domingo, 14 de mayo de 2017


Un festín visual para los hombres hetero

. La lamentable peripecia sufrida por la ciudadana hispano-argentina María Jimena Rico y su novia egipcia, Shaza Ismail, que probaron el amargo sabor de la cárcel en Turquía y fueron finalmente puestas en libertad, pone en evidencia el modo tan desacompasado con que se conquista el respeto a los derechos humanos y lo repartida que está la suerte, según las épocas y los países en los que a uno le ha tocado nacer. Shaza, por ejemplo, se mostraba muy contenta de haber podido recalar en España, dada la muy difícil situación a la que se hubiera enfrentado en su propio país, sin poder contar siquiera con el apoyo de su propia familia. Pero son muchas las personas que podrían dar testimonio de que tampoco aquí se encuentra el paraíso para quienes viven su sexualidad fuera de la estricta norma patriarcal y heterosexual. De Turquía para qué hablar, ya hemos visto por ellas lo que allí se cuece en ese ámbito.

El delito de ambas jóvenes era ser lesbianas, horror, terror y furor entre los reaccionarios de todo el mundo. En este rincón de 20minutos.es abogamos por el disfrute de los placeres de la carne sin contemplaciones, límites ni fronteras, más que los del respeto mutuo.  Y la tolerancia y comprensión hacia todas las manifestaciones de la sexualidad se me antoja una condición sine qua non para que esto sea posible. Por eso no comprendo las palabras que en su día pronunció Julie Maroh, la autora francesa de la novela gráfica El azul es un color cálido, a propósito de la adaptación que el tunecino Abdellatif Kechiche había realizado de su obra, titulada en la pantalla La vida de Adèle (2013): “Lo que faltó en la película era eso, lesbianas. Algunas secuencias me parecieron un escaparate frío de supuesto sexo entre lesbianas; un festín visual para los hombres hetero”.
La primera pregunta que me asaltaba es qué tendría de malo que fuera un festín visual para los hombres hetero, a los que parece que contempla poco menos que como enemigos. Yo no voy a negar la mayor, porque en efecto la película me parece, entre otras muchas cosas de supuesto mayor rango intelectual, un agradecido banquete para la vista. Pero supongo que si están autorizados, como puede deducirse de sus palabras, los demás disfrutadores del espectáculo, lesbianas, homosexuales, todo el que no entre en la categoría señalada, también nosotros, pobres y vulgares varones heterosexuales deberíamos estarlo. ¿Acaso puede considerarse crimen nefando que nos excite el bello espectáculo de dos damas regocijadas en besar todos los huecos corporales que a nosotros nos atraen? Imagino que habrá lesbianas a las que no excite nada en absoluto, acaso como Julie Maroh, contemplar el desempeño erótico en el que estén involucrados los hombres, o tal vez otras tengan mejor suerte y gocen de un espectro de gustos más amplio. Pero no creo que les ayude a conseguir todo el respeto que merecen el mantener actitudes tan excluyentes.
Viñetas de El azul es un color cálido, de Julie Maroh. Editorial Dib-buks, 2013
La primera vez que recuerdo haber visto escenas lésbicas “osadas” en el cine comercial venian envueltas en una trama negra muy atractiva y llevaban la firma de dos directores, que curiosamente con el tiempo se convertirían en directoras. Los hermanos Wachowski eran Laurence “Larry” Wachowski y Andrew Paul “Andy” Wachowski antes de tomar una decisión crucial y devenir Lana y Lilly Wachovski, pagando un costoso peaje en términos de aceptación en su medio que ojalá les haya sido muy rentable. Lazos ardientes (1996) está protagonizada en sus atrevidos personajes femeninos por Jennifer Tilly y Gina Gershon, la novia de un gángster y una ladrona vocacional, que se lían la sábana a la cabeza, arrancan unas secuencias de alto voltaje a la trama y después de degustar el sabor de sus flujos íntimos deciden ponerle la guinda a la jugada dejando compuestos, sin novia y sin botín a los palurdos con sombrero que les han minusvalorado, hombres, por supuesto.
Dos años después de que La vida de Adèle se embolsara la Palma de Oro en el Festival Cannes y un montón de éxitos más, el cine francés nos regaló Un amor de verano, con el que La vida de Adéle podría componer una sabrosa e interesante sesión doble. El filme de Kechiche nos zambulle de hoz y de coz en las delicias de la carne sin ahorrar ningún detalle de la liturgia, ni una gota de sudor, ni un centímetro de piel sin explorar, en el encuentro de Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux, y me parece a mí que maneja la materia erótica de la manera más franca, sincera y honesta que yo recuerde. Un amor de verano (2015) dirigido por Catherine Corsini e interpretado por Cécile de France e Izia Higelin, no le anda a la zaga en sus virtudes ni en naturalidad y explicitud, conceptos que los miopes interpretan como exhibicionismo.
Ambos filmes comparten el núcleo argumental, una historia de descubrimiento sexual y amoroso,  pero se diferencian en el espacio temporal en que se inscriben y en el discurso político, más explícito en el segundo que en el primero. Las dos películas rebosan de pasión amorosa, en ambos casos una de las chicas lleva la iniciativa y le descubre a la otra que ser lesbiana consiste en dejar que aflore el deseo desde lo más profundo de una misma olvidándose de las etiquetas (una línea de diálogo salta de un título a otro: “yo no soy lesbiana… yo tampoco”, justo antes de dedicarse a la colonización mutua con los labios). Y en fin, las dos parejas degustan las mieles mezcladas con las hieles del amor; torbellino de pasión, los cuerpos que se cruzan, se entregan, disfrutan como si el mundo se acabara; y después el dolor de la separación, el amor que cobra su tributo en forma de angustia y desaliento. Me pregunto si las caldeadas escenas de sexo de Un amor de verano le parecerán también a Julie Maroh una farsa a beneficio de pajilleros heterosexuales.
De Habitación en Roma (2010) ni me lo planteo. Seguro que sí. No es que yo lo piense, y si lo pensara tampoco me parecería mal; tal vez lo considerara insuficiente, pero no lo consideraría ningún pecado. Lo que me hace sospechar que Julie Maroh lo creería es que el filme de Julio Medem tiene un sello tan esteticista, tan impregnado del aroma que emana de los anuncios de perfume caro, que se coloca en el extremo opuesto del espectro estético del cómic, o sea bulto sospechoso de erotismo con coartada artística. La aventura que viven en la ciudad eterna los personajes de Elena Anaya y Natasha Yarovenko amortigua la fuerza explosiva del combate de los cuerpos desnudos por ese tratamiento que discurre sobre la peligrosa línea de separación entre lo poético y lo cursi. Según nos pille puede encandilarnos o dejarnos tan fríos como se queda uno después de un gatillazo. Aunque la belleza de ambas actrices es una baza poderosa para sortear la segunda posibilidad.
A todo esto me asalta una duda: si las maniobras sexuales que vemos en estas películas no son propias de lesbianas de verdad ¿cómo serán las auténticas? Estoy en un sin vivir.

LOS DONANTES DE SEMEN TAMBIEN COBRAN COMO LOS TOROS O CABALLOS

"Queda mucho para asumir el 'nosotras follamos, nosotras cobramos'"

Janet Mérida es la portavoz de Prostitutas Indignadas y defiende que este colectivo también forma parte de la clase obrera: "Estamos invisibilizadas, estigmatizadas, alejadas de la legalidad pero después apuntan como beneficio económico el resultado de nuestro trabajo"
Protesta de Prostitutas Indignadas en Barcelona
Protesta de Prostitutas Indignadas en Barcelona
Janet Mérida es uruguaya de nacimiento, reside en el barrio chino de Barcelona y, a sus 57 años, trabaja como puta y, además, limpiando oficinas para una empresa. Es portavoz del colectivo Prostitutas Indignadas, defiende con orgullo la profesión que le ha permitido pagar los estudios de sus hijos; denuncia la hipocresía que supone incluir en el PIB la aportación económica estimada del negocio de la prostitución, mientras se mantiene a sus trabajadoras en la alegalidad. Janet participa en Pamplona en las primeras charlas de Debate Social sobre la Prostitución organizadas por el Ayuntamiento de Pamplona. Agradece que una institución les dé voz en un acto oficial, porque es un paso que aleja al colectivo de la invisibilidad a la que está sometido.
¿Cuánto tiempo lleva siendo la portavoz de Prostitutas Indignadas?
Nosotras dimos el paso político hace más o menos 5 años. Y fue a raíz del acoso policial que sufrimos. Nosotras en Barcelona tenemos una ordenanza cívica contra la que llevamos luchando 11 años porque vulnera nuestros derechos. Pero con el gobierno de Xavier Trías se endureció. Sufrimos la situación durante 60 días con sus 60 noches, con 14 guardias urbanos en la calle permanentemente impidiéndonos trabajar, con vejaciones, multándonos porque íbamos de rojo, porque las compañeras fumaban, porque eran muy gordas, porque eran muy negras. Más allá del debate sobre si prostitución sí o prostitución no, aquello fue una vulneración de derechos. Nos organizamos porque nos vimos en la obligación de dar la cara. Hasta entonces siempre habían sido las asociaciones pro derechos y otros colectivos sociales quienes habían sido nuestros interlocutores con las instituciones. Ya no era momento para más manifestaciones, pedimos hablar con Xavier Trías. Un mes y 20 días después, estuvimos con él. Fue un logro político porque era la primera vez que un colectivo de exclusión social, y además formado por mujeres, putas y migrantes, lográbamos bajarle los pantalones a una política burguesa y clasista qué es lo que teníamos en Barcelona. Fue todo un logro político. Al día siguiente los guardias urbanos que habían estado multándonos y vejándonos fueron, uno por uno, pidiéndonos disculpas. Explicaron que ellos no querían haberlo hecho, pero les habían obligado a través de una orden política. Con aquella ordenanza, que supuestamente se había aprobado para erradicar la trata de personas, el 70% de las multas que habían puesto recayeron sobre compañeras de trata. Por eso nos vimos obligadas a dar la cara, y nuestro triunfo no fue sólo político, sino que los propios movimientos sociales nos descubrieron y pudimos ejercer con ellos cierta pedagogía, para que comprendieran que también las putas somos clase obrera. Entendieron que estábamos sufriendo una precariedad extrema y que además nos estaban obligando a permanecer invisibles, algo a lo que no estamos dispuestas, en absoluto.
¿Cuál es su reivindicación más básica?
Reivindicamos que somos personas adultas con derecho a decidir. El “nosotras parimos, nosotras decidimos” está muy asumido, pero todavía queda para que se asuma el “nosotras follamos, nosotras cobramos”, o lo hacemos gratis, decidimos, es lo mismo. Mi cuerpo es mi decisión.
¿Y el problema más concreto al que se enfrentan en la actualidad?
El nuestro es un colectivo muy plural, no sólo porque está integrado por personas de diferentes países, sino también porque tenemos mucha diferencia de edad entre nosotras. Tenemos compañeras de 20 a 75 años, y al ser trabajadoras de calle, que ocupamos el espacio público para captar clientes, a nosotras nos condiciona totalmente. La política salvaje del turismo ha conseguido que un piso de alquiler que antes podías coger por 500, ahora cueste 1.000 euros. Te encuentras en la obligación de, o bien alquilar fuera de Barcelona, o bien compartir piso. Pero hay muchas personas que no pueden compartir piso, porque tienen familia, porque hay mil circunstancias que lo impiden. Así que en este momento estamos haciendo una resistencia a través de la creación de un sindicato del alquiler, pero también creando verdaderos 'lobby' para defender nuestros barrios, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Así que se podría decir que practica usted una suerte de activismo de la prostitución
Sí, somos activistas, pero no sólo para dar visibilidad a nuestro colectivo, sino para que se entienda que también somos clase obrera y, como tal, la precariedad y las consecuencias de vivir en una sociedad tan clasista en la que sólo el 1% vive bien y el resto vivimos amargados, nos afecta al igual que a todos los trabajadores. Queremos darle la vuelta a esa realidad.
¿Y cómo quieren lograrlo?
Creo que la vía más directa de conseguirlo es el dinero. El sector de la prostitución supone un movimiento ingente de dinero negro. Un dinero que no se ingresa en las arcas públicas, sino que se queda en manos de los empresarios. Hay que terminar con esta hipocresía social y política que tiene a la prostitución en la alegalidad. Nos acusan de que no queremos pagar impuestos, pero en realidad es a los grandes empresarios a quienes no les interesa. Ellos tienen sus licencias de bar o de hotel, pero el dinero que ingresan las compañeras en sus negocios no sale a la luz. Hay locales con 150 compañeras que, mínimo, ingresa cada una 100 euros por noche. Ese dinero no sale a la luz. Ese dinero es el que paga la corrupción política. Hay gente que se pregunta de dónde sale el dinero negro con que se paga la corrupción. ¿De dónde va a salir? De las grandes bolsas de los empresarios que tienen negocios en negro. Ni al Estado ni a los empresarios les interesa una regularización de la prostitución. Cuando las putas pedimos que las compañeras de los clubes o los apartamentos tengan una protección laboral, la estamos pidiendo igual que las ‘kelys’, para que tengan un trabajo digno dentro de su empresa.
¿ Por qué eligió esta profesión?
Ante todo, quiero dejar claro que las putas no somos pobres mujeres. En este mundo capitalista, a todos se nos obliga y se nos impone trabajar. Y lo peor de la clase obrera es que también nos hemos convertido en clasistas. Somos clasistas entre los propios pobres. Nadie se levanta a las seis de la mañana por el placer de ir a trabajar. Todos estamos obligados a trabajar si queremos tener un techo, un plato de comida, luz y que nuestros hijos estudien, y una sanidad digna. Todos trabajamos de forma precaria, las reformas laborales nos están haciendo retroceder en derechos de forma implacable. Hoy encuentras a personas que están trabajando por 500 euros al mes por lo que antes cobraban el doble. Antes era algo que ocurría a la población inmigrante, pero ahora sucede a la población en general. Por lo tanto, cuando hablamos de pobres, pobres somos todos. En mi caso, que tengo 30 años cotizados, sé qué es trabajar por 700 euros al mes y 40 horas semanales en el sector de la limpieza industrial. Así que me he visto en la obligación de trabajar en la limpieza para ser visible en la sociedad. Porque el trabajo que a mí realmente me da un bienestar económico, un empoderamiento como mujer y libertad, es la prostitución. Algo que ningún otro trabajo me da.
Es decir, que su oficio de prostituta le procura más beneficios que el meramente económico.
Yo tengo dos hijos. Uno tiene 22 y el otro 19. Mi hijo se gradúa ahora en la carrera de Ingeniería Biomédica. A mí la matrícula me cuesta 3.500 euros. El pequeño hace Formación Profesional y la academia me cuesta 2.500 anuales. La prostitución no sólo me ha permitido el lujo de pagar la carrera de mis hijos, sino también los estudios de un sobrino de 23 años que hizo Ingeniería Industrial y Tecnologías Avanzadas, que está trabajando en Austria desde hace tres años. Tiene un sueldo de más de 8.000 euros, paga más de 3.500 de impuestos, un alquiler baratísimo, que te mueres del asco (se ríe), de 500 euros con agua, luz y calefacción incluidos. Él me gira dinero todos los meses, porque ahora le va muy bien y tiene un futuro.
¿Su familia sabe de qué trabaja?
Todos lo saben, evidentemente. No tengo ningún problema. Mis hijos no me han reprochado nada, nunca, al contrario. Soy una persona responsable, no fumo, no bebo, no me drogo, solamente me bajo las bragas si hay dinero, nadie me viene a casa a molestar, no soy promiscua, no me va el rollo, si me enamoro bien, pero si no me enamoro también. Con mis hijos tenemos una relación de respeto. No hay sólo cariño, sino también complicidad. Funcionamos como una familia asamblearia, tomamos decisiones de forma democrática.
¿Si tuviera una hija, le recomendaría la prostitución como profesión?
Le hubiera demandado que fuera feliz y viviera de la mejor forma posible. No creo que le dijera a mi hija cómo tiene que vivir su vida. Yo vengo de una familia normal y corriente, me educaron en un colegio católico. Pero no quiero ser una excluida del sistema. En esta sociedad, las mujeres estamos para cuidar, proteger, ser buenas madres, ser buenas mujeres, dar el paso a un lado para que los demás puedan ser felices o progresar. Yo decidí ir a contracorriente, decidí usar mi sexualidad. Pasé esa línea roja, pasé a engrosar el mito de la prostitución, que siempre se ve desde fuera asociado a la obligación, a la trata, a la explotación. Pero yo digo que explotación laboral hay en todos los sectores, no sólo en el de la prostitución. Tomamos como legítimo ser esclavo por 500 euros al mes limpiando habitaciones de hoteles, ¡ah! Pero si eres puta… malo, malo, malo, ¿qué pensarán tus hijos? Pues mira, yo pienso que si trabajas con tu cabeza eres un intelectual, si trabajas con tu cuerpo eres un obrero, y si trabajas con tu sexualidad eres una puta, y ya está. Es que para mí la palabra puta es muy importante, significa libertad, empoderamiento, no depender absolutamente de nada ni de nadie. Ejerzo el feminismo desde la prostitución. Yo prefiero estar una o dos horas en una esquina que tener que ir a una institución a hablar con una asistenta social para que el Estado me dé subvenciones con las que cubrir mis necesidades más básicas.
Defiende usted con entusiasmo su profesión, ¿es que los aspectos sórdidos que rodean a la prostitución no existen?
Yo tengo 30 años de experiencia. He trabajado en barra americana, en el primer top less de Barcelona, he estado en los apartamentos, he estado en carretera… Hasta que al final llegué con 40 años al barrio chino. O sea, no soy ninguna beba, tengo 57 años y siempre he tenido la suerte, desde que empecé a trabajar, de contar con un buen ambiente, amable y cordial, que me ayudó, que me protegió, que me cuidó y que me enseñó. Nunca me moví en un ambiente hostil. Prostitución significa persona que ofrece servicios sexuales por dinero. La trata es otra cosa. La trata son personas utilizadas para explotación, simplemente recaudan dinero, pero ellas no tocan el dinero. No tienen libertad, se les despoja totalmente de sus derechos a vivir como personas. Es muy fácil meter todo en el mismo saco y tratar de hacer un cóctel con esto. Pero no olvidemos que, hace dos años, en España se introdujo en el PIB el dinero que supuestamente mueven la prostitución y la droga, y se hizo para ganar ventaja frente a las exigencias de estabilidad presupuestaria que vienen de Europa. Es decir, hay la suficiente hipocresía como para negarnos nuestros derechos como trabajadoras del sexo, pero luego contabilizar como si fuera dinero legal parte del negocio de la prostitución. Estamos invisibilizadas, estigmatizadas, apartadas de la legalidad, pero después se apuntan como beneficio el resultado de nuestro trabajo. Esto sí es un aspecto sórdido de la prostitución.
¿Cuál es el perfil tipo de sus clientes?
Nuestros clientes no son extraterrestres, son los hombres que forman nuestra sociedad, nuestros padres, maridos, hermanos, nuestros hijos, nuestros amigos. Los hombres son mucho más simples que lo que muchas mujeres se creen, y yo no quiero ofender a nadie, pero mi relación con mis clientes siempre ha sido de complicidad. Es falso que el cliente ejerza su poder sobre mí. Para que yo me baje las bragas, primero me tiene que pagar. Primero tenemos que negociar cuánto tiempo vamos a estar y qué es lo que vamos a hacer. Y cuando pasa ese tiempo, te levantas y te vas. Y el señor se va contento, y yo también. Yo cobro como los cerrajeros. Por adelantado y por un trabajo que todavía no he hecho. Y en pocos trabajos se produce esta circunstancia.
Pero también entre sus clientes se produce mucha hipocresía hacia la prostitución
Cierto, así es. (Se ríe). Cuando empezamos a ejercer presión política íbamos a las instituciones, a los plenarios, y coincidíamos con clientes que sujetaban pancartas en las que ponía ‘prostitución no’. Es curioso, porque luego son cordiales y amables. Es un poco el juego y el ratón.

El sentido del olfato humano es tan bueno como el de los animales

Tal vez los perros sean capaces de diferenciar el olor de orina, mientras que nosotros sabemos apreciar el aroma de un buen vino. Pero pese a lo que se cree, nuestro sentido del olfato es tan bueno como el de cualquier otro mamífero, ya que los humanos podemos discriminar en torno a un billón de olores diferentes, según un estudio de un neurocientífico estadounidense.
.
<p>Los humanos podemos discriminar en torno a un billón de olores diferentes. / Fotolia</p>
Los humanos podemos discriminar en torno a un billón de olores diferentes. / Fotolia
Nos han hecho creer que el sentido del olfato humano es peor que el de los animales y que de ninguna manera podemos competir con perros y roedores, algunos de los mejores olfateadores del reino animal.
Sin embargo, un artículo de revisión, publicado en la revista Science esta semana por el neurocientífico John McGann, del departamento de Psicología de la Universidad de Rutgers-New Brunswick (Nueva Jersey, EE UU), indica que esta idea “se basa más en un viejo mito que en una hipótesis basada en hechos”.
Durante los últimos 14 años, McGann ha estudiado el sistema olfativo y ha revisado las investigaciones existentes sobre el tema. Para ello, ha examinado los datos y profundizando en los escritos históricos que llevaron a establecer la antigua concepción errónea de que este sentido es inferior en los humanos, debido al tamaño del bulbo olfatorio..
"La realidad es que nuestro sentido del olfato es tan bueno como el de otros mamíferos, como por ejemplo, roedores y perros. Los seres humanos pueden discriminar en torno a un billón de olores diferentes”, agrega. Esto es mucho más que lo que han afirmado libros de psicología mal fundamentados y la sabiduría popular, que han insistido durante mucho tiempo en que solo podemos detectar unos 10.000 olores diferentes.
McGann señala a Paul Broca, un cirujano cerebral y antropólogo francés del siglo XIX, como principal culpable de haber extendido la falsedad de que los seres humanos tienen un sistema olfativo empobrecido. Esta afirmación influyó incluso a Sigmund Freud, quien llegó a decir que esta deficiencia hacía que las personas fueran proclives a enfermedades mentales.
"Ha existido una amplia creencia cultural de que una persona razonable o racional no se podía dejar dominar por el sentido del olfato", añade. "El olor estaba más ligado a una percepción animal"..
Lo cierto es que el bulbo olfatorio humano, que envía señales a áreas del cerebro para ayudar a identificar olores, es bastante grande y similar en el número de neuronas al de otros mamíferos, según el experto.
Las neuronas receptoras olfativas en la nariz trabajan haciendo contacto físico con las moléculas que componen el olor y envían esta información a la región del cerebro encargada.
Extraordinaria gama de olores
"Podemos detectar y discriminar una extraordinaria gama de olores, somos más sensibles que los roedores y los perros para algunos de ellos y también tenemos la capacidad de seguir rastros de olor. Además, nuestros comportamientos y estados afectivos están influenciados por nuestro sentido del olfato", escribe McGann en Science.
En los escritos de Broca de 1879, se afirmaba que el menor volumen del área olfativa comparado con el resto del cerebro significaba que los seres humanos tenían libre albedrío y no tenían que depender del olfato para sobrevivir y mantenerse vivos como los perros y otros mamíferos.
Pero en realidad, no hay apoyo para la idea de que un bulbo olfatorio más grande aumente el sentido del olfato. "Los perros pueden ser mejores que los humanos en diferenciar el olor de orina y los humanos en saber reconocer el aroma de un buen vino, pero pocas de estas comparaciones tienen apoyo experimental real", destaca.
La idea de que no tenemos las mismas habilidades olfativas que los animales se ha mantenido a largo de los años, a causa de algunos estudios genéticos que descubrieron que las ratas y ratones tienen genes para alrededor de 1.000 diferentes tipos de receptores que se activan por olores, comparados con los 400 que tienen los humanos.
.El neurocientífico opina que el hecho de que los humanos tengan una cifra menor de receptores no significa automáticamente que tengan un peor sentido del olfato. El problema es que el olfato es mucho más importante de lo que pensamos. "Influye en gran medida en el comportamiento humano, suscita recuerdos y emociones, y forma percepciones”, subraya.
Enfermedades neurodegenerativas
Según McGann, este sentido desempeña un papel importante, a veces inconsciente, en cómo percibimos e interactuamos con otros o seleccionamos pareja. También nos ayuda a decidir qué nos gusta comer. Y cuando se trata de manejar experiencias, puede ser un desencadenante en la activación del trastorno por estrés postraumático.
El olfato puede comenzar a deteriorarse como parte del proceso de envejecimiento. Los médicos, dice el autor, “deberían preocuparse más cuando un paciente comienza a perder la capacidad de detectar olores y no retroceder a la idea errónea de que el sentido del olfato de los seres humanos es inferior”.
"Algunos estudios indican que la pérdida del sentido del olfato puede ser el inicio de problemas de memoria y enfermedades como el alzhéimer y el párkinson", dice McGann. "Espero que el mundo de la investigación médica comience a valorar la importancia del olfato y a aceptar que su pérdida puede convertirse en un gran problema", concluye.
Referencia bibliográfica:
J.P. McGann. "Poor human olfaction is a 19th-century myth". Science 11 de mayo de 2017