células de cáncer reclutan células sanas y las usan para recorrer grandes distancias, pero la forma en la que este proceso se lleva a cabo y cómo se podría controlar mediante el diseño de nuevas terapias contra el cáncer sigue siendo desconocido. El uso de células embrionarias por parte de los investigadores del UCL, llamadas «células de la cresta neural» (que son similares a las células cancerosas en términos de su comportamiento invasivo) y «células precursoras» de los nervios craneales (el equivalente a las células sanas), han comenzado a desentrañar este proceso.
Estos expertos han hallado que, cuando las células de la cresta neural se ponen al lado de las células precursoras de los nervios, se someten a una transformación dramática y empiezan perseguir a estas últimas, que «escapan» cuando contactan con las células de la cresta neural. El comportamiento persecutorio depende de la producción de moléculas químicas por las células precursoras que atrae a las células de la cresta neural hacia ellas. Los autores del estudio confían en que el proceso por el cual las células cancerosas se asocian a las células sanas para migrar por todo el cuerpo sea comparable.

Tratamientos alternativos

Las células sanas tratan de escapar de las células tumorales, pero son seguidas por las células malignas, porque las células sanas producen un atrayente para las células cancerosas. El doctor Roberto Mayor, del Departamento de Biología Celular y del Desarrollo de UCL, autor principal de la investigación, afirmó: «Nosotros usamos la analogía del burro y la zanahoria para explicar este comportamiento: el burro sigue la zanahoria, pero la zanahoria se aleja al ser abordada por el burro. Del mismo modo que las células de la cresta neural siguen las células precursoras, pero estas células se alejan cuando les tocan las células de la cresta neural».
«Los resultados sugieren una forma alternativa en la que los tratamientos de cáncer pueden trabajar en el futuro, si las terapias se pueden dirigir a los procesos de interacción entre las células malignas y saludables para detener la propagación de las células cancerosas y los tumores secundarios», explicó. «La mayoría de las muertes por cáncer no se deben a la formación del tumor primario, sino que las personas mueren de tumores secundarios procedentes de las primeras células malignas, que son capaces de viajar y colonizar los órganos vitales del cuerpo, tales como los pulmones o el cerebro», concluyó.