lunes, 4 de septiembre de 2017

¿SON LOS ANDALUCES LOS ULTIMOS REPRESENTANTES DE OTRA ESPECIE HUMANA?



2136neandertales08

 

Neandertales, la extinción de los otros humanos

Guillermo Altares
Reproducciones de cráneos neandertales en el despacho de Antonio Rosas, en el Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid. / Juan Millás
Los neandertales conformaron la especie ‘Homo’ más cercana a la nuestra. Desaparecidos hace unos 40.000 años, su último reducto estuvo en la península Ibérica. Su final plantea muchos interrogantes sobre el presente. ¿Estuvo relacionado con el cambio climático? ¿La tecnología nos hace superiores? Y, si ellos desaparecieron, ¿por qué seguimos aquí?
Lunes 04 de Septiembre de 2017
HACE 70.000 AÑOS, un pequeño grupo humano, dos o tres individuos, pescó unos cuantos mejillones, se acercó a un abrigo rocoso, encendió un fuego y, mientras se comía los moluscos, se dedicó a tallar piedras. Las huellas de aquella escena quedaron fosilizadas y esto ha permitido su reconstrucción a los científicos que trabajan en dos yacimientos arqueológicos del peñón de Gibraltar, las cuevas de Vanguard y Gorham. Es un momento muy cercano, familiar, aunque a la vez muy alejado. Y no solo en el tiempo: aquellos humanos no eran sapiens como nosotros. Como neandertales, pertenecían a una especie humana distinta. Sus últimos miembros vivieron en este rincón del sur de Europa. Junto a otros yacimientos peninsulares, como El Sidrón en Asturias, estas cuevas han contribuido a transformar la imagen de aquella especie que habitó durante cientos de miles de años en Europa: la arqueología ha revelado que no fueron unos homínidos brutos y apenas dotados de razón, como se les ha descrito muy a menudo, sino unos seres muy parecidos a nosotros aunque, a la vez, distintos, y no solo anatómicamente.

2136neandertales09
Antonio Rosas, director del Grupo de Paleoantropología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, junto a la reproducción de un esqueleto de neandertal. Juan Millás

Los neandertales tenían la capacidad del lenguaje, enterraban a sus muertos, eran solidarios con aquellos que no podían valerse por sí mismos, se decoraban con plumas y conchas, comían de todo (hasta atún y focas), e incluso se ha encontrado en Gibraltar un dibujo geométrico (aunque ninguna representación de animales o cosas) que indicaría que eran capaces de plasmar un pensamiento simbólico. Nuestra cercanía a esos otros humanos agranda el mayor misterio que les rodea: ¿por qué desaparecieron? Aunque la pregunta clave es aún más inquietante: ¿por qué ellos se fueron y nosotros seguimos aquí?

“Estas cuevas nos acercan al día a día de los neandertales. Por eso es tan emocionante”
“Estas cuevas son muy generosas, nos acercan al día a día de los neandertales. La escena de los mejillones no puede ser más humana: dos personas junto al fuego, que comen y, a la vez, trabajan un poco. Por eso es tan emocionante”, señala Geraldine Finlayson, que, junto a su marido, Clive, director del Museo de Gibraltar, lleva 27 años dirigiendo la excavación de aquellas grutas con un equipo internacional en el que también trabajan un gaditano y un neozelandés afincado en Liverpool. Clive es, además, autor de un excelente ensayo sobre la evolución humana, El sueño neandertal (Crítica). Batidas ahora por el mar, en la vertiente oriental del Peñón, hace miles de años esas cuevas se encontraban a unos cuatro kilómetros tierra adentro, con un paisaje similar al de la actual Doñana y un excepcional clima cálido en Europa cuando el resto del continente vivía periodos glaciales.
Declaradas en 2016 Patrimonio de la Humanidad de la Unesco por su extraordinario valor arqueológico, en Vanguard y Gorham han aparecido todo tipo de restos relacionados con los neandertales, aunque solo un indicio humano: un diente de leche de un ejemplar de cuatro o cinco años de hace unos 50.000 años encontrado a principios de julio. Dado que la presencia de los neandertales allí se prolongó durante 100.000 años, es tal vez el mejor lugar del mundo para tratar de comprender la vida material y simbólica de esta especie. De hecho, las cuevas han recibido el apodo de neandertalandia.

2136neandertales05
La cueva de Gorham, en Gibraltar. Juan Millás

El nombre de neandertales viene del valle de Neander, en Alemania, donde se descubrieron algunos de los primeros restos. Se trata de una especie humana que vivió en Europa, desde el extremo sur del Mediterráneo hasta Siberia, y en algunas zonas de Oriente Próximo. Aunque muchos datos siguen discutiéndose y, como ocurre siempre con el estudio de la prehistoria, nuevos descubrimientos pueden cambiar el panorama, la mayoría de los científicos cree que evolucionaron desde una especie anterior de homínidos hace unos 250.000-300.000 años (algunos expertos hablan de 400.000). Su misteriosa desaparición, hace unos 40.000 años (el equipo de los Finlayson discrepa y cree que hubo neandertales en Gibraltar hasta hace 28.000), coincide con la llegada a Europa desde África de los sapiens, nuestra especie.
En cualquier caso, el consenso científico nos habla de una especie que habitó Europa durante un periodo larguísimo: unos 200.000 años como mínimo. Para hacernos una idea de esta dimensión, baste recordar que nuestra civilización, que arranca con la agricultura, solo tiene 10.000 años; Altamira se pintó hace unos 15.000 y la pirámide de Keops se construyó hace 4.500. Los neandertales lograron sobrevivir todo ese tiempo adaptados a unas condiciones climáticas variables y en ocasiones tremendamente frías (inviernos como los siberianos en todo el continente), pero se desvanecieron en un espacio de tiempo relativamente breve.
Los neandertales se medicaban con corteza de álamo, fuente natural de ácido salicílico
“En la extinción de las especies nunca hay una sola causa, aunque casi siempre existe una por encima: la degradación del medio”, explica Antonio Rosas, director del Grupo de Paleoantropología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, uno de los máximos expertos españoles en esta especie y autor del libro de divulgación Los neandertales (Catarata). “En el caso de los neandertales se trata de un fenómeno multifactorial”, prosigue Rosas. “En un periodo especialmente frío, los bosques desaparecen, algo que ocurrió durante el último máximo glacial. Es muy posible que ese deterioro climático y ecológico influyese en la extinción. El número de efectivos era muy bajo y muy variable. Además, llegaron poblaciones nuevas, con una tecnología distinta y un aparato cultural muy potente”. Aquellas poblaciones somos nosotros, los sapiens. Los hombres modernos comenzaron a entrar en contacto con los neandertales hace unos 70.000 años en Oriente Próximo: los sapiens llegaban desde África y ellos desde Europa, en busca de tierras cálidas ante un periodo glacial especialmente intenso.

2136neandertales01
Reconstrucciones forenses a partir de cráneos neandertales, en el Museo de Gibraltar. Juan Millás

Desde el despacho del paleoantropólogo Rosas, junto a la Residencia de Estudiantes, se contempla una soberbia vista de Madrid, pero lo más interesante está dentro. En un armario refrigerado detrás de su mesa se guarda la mayor colección de restos óseos neandertales de la Península, pertenecientes a 13 individuos de la cueva de El Sidrón (Asturias). Después de más de una década excavando, y tras haber encontrado 2.100 restos humanos, el trabajo de laboratorio sigue dando frutos. Gracias a esos vestigios se confirmó que eran caníbales —por los cortes en los huesos—, pero también se descubrió hace unos meses, por el estudio del sarro dental, que se medicaban: un individuo con un doloroso absceso masticó corteza de álamo, una fuente natural de ácido salicílico, el ingrediente analgésico de la aspirina.
Un equipo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), dirigido por el biólogo sueco Svante Pääbo, secuenció el genoma neandertal en 2010, lo que llevó a descubrir que pese a tratarse de dos especies diferentes, se produjeron hibridaciones entre neandertales y sapiens en Oriente Próximo hace 70.000 años. El resultado de esos encuentros sexuales es que los humanos no africanos tenemos entre un 2% y un 4% de genes neandertales que han contribuido, por ejemplo, a una mayor resistencia a ciertas enfermedades infecciosas.
La historia de los neandertales ha despertado un interés inagotable porque habla de un mundo en el que los sapiens no éramos los únicos humanos —hace 150.000 años coincidían cuatro especies: sapiens, neandertales, floresiensis y erectus—. Esos encuentros con otra humanidad, confirmados por la genética aunque casi nunca por la arqueología, han sido imaginados en las mejores novelas sobre la prehistoria: En busca del fuego, de J. H. Rosny, que Jean-Jacques Annaud llevó al cine; en la saga de El clan del oso cavernario, de Jean M. Auel, o la menos conocida Los herederos, del premio Nobel William Golding. En todos los casos, los neandertales salen perdiendo, retratados como seres menos inteligentes que los sapiens, que dominan una tecnología más sofisticada.

2136neandertales07
Resto óseo de ave con marcas de cortes neandertales encontrado en los yacimientos de Gibraltar, ahora en el Museo de Gibraltar. Juan Millás

Golding, el autor de El señor de las moscas, incluso inventa un lenguaje menos evolucionado, sin pensamiento lógico. En el filme de Annaud, los neandertales solo emiten gruñidos y no dominan el fuego (apenas saben conservarlo, y no prenderlo). La arqueología ha desmentido esas teorías.
Clive Finlayson: “No me gusta hablar de último refugio, estuvieron siempre aquí”
“Los neandertales nos fascinan porque nos recuerdan demasiado a nosotros”, explica el biólogo mallorquín Lluís Quintana-Murci, director de la Unidad de Genética Evolutiva Humana en el Instituto Pasteur de París. “Es una mezcla de miedo y curiosidad, de amor y odio, porque somos nosotros mismos, pero a la vez no”. “Nos apasionan porque en el árbol filogenético humano es la criatura más cercana a los hombres y, al mismo tiempo, es diferente. Es otra humanidad, como si encontrásemos extraterrestres inteligentes”, señala el paleoantropólogo francés Jean-Jacques Hublin, director del Departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck. Él dirige el equipo que ha realizado uno de los descubrimientos más extraordinarios de los últimos años, que ha desplazado el nacimiento de nuestra especie desde Etiopía hace 195.000 años hasta la cueva de Jebel Irhoud (Marruecos) hace 300.000. “Cuando hablamos de los neandertales, nos movemos entre dos caricaturas. Por un lado son presentados como hombres-mono muy primitivos, una especie de chimpancés escapados de un zoo. Pero también hay otra caricatura: decir que son como nosotros, que no hay diferencias”.
Las diferencias son, primero, anatómicas. Un neandertal en el metro dejaría alucinados a sus compañeros de vagón. Su frente prominente, que dibuja una especie de visera sobre los ojos, o su ancha nariz no pasarían inadvertidas. Tampoco su estructura ósea, mucho más maciza que la nuestra, ni su corpulencia. Sin embargo, su cerebro era más grande que el de los humanos modernos. Dependían, como nosotros, de una cultura material para su supervivencia y tenían la misma mutación en el gen FoxP2, asociada en los humanos al habla. Eso significa que disponían de la capacidad anatómica y genética para el lenguaje, y los expertos creen muy difícil que se coordinasen para tantas actividades sociales sin algún tipo de comunicación.

Muchos de esos descubrimientos se han realizado en laboratorios, pero primero hay que encontrar los vestigios de su presencia. Y para ello existen pocos lugares tan importantes como las cuevas en las que vivieron los últimos neandertales. Acceder a Vanguard y ­Gorham requiere un permiso porque hay que cruzar una zona militar británica. Existe un cupo para visitas turísticas que gestiona el Museo de Gibraltar. Para llegar es necesario bajar (y lo peor, volver a subir) 344 escalones hasta la cueva. Cuando el mar está bravo, lo que ocurre a menudo, el acceso a Gorham es imposible. No así a Vanguard. “Los descubrimientos realizados han contribuido a cambiar la imagen de los neandertales. Lo que consideramos moderno ya aparece aquí”, explica Clive Finlayson.
Una excavación de este tipo se realiza con pinceles y con pequeñas paletas, manejados por un equipo multidisciplinar. Se avanza muy lentamente, en diferentes niveles, y luego en el laboratorio se trilla minuciosamente lo que se descubre: restos de carbón que indican hogueras, huesos de animales que pueden ayudar a la datación o a determinar el tipo de alimentación (comían de todo, focas monje, mariscos, delfines, atunes o cabras), polen y plantas que permiten recomponer el paisaje (es la especialidad de Geraldine Finlayson). Los coprolitos de hienas —las heces fosilizadas—, muy frecuentes, son también una mina de información. En las cuevas de Gibraltar solo faltan los huesos —menos el diente hallado en julio—. En otros yacimientos de la Península se han encontrado restos humanos: las colecciones más completas han aparecido en El Sidrón (Asturias) y en la sima de las Palomas (Murcia).
¿Cómo se sabe que se decoraban con plumas? Por las marcas de cortes que se han encontrado en huesos de pájaros, en partes donde no había nada comestible. De hecho, el equipo ha diseccionado buitres hallados muertos para comprobar si, al sacar las plumas con tejidos, los cortes eran iguales. Resulta increíble cómo, a través de los más pequeños indicios, se puede recomponer el puzle del pasado. Son necesarias muchas horas de laboratorio —el diente se encontró trillando la arena con una pinza — y análisis realizados por expertos en diferentes campos. “Estamos en un sitio donde la arena lo tapa todo muy rápido y guarda el pasado casi como en una fotografía”, explica el arqueólogo gaditano Francisco Giles Guzmán, del equipo del Museo de Gibraltar. Los restos líticos, piedras talladas y utilizadas como instrumentos, se encuentran por todas partes, a veces sin excavar.

2136neandertales04
Detalle de la excavación en el abrigo de la cueva de Gorham. Juan Millás

“Es una zona en la que siempre hubo un clima benigno. Ni en los peores momentos de frío llegó la fauna de la era glacial que se encuentra muy cerca, por ejemplo en Granada. Aquí no vagaron mamuts ni rinocerontes lanudos, ni renos”, asegura Clive Finlayson. “Por eso no me gusta hablar de último refugio: estuvieron siempre aquí, no se trata de poblaciones que se replegaron, sino que sobrevivieron ayudadas por el clima”. La mayoría de los expertos cree que se trata de los últimos neandertales —también hay restos tardíos en Croacia—, pero polemizan sobre las dataciones, difíciles de calcular con el procedimiento del carbono 14. Lo que sí está claro es que la especie fue avanzando hacia el sur, hacia la península Ibérica, conforme las poblaciones se hacían más pequeñas e iban desapareciendo de otros lugares. La ubicación de esas dos cuevas plantea otra incógnita: ¿por qué no cruzaron el Estrecho? Se han descubierto asentamientos humanos al otro lado, en la costa de Marruecos pero no se han encontrado hasta ahora restos de neandertales en África.
“Nos hemos creído durante una gran parte de la historia que los ‘sapiens’ somos superiores”
El retrato que se extrae de esas últimas poblaciones de neandertales es el de una sociedad compleja. Pero, al igual que no pasaron a la costa africana mientras que los sapiens atravesaron 100 kilómetros de mar abierto para alcanzar Australia, nunca superaron ciertas límitaciones tecnológicas. Los neandertales cazaban con lanzas de contacto, escondiéndose, no habían inventado el arco o las lanzas que se arrojaban desde la distancia. Tenían pensamiento simbólico y se decoraban el cuerpo, pero no produjeron el arte figurativo característico de los sapiens. Al igual que nosotros, dominaban el fuego, procesaban los alimentos y, sobre todo, sobrevivieron en un ambiente inimaginablemente hostil. Conocían a fondo el entorno en el que vivían, como demuestra su manejo de la corteza de álamo para el dolor o su consumo de criaturas marinas. ¿Es superior nuestra tecnología o solo diferente? La llegada de los humanos modernos a Australia y América coincidió con extinciones masivas de megafauna, lo que prueba que nuestros inventos plantean enormes problemas, como queda claro con lo que está ocurriendo en el planeta desde la revolución industrial.
“¿Qué es una especie humana?”, se pregunta Antonio Rosas. “Nos hemos creído durante mucho tiempo que los sapiens somos superiores. Durante gran parte de la historia, el concepto de humanidad no incluía a otras poblaciones, basta con ver lo que se decía y escribía en la época del colonialismo. Ellos habían desarrollado todos los atributos que consideramos humanos y, sin embargo, no son iguales a nosotros. Es una humanidad diferente, seguramente con una psicología distinta. La inteligencia es una potencialidad, una capacidad para aprender, que se manifiesta de diferentes maneras”. Clive Finlayson señala por su parte: “Las diferencias con nosotros son culturales y la cultura material no es un indicador de inteligencia. ¿Eran menos inteligentes que nosotros en el Renacimiento porque no tenían Internet? ¿Eran menos inteligentes mis abuelos porque no tenían aviones?”.

2136neandertales03
Escena tomada durante unas recientes tareas de investigación sobre los neandertales llevadas a cabo en las cuevas de Vanguard y Gorham (Gibraltar). Juan Millás

Su habilidad técnica, su capacidad para adaptarse a diferentes ambientes, su larguísima presencia en ­hábitats cambiantes hace todavía más profundo el misterio de su desaparición. Los estudios genéticos trazan un panorama con muy pocos individuos en un espacio muy grande. Una cifra aceptada es la de 30.000 neandertales en Europa (algunos expertos hablan de 100.000). Cuando una población así sufre una crisis, por motivos climáticos o porque disputan unos recursos escasos con otra especie cuya tecnología es más eficaz, su supervivencia se convierte en muy frágil. Tal vez, sencillamente, no superaron una de esas crisis y los grupos dispersos, sin contacto, se extinguieron poco a poco.
Sin embargo, resulta imposible esquivar un dato: ellos se van cuando llegamos nosotros. “Su desaparición está ligada a la llegada de los hombres modernos”, señala Jean-Jacques Hublin. “Fueron reemplazados y en parte absorbidos por los sapiens. El problema no es por qué desaparecieron los neandertales, sino por qué los hombres modernos conocieron esa expansión planetaria. Todas las formas humanas que se encontraron a su paso fueron extinguiéndose”.
El descubrimiento de varios cráneos de neandertal a mediados del siglo XIX se produjo más o menos cuando Darwin estaba a punto de publicar El origen de las especies. De hecho, el científico tuvo en sus manos un cráneo encontrado en Gibraltar en 1848. Esos restos probaban que habían existido otros humanos diferentes. Ahora las preguntas que nos plantean los neandertales son diferentes, pero igualmente significativas. ¿Por qué desaparece una especie? ¿Qué nos convierte en humanos? ¿La tecnología nos hace superiores? Y, en tiempos de cambio climático, resulta especialmente importante preguntarse hasta qué punto es posible sobrevivir a una transformación drástica en el medio ambiente. Aquellos otros humanos cambiaron una vez nuestra forma de ver el mundo y está ocurriendo de nuevo. El lugar donde sobrevivieron los últimos neandertales es ahora una cata en el suelo húmedo de la cueva de Gorham, donde un grupo internacional de arqueólogos excava pacientemente, mientras otros científicos escrutan restos milimétricos en un laboratorio. Tratan de entender quiénes fueron esos otros humanos y, por lo tanto, quiénes somos nosotros.

EN ESPAÑA NO TE DEJAN MORIR,PREFIEREN MATARTE ELLOS DE HAMBRE O POR UN ERROR MEDICO

Holanda, donde bien morir es cotidiano

El 4% de los holandeses falleció en 2016 por eutanasia. La mayoría tenía cáncer y se la practicó su médico de cabecera


El holandés Mark Langedijk pidió la eutanasia en julio de 2016.
El holandés Mark Langedijk pidió la eutanasia en julio de 2016.
El holandés Mark Langedijk tenía 41 años cuando pidió la eutanasia, en julio de 2016. En la plenitud de su vida era alcohólico, padecía depresión y un trastorno de ansiedad. Divorciado y con dos hijos pequeños, había entrado y salido de 21 clínicas de desintoxicación en un intento de superar sus problemas. Murió en su casa. Estuvo acompañado por sus padres, sus hermanos, un primo y su mejor amigo, un párroco. La vecina preparó una sopa y comieron y bebieron hasta que llegó el momento de la despedida, cuando el doctor le inyectó una sustancia letal. Su caso levantó enorme polvareda, porque Mark no era un enfermo terminal. Tampoco padecía una demencia aguda que le robara la lucidez. Sin embargo, su médico de cabecera consideró que su sufrimiento, y su dependencia del alcohol, eran insuperables.

La Ley de Eutanasia entró en vigor en Holanda en 2002, y penaliza su mala práctica hasta con 12 años de cárcel. Pero “la vida no es una obligación”, dice el hermano de Mark, Marcel Langedijk, en un libro que ha escrito sobre aquello.
Jacob Kohnstamm, presidente del organismo oficial que analiza a posteriori los casos (la Comisión Regional de Revisión de la Eutanasia), recalca que “la eutanasia es una posibilidad, no una obligación”. “Creo que gracias a ella la gente vive más; es un alivio saber que el médico te ayudará si el dolor es insoportable y el mal irreversible”, agrega. El caso de Mark Langedijk se consideró correcto; no fue remitido a la fiscalía.
La ley holandesa considera eutanasia tanto la practicada por el médico, como la ayuda al suicidio (el paciente toma una sustancia preparada por el doctor) y la combinación de ambas. Y contempla la objeción de conciencia del facultativo. “Tener una ley que permita hablar con el paciente es siempre mejor que recurrir a una sedación paliativa masiva sin decírselo. Es un acto médico para combatir el dolor, sin duda, pero el enfermo puede morir con ello y tal vez no lo haya pedido”, apunta Kohnstamm.
Revisada hasta ahora la ley en tres ocasiones, su puesta en práctica aumenta. Si al legalizarse, en 2002, hubo 1.882 eutanasias, el año pasado sumaron 6.091, es decir, un 4% de todas las muertes contabilizadas (148.973) en el país. El año anterior fueron el 3,75% (5.516 muertes). Los médicos suelen rechazar la mitad de las peticiones, y entre las razones del incremento se apunta el envejecimiento de la población, la mejora de la comunicación entre paciente y médico, y el mayor grado de información del afectado.
El 83% de los pacientes a los que el año pasado se le practicó la eutanasia en Holanda padecía cáncer, enfermedades como Parkinson, esclerosis múltiple, ELA, o bien eran enfermos de corazón y pulmón. Otras 141 personas sufrían una demencia en fase inicial, con síntomas como pérdida de la orientación o cambios de personalidad ya visibles. Otras 60 se llevaron a cabo por problemas psiquiátricos, 244 por acumulación de males propios de la edad y 1.509 por otros trastornos. En un 96% de los casos la eutanasia la practicó un médico; un 3,5% consistió en ayuda al suicidio y un 0,3% a una combinación de ambas modalidades, asistencia y eutanasia. Si bien las estadísticas señalan que un 85% de los holandeses apoya la ley, no todos los casos de eutanasia están claros.

Kohnstamm y los 45 juristas, médicos y expertos en ética que evalúan las eutanasias practicadas concluyeron que 10 de ellas no se ajustaban a las exigencias legales. Eso exige un paciente seguro y consciente, que lo pide repetidas veces y una dolencia irreversible con dolores insufribles. El doctor está obligado a consultar a otro colega antes de proceder. “Mi mayor deseo es cumplir las leyes, de modo que esa decena de casos fueron enviados al fiscal y a la Inspección General de Salud. Debo decir, sin embargo, que nunca, desde la aprobación de la ley, ha habido que procesar a un facultativo. Todos obraron de buena fe, pensando en el paciente. Por eso es muy difícil enfilar la vía penal”, asegura.

El papel de los médicos

Tampoco para los médicos es fácil. Atendida en su mayoría por los de cabecera, suelen recibir un par de ruegos anuales. Uno de ellos, que prefiere mantener el anonimato, cuenta que dejó de fumar hace años. Después de practicar una eutanasia se sube a la bici, pedalea lejos de la ciudad y consume un paquete de cigarros en pocas horas. El detalle del tabaco es personal, pero en la dureza de la situación se reconocen otros colegas.
El final de Mark Langedijk está descrito con detalle en el libro de su hermano, y una de las dudas más repetidas al saberse lo ocurrido señalaba a su familia: ¿hicieron lo posible por ayudarle? Paul Schnabel, sociólogo y senador liberal de izquierdas, rechaza “opinar sobre sucesos particulares”; considera que no le corresponde. “Por otro lado, es cuestión de opiniones que un 4% de las muertes totales por eutanasia parezca mucho o poco. La principal razón para pedirla sigue siendo el cáncer”, dice.
Pero apunta dos datos esclarecedores. “En la ley de eutanasia subyace la libertad de decidir sobre tu vida. Un sentimiento de autonomía sobre cómo gestionar el final; por otro lado, las familias en nuestro país se organizan de manera más independiente que en el siglo XVII. Entonces, solo los ricos podían vivir por su cuenta. En los hogares pobres tenían que convivir varias generaciones. No es una cuestión de amor. Todo el mundo se quiere. No es eso. Es que hijos y padres suelen residir en lugares distintos y las pensiones son lo bastante buenas. De modo que los padres también ‘se independizan’ de los hijos, señala.

Primera reprimenda

Otro ejemplo anónimo es el de un anciano de 88 años, aún en plenas facultades, que lo tiene todo preparado para cuando su vida resulte insufrible. Espera que su familia y su doctor sepan cómo actuar.
Uno de los casos más polémicos de eutanasia en 2016 se cerró con la primera reprimenda recibida por un médico
Uno de los casos más polémicos de eutanasia en 2016 sí se cerró con la primera reprimenda a un médico por “forzar la situación” con una paciente aquejada de demencia aguda. Ella firmó ante notario una declaración donde afirmaba que solicitaría la eutanasia “cuando lo creyera conveniente”. A pesar de que había perdido ya la razón, ante su mal estado y con el documento en cuestión, fue el facultativo quien “consideró que había llegado el momento”. Le puso un barbitúrico en el café y luego le inyectó una sustancia letal por vía intravenosa. La mujer se resistió, pero su rechazo fue considerado un acto reflejo y el procedimiento siguió adelante. “No conozco a ningún médico que ante un paciente con demencia y una buena calidad de vida vaya a practicar la eutanasia”, sigue Schnabel, responsable también de la comisión que ha desaconsejado ampliar la legislación actual a una eutanasia por cansancio vital.
Se trata de un nuevo concepto, cuyos protagonistas son ancianos sanos a partir de los 75 años, que sienten su vida completa y no desean seguir adelante. A Schnabel, el cansancio vital le parece más “una forma de asegurar la libertad de decidir sobre el final, porque la ley vigente ya puede afrontar casos de sufrimiento extremo derivado de sentirse acabado, sin estar enfermo”.
René Héman, presidente de la Asociación holandesa de Médicos, va más allá. Sostiene que “la generación entre entre 20 y 30 años quiere tener la seguridad de que podrá influir en todas las circunstancias de su vida, desde tener o no hijos, hasta el momento de la muerte; los de 40 y 50 años no desean acabar en un asilo”. “Pero al final, nadie quiere morir antes de tiempo. Una edad avanzada no es una enfermedad. El cansancio vital es un problema social que debemos encarar, pero una ley adicional puede tener efectos nocivos sobre la sociedad; corremos el riesgo de que los mayores se sientan desprotegidos y crean que deben firmar una declaración rechazando la eutanasia”, añade.
La ley favorece el control de la eutanasia, pero no resuelve la complejidad de su práctica. Por eso existe una Clínica para morir (Levenseindekliniek ) que acoge los casos más difíciles. Entre ellos resaltan los pacientes psiquiátricos (un tercio de las solicitudes), y los que tienen demencia, trastornos de la ancianidad y cáncer (otro tercio). En realidad, no es una sede física con camas al uso, sino una red de 40 equipos ambulantes formados por un médico y una enfermera, que en 2016 recibieron 1.796 peticiones (practicaron 498). En el primer semestre de 2017 han registrado ya 1.286 (y ejecutado 373). Como el resto de sus colegas, operan en la red sanitaria pública y dentro de la ley. “Creemos llenar un espacio vacío en Holanda en este campo”, señalan sus portavoces. “Cuando un paciente dice que su vida está completa, tiene a su vez suficientes problemas médicos que encajan en la norma legal”. El servicio nació en 2012 y asegura sentirse apreciado por la Asociación Médica, que lo cita con naturalidad, y también por la población.

LOS VIEJOS SON COBARDES,ASUSTADIZOS,TIMORATOS , DE RAJOY...Y ENFERMOS


El envejecimiento de España pone en jaque el negocio crediticio de la banca

La pérdida de población perjudicará el crecimiento económico y la actividad empresarial
El envejecimiento de España pone en jaque el negocio crediticio de la banca
Madrid - Actualizado: Guardado en: Economía
El invierno demográfico se ha convertido en una de los principales desafíos para España. La baja natalidad y el envejecimiento de la población no es solo un reto social, sino también económico. Esa dinámica se ha convertido en una amenaza para el modelo de negocio, por ejemplo, del sector financiero. La Asociación Española de Banca (AEB) ha elaborando un informe sobre los efectos de ese proceso en la actividad bancaria al que ha tenido acceso ABC y que concluye que este fenómeno puede llegar a hundir hasta un 37% la facturación procedente de dos de sus principales líneas de negocio: el crédito hipotecario y la financiación al consumo.
El estudio, encargado por la patronal bancaria nacional a la Fundación Renacimiento Demográfico, recuerda algunos datos demoledores: España fue entre 1990 y 2014, según datos de la OCDE y la ONU, el país soberano con la menor tasa de fecundidad media del mundo, con una natalidad promedio en el periodo de 1,29 hijos por mujer, un 39% inferior a los 2,1 que se necesitan para que se produzca el relevo generacional. Además, la esperanza de vida en nuestro país es la mayor de Europa en los últimos años, y a nivel mundial solo es ligeramente inferior a la japonesa. Desde 2012, España está perdiendo habitantes, algo que no sucedía desde el fin de la Guerra Civil, y desde 2015 en nuestro país muere más gente de la que nace.
Según las proyecciones propias y las hechas en base a las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), el estudio contempla una reducción de la población de entre el 1,2% y el 2% hasta 2030, y de entre el 11,4% y el 24% hasta 2065, con un aumento muy notable del segmento de más de 60 años, que consume menos, y una reducción de la población de hasta 60 años, sobre todo de aquella entre 30 y 45 años, grupo vital para la productividad y el consumo y que incluye por ejemplo a la mayoría de compradores de primera vivienda.
«Estos cambios y tendencias demográficas presentan oportunidades y riesgos para las empresas y la banca, con predominio global de los elementos desfavorables, ya que el envejecimiento social y la pérdida de población, a priori, no son positivos para el crecimiento económico, los negocios y el bienestar en general», explica el informe.
Otra de las consecuencias que tendrá el cambio de la pirámide población española es que se depreciarán algunos activos ya que, a nadie se le escapa que una casa situada en una aldea que no tiene población cada vez vale menos. Así, el informe prevé una depreciación de activos que sirven de garantía o colateral de los créditos, como las viviendas, así como el valor de las acciones de las empresas con negocio más afectado por el declive demográfico, como todos los productos y servicios para niños y jóvenes.
En la misma línea, la caída de la población y la desaceleración de la actividad económica que conllevará se traducirá muy probablemente en una presión política y social hacia unos tipos de interés muy bajos de manera estructural, aunque puedan subir ahora a medio plazo como consecuencia de la normalización de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE).

Planes de pensiones, al alza

Pero no todo va a ser negativo en el panorama económico español en los próximos años. Una de las actividades que sin duda crecerá será la de los planes de pensiones, sobre todo una vez que la población española se conciencie de que recibirá pensión cuando se jubile pero que, sin ninguna duda, será inferior a la que están cobrando los pensionistas ahora por la caída del número de cotizantes, de modo que será imprescindible tener un plan de pensión privado complementario, como ocurre ya en muchos países europeos.
En este contexto el estudio realizado para la AEB identifica oportunidades derivadas del «número creciente de jubilados, con flujos estables de ingresos y una esperanza de vida considerable al comenzar su etapa de retiro, lo cual puede ser interesante tanto para la captación de pasivo a coste moderado como para la colocación entre ellos de producto de activo».
Como conclusión el estudio recomienda que «cada banco y cada empresa estudie la evolución que tendrá en su negocio el nuevo escenario demográfico e intente suavizar en alguna medida su impacto en sus cuentas».